El artista y doctor en genética molecular que busca el algoritmo de la felicidad
Ariel Wilner explora el mundo biológico a través de obras de arte digitales para expresar creativamente sus inquietudes sobre las moléculas
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El dos veces primer ministro del Reino Unido, conde de Beaconsfield, Benjamin Disraeli, solía decir que “la ciencia es para el mundo moderno lo que el arte fue para el antiguo”. En ese discurrir se entretuvo Ariel Wilner, doctor en genética molecular, que se animó a pincelar digitalmente su mundo profesional para unir la vanguardia con lo remoto.
Nació en Avellaneda y creció en el seno de una familia que valoraba mucho la educación pública. Pasó gran parte de sus vacaciones de la infancia en Villa Gesell. Uno de sus lugares favoritos era una librería llamada Bohm. A los 10 años, allí descubrió un libro sobre evolución de la colección Life que despertó su interés por el mundo de la genética y la evolución.
“Tanto fue mi apego que terminé haciendo un doctorado en el tema –explica a LA NACION revista–. Siempre fui muy curioso, y disfrutaba explorar y descubrir cosas nuevas, pero viví como un estigma no contar con habilidad motriz, tanto para dibujar como para jugar al fútbol”.
Hoy, con 62 años y una carrera de base científica, Wilner encontró en el arte contemporáneo una manera de expresar creativamente sus inquietudes acerca del mundo molecular que nos rodea. A través del acceso a diferentes herramientas tecnológicas, pudo hallar en el escenario digital una vía creativa donde plasmar universos visuales para explicar, imaginar y acercar a las personas a ese mundo microscópico que no es posible ser observado de manera directa, pero con el cual todos convivimos.
Está casado con Viviana Bernath hace 36 años, quien también es doctora en biología molecular y lleva adelante el instituto Genda, un laboratorio de diagnóstico por biología molecular del que también forma Ariel. Sus tres hijos son apasionados del mundo tech.
“La aparición de los smartphones y las aplicaciones móviles –explica– me permitió comenzar a expresar mi creatividad y hacerle una especie de bypass a mi dislexia. Hace unos años, abrí una cuenta de Instagram (@ariel.wilner.art) donde comparto mis imágenes imaginarias, todas creadas en mi celular, y las combino con algún texto. En principio eran sólo estáticas, luego sumé dinámicas con sonido. Musicalizar es la parte más difícil del proceso. Me gusta enfatizar temas importantes que a menudo son ignorados por la sociedad, es por eso que en un primer momento pensé abordarlos desde la escritura. Tomé un curso con Santiago Kovadloff, quien me abrió un universo increíble, pero supe que no tenía habilidad para narrar desde la palabra. Luego, con la tecnología que ofrecen los teléfonos, encontré el medio indicado para crear mis obras”.
Wilner propone dos categorías para sus obras: monómeros (de corta duración, compuestas por un texto y una imagen fija o dinámica) y polímeros (audiovisuales de mayor extensión, abordan problemáticas concretas del mundo circundante). Ambas coexisten en el corpus de su obra. “El acto artístico se completa cuando el espectador, tras ser estimulado sensorialmente, es interpelado y movilizado por el concepto de la obra”, sugiere.
Ahora, su nueva muestra de arte digital que inaugura el jueves 30 en el espacio Munar, en La Boca, busca expresar el mundo imperceptible que habita el universo biológico. Neotenia es una exposición de arte contemporáneo multimedia, donde se exhiben imágenes de moléculas creadas con tecnologías de inteligencia artificial, que exploran la frontera entre lo posible, lo real y la ciencia ficción, adentrándose en paisajes imaginarios del mundo subcelular y molecular. La muestra cuenta con la curaduría de Juan Pablo Ferlat.
El nombre de la exhibición se corresponde con un proceso estudiado por la biología evolutiva por el cual una población adulta conserva características del estado juvenil. “Por ejemplo –dice–, la creatividad que permite a científicos y artistas explorar territorios desconocidos en búsqueda de nuevas ideas y descubrimientos, puede ser entendida como la capacidad neoténica de mantener la puerta de la imaginación abierta como en la niñez”.
Su búsqueda constante lo llevó a generar diferentes piezas en sus inicios artísticos, y en 2020 creó The Challenge of Life, una obra que busca generar conciencia sobre una problemática clave: el hambre en el mundo. Esta serie contó con el aval de la ONG Support Precision Agriculture y del Premio Nobel en Medicina Richard Roberts. A fines de 2022, presentó una muestra de Sci-Art en Decentraland, en el espacio de Museum District, y ha participado de otra exhibición en Poncho NFT.
“En el mundo científico a menudo se tiende a enfatizar en la especialización, lo que puede llevar a la falta de atención a temas importantes que no se encuentran en la agenda pública. A pesar de que tengo una formación científica de base, me considero un generalista con una visión amplia del universo biológico, lo que me permite enfocarme en temas cruciales que suelen ser ignorados”.
-¿Allí nace su inquietud por el hambre y The Challenge of Life?
-Exactamente. Ese es uno de los temas clave. Afecta a casi el 10% de la población mundial. Todas las tecnologías disponibles son bienvenidas por la sociedad en general, excepto las de las intervenciones moleculares sobre alimentos, que son una herramienta importante en la lucha contra la hambruna. Por ejemplo, hay una ONG respaldada por 160 Premios Nobel, que ha firmado una carta abierta a las Naciones Unidas y a Greenpeace pidiendo que se considere un crimen contra la humanidad la postergación de soluciones al hambre. A esa carta abierta se pueden suscribir todas las personas que quieran. Hay 160 Premios Nobel que ya lo han hecho y menos de 85 personas comunes por cada Nobel. En tanto, en la Argentina creo que no llegamos a 10. Esas son las cosas con las que me involucro.
El camino de la curiosidad
Aunque no recibió estímulos artísticos ni científicos en su niñez, se permitió explorar ambas áreas. Su carrera científica ha sido muy diversa y le ha permitido explorar muchas áreas de la biología. “Mi formación en evolución y ecología –explica– me dio una visión holística del universo biológico, mientras que mi especialización en genética molecular me permitió investigar cómo la mente y el cuerpo interactúan. Siempre me intrigó entender qué sucede cuando el sistema inmunológico de una persona se vuelve contra ella y empieza a lastimarla. Esa falla del sistema siempre me resultó atractiva, y me llevó a especializarme en genética molecular”.
-Y el arte digital, ¿cómo se acerca a vos?
-Lo descubrí de manera casual, sin haberlo buscado. Encontré en los smartphones y las aplicaciones la posibilidad de expresar mi creatividad de una manera que antes me resultaba difícil. Nunca tuve un plan, fue un descubrimiento fortuito y estoy feliz con eso.
-¿Considerás que cabe alguna conceptualización para el binomio arte/ciencia?
-Para los humanos es muy importante clasificar y agrupar en categorías, clases, grupos, a todos los objetos y conceptos con los que nos vamos relacionando en nuestros mundos. El arte contemporáneo nos libera de la necesidad de rotular y nos permite tender puentes entre los universos sin un cuestionamiento de categorización. Es decir, hay allí áreas de interacción en las cuales no hay reglas definidas ni límites predeterminados. La barrera de entrada en el arte/ciencia es el conocimiento ineludible en el capítulo del conocimiento al que referimos como ciencia. Sin embargo, para el capítulo del arte alcanzaría con reconocerse como artista. En mi caso particular, el punto de partida es poner el foco en un cierto concepto científico y proponer una visión artística para el mismo, acompañándola de una definición textual que describa el fenómeno referido.
-¿Qué tiene de creativa la ciencia, y qué tiene de ciencia tiene el arte digital?
-Ambas comparten ciertas características creativas, que también son comunes en los niños. Ellos suelen ser curiosos, creativos y les gusta explorar, algo que a menudo se pierde en la vida adulta. Sin embargo, muchos científicos, artistas y humoristas logran mantener esas particularidades y aplicarlas en su trabajo y expresiones artísticas. Ambas disciplinas requieren de la capacidad de imaginar, crear y explorar nuevas ideas y conceptos. Por su parte, la ciencia habla mucho de lo que sabe, pero no de lo que no sabe. Eso es lo que me entusiasma explorar, eso lo que falta. Por ejemplo, la ciencia no puede llegar a explicar cómo es que de nuestro cerebro salen efectivamente las palabras o la imaginación, sabe qué mecanismos ocurren, pero no cómo. En este sentido mi obra busca conmover desde la fuerza de la imagen.
-¿Qué creés que hay de Neotenia en vos?
Creo que conservo una cierta Neotenia en mi personalidad y en mi enfoque hacia la vida. Me gusta explorar y aprender cosas nuevas. Me interesa seguir experimentando en campos que no son necesariamente mi expertise científico, como el arte. Disfruto mantener una mentalidad abierta y flexible. En sus últimos años, Pérez Celis se preguntaba frente al espejo: “¿Qué hace un nene como yo en el cuerpo de este jovato?”. Siento que esa pregunta también se aplica a mi vida.
-La IA divide agua entre amantes y detractores. Aún no la entendemos. En cierta forma, le tememos. ¿Qué reflexiones le despierta?
-La inteligencia artificial es una herramienta poderosa que puede ser muy beneficiosa para la sociedad. Pero es sólo una herramienta y no un fin. Debemos regular su uso para asegurarnos de que se utilice de manera responsable. La tecnología siempre va adelante de las capacidades de las sociedades para regularla. Por cada beneficio tecnológico aparece una falta de avance de la sociedad sobre la regulación de su uso.
-Utilizó textos para crear su arte con el aporte de la IA. ¿Qué textos lo interpelan?
La ingeniería de textos para la inteligencia artificial no es en absoluto lineal. Lleva mucho tiempo entender cómo hay que pedir lo que estás imaginando. Lo más difícil es conseguir la paleta de colores, las texturas, los volúmenes. Uno de mis comandos preferidos es pedirle al robot que me dibuje el algoritmo de la felicidad.
Muestra: Neotenia
Lugar: Espacio Munar Arte
Dirección: Av. Don Pedro de Mendoza 1555
Días y horarios: apertura 30 de marzo de 16 hs a 19 hs. y del 31 de marzo al 2 de abril y del 6 al 9 de abril, de 12 hs a 19 hs.
Entrada libre y gratuita
Curador: Juan Pablo Ferlat