Decoración. Las seis tendencias que cambiarán tu hogar
El acercamiento a la naturaleza llega con festejos al aire libre, un paisajismo más silvestre y la madera en formas curvas; espacios que se rediseñan con el reinado del color
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1. En fiestas al aire libre, más contacto con lo natural
Con la llegada del buen tiempo y la cercanía con el fin de año, vuelven las celebraciones que, a tono con los tiempos que corren, prefieren los exteriores más que nunca. El aprovechamiento de los espacios al aire libre es un legado que dejó la pandemia y que, seguramente, seguirá ocurriendo una vez que esta termine. Campos, jardines y salones abiertos al espacio exterior son los elegidos para celebraciones de todo tipo. Hay quienes optan por una vuelta a los básicos, con accesorios relajados. “No van más los elementos recargados, la decoración excesiva ni todo lo barroco que reinó en otras épocas”, asegura el arquitecto Javier Iturrioz. No más pistas espejadas ni columnas de espejos. En esta sintonía, los decorados se vuelven minimalistas, con una vuelta a lo natural, donde valen las puestas en escena salvajes. Entre los materiales vinculados a la naturaleza encabezan la lista el ratán, el bambú, el lino, la arpillera y las fibras naturales. “No al brocato, al dorado y a los espejos”, afirma.
Para casamientos, “no al arreglo bouquet afrancesado ni a las platerías”, destaca Iturrioz. Se inclina, en cambio, por enredaderas, verdes cortados y guirnaldas de luces. La vajilla, vintage, preferentemente en tonos pasteles. Para instalarse a charlar, más livings que mesas, con muebles bajos, tipo chill out, cómodos, como sillones, pufs o hasta sillas materas. “El tema del campo está a flor de piel”, asegura. Si de sentarse a comer se trata, sí a las mesas largas. Los muebles de madera suman calidez a las ambientaciones que persiguen un resultado natural donde “nada está altamente estudiado ni ordenado”, apunta. Con un aire romántico, las pérgolas incluyen lluvia de verdes y los frascos con velas se acomodan aquí y allá y los arreglos florales se forman con flores de campo y de la campiña que acompañan los materiales más autóctonos.
La simpleza se extiende a las horas de la noche, momento en el que velas e iluminación en los árboles destacan aún más la vegetación. Con los árboles iluminados y la instalación de carpas transparentes se crea un efecto de bosque encantado. Los faroles orientales, las bolsas de papel con velas y los accesorios de bambú contribuyen a crear un ambiente especial.
Bien puesta, una mesa fresca. Por otra parte, al mediodía, media tarde o a la noche, las celebraciones que se mantienen más formales, se refrescan: en una mesa siguiendo la etiqueta, de día se ambienta con frutas, flores y verdes, mientras que de noche lo hace con muchas flores, follaje e iluminación con velas, luces y foquitos.
“De día, para que el invitado esté cómodo, se arman pérgolas naturales, con verdes, frutas y flores, para dar sombra. Inspirada en la costa amalfitana, puede hasta sumar limones”, detalla la decoradora de interiores y ambientadora de eventos Marisa Tenguerian. La misma estructura, de noche, se cubre de luces y verdes creando el efecto de una noche estrellada. En mesas muy ambientadas, la vajilla y el mobiliario sigue siendo formal. La gran diferencia hoy es la frescura ganada con elementos naturales, a tono con los espacios abiertos, que, sin duda, lideran las preferencias en todas las fiestas.
2. Maximalismo
Como consecuencia de la pandemia, la diseñadora de interiores Tata Velarde, con sede en Miami y en Buenos Aires, interpreta que los cambios en la vida cotidiana llevaron a una búsqueda de equilibrio, no solo emocional sino también en la escala espacial. En un ciclo que no se terminó y donde lo híbrido alterna presencialidad con virtualidad, el diseño de interiores da respuesta a casas que se revolucionaron.
“Las casas se desordenaron y hubo que darle importancia al trabajo y al estudio en zonas donde antes se comía, se dormía o se jugaba. Nuestras casas cambiaron sus ritmos cotidianos y la escala del diseño interior también. El estar tanto tiempo encerrados puso en valor lo importante que es sentirse cómodo y a gusto en nuestra morada”, explica. Con la lenta vuelta a la normalidad, aquel espacio de trabajo que se ubicó en algún rincón de la casa se mantiene. Los espacios se rediseñaron y son compartidos por otras actividades.
“Ese comedor durante el día se transformó en un lugar de trabajo y todo se afloja un poco y tiende a ser más informal y relajado, sin dejar de ser elegante”, agrega. En este contexto, el nuevo protagonista es el color que estalló y los cambios en la vida cotidiana que derivaron en un diseño mucho más rico y menos estructurado.
Se observa, entonces, una mayor informalidad en los espacios y un vale todo que se traduce en un maximalismo donde abundan terciopelos, linos, metales y maderas como nogal y roble. Entre las piedras, las preferidas son el mármol y el terrazo, material para piso realizado con cemento y diferentes piedras naturales que se adaptan a las necesidades particulares según el tono de cemento. El terrazo está muy en boga en todo el mundo y se puede poner en toda la casa, desde un living hasta una cocina. Versátil, además se lleva bien con todo tipo de muebles. ¿Recursos válidos en el maximalismo? Laqueados, entelados y paredes con murales que enriquecen los ambientes.
Respecto al mobiliario, conviven las líneas depuradas y curvas con piezas vintage cuidadosamente seleccionadas. Velarde destaca el sofá Camaleonda, diseño del italiano Mario Bellini, de quien valora sus formas redondas y su aire vintage de los años setenta.
En sintonía con esta rica propuesta, el color es una fuerte apuesta de Tata Velarde. Si bien vale en todas sus gamas, sobre todo en las más vibrantes, el verde es la vedette del momento, seguido por el amarillo. Quien jugó fuerte por este tono e influyó en la decoración es la firma italiana de productos de cuero Bottega Veneta. Las tonalidades chispeantes que adopta Tata Velarde tienen como disparador también la obra de la artista de fibras estadounidense, Bisa Butler, célebre por sus retratos en seda y terciopelo, realizados en tonos vibrantes. Sus obras adhieren al maximalismo y al color en toda su expresión.
“Después de un largo tiempo en el que la humanidad toda estuvo sumida en un estado de latencia, el mundo del diseño interior irrumpe de manera irreverente con un estallido de colores vibrantes, para darle vida nuevamente”, concluye la diseñadora.
3. La revaloración del aire libre y del paisajismo
El diseño de jardines, terrazas y balcones se adapta a los ritmos de los tiempos. Entre los cambios que aceleró la pandemia, la mirada sobre el cuidado del medio ambiente ya se percibe en los espacios verdes. Cada vez más personas que dejaron de recurrir a agroquímicos e insecticidas en sus jardines. “Hay una vuelta al respeto por la naturaleza. Se entendió que un jardín es centro de vida natural”, destaca el arquitecto paisajista Jorge Bayá Casal que, junto al licenciado Hernán Corominas, advierte que hoy el diseño de jardines se vuelca hacia las praderas o “espacios donde la vida silvestre se desarrolla a sus anchas”.
En estos jardines hay diferentes tipos de plantas que se asocian asegurando la vida silvestre porque atraen insectos que polinizan las flores. A su vez también son atraídos los pájaros, generando un movimiento de vida mucho más rico. Para ello es fundamental que la pradera esté planificada: se plantan herbáceas de floración que llaman a los colibríes, como, por ejemplo, las salvias de distintos colores y alturas. También se eligen hospederas de mariposas, como las asclepias. Además, se plantan gramíneas, como colas de zorro y pastos ornamentales.
Otra tendencia que crece es la de integrar la huerta en el jardín. No va más tener los cultivos en un rincón casi escondido del espacio. Para contribuir con el equilibrio, en un cantero de florales hay también hortalizas orgánicas. Así las flores ahuyentan a los insectos. ¿Flores y hortalizas posibles? Bayá Casal recurre a los copetes, de fuerte olor para espantar insectos, que conviven con tomates, lechugas o acelgas; y a la caléndula, cuya flor de invierno repele insectos, que comparte espacio con tomates.
Según Carolina Marshall y Florencia Campbell, de LL.Paisajismo, una forma posible de diseñar la huerta es con cajones de distintas alturas. De fácil cultivo, recomienda las hierbas aromáticas, como orégano, perejil, cilantro, romero y ciboulette. De cuidado simple y rápido crecimiento, asegura que las lechugas y la rúcula son una buena opción. ¿Cultivos de verano? Tomates cherry, berenjenas, pimientos y zucchinis. En terrazas y balcones se arman huertas con cajones. Allí es posible cultivar remolacha y zanahoria, que crecen para abajo, junto a lechugas, apios y acelgas que lo hacen para arriba. Esta práctica, llamada permacultura, permite que las plagas se desorienten y no ataquen tan fuertemente.
Hay recursos que están en alza y que contribuyen en los climas que pueden lograrse en un jardín. Piezas de arte entre canteros y plantas o espejos en algún lugar de la terraza para multiplicar el verde son algunos de ellos. A los fogones, ubicados en algún rincón especial, se les puede sumar una parrilla. “Hay que implementar algo para sentarnos. Pueden ser bancos fijos en L o también individuales, hasta incluso grandes troncos”, apunta Carolina Marshall, que destaca la importancia de delimitar el sector con piedritas, dado que el calor puede quemar el pasto. Otra posibilidad de generar un ambiente especial con luces y sombras a partir de postes de eucaliptus, perfiles o paneles de hierro.
En balcones y terrazas las macetas actúan como elemento decorativo. Las de fibra de vidrio son livianas, resisten a las altas temperaturas y no pierden su color.
4. La calidez de las formas curvas y de la madera
Las casas que hoy invitan a quedarse no aceptan más las terminaciones rectas en mesas, sillones y demás muebles. Están en boga las líneas curvas en todo el mobiliario de hogares que excluyen aquello que pueda resultar agresivo. Más horas adentro requieren de elementos que sumen calor de hogar.
La presencia de obras de arte contemporáneo en los interiores va en este sentido. Es el caso de las esculturas de madera del artista uruguayo Carlos Vignolo, que remiten a las formas redondeadas de aquellas del británico Henry Moore.
Es que la madera es el material estrella en esta vuelta a la calidez y a lo natural. Aquí, como en el resto del mundo, muebles, pisos, paredes, interiores y exteriores tienden a cubrirse de ella. Ésta “se usa mucho porque es cálida, es resistente y tiene cualidades térmicas”, señala el arquitecto Jorge Muradas, de Estudio Muradas.
El revestimiento de los muros, una reversión de la boiserie que fue moda en décadas pasadas, esta vez se presenta en tiras finitas. Es una reinterpretación de las maderas que vestían las paredes con tiras anchas en los años cincuenta. Hoy valen en solitario, en la pared del respaldo de una cama en un dormitorio, en un muro del hall de entrada, del family room o del living, en tonos claros de roble o petiribí. También se pueden aplicar en todas las paredes de un ambiente. “En Milán además de los tonos claros se usan mucho los oscuros”, cuenta Muradas. El machimbre, versión más económica, la madera que recubre paredes se pinta de blanco para cocinas o comedores diarios.
Para evitar el efecto caja y no sobrecargar los ambientes, en piso y pared se elige una combinación de maderas que sean parecidas, pero no iguales. Y, si piso y pared son de madera, es recomendable optar por otros materiales para los muebles, como mármol, neolith o chapas de hierro. Los muebles de maderas laqueadas se reservan para aquellos espacios que no estén recubiertos. Y, en cualquier caso, se prefieren tapizados ricos en texturas.
Antes relegadas, hoy las cocinas ocupan un lugar central de las casas y cada vez más se integran a ella. Siguiendo la tendencia, en medio de ollas y sartenes, también aceptan la madera, que funciona como un nexo con el resto de los ambientes. Muebles de madera enchapada con acabado poliuretánico protector y pisos también de madera, que solo en la zona de cocción extienden el mármol de la mesada al piso, aportan una elegancia a cocinas, hoy transformadas en un espacio social más, expuestas a la vista e integradas a los ambientes más formales.
5. Con un toque romántico, pérgolas en el jardín
La instalación de pérgolas en el jardín es un recurso en auge que promete un espacio de sombra sin perder estilo y vinculado con la naturaleza. Tecnología mediante, aquellas realizadas en madera resisten un par de décadas sin sufrir deterioro.
Las mejoras en la calidad de vida empujaron avances que hoy permiten diseñarlas con maderas para exteriores que soportan los rayos del sol más intensos y que son totalmente a prueba de agua. Así, los días más soleados del verano con sus tardes de rocío y las jornadas tormentosas no son más una amenaza para pérgolas que quedan fijas en el lugar elegido del jardín.
Las fibras de madera con las que están fabricadas son sometidas a un proceso que las vuelve resistentes. Esto le da a la pérgola una vida útil de alrededor de veinte años. El tratamiento que recibe la madera “le otorga mayor durabilidad, resistencia ante la exposición al calor, a los productos químicos y a los nocivos agentes bacterianos”, aseguran desde Patagonia Flooring, firma especializada en maderas.
En tono natural o en distintas gamas de roble, las vetas, claramente visibles, contribuyen a que el elemento decorativo mantenga una armonía con el entorno.
Respecto a su instalación, “las pérgolas pueden ubicarse en cualquier espacio, pero es siempre conveniente que los largueros sean perpendiculares a los rayos solares, para que ofrezcan más sombra. Es decir, deben seguir la orientación Este-oeste”, recomiendan en la firma especializada.
Para alargar su vida útil, descartar la limpieza con químicos que puedan deteriorar su capa protectora. En cambio, recurrir periódicamente a aquellos productos específicos para el cuidado y el tratamiento de la madera.
6. Una fuerte apuesta al color
La figuración pisa fuerte en las estampas de telas, que tienen reminiscencias de temáticas clásicas, reinterpretadas. Puede ser un toile de Jouy moderno que reversiona al clásico Déjeuner sur l’herbe, con elegantes figuras vestidas como en el siglo XVIII, pero con pinceladas del siglo XXI en tonos intensos; o escenas de la isla veneciana de Burano con sus puentes, góndolas y ventanas góticas. Tanto en estampados como en lisos, los colores fuertes son protagonistas del momento.
En el caso de las estampas, “rompen con las decoraciones convencionales. Si bien rompen con los estampados, son figurativas y se pueden usar en sillones, almohadones, cortinas, en escritorios, en comedores diarios de lujo y hasta en el living. Se pueden combinar con otras telas porque los colores lo permiten”, apunta Vanina Mizrahi, de Ronchamp. Aptas para decoraciones urbanas, en casas de campo también encajan por su parentesco con el toile de Jouy. En cuanto a sus colores, los más vibrantes se pueden adaptar a cualquier ambiente, lo que las vuelve absolutamente versátiles. “Por ejemplo, con un Chesterfield negro llaman la atención”, describe Mizrahi.
Esta riqueza de figuras puede ser complementada con linos, de todos los colores. Es más, “al que no le gusta el estampado puede elegir un liso de color”, recomienda Vanina Mizrahi a quienes quieren tener la casa à la page sin renunciar a las propias preferencias. “La nueva colección de linos es una explosión de colores que propone cortar la decoración convencional y funciona tanto para el campo, la playa o en construcciones urbanas”, asegura la experta.
Por último, mucha textura con brillos en terciopelos, sedas, jacquards, gofrados y dibujos en tono sobre tono es otra tendencia para decoraciones a la vez sobrias y ricas en recursos.