El auge de la cerámica. Nuevas formas de diseño, talleres especializados y más seguidores de una técnica artesanal que resurge
Tornear, moldear y laminar cerámica suma cada vez más adeptos, en un fenómeno que propone nuevos diseños: el arte que nace en las manos
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- Producción: Grisel Marino
Es la preferida, la que llega a la mesa y hace lucir los platos en los restaurantes de autor, la que gana espacio en las repisas de la cocina, en tonos pasteles, mates o a pleno color. Es también la que dibuja la primavera en una taza, la que llenamos de tierra y flores en el balcón, la que elegimos en aquellos pequeños objetos que dan vida a la mesa ratona o la biblioteca. La cerámica es una gran protagonista de nuestros espacios cotidianos y eso responde a una cuestión básica: está desde siempre y nos conecta con nuestra esencia, con nuestros antepasados. Este material nos lleva directamente a nuestros orígenes, al contacto con la tierra, la arcilla, a las manos del hombre que pellizcan un cuenco que contendrá su alimento o bebida.
Las primeras creaciones en arcilla fueron simples y con una finalidad utilitaria: la técnica de modelado con las manos, también conocida como pellizco, continúa vigente y es la más ancestral. Si bien se sumaron otros métodos para trabajarla, como los moldes o el torno alfarero, la esencia de este oficio permanece, ahora con nuevas formas y más seguidores que estudian y se perfeccionan en los talleres con técnicas de ayer y métodos actuales, e incluso atrae a la nueva generación de chefs, que buscan para sus restaurantes vajilla moderna con el valor de lo ancestral. Toda una tendencia.
Con fines utilitarios, o como una representación artística, las posibilidades creativas que ofrece la cerámica son tantas como tantas las ideas que pueden surgir en nuestra mente.
La creatividad fluye en el taller de Marion Greiner y Chris Perez (Kiki), quienes a diario trabajan en una recreación constante de las técnicas de nuestros antepasados. La imaginación determina un catálogo infinito de vajilla de cerámica artesanal, que puede ir desde lo convencional hasta un cuenco con forma de cráneo de vaca para servir la sopa, o toda una variedad de platos con formas de troncos, huevos, nidos, cuevas y flores. “Nuestra misión se completa cuando un bol decora la mesa de alguien en su casa, cuando hay café en una taza o un chef piensa el menú sobre el plato que diseñamos”, dicen las dueñas de Muk, que aseguran que se apoyan en todas las técnicas que tienen a su alcance para lograr el ideal de cada pieza, desde pellizcar, tornear, moldear o laminar.
Ambos encontraron en la cerámica un lugar para crear y trabajar al mismo tiempo, armaron este taller hace cinco años, cuando golpearon a su puerta unos jóvenes cocineros que les encargaron sus primeros platos. “La cocina de autor y de cercanía invita a tener una vajilla propia, individual, artesanal, con la impronta de lo hecho a mano y especial para cada espacio y cocina”, señalan. En cuanto al proceso, una de las etapas que más disfrutan es hacer los esmaltes, “nos encantan los colores y la química detrás de cada receta que inventamos, no podemos parar de investigar y generar nuevas fórmulas”, dicen. Cada apertura de horno genera una nueva ilusión para las dueñas de Muk que esperan continuar en este oficio que las apasiona. “En un mundo que avanza rápido en tecnología, alienación e individualismos, esta conexión ancestral que trae la cerámica es cada día más valorada y añorada”, sostienen.
Esta misma conexión se hace presente en las Mesas Paisajes que recrea Antonella Meloni, arquitecta italiana que llegó a la Argentina en 1998, y que después de trabajar por muchos años en el diseño de indumentaria se dedicó de lleno a la cerámica. “Buscaba más libertad en la creación, la moda está sujeta a leyes de mercado y ritmos muy demandantes que me dificultaban explorar y profundizar mi propia expresión”, admite.
En 2011 abrió su taller, pero empezó a dedicarse tiempo completo en 2017. Meloni asegura que siempre le atrajo la experimentación y la investigación de pastas coloreadas de alta temperatura y las porcelanas. Hoy diseña, desarrolla y produce pequeñas colecciones de utilitarios y platos para restaurantes con la técnica de colada de barbotina de gres –una cerámica de mayor temperatura y resistencia–. El proceso parte de la arcilla líquida, que se vuelca en un molde de yeso y se deja unos minutos para eliminar el agua y se espese. Luego, se retira el sobrante y se obtiene la pieza con la misma forma de la superficie interior del molde. Estas piezas se hornean a 1230 grados. “Mi actividad se desarrolla alrededor de cuatro intereses fundamentales: la cerámica como material de creación, el objeto utilitario como pieza artística, la naturaleza como elemento inspirador y el ritual del comer como acto sociocultural”, explica.
Pero Meloni destaca que su principal interés es la creación de lo que llama Mesas Paisaje, una mesa donde todos los platos y el fondo recrean justamente un paisaje. “La mayoría de las colecciones de platos y objetos utilitarios que diseño forman parte de estas escenas. Por ejemplo, hay una colección de las piedras, de ramas, de rodajas de corteza de árboles, entre otros”, cuenta. La primera de ellas, la Mesa Coralina, fue parte del concurso de artes visuales de la Fundación Andreani, mientras que la Mesa Río de los Sauces, inspirada en los ríos secos de Córdoba, recibió una mención especial en el Salón Nacional de Artes Visuales, en 2019. Entre sus proyectos, planea desarrollar experiencias artísticas-culinarias que relacionen la comida con el paisaje.
El viaje cerámico
Este oficio ancestral atrapó casi por sorpresa a Ricardo Luza, que se desempeñó durante 30 años como diseñador gráfico y quedó fascinado por las posibilidades de desarrollo artístico que le ofrecía la cerámica. “Mi primer contacto comenzó en 2005, gracias a YouTube. Casualmente vi un video de un alfarero trabajando en el torno y sentí que jamás había visto algo igual. El hecho que de una bola de arcilla emergiera una vasija utilitaria entre sus manos me pareció algo mágico y de inmediato sentí que debía tener esa experiencia”, recuerda.
“Comencé un transformador viaje cerámico”, dice. Se sumergió en el aprendizaje y decidió ir más a fondo en el mundo del gres y las altas temperaturas. En 2011, abrió su taller donde diseña pequeñas series de obras-objeto para interiorismo y arquitectura, y también piezas de vajilla en gres. “Preparo el gres con las características específicas, según la necesidad y también los esmaltes que horneo a 1220 grados. Mi herramienta principal y preferida de producción es el torno alfarero”, aclara.
Encuentra inspiración en la arquitectura brutalista, el diseño modernista de posguerra, la naturaleza, la estética industrial y la cerámica oriental. “Mis piezas suelen tener una impronta más técnica y precisa que plástica”, señala. En cuanto al auge de la cerámica que se vive en los últimos 10 años y está en pleno apogeo, para Luza, sin duda, este fenómeno está conectado con una revalorización de los oficios. ¿Por qué sucede? Hay una gran parte de la población global que es consciente de que el modelo actual de la hiperindustrialización le hizo un gran daño al planeta.
“Como consumidores, muchos hemos decidido conectarnos con formas de producción más responsables, cargadas de sensibilidad, más amigables con la naturaleza y, en muchos casos, relacionadas con los territorios, de donde provienen los materiales utilizados”, asegura y subraya que es tiempo de volver a nuestras raíces. “Es momento de indagar cómo se hizo tal objeto, quién está detrás de su creación o qué representa ese diseño en su cultura. Hoy tenemos en nuestras manos la oportunidad de poner en valor nuestro patrimonio cultural”, sostiene.
Nuevas técnicas, misma esencia
Interiorismo, decoración y gastronomía son los tres ejes en los que se apoya gran parte de la producción en cerámica por estos días. La puesta en valor del trabajo con las manos, los materiales nobles, el rescate de técnicas antiguas que hicieron a la subsistencia del hombre son clave para entender el fenómeno. Sin embargo, no hay que olvidar que, en pleno siglo XXI, tradición y nuevas tecnologías conviven armoniosamente. Como, por ejemplo, la impresión 3D, que es cada vez más utilizada para el diseño de objetos cerámicos. Si bien, tradicionalmente, los moldes para la producción en serie se tornean en madera o en yeso, con las nuevas tecnologías se pueden diseñar en computadora, con un software de modelado 3D que se imprime y luego se lleva al moldero para que los prepare en yeso. “Si bien el resultado es el mismo, se simplifica la tarea y da posibilidades de hacer cosas más complejas”, aclara Luza.
Coincide Jorge Nabel, que se dedica a la alfarería desde hace 25 años: “Si en la antigüedad para hacer las tejas se usaban los muslos como moldes, hoy en día se pueden incluso usar moldes de telgopor o impresoras 3D, pero el principio básico es el mismo”. El ceramista asegura que, en el último tiempo, se abrieron dos caminos divergentes. Por un lado, se percibe la necesidad del trabajo manual, ya sea en tejido, telar, jardinería, cerámica, vidrio, mosaiquismo o madera y, por otro, los avances de la tecnología también impactaron en el mundo de la cerámica: “Las impresoras 3D accesibles permiten la ejecución de modelos complejos para su reproducción posterior”, sostiene. Además, admite que en los últimos cinco años es notoria la cantidad de talleres de cerámica y alfarería que abrieron en la ciudad. “Se multiplicaron también los fabricantes de hornos para cerámica, tornos alfareros, herramientas y esmaltes”, dice.
Nabel también se encontró con lo que se convirtió en su forma de vida de forma casual. En 1983, él tomó contacto con Mabel Santos, una alfarera con quien pronto comenzaría a tomar clases. “Desde el inicio me centré en la producción de vajilla en torno alfarero”, aclara y recuerda que en 1998 participó con un pequeño stand de la Feria del Sol en el Palais de Glace y, al tener una formación plástica como pintor, el contraste de sus piezas coloridas –entre la habitual tonalidad terrosa de la cerámica– llamó rápidamente la atención.
En pleno auge de los programas de programas de televisión especializados y libros de cocina, la vajilla creada por Nabel fue elegida por las productoras de El Gourmet y Utilísima, para cocineros locales y extranjeros como Narda Lepes, Martiniano Molina, Ariel Rodríguez Palacios, Dolly Irigoyen, Takehiro Ohno, Pía Fendrik y Maru Botana, entre otros. Su trabajo se lució para clientes como Isabelle Firmin Didot (IFD), Cat Ballou, ODA (Objetos de Artistas), Enseres, Trocca, Chabei Tea, Marita Cardini, entre otros.
“A mediados de 2014, por recomendación de Narda Lepes, me contactaron los dueños de la cebichería La Mar Buenos Aires para que desarrollara la vajilla del restaurante que planeaban abrir. A partir de ese momento centré mi producción en vajilla gastronómica cambiando al gres”, cuenta y admite que el motor de su trabajo sigue siendo la búsqueda del color, de las texturas, de los efectos que se producen en el horno.
La vajilla artesanal diseñada se convirtió en un ingrediente indispensable para un sector de la gastronomía. Y, en cuanto a las tendencias que aparecen, Nabel observa que, actualmente, se buscan los objetos irregulares, con marcas de trabajo, como descuidados o caídos, buscando sensación de espontaneidad. Otra tendencia de la cerámica que se elige para el sector gastronómico que destaca Luza es que, en general, se buscan esmaltes mate en platos y cuencos, en tonos desaturados, se usa el blanco natural, el negro, ocre, siempre con un acabado mate. En piezas más especiales que salen de lo tradicional para emplatados con mariscos, por ejemplo, se trabaja bastante con las texturas, se busca que el material se luzca sin esmaltes, con pastas verdes, grises o negras coloreadas con pigmentos industriales o con óxidos para cambiarles el color. “La idea es que la vajilla realce el plato, pero que no compita con la comida”, señala.
Amor por el barro
Además de la producción, abundan los talleres dedicados a la enseñanza del oficio. “Empecé diciéndole sí a cinco amigos que querían venir a aprender a hacer sus platos, tazas y teteras”, cuenta Tuny Schvindt, al frente de Taller Diligente, que abrió en 2011 en su casa. “El entusiasmo es contagioso y, a los pocos meses, tenía varios grupos más, con lo cual tuve que buscar colegas que pudieran ayudarme a dividir la carga horaria de clases y el trabajo paralelo que genera el cuidado y horneado de las piezas, y el reciclado de material de cada uno genera”, señala.
En 2018, decidió buscar un taller más grande fuera de su hogar y, desde entonces, tiene su espacio en Coghlan, donde aprenden un promedio de cien alumnos por año, desde hace 11. Gran parte del alumnado que concurre son vecinos del barrio, aunque también se acercan desde Recoleta o San Isidro. “Muchos vienen caminando o en bici porque una vez pasaron por la puerta y les llamó la atención ver gente jugando con barro por la ventana”, dice entre risas.
¿Quiénes concurren? Desde jóvenes estudiantes, profesionales freelance con horarios flexibles como para tomar clases de mañana y aprovechar la mejor luz para trabajar, también madres que buscan realizar alguna actividad conjunta con hijos y, según asegura Tuny, últimamente, también se sumaron muchas personas con la recomendación de profesionales de salud mental. “Hay desde arquitectos, diseñadores, artistas, gente relacionada con la gastronomía y también profesionales de disciplinas diametralmente opuestas, como sistemas, derecho o medicina”, detalla.
Tuny aclara que no es un lugar de cursos exprés, ya que la mayoría de sus alumnos concurren durante años, lo que genera una relación cotidiana en la que ellos mismos se sienten como en su hogar. Se dictan talleres regulares de alfarería en torno, modelado y construcción manual y también se aprenden distintas técnicas decorativas. Se trata de clases semanales de dos horas, donde cada alumno es libre de realizar la pieza que desee con la guía del docente. ¿Qué aprenden? “Creo que lo que más aprenden todos, luego de realizar varias piezas, es que dentro de lo compleja que es la cerámica, debemos aceptar que no siempre podemos controlar todos los detalles del proceso. A veces, la pieza no sale como queremos, aunque hagamos todo bien. Esa resiliencia es lo que cada alumno termina trasladando a su vida. Además, con el mismo material, cada par de manos genera una pieza con una identidad totalmente diferente, y eso es fascinante de observar”, advierte.
Arte y funcionalidad
Cada uno de los objetos que realiza, ya sean tazas, bols o contenedores, se agotan inmediatamente, no bien las sube a su cuenta de Instagram. Noelia Carro, de Búdica Cerámica, dejó su profesión de abogada para dedicarse de lleno a este oficio hace unos 10 años. “Decidí estudiar alfarería y cerámica, me atraía conocer los procesos químicos, sus materiales y técnicas. Me encontré fascinada por el infinito mundo de este hermoso arte”, dice.
Asegura que este cambio rotundo la llevó a conectarse más consigo misma a través de los materiales, los colores, la experimentación y el diseño. “Cada pieza la elaboro artesanalmente desde que es un pedazo de arcilla, es diseñada y confeccionada en torno alfarero, reproducida en moldes y luego decorada a pincel manualmente con colores creados a partir de una búsqueda constante. Es un proceso largo y muy detallista. Por eso, la capacidad de producción que tengo es limitada”, cuenta. Sus diseños son un éxito y celebra la vuelta a los oficios, la puesta en valor de materiales nobles, como la cerámica. “Hacerles honor es el camino del del artista. Nos hace tener una mayor conciencia de vida”, señala.
Por su parte, y desde el Delta del Tigre, donde tiene su taller, Leila Córdoba fue la encargada de realizar la vajilla para la patisserie del reconocido pastelero Damián Betular. Sus manos trabajan la cerámica desde que tiene 12 años, cuando manifestó un interés artístico por este material. “Desde entonces no paré y hoy tengo dos facetas: por un lado, la parte artística y, por otro, mi emprendimiento de vajilla llamado Arde Cerámica. Ambas facetas están íntimamente relacionadas”, subraya. En cuanto a su obra artística, expuso en 2019 en Fundación Proa su obra llamada Arquitectura fantasma, centrada en el trabajo de formas y texturas experimentales con la cerámica.
Mientras que su emprendimiento está orientado al sector gastronómico con un eje técnico artesanal, Córdoba trabaja sus propias pastas de gres que ella misma fórmula junto con los esmaltes, todo hecho a mano y horneado a leña a muy alta temperatura.
“Trabajo como se hacía en la antigüedad, uso técnicas tradicionales orientadas a producir un objeto de mucha calidad, con el acento puesto en el detalle, en las texturas, en lo manual, son piezas muy cuidadas. Siempre bajo esta intersección entre arte y objeto funcional”, describe. Desde Arde piensa una vajilla muy específica para el universo de colores, texturas y formas de cada chef. “Detrás de la cerámica hay muchas horas en el taller, mucho esfuerzo físico que quizá no se ve en Instagram o en las piezas, hay un trabajo muy fuerte detrás de cada pieza”, dice la ceramista.
Cecilia Nigro, que realiza series escultóricas en cerámica, también destaca el papel cada vez más preponderante que el trabajo manual ocupa en la escena del arte contemporáneo. “Lo artesanal carga de sentido a la obra y transmite un mensaje. Las horas de trabajo, el proceso involucrado, los materiales nobles, la persona detrás de cada pieza, la conexión entre el corazón y las manos aplicadas a un objeto le otorgan un valor casi antropológico. Cada pieza cuenta una historia, más allá del objeto físico”, asegura.
Nigro comenzó a experimentar con cerámica como aficionada en 2003, pero reconoce que hace unos diez años logró tomar este material como su lenguaje artístico. Su obra se basa en esculturas, tanto de apoyo como de pared o colgantes. “Son objetos que hablan de la fragilidad, del cambio, de lo sutil, lo femenino y su fuerza”, detalla. Además, reconoce el protagonismo que los objetos escultóricos tomaron en el arte contemporáneo, “especialmente la cerámica, en estos últimos años, y, personalmente, me siento muy afortunada de trabajar con la tierra”, asegura. Por lo general, prueba diferentes técnicas: “Hago mis propias pócimas, trabajo en una especie de laboratorio de tierra. Luego, aplico los diferentes hallazgos a las piezas que suelen tener superposición de capas, repetición de volúmenes y detalles, mucho detalle. Suelo usar poco color para tonalidades y pigmentos naturales de la arcilla”, finaliza.
Como a ella, muchos de quienes ensucian sus manos con la cerámica sienten que sucede un verdadero hechizo, una manifestación mágica, así como sucedió con nuestros antepasados, y es la transformación de la tierra en piedra, algo tan elemental y tan simple que lo cambia todo.