El León de África. Las hazañas de un militar imbatible
El historiador Ignacio Bracht recrea en un libro las proezas de un militar alemán de la Primera Guerra, admirado por sus tropas africanas y sus enemigos ingleses
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Quizá porque la Segunda Guerra Mundial la superó en horrores, las historias del primer conflicto global, al que sus contemporáneos llamaron Gran Guerra, quedaron limitadas en la memoria colectiva a la neblinosa contienda de trincheras que regó con sangre las tierras de Europa. Mucha menor presencia en la cultura popular han tenido otros capítulos del conflicto, pese a que ningún continente se libró de las hostilidades. Solo el cine, la gran industria cultural del siglo XX, rescató para la posteridad algunas hazañas con ribetes de leyenda, como las de Lawrence de Arabia, el oficial británico que unió a las tribus árabes contra los turcos, o las de Manfred von Richthofen, el célebre as conocido como “el Barón Rojo”, que al mando de su triplano hizo historia en los cielos. Pero otros aspectos y protagonistas del conflicto fueron cayendo en el olvido o se convirtieron en pies de página de raccontos generales de la guerra.
Pero ahora un historiador argentino, Ignacio F. Bracht, ha recuperado en un libro, escrito con la rigurosidad de la historiografía militar y la atrapante prosa de una saga de aventuras, la asombrosa epopeya que libró en África, durante cuatro años, Paul von Lettow-Vorbeck, el general alemán que con un ejército de nativos, los “askaris”, en inferioridad de condiciones y crecientemente desprovisto de recursos, enfrentó sin ser nunca derrotado a las tropas coloniales indias, sudafricanas, belgas y portuguesas en los exóticos campos de batalla del África Oriental Alemana (hoy Tanzania), el África Oriental Portuguesa (Mozambique) y la Rodhesia Británica. El León de África, como llegaría a ser conocido este militar prusiano que con su ejército fantasma libró en la sabana una guerra de guerrillas, despertó por su talento militar y su caballerosidad humanitaria la admiración de sus propios enemigos, que muchos años después, en su vejez, gestionaron para él una pensión de guerra.
Bracht había dedicado otros libros y trabajos de investigación a la historia argentina, rioplatense y americana, pero su interés por Von Lettow lo acompañó durante años como una sombra, desde que llegó a sus manos su libro de memorias, el único que, sobre sus hazañas, hasta ahora se había editado en español, hace muchas décadas. “La atracción por el personaje se fue cocinando a fuego lento –cuenta Bracht a LA NACION revista–. Se me fue apareciendo durante años, tanto en libros de temática militar de historiadores españoles, sudafricanos e ingleses, como en obras de escritores sobre África, como Javier Reverte en su magnífico libro sobre Los mitos blancos del continente negro, donde le dedica un capítulo al general alemán, o la danesa Karen Blixen en sus Cartas y memorias de África”.
Blixen, inmortalizada en la película África mía, fue casualmente compañera de viaje de Von Lettow cuando ambos llegaron al continente, antes de la guerra. La personalidad del oficial prusiano la impresionó de inmediato. “Pertenecía a otro tiempo –evocó en sus memorias, Out of Africa (1937)–. Nunca me encontré a otro alemán que me diera una impresión tan fuerte de lo que el imperio germano era y representaba”.
Bracht, autor de El León de África. La epopeya africana de Von Lettow-Vorbeck (1914-1918), publicado recientemente por Maizal Ediciones, reconoce que “hay personajes que han tenido mejor suerte o prensa que otros”, y equipara en su flamante libro las hazañas del general a las de T. E. Lawrence o el Barón Rojo, pero lamenta que Hollywood no le haya prestado atención al personaje, “ya que conjuga todos los atributos de una producción de Mel Gibson o Clint Eastwood”. Aun así, destaca entusiasmado que “no todo el arte ha olvidado la hazaña de Von Lettow en su periplo aventurero en África. Hugo Pratt, ese verdadero genio de la historieta contemporánea, que vivió en la Argentina varios años y muchos no lo saben, le dedicó un título en la serie de su magnífico personaje Corto Maltés, Leopardos, que no son otros que los askaris del general en una misión para rescatar un botín, donde Corto se une a ellos en la arriesgada acción”.
¿Han mostrado los alemanes mayor interés que Hollywood por Von Lettow?
Que yo conozca, no, lo que no implica que no exista algún documental recreando su historia. Hay un cortometraje que se limita a la batalla de Tanga, a mi parecer muy limitado y pobre de contenido. Lo curioso es que el cine alemán, que ha producido películas excelentes como El Barón Rojo, Das Boot (El barco, en español), Stalingrado, o una muy buena serie como Hijos del Tercer Reich, teniendo en la epopeya africana de Von Lettow un guion digno de una película de aventura no se haya ocupado de él.
Además de sus hazañas, sorprende cómo un militar de formación prusiana abraza, ante la escasez, tácticas que podrían asimilarse a la guerra de guerrillas.
Es así. Su formación militar prusiana le dio una eficiencia en el plano táctico y estratégico; pero él ya había conocido conflictos en territorios exóticos, como bien lo destaca Oscar De Masi en el epílogo del libro. En 1900, participó como joven oficial en la coalición de naciones que invadió China contra el levantamiento de los bóxers, movimiento nacionalista chino contra la presencia colonial europea, y luego en 1904 combatió en el África Occidental alemana contra las tribus nativas, donde fue herido en el pecho y un ojo, lo que hizo que fuera trasladado a Sudáfrica para su atención médica. Allí conoció al general sudafricano Jan Smuts, quien sería luego su enemigo en la guerra y su gran amigo en la paz. En 1914, al frente de su minúsculo ejército frente a enemigos que lo rodeaban por los cuatro puntos cardinales, adoptó la guerra de guerrillas o, como él la llamó, la pequeña guerra. Atacar y desaparecer, tomando de sus askaris, soldados nativos, conocedores eximios del terreno, sus experiencias en las guerras tribales. Sin recibir durante cuatro años ningún suministro desde Alemania, Von Lettow atacó trenes, voló puentes, se hizo de depósitos enemigos de armamentos, uniformes, medicamentos, alimentos, etc., acciones de sabotaje que le permitieron seguir combatiendo hasta 1918, incluso cuando la guerra había finalizado en Europa y él no se había enterado aún.
La Primera Guerra fue un conflicto en el que buena parte de los combatientes lucharon por naciones o monarcas lejanos, que no eran directamente los propios. ¿A qué se debió la particular lealtad de los askaris, los nativos que combatieron bajo las órdenes de Von Lettow?
A su formación militar prusiana, heredada de sus antepasados. Von Lettow fue educado en los valores del honor, del deber ser y de la dignidad humana, seguramente bajo la influencia del cristianismo de la Iglesia Evangélica, esos valores que no discriminan por clase, origen y raza, como lo escribe Julio Villalonga en el prólogo del libro. Su relación con los nativos que integraron su ejército como soldados y porteadores, más las mujeres que acompañaban, fue sin duda de una gran empatía, donde el soldado askari fue dignificado en el trato y en el mando por Von Lettow. Los respetó en su persona y en su cultura. La lealtad lograda hacia su persona fue inalterable durante todo el conflicto –sin recibir paga alguna durante los cuatro años– y aún después de concluido el mismo, transmitido por los askaris a sus propios hijos. Desde su regreso a Alemania en 1919, Von Lettow no dejó nunca de reclamar a los gobiernos que se sucedieron que Alemania tenía una deuda con los soldados africanos que habían combatido bajo la bandera del imperio, solicitando que se les abonara las pagas de esos cuatro años. Al final de su vida, en 1964, el gobierno de la República Federal de Alemania saldó esa deuda de honor con sus ya ancianos exsoldados. Basta ver en internet el funeral oficial de Von Lettow, donde aparecen dos veteranos askaris acompañando el féretro, que viajaron desde Tanzania en representación de los excombatientes nativos.
¿Qué papel tuvo Von Lettow en la Alemania de posguerra, cuando muchos aristócratas y militares se entregaron a los brazos del nazismo?
El mundo al que perteneció Von Lettow murió en 1918. El imperio alemán había desaparecido, el káiser abdicado y la creada República de Weimar tenía que hacer frente a las imposiciones de los vencedores y era tironeada por los movimientos que querían emular a la revolución bolchevique triunfante en Rusia y los que comenzaron a oponer otro modelo totalitario que devolviera el caído orgullo alemán luego de la improvisada Paz de Versalles, una bomba de tiempo que estallaría en 1939. Von Lettow se reinsertó como pudo. Fue desde 1928 a 1930 diputado en el Parlamento por el Partido Nacional Popular, una fuerza conservadora, monárquica y patriota. Vio el ascenso del nacional-socialismo con desconfianza y luego con rechazo; nunca se afilió al partido nazi y no le aceptó a Hitler en 1935 el ofrecimiento que le hizo de ser el embajador del Reich ante el Reino Unido. Era imposible que Von Lettow, con su formación y estirpe –su padre había sido miembro de la Orden de San Juan, muy vinculada a la Iglesia Evangélica Alemana–, pudiera comulgar con los principios raciales del nazismo, más aún que consideraba a la raza negra como inferior, cuando, para el general, sus askaris negros fueron sus leales y aguerridos soldados.
Von Lettow fue longevo, pudo tener un rol en la Segunda Guerra Mundial, pero no fue así. ¿A qué se debió?
Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, Von Lettow tenía 69 años y era ya un oficial de la reserva. En 1938 se le otorgó el grado de general para asuntos especiales, pero nunca durante el conflicto fue convocado. Era un héroe nacional, pero el régimen lo consideró siempre hostil y permaneció aislado de hecho durante toda la guerra, sufriendo que sus dos hijos varones, muy jóvenes, murieran en combate.
Además de mucha bibliografía, para el libro pudo acceder como fuente a descendientes de Von Lettow en Alemania. ¿Qué información aportaron?
Los descendientes y familiares del general, la señora Ingeborg von Lettow-Vorbeck, residente en Alemania, y la señora Corina Liesau von Lettow-Vorbeck, sobrina bisnieta del general, titular de la cátedra de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid, me facilitaron bibliografía, como la del escritor e historiador inglés Leonard Mosley, que conoció y entrevistó al general en los años 60, dedicándole su libro Duelo por el Kilimanjaro, y me brindaron abundante material gráfico, documentos de la historia familiar, el escudo familiar y sus significados; un rico material que ilustra el libro. Por lo que les estoy muy agradecido.
No es común, pero es un hecho notable, que sus exenemigos gestionaran una pensión para Von Lettow en su vejez.
La historia está repleta de estas paradojas de vida. Von Lettow enfrentó durante la guerra en África al general sudafricano Jan Smuts, a quien había conocido antes del conflicto. Smuts fue integrante del gabinete de guerra británico durante las dos guerras mundiales. Nunca ocultó su admiración, como muchos oficiales ingleses, por Von Lettow, tanto como militar como por su caballeresco comportamiento en la guerra. En 1929, presidió en Londres una comida de agasajo en honor a Von Lettow que viajó a tal efecto ya que se cumplían diez años del final del conflicto, organizada por el Cuerpo Expedicionario Británico en el África Oriental, es decir, aquellos que lo combatieron. Esa admiración de Smuts llevó a que gestionara una pensión militar para su exenemigo finalizada la Segunda Guerra, para que el viejo junker pudiera sobrevivir en la devastada Alemania. Recordemos que las propiedades de los Von Lettow-Vorbeck estaban en Pomerania, Prusia, y toda esa región fue ocupada por el Ejército Rojo, y sus bienes expoliados y ocupados. En 1953, Von Lettow viajó a Sudáfrica invitado por la viuda de Smuts, quien había muerto en 1950, lo que nos habla de la amistad y respeto mutuo entre ambos militares a lo largo de la vida. Una caballerosidad de un mundo desaparecido.