El caso Balenciaga: reinventar una casa de lujo
La maison creada hace 85 años en suelo francés por Cristóbal Balenciaga, en 2015 renovó su imagen con la llegada de Demna Gvasalia como director creativo
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Hacia mediados de la década de 2010, un grupo de diseñadores fue elegido para impulsar las casas tradicionales de París, luego de años de turbulencias donde una serie de renuncias y despidos en las maisons mantenía al mundo de la moda en primera plana. Nicolas Ghesquière en Louis Vuitton y John Galliano en Maison Margiela dieron el puntapié que siguió con Alessandro Michele en Gucci y María Grazia Chiuri en Dior. Hasta que en octubre de 2015 Balenciaga anunció a Demna Gvasalia como director creativo, un nombre sin ningún tipo de resonancia para tal cargo. El diseñador quedó al mando de las colecciones como de la imagen de la etiqueta que Cristóbal Balenciaga había inaugurado en 1937 en suelo francés.
Gvasalia creció en Georgia, en la antigua Unión Soviética. En 2001 obtuvo la licenciatura en Relaciones Económicas Internacionales en la universidad pública y luego se graduó en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes, Bélgica, en 2006. Un año antes de su llegada a Balenciaga había generado un gran impacto con Vetements, el colectivo de diseño que comandó junto a su hermano Guram hasta 2019 y en la cual puso en agenda el tema de la moda fea y los objetos cotidianos bajo la lente del lujo. Su debut en Balenciaga fue en marzo de 2016, en el marco de la semana de la moda de París. La apariencia inesperada de los looks que salieron a la pasarela generaron un shock: ¿qué había hecho este diseñador de 35 años con la casa emblema de la elegancia? Camperas acolchadas y de cuero con corderito estilizadas con los hombros al descubierto, una pasada de vestidos con la técnica del patchwork y las bolsas para los mandados en tamaño XL cerraron los últimos looks de un desfile que dió inicio a una forma de usar las prendas y su relación con el cuerpo dada su arquitectura.
Esta actitud se sintió innovadora, hubo algo realmente nuevo en esa presentación en sociedad. Fueron los consumidores los primeros que adoptaron el cambio por parte de una marca que no era parte de su vocabulario. Con este gesto, Demna comenzó a reinventar una venerada casa de moda, pero sobre todo a delinear cómo nos vestimos y la forma en que pensamos sobre la moda. Aquellos productos que parecían espantosos, como las sandalias Crocs con plataformas y su versión de taco aguja, las botas que se convertían en calzas y todo coloreado en tonos chillones, estaban tratando de ser interpretados por la crítica como por las opiniones en las redes sociales. Mientras tanto, los almacenes que los lanzaban en pre venta los agotaban meses antes de su salida.
El público se sintió identificado con esta estética señalada como kitsch y el contexto cultural que daban estas prendas. La idea de Demna para Balenciaga fue lanzar looks con piezas que, juntas, parecen demasiado pero funcionan mejor por separado. La sucesión de colecciones tampoco mostró una ruptura con respecto a la anterior sino una continuación. Como si las personas pudieran pensarse a sí mismas a partir de un vestuario ofrecido por ropas que nutren su individualidad más que la mera necesidad de generar algo nuevo que caracterizó a la moda durante décadas.
Cristóbal Balenciaga se retiró de la moda en 1968, ante la avanzada inevitable del prêt-à-porter. El modisto nació en la villa de Getaria, País Vasco, en 1895 y murió en 1972 en Jávea, España. En 1917 abrió su primera tienda en San Sebastián y luego sumó la de Barcelona y Madrid, las cuales mantuvo aun cuando se instaló en París, en 1937, huyendo de la Guerra Civil española. La herencia de su país influenció su trabajo, así como los trajes regionales de España y el estilo de pintores como Diego Velázquez, Francisco de Goya, El Greco, Zurbarán y Murillo. A pesar de haber fallecido hace 50 años, su nombre sigue asociado a la idea de perfección y austeridad, la noción de elegancia se define en sus colecciones, pues con sus obsesiones elevó la alta costura al estatus de arte.
Desde entonces es recordado como un maestro y el arquitecto de la alta costura. Sus señas de identidad quedaron inmortalizadas en siluetas con mangas tres cuartos, cuellos distantes del escote, las faldas globo, semi entallado, las túnicas, la línea “tonneau”, todas creaciones apreciadas por los volúmenes. El cuerpo parecía el soporte de su gran obra, por lo que tenía libertad de movimiento, en contrapartida de la estética dominante de la época. El modisto trabajaba sus creaciones sobre la tela, manipulaba los géneros en tres dimensiones a partir del gazar, una seda estructurada que inventó y luego popularizó en los 60′. Pocas veces habló con la prensa, lo hizo luego de su retiro, rara vez se dejaba fotografiar y no se molestaba en salir a saludar al final de sus desfiles. Los años ‘50 fueron su apogeo, cuando Christian Dior revivió la alta costura de París después de la Segunda Guerra Mundial con el “New Look”.
En sus colecciones lanzaba 200 nuevos diseños por temporada, que eran presentados en sus salones en tres desfiles: uno para los compradores de todo el mundo, el segundo para las clientas privadas y el tercero para los periodistas. Su producción de alta costura vendía alrededor de 2300 prendas a medida y tenía la fama de ser el modisto más costoso de toda Francia, mientras que los mismos diseños en sus casas españolas costaban la mitad. Un traje diseñado y confeccionado por él alcanzaba los €113 mil y un traje de día o tapado €4600, según muestra una factura exhibida en una de las múltiples exposiciones que revisaron el trabajo del modisto español. Madeleine Vionnet, Elizabeth Arden y Helena Rubinstein fueron clientas aunque Mona von Bismarck fue la más fiel, incluso le hacía su ropa de entrecasa y para sus labores de jardinería. Así lo registró Cecil Beaton en 1967, además de los vestidos de noche con los que esta socialité era habitué en las páginas de la revista Vogue.
Durante sus más de 30 años en París, Cristóbal reinventó la forma de vestir de las mujeres, igual que Demna. Luego de la muerte de Balenciaga la casa quedó en manos de sus sobrinos y a su vez fue vendida a diversas empresas que comercializaban los perfumes. En 2001 fue adquirida por el Kering Group, el conglomerado también propietario de Gucci, Saint Laurent, Alexander McQueen, Bottega Veneta y Brioni. En 1992 el diseñador holandés Josephus Thimister relanzó el diseño en Balenciaga. Luego fue el turno de Nicolás Ghesquière, quien tradujo al lenguaje moderno una casa tradicional ofreciendo un gran momento cultural para la maison hasta su sorprendente renuncia y no menos asombrosa sucesión de Alexander Wang en 2012. Es para destacar que Cristóbal nunca hizo prêt-à-porter, incluso este modo de producción visibiliza todo lo contrario a la perfección que anhelaba el couturier. Sus continuadores buscaron reflejar en prendas de alta moda esa idea arquitectónica de belleza ideal aunque solo Ghesquiere innovó y aportó una nueva silueta que lo distingue. Hasta la llegada de Demna en 2015, Balenciaga no volvió a tener alta costura.
En las primeras colecciones presenciales en la era pandémica, en julio de 2021, la casa anunció el show número 50, el primero de Haute Couture desde 1968. Demna trabajó con la artista olfativa Sissel Tolaass para recrear los aromas que pudieran haber rodeado la atmósfera de Cristóbal y los trajo a la actualidad a partir de las moléculas de olor real encontradas en los archivos del modisto y sus pertenencias. Incluso Demna vende el aroma en formato de vela, además lanzó figurines de porcelanas con los looks Couture. También replicó los salones, las sillas doradas, las paredes, tal cual como presentaba Cristóbal en el edificio situado en la Avenue George V y seguirán albergando invitados y Alta Costura cada mes de julio, durante las colecciones de Otoño.
La elegancia es una de las modalidades apeladas por la moda para distinguirse y acentuar pertenencia. Se transmite de manera cultural que solo unas pocas mujeres son tocadas por esa varita, mientras que la magia hacía que las otras se sintieran representadas en ese ideal inalcanzable a través de las imágenes ofrecidas en las revistas y el cine, gracias a la visión de los modistos. Por eso el siglo XX es tan claro en tanto es posible periodizar por décadas las siluetas faro de cada época. En los orígenes de la moda de la corte de Louis XIV había noción de elegancia pero hasta el momento de Cristóbal Balenciaga no fue definida y comprendida.
Al igual que el fundador de la casa que dirige, Demna tiene orígenes humildes, los dos parecen destinados a modificar las reglas del vestir. Dos extranjeros trastocando la moda francesa. Balenciaga emocionaba por lo bello, Gvasalia conmociona por lo inesperado. Los dos afectaron la industria y en consecuencia la forma en que nos vestimos. Ellos cambiaron el curso de la moda. El desfile debut de Demna en 2016 abrió con la modelo Eliza Douglas luciendo una chaqueta gris con dos botones y los hombros curvados hacia adelante y falda lápiz con aberturas, y las caderas acolchadas; el traje fue comprado de inmediato por el Metropolitan Museum de New York. Las formas esculturales que lograba el maestro de modistos, su sucesor las obtiene con escaneos e impresiones corporales en 3D.
Su impronta personal admite el oversized que retoma de la vestimenta de su infancia, cuando heredaba ropa de sus primos ricos y debía usarla tal como le llegaba, grande. Otra revisión a su propia historia fue la bolsa azul de Ikea que lanzó en sus propios términos a $2000 para Balenciaga. Allí apeló al buen uso que le dio en sus días de estudiante. Por eso, cuando hace unos meses Gvasalia asistió a los desfiles de graduación de la escuela de Amberes con una bolsa de papas fritas Lays como accesorio, los observadores profesionales y ocasionales no dudaron en pronosticar cuál será la próxima tendencia ofrecida por Balenciaga.
Lo mismo sucedió con las zapatillas destrozadas que inundaron el feed de Instagram el pasado mes de mayo. Se trató de la campaña para presentar el modelo “París” y en la cual era evidente el uso y desgaste, pues a simple vista el calzado estaba más para la basura que para ser ofrecido como producto de lujo. El enojo y los memes no tardaron en llegar; la gente está acostumbrada a reaccionar a la moda, pero Demna propone pensar. Luego de las sentencias en contra de las zapatillas, la casa comunicó que la campaña buscaba reflejar que el nuevo ítem estaba destinado a ser usado durante toda la vida, mientras compartía el link para adquirirla en siete modelos distintos por €495 cada uno.
Desde su llegada a Balenciaga, Demna no deja de revisar los archivos de la casa. Cristóbal era un experto de la sastrería y desde allí parte el diseñador georgiano para componer sus hits. No es un advenedizo, uno de sus primeros trabajos en la moda fue crear siluetas para Scabal, la empresa textil de sastrería masculina. A partir de su debut en Balenciaga las ventas no pararon de subir, igual que las ganancias para la empresa que reporta alrededor de 1.000 millones de euros en ingresos anuales. La perfección ansiada por Cristóbal hoy no existe y esa idea de elegancia no es necesaria. Sin embargo, su trabajo traspasa el tiempo y su legado es revisado de manera permanente.
¿Qué es lo que hace reconocible “un Balenciaga”? se pregunta la muestra Carácter en su propio museo, en Getaria, que fue impulsado por su admirador Hubert de Givenchy y presidido hasta su muerte, en 2018. Una concepción similar ocurre en Dior + Balenciaga: Los reyes de la alta costura y sus legados que inauguró el Museo del FIT de Nueva York, donde se repone el corpus de los modistos a partir de juntar sus obras y reevaluarlas. Por su parte, el plan de Demna traspasa la ropa. Su proyecto no es revisarse sino interpretar el futuro próximo. Después de crear atuendos para el juego Fornite, anunció su ingreso al metaverso al lanzar una unidad de negocio dedicada al espacio virtual.
Cada época tiene sus referentes. Aquí dos que marcaron y moldearon el modo de consumir y pensar la moda en su tiempo.