Detrás de la moda. Creadores de marcas y de valores estéticos: todo sobre los estilistas
La influencia de una profesión que se centra en la magia de la imagen para convertirla en un constante hervidero de deseos; la otra mirada de la moda
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En 1988 la francesa Carlyne Cerf de Dudzeele (71) decidió, bajo la aprobación de Anna Wintour, cuál sería el look de la tapa de la revista Vogue norteamericana de noviembre que marcaría el debut de la era Wintour en la cabecera. Una chaqueta corta de seda negra de alta costura diseñada por Christian Lacroix con una cruz bordada con piedras en el frente y un jean gastado Guess que reemplazó a la pollera ad-hoc porque no le entraba a Micaela Bercu, la modelo elegida retratada por Peter Lindbergh.
Con esta decisión, la francesa nacida en Saint Tropez marcó las bases del estilismo contemporáneo e introdujo el concepto high & low, una revolución estilística que cambió el rumbo de la moda de la época y dio origen a la alta y baja costura que habilitó a las mujeres a mezclar piezas couture, o de diseñador, con otras de uso cotidiano o más accesibles. Se le atribuye una nueva manera de ver, concebir y vestir la moda y ser uno de los cimientos que la desbancaron como una máquina autoritaria. En el documental In Vogue: The Editor’s Eye una extrovertida Carlyne cuenta, un poco en francés y otro poco en inglés, “es una cuestión de actitud, todo es una cuestión de actitud. El estilo no tiene temporadas, nada es démodée cuando tiene gracia”. La influencia del estilista.
¿Quiénes son estas personas cuya visión va más allá de la ropa y cuyos nombres, muchas veces desconocidos, se los disputan las marcas?
La rusa Lotta Volkova dejó el anonimato en la industria cuando su amigo, el diseñador Denma Gvasalia, la contrató para que construyeran juntos las bases de Vetements (y luego Balenciaga), la carísima marca de ropa trash convertida en “de culto”. Volkova le concedió valor estético a lo feo también vistiéndose así y lo elevó a la categoría de necesario para aquellos que siempre están vulnerables de querer “estar a la moda” sin mediar si lo que se ponen vale la pena o no. Logró que un buzo que debería valer 15 euros cueste 500 y dejó al descubierto que a la gente le gusta vestir ropa que se vea usada, que parezca prestada, de segunda mano o heredada, y pagar más de lo que vale. Se le debe que, sin mediar demasiado criterio estético, las nuevas generaciones prefieran usar una zapatilla ergonómicamente mastodóntica a un zapato bien construido sea o no de lujo. Una mujer de emociones fuertes.
La tendencia ugly (fea) es un brutalismo, el más profundo hasta ahora, que incluso tuvo su exposición con Notes On Camp, aquella Gala del Met, la última clausurada a causa de la pandemia, que además dejó al descubierto el gran ego de ciertos protagonistas que a la entrada de la fiesta inaugural tuvieron su ridículo momento performático. Lo feo se vio más feo. Volkova está posicionada como la estilista que todos quieren y hoy reina desde Givenchy.
La otra figurita difícil, y costosa, es Suzanne Koller. Nacida en Viena y criada en Alemania, su origen hace al charme misterioso y frío de esta residente en París quien con su estilo minimalista, discreto y escandaloso a la vez, su cola de caballo rubia, su obsesión por el color beige, el trench y las marcas de lujo define una nueva manera de vestirse desde su puesto como directora de moda de M Le Monde ––la revista del diario Le Monde–, sus más de 200 mil seguidores de Instagram o la firma francesa A.P.C para la que diseñó una cápsula de básicos fotografiada con una estética que modificó la manera de mostrar ropa cotidiana. Hoy además trabaja para Lacoste desempolvando con gran suceso el estilo del cocodrilo con una estética más cercana a nuevas tribus urbanas que al deporte. La mirada del estilista.
La importancia de la imagen
La ropa no siempre está moda. Es decir, no toda la ropa está de moda en todo momento. Si bien, temporada tras temporada, las marcas fabrican, reversionan y también repiten algunas prendas (aquí hay que ser honestos) éstas no siempre rankean en la primera línea. Y es ahí donde aparece el estilista para poner en la delantera esas piezas a través de una cuidada, y a veces también descuidada, manera de combinarlas. Es quien interpreta un ADN y lo mezcla con el propio estilo sin prostituir a quien representa y tampoco prostituirse a sí mismo y crea un camino que los represente.
La tarea del estilista es también mostrar deseables esas piezas que quizás no dicen nada y que una vez logrado ese deseo alcance ventas que provocan que la moda siga avanzando. El periodista español Javier Girela definió así este trabajo: “los diseñadores crean y los estilistas te lo meten por los ojos”. Simple, cortito y al pie para entender porqué muchas veces compramos algo que no necesitamos.
En nuestro país el trabajo del estilista tiene una doble función y refiere a la “producción de moda”, nombre con el que también se la conoce. Josefina Laurent con más de 30 años trabajando como estilista es junto a Lucía Uriburu, quizás de las más antiguas en éste métier. Pertenecen a una generación llamada productoras de moda. “Por también llamar al estilismo producción de moda, valga la redundancia, producimos moda de manera literal a través de esa mirada sobre los diseños generando opinión y tendencia”. Eugenia Rebollini trabaja desde hace 25 años y desde su punto de vista “estilismo significa mirar desde mi propio ángulo creando a partir de mi conocimiento e intuición, incorporando y actualizando data global cultural, ética, estética, todos valores que hacen a éste mundo de constante cambio y adaptación”.
Laurent coincide y agrega “el diseñador hace sus diseños y está técnicamente y creativamente viendo sus productos de cerca. Los estilistas tomamos más distancia en la mirada y tratamos de comunicar esos diseños con la construcción de imágenes, ya se trate de un trabajo editorial, gráfico o un desfile construyendo nuevas imágenes que comuniquen ese diseño con una tendencia”. La diseñadora Evangelina Bomparola es honesta: “contratar un estilista cada temporada es terapéutico para la marca. En mi empresa es como un curador, alguien que conoce muy bien la marca pero puede trabajar con ella objetivamente, discutirla y darla vuelta para reformularla”.
Contar algo con imágenes puede resultar más difícil que con palabras ya que este plano no necesita demasiadas referencias previas. La imagen es lo que se ve y apela directamente a la subjetividad del receptor. Carine Roitfeld (66) es una de las mujeres que desde los años 90 influye en el estilo. Nunca fue tímida y su sola presencia es avasalladora: siempre trepada a tacos de vértigo, la cintura estrangulada y las curvas marcadas llevaron a que en el invierno de 2016 el mega imperio de moda Uniqlo diseñara una capsula con su look, y el maquillaje con los ojos oscurecidos como carbón hizo que la cosmética MAC creara una línea inspirada en ella donde, obviamente, protagonizó la campaña. Representa el allure de la francesa chic y seductora.
Su trabajo saltó a la fama desde Vogue Paris, ese faro que durante su reinado como directora también lo elevó con sus estilismos y ubicaron a la cabecera en un lugar de poderoso privilegio visual, y económico. Es una mujer controvertida y comprometida con la profesión ya que sabe y entiende mejor que nadie del poder de la imagen. Desde aquellas páginas impuso lo que se conoció como erotismo chic con escandalosas editoriales que muchas veces no dejaban nada librado a la imaginación: las modelos mostraban la delantera o estaban directamente en situación de goce.
Su visión reivindicó a las modelos transexuales cuando mostró a la brasileña Lea T totalmente desnuda. Su personal mirada 360° le dio la oportunidad a las mujeres de tallas grandes y diferentes edades en varias ediciones. En 2005, Craig McDean fotografió a Crystal Renn subida a una mesa “en 4 patas” y con Terry Richardson publicó el editorial Festin donde, con la excusa de fotografiar joyas, Renn está abrazada a diferentes platos de comida en actitud de desesperación.
Roitfeld, que trabajó como modelo, dejó la dirección editorial francesa luego de 10 años a comienzos del 2011 envuelta en un escándalo que, por supuesto, se encargó de desmentir. La edición de diciembre de 2010 tuvo de todo: niñas de 10 años vestidas y maquilladas como adultas, al estilo Brooke Shields en Pretty Baby (1978), la película en la que una menor de edad vivía en un prostíbulo, y el editorial de joyas tenía a una pareja de ancianos en actitudes sexuales de alto voltaje. El gossip más jugoso fue económico, Bernard Arnault, dueño del grupo de marcas de moda y belleza de lujo LVMH, amenazó con retirar las jugosas pautas publicitarias y eso acabó con el puesto de la estilista. ¿Hasta qué punto el poder de la mirada de los estilistas interfiere en los medios?
El poder del estilista
¿Tiene poder? Eugenia Rebollini dice “no creo en un poder, sí creo en una ética y una estética, ser fiel a los propios valores y como realzar una propuesta comunicando dichos valores, costumbres, tradiciones ya sean culturales o éticos”. Lucía Uriburu redondea: “No sé si la palabra exacta es poder, lo que sí tiene es influencia y lo que logra es destacar una tendencia o un estilo. Y lo que determina y potencia esa influencia son los detalles inherentes a cada uno. En mi caso siento que fui pionera en destacar belleza en la femineidad de la mujer y al hombre en su masculinidad, es mi ADN. Los estilismos que me representan se destacan por potenciar esos allures”. Para Laurent la opinión es otra. “Tiene un poder enorme porque este trabajo tiene mucha subjetividad, tiene que ver con cómo miramos, cómo tomamos partido y transmitimos las imágenes que producimos. Lo que se muestra es lo que deviene en una nueva tendencia, lo que llegará al consumidor como modo de uso. Está la moda, está el modo de uso y está el estilista que transmite las dos cosas”.
Katie Grand, que trabaja en las grandes ligas, fue durante sus años como estilista de Prada y Miu Miu la encargada de contar cómo llevar la cartera, una manera sencilla y más cercana, como abrazada al cuerpo, como si se tratara de una preciada pertenencia. Seis meses después ese modo de uso se multiplicó. Lo mismo ocurrió cuando Alber Elbaz chez Lanvin determinó, junto a su estilista minutos antes del desfile de la colección verano 2011, que los zapatos altos eran incómodos y sacó a las modelos con vestidos de noche y sandalias planas de día. Otro paso hacia la liberación femenina luego del corset y el corpiño. La manera en que el estilista define cómo combinar determinadas prendas es una elección personal que se transmite. Porque estilismo es dar un estilo, y, cuando interviene el estilista, además, le otorga poder para potenciar esa imagen.
En The September Issue (2009), el documental de R. J. Cutler, una de las escenas muestra al moreno Edward Enninful sollozando junto a Grace Coddington porque Anna Wintour le dio de baja el perchero del próximo shooting. Un momento donde “el diablo” echa por el piso el talento del moreno que, años más tarde, se convertiría en el director editorial de la versión inglesa siendo hoy uno de los más importantes referentes e influencers por su gran aporte a la inclusión de la comunidad africana y otras que hasta ese momento parecían estar vedadas.
Y hablando de Coddington, la galesa supo imprimir su propio look, su estilo de vida e influir en marcas y colegas. Su melena cardada encendida se sigue replicando en numerosos editoriales y también en etiquetas de peso. En 2018 Louis Vuitton de la mano del diseñador Nicolas Ghesquière crearon Catogram, una cápsula de pijamas, accesorios y set de valijas donde los dibujos de Coddington de sus propios gatos persas están mezclados con el famoso logo. Aquí la vida da lugar a un estilismo sin presunción pero con impacto.
Traducir y potenciar el trabajo de los diseñadores, reconocer, reinventar, definir o redefinir la imagen de una prenda, un producto, marca o diseñador. Construir una identidad fuerte de marca y posicionar o reposicionar a una firma en el mercado. Muchas veces son los responsables de imponer un look y crear la tendencia. El estilista es dueño de una sensibilidad y una capacidad que en tiempos sensibles se vuelve más interesante y menos obvia. Porque si de algo sabe el buen estilista es de obviedades. Alejarse de lo que está a la vista y mostrar otro costado a través de otra visión. Siendo la moda un estamento efímero y hasta desechable su tarea aporta esa otra mirada. Porque, como dijo Chanel, la moda pasa pero el estilo permanece.