Dieta mediática baja en calorías: cuántas noticias son demasiadas noticias
Unos 180 metros o dos canchas de fútbol a lo largo, una al lado de la otra: eso es lo que recorre con su dedo un lector promedio por día en Twitter. Tan agotador como una final de la liga profesional. Ese lector pasa más de una hora diaria deslizando el texto hacia abajo (scrolling, en la jerga) para sumergirse en un aquelarre temático que mezcla la noticia verídica con la falsa, el dato duro con el chimento, el meme con el porno. Si la profilaxis médica-mediática heredada de la pandemia nos enseñó la expresión infoxicación como diagnóstico de aquel que está intoxicado de información, el hipocondríaco digital se pregunta: ¿cuántas noticias son demasiadas noticias?
“Mi misión es ayudar a la gente a orientarse en el flujo de las noticias”, me dice Trei Brundrett, uno de los fundadores del grupo mediático estadounidense Vox, en su reciente paso por la Media Party de Buenos Aires: “Es imposible prestar atención todo el tiempo”. Periodista, texano, padre de cuatro hijos y fanático del café (su nariz lo orientó solito hacia Cuervo, una de las mejores cafeterías de especialidad porteñas), Brundrett fundó Vox con la intención de ofrecer más contexto que primicias: “Había demasiadas noticias, las personas estaban muy perdidas con la cantidad de información y queríamos reducir la ansiedad”, dijo hace algunos domingos en las páginas de esta misma revista. Su sitio, del que acaba de retirarse pero que dejó entre los veinte más visitados de los Estados Unidos, renunció a la placa roja cuando resignó la desesperación por la primicia: “No tratamos de ser primeros. Nunca”. Más que admisión de impotencia, es una decisión de vida. “Buscamos contextualizar la información y contar cómo te impacta una noticia”, dice Brundrett y ese objetivo, que se expresa en un conglomerado de sitios con información específica y en la docuserie que producen para Netflix (justamente llamada Explained), resume aquello que el periodismo de esta época perdió a expensas de lo urgente: la voluntad de explicar.
¡Último momento! ¡Alerta! ¡Ahora! Ahí donde lo lento se confunda con lo tonto, no me preocupo: soy cultor del periodismo slow, un movimiento que, como la corriente de la slow food, deja el apuro o la chatarra afuera del plato. La percepción temporal actual es la de una página con un scroll infinito que incluye una lista interminable de noticias que nos urgen con su demanda de atención. Pero la actualidad siempre se repite. “Nosotros somos más lentos”, coincide Brundrett y se rebela ante el mandato de correr con el dedo detrás de una liebre mecánica.
LISTAMANÍA
Cinco preceptos del slow journalism o periodismo lento
- Calidad. Basado en los preceptos de la slow food, se planta ante la sobreinformación y la infoxicación y prefiere la calidad sobre la cantidad de las noticias.
- Participación. El periodismo lento tiene como destinatarios a consumidores activos, no a lectores pasivos: ciudadanos involucrados con el entorno.
- Atención. Los periodistas no solo deben hablar o escribir sino también escuchar o leer: son vitales la voz y la participación del público.
- Diversidad. En rebelión contra los discursos hegemónicos y generalistas, promueve diversidad, segmentación y verticalidad de los contenidos.
- Variedad. A diferencia de los medios grandes que apuestan a audiencias masivas, sigue la teoría de la long tail: lectores con intereses pequeños y específicos.