Dos o tres cosas acerca de la imagen. Vestirse sin mirarse en ojos ajenos
Tanto la moda actual como sus representaciones gráficas tienen poco de interesante. La carencia de imaginación está democráticamente repartida a lo largo y ancho del planeta. Las excepciones, los talentos notables, los espíritus creativos, circulan por fuera de las esferas oficiales que la prensa privilegia. Las corporaciones dejan escaso espacio a las imaginaciones. Pero no es difícil encontrar a estas últimas; basta gastar taco en la calle o recorrer las redes, donde a pesar de la obstrucción publicitaria casi permanente todavía nos esperan sorpresas buenas y mejores.
Como en toda disciplina creativa, en la cultura del vestir el presente es un rompecabezas hecho de fragmentos de pasados. Encapsulada en la historia del arte se nos aparece, ubicua, profusa, la historia del vestido. Pinturas, esculturas, cerámicas, piezas de orfebrería o manuscritos ilustrados son fuentes copiosas de imágenes que registran con minuciosidad el devenir a lo largo de los siglos de la cultura del vestir.
Las publicaciones ilustradas dedicadas al traje que aparecieron a partir de la segunda mitad del siglo XVII con el Mercure Galant en Francia –¿dónde si no?– respondieron a la urgencia comercial suscitada por el acceso definitivo de las burguesías ascendentes y en expansión a las modas del vestir seguidas en las cortes reales y palacios de las aristocracias. Los grabados minuciosos de aquellas primeras publicaciones daban a ver lo nuevo y lujoso en materia de apariencia, mientras los textos proveían toda la información necesaria sobre materias, telas, colores, proporciones y técnicas empleadas en la confección de los modelos. Se estableció así el modelo de las publicaciones de moda, un área específica de la industria editorial con sus formas narrativas y visuales propias, vigente aún en nuestros tiempos cibernéticos.
El caudal enorme de imágenes que a lo largo de los últimos ciento y algo de años, la misma moda se ocupó de crear y esparcir a través de sus revistas y soportes publicitarios se nos presenta hoy como un legado estético fértil, un archivo documental inestimable y el registro estático de un tipo de artículo, la vestimenta, que solo con el movimiento, el vaivén de la vida, cobra sentido pleno.
Golpe de suerte, en la palma de la mano tenemos la función video salvadora. Si bien porque el oficio me lo pide frecuento los videos de las colecciones, vieja tradición, debo decir descubro la vestimenta en toda su variedad en las filmaciones periodísticas, artísticas, personales, los documentales, los shows, las noticias, las crónicas de viajes, donde quedan grabados todos los seres humanos que pasen vestidos delante de una cámara -de la reina de Inglaterra a la reina de la bailanta.
Las figuras menos interesantes de nuestro tiempo son las practicantes de la moda espectáculo, para quienes emperifollarse y mostrarse se funden en un mismo gesto. Se exhiben en los sitios de street style y hacen sus grandes entrées de 30 segundos en los eventos de la industria de la moda o del entretenimiento. Se visten con un kit de personaje original que, ay ay ay, no han sido los únicos en comprar.
Celebro en cambio a las personas autónomas que se visten para estar bien en su cuerpo, sin mirarse en ojos ajenos, porque sienten y saben que gustarse a soi même es todo lo que se necesita en materia de imagen.