Desafío virtual. El Wikipedia Game, el juego intelectual de moda tras el éxito del Wordl
Se trata de llegar de una entrada de la enciclopedia a otra con la menor cantidad de clicks en los links azules
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El Wikipedia Game es un juego simple e hilarante. Se trata de llegar, lo más rápido posible y con la menor cantidad de clics, de una entrada de Wikipedia a otra. Sólo se puede avanzar clickeando en los links azules de Wikipedia. Ahora mismo el desafío abierto es llegar de “balada” a “agujero negro”.
Tiene algo de Wordl, el juego sensación del año pasado, porque acá también hay algo intelectual, sencillo y competitivo. Pero también es una actualización del viejo juego ¿o chiste? conocido como “seis grados de Kevin Bacon”, que fue furor en los noventa.
Lo de Kevin Bacon consiste en conectar actores, siempre que hayan actuado en la misma película, hasta llegar a Kevin Bacon. Lo inventaron un grupo de amigos en una secundaria de Pennsylvania y se volvió ultra popular.
Bacon contó que su primera reacción fue negativa. Pensó que se burlaban de él. Pero después lo pudo interpretar como homenaje y aprovecharlo al máximo: fue a la televisión con los chicos, les firmó la introducción a un libro, creó una ONG que se llama Six Degrees y en 2020 lanzó un podcast titulado Last Degree of Kevin Bacon.
La trayectoria de Bacon y estos juegos ilustran muy bien otro tipo de salto que todos podemos dar: el de convertir una emoción en otra, para mejorar nuestro bienestar emocional. De la vergüenza inicial al disfrute, Bacon estaba a un solo grado de separación. Pudo dar el salto gracias a su propia reinterpretación.
Todo lo que nos pasa en la vida está mediado por las palabras que usamos para describirlo e interpretarlo. Si podemos cambiar esas palabras y variar el ángulo de interpretación, la experiencia final puede mejorar
En el libro El poder de las palabras, el neurocientífico Mariano Sigman propone la resignificación como una estrategia de regulación emocional. Finalmente, todo lo que nos pasa en la vida está mediado por las palabras que usamos para describirlo e interpretarlo. Si podemos cambiar esas palabras y variar el ángulo de interpretación, la experiencia final puede mejorar.
El capítulo dedicado al tema arranca con una anécdota en un avión. En medio de una turbulencia feroz, Sigman se aferra a los apoyabrazos presa del pánico. Entonces recuerda que viaja con sus sobrinos y que su deber como adulto es transmitirles tranquilidad. Cuando recupera el temple y gira la cabeza para hablarles con la expresión más calma de la que es capaz, descubre que los chicos tienen los brazos levantados y gritan de placer ante cada sacudón, como en una montaña rusa.
En efecto, reflexiona Sigman, el vértigo puede adoptar un signo positivo o negativo según la lectura que hagamos.
Del mismo modo, un atleta a punto de competir en una final olímpica puede convertir el miedo en entusiasmo, o lo que en inglés llaman thrill, la anticipación frente a un hecho positivo.
Finalmente, ambas emociones comparten los mismos signos físicos: cosquillas en el estómago, temblor y aumento de la frecuencia cardíaca. Como explica Sigman, los humanos primero experimentamos estas sensaciones en el cuerpo y recién después las convertimos en emociones mediante palabras. Esa coda es la que podemos cambiar.
No existe un diccionario para traducir emoción-emoción, pero hay trabajos de psicología cognitiva que detectan emociones cercanas y, por lo tanto, más fáciles de intercambiar entre sí. El investigador James Russell, por ejemplo, catalogó las emociones según el grado de placer y excitación que producen, y el sentido positivo o negativo que les atribuimos, para encontrar los saltos más sencillos.
Por ejemplo el éxtasis y la ira tienen mucho parentesco, y coinciden en el eje de excitación. Hay una foto de Serena Williams en el momento de ganar un Grand Slam cuya expresión puede leerse de ambas maneras, que se usó para ilustrar este punto.
Lo que falta investigar es cuántos grados separan a Serena de Kevin Bacon. Nada que no nos diga Wikipedia en algunos saltos. Si lo hacemos como juego, puede hasta ser emocionante.
Directora de Sociopúblico