Volver al pasado: Fito Paez, Michael Jordan, Tetris y la obsesión retro del pop
Mucho más que nostalgia, la cultura regresa en clave de no-ficción a sus momentos clave
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Michael Jordan nació en el 63. El 17 de febrero más precisamente. Fito Páez, se sabe, también nació en el 63: pocos días después, el 13 de marzo, en Rosario. En 1984, el primero debutó en la NBA y ganó su primera medalla olímpica. Era el novato de los Chicago Bulls, con quienes ganaría seis anillos. El otro ya había dejado la Chicago argentina y también debutó, con disco propio, en ese año (el mismo de Clics Modernos de Charly García y del primer lanzamiento de Soda Stereo). Por esos mismos días, en Moscú, un joven ingeniero de sistemas inventaba el videojuego Tetris combinando geometría y pasatiempo adictivo.
Las tres historias, adaptadas en el exitoso modelo audiovisual de ficción basada en hechos reales, son sucesos recientes en las plataformas de streaming: Air, estrenada la semana pasada en Amazon Prime; El amor después del amor, en Netflix; y Tetris, en Apple TV+. Fenómenos de audiencia, especialmente la exitosísima serie local, tienen varias coincidencias además de la sincronía ubicada en ese cuadrante de mediados de los 80 que parece ser el momento definitivo de la cultura pop y su obsesión con el tiempo desde que Marty McFly ajustó los relojes para viajar al pasado en 1985.
La “retromanía” justamente es el modo en que los estudios culturales mejor se han aproximado al asunto. Así lo bautizó el crítico Simon Reynolds en su obra de 2011 cuya bajada es más elocuente aun: “La adicción del pop a su propio pasado”.
Con erudición rockera pero alcance amplio, repasa las diferencias entre los gestos de mera nostalgia (concepto inventado por el médico Johaness Hofer en el siglo XVII, una enfermedad bélica que incluía síntomas como la melancolía), la relectura o reescritura de tiempos pasados y lo típicamente retro. “La intersección entre cultura de masas y memoria personal es donde se engendra lo retro”, postulaba Reynolds.
Esa cultura pop, fugaz, parece en definitiva mucho más obsesionada por aquel rescate de experiencias colectivas que se vivían como “puro presente” (ya el éxito de Grease de John Travolta marcaba el regreso a los 50) que en adelantarnos o prometernos algún futuro.
Cuán nostálgicos podemos ser de algo que no hemos vivido
Pero hay más coincidencias. La saga de Fito, además de cronicar su vida romántica, usa como escenografía histórica el recorrido desde la explosión de Baglietto y la Trova Rosarina, propiciada por Malvinas, hasta su disco récord del rock nacional (favorecido por la explosión de dólares y la incipiente convertibilidad). La historia del convenio entre Nike y la familia del joven atleta, también gira alrededor de tópicos clave de la cultura de los Estados Unidos: básquet, suburbios, razas. La subtrama de Tetris, decorada por los pixeles de los palacios zaristas y el gris soviético, es la Guerra Fría.
En definitiva, si la industria musical, el marketing deportivo y la creación de videojuegos son fenómenos de la máxima vigencia cultural, esta fase de la retromania abreva en algunos asuntos fundacionales, y trata de insinuar cómo eran las cosas antes de que este presente se instale.
El derrotero detrás de la firma del contrato con Nike para lanzar unas zapatillas que serían icónicas, la llegada de un productor generoso con chequera millonaria o cuestiones de copyright y conflictos legales entre la URSS y los Estados Unidos atraviesan las no-ficciones como símbolos de una manzana a ser mordida, un pecado con alguna originalidad, ¿una crisálida?, pero también como el instante simbólico en el que, sí, finalmente, algo va a cambiar. Y nada será igual: ni el calzado de billones de jóvenes en el mundo, ni la cultura musical de masas, ni tampoco la relación de niños y adultos con los adictivos videogames.
Como sea, la nostalgia ya adquiere dimensión metafísica. En el libro El futuro de la nostalgia, publicado por Svetlana Boym a comienzos de este siglo, se preguntaba cuán nostálgicos podemos ser de algo que no hemos vivido. Y una de las últimas estrellas del pop, Dua Lipa, cuyo mayor éxito es un dúo con Elton John, tituló a su disco Future Nostalgia. ¿Estará el pop actual creando algún retro para el futuro?