De Catamarca a París: los fabulosos ponchos tejidos a mano que llegaron a la pasarela más glamorosa como objetos de lujo
Dos emprendedoras unieron técnicas milenarias aplicadas a la lana de vicuña con la tecnología 3.0 y presencia en blockchain
- 14 minutos de lectura'
Flor Sosa (31) es de Catamarca y Flor Bovo (30), de Sunchales, Santa Fe. Ambas eligieron los números en el camino académico: administración de empresas y contadora, respectivamente. Después de la universidad cada una avanzó en su camino profesional, pero siempre siguieron siendo amigas. Haasta que se propusieron trabajar juntas y probar con un emprendimiento. Andina fue la idea que surgió automáticamente.
Flor Sosa siempre había trabajado en corporaciones, empresas multinacionales de distintos rubros en el área de marketing y es CEO de un grupo de empresas en el NOA, una de las más jóvenes del país y una apasionada por la moda. En su cuenta de Instagram comparte contenido y, con el crecimiento de seguidores, se convirtió también en influencer. Hace años que viaja a las principales Fashion Week internacionales donde cubre tendencias para sus redes sociales y colaboraciones con marcas y revistas de moda.
Ambas predican el ser mujeres “poderosas” que llegan desde el interior a la ciudad llenas de sueños y con el desafío de ser jóvenes y mujeres. “Queremos destacarnos en un rubro donde predominan los hombres, como es la tecnología -afirma Sosa-. Apenas el 11% de las mujeres representan los proyectos tecnológicos, y solo el 4% puede acceder a una empresa que las apoye. Todavía muchos creen que las mujeres no pueden desarrollar proyectos tecnológicos y nos gusta poder cambiar esa tendencia con visión hegemónica”.
Por estos motivos, Andina les cerró por todos lados. Sus diferentes especialidades son la suma de sus fortalezas en la unión del sistema. “Una sabe de moda; otra, de tecnología -aporta Sosa-. Una toma decisiones intuitivas y hasta impulsivas, la otra con reportes, planillas y documentación. A ambas nos gusta viajar y tomamos del mundo la creatividad que nos proporcionan los estímulos de un viaje. Cuando se dice que volvés modificada de un viaje, es literal. A nosotras nos modificó para siempre conocer Laguna Blanca y estas historias de mujeres. Fue una experiencia de campo que nos conectó con desarrollar un emprendimiento que tiene carácter y alma”.
El proyecto Andina surge a partir de una experiencia inicial de Flor Sosa. Ella venía trabajando con mujeres en situación de vulnerabilidad desde la fundación que armó en honor a su padre. La Fundación Emilio Benjamin Sosa, nacida en Catamarca para responder necesidades reales de la región, trabajó recorriendo el norte argentino y visitando comunidades remotas para brindar capacitación y asistencia.
“Mi padre falleció de cáncer cuando yo tenía 25 años y decidí hacerme cargo de la dirección del grupo de empresas familiares -explica-. Era muy joven y, no sin cargar con una mochila que eran tantos empleados a mi cargo, decidí intentar llenar los zapatos de mi padre, que era súper trabajador y muy querido en la empresa y en la provincia”. Asumió tantas responsabilidades, aun con cierto run run de mirada juzgadora que sugería no va a poder. Tan joven y mujer... “Y sí pude -sentencia-. Acá estoy. Pensar que Catamarca es una provincia bastante machista, y con pocas o casi nada de mujeres en espacios de poder. Por eso me considero un poco revolucionaria”.
Pero no fue hasta que realizaron un viaje juntas al interior de Catamarca y descubrieron la comunidad Laguna Blanca cuando se dieron cuenta del potencial con el que contaban estas mujeres. La fuerza y el empuje, a pesar de vivir a más de 4000 metros de altura y estar totalmente desconectadas. “Tenían en sus manos el baluarte de trabajar un arte ancestral que valía la pena ser mostrado en el mundo y que podrían tener mayores oportunidades y herramientas de comercialización -afirma Bovo-. Además de que nos moríamos por contar sus historias teníamos ganas de tejer un puente para que pudieran ser realmente valoradas y vivir de su trabajo”.
Ahí empezaron a pensar ideas, no querían un proyecto de asistencialismo sino un emprendimiento con impacto social que pudiera revalorizar su arte, su cultura y su producto, tan exquisito e interesante como para tentar a los principales mercados internacionales. “Queríamos hacerlas sentir poderosas -dice Sosa-. Conectarlas a mercados reales y a la tecnología que hoy es eso, globalidad. Una comunidad de tejedoras que necesitaba poner en valor un producto que en el mundo es considerado de lujo. Visibilidad, identidad, trazabilidad, empoderamiento. Fue automático, la idea se nos presentó frente a nosotras. Y nos sentimos muy identificadas”.
La traza femenina
Eligieron tejedoras porque la disciplina es parte de su vida. Laguna Blanca es una localidad de Belén, en Catamarca, con la concentración más grande de vicuñas del mundo. Prácticamente conviven con el animal. Los tejidos son parte de su matriz. Es un arte que pasa de generación en generación y en el que, tímidamente, se han podido organizar en forma de cooperativa pero sin ningún tipo de ayuda.
“Observamos que les faltaba conectividad, formación y capacitación -afirma Sosa-, lograr que las nuevas generaciones se quedaran en el pueblo. Si todos abandonaran la comunidad, el arte ancestral desaparecería”. El proceso de selección de las artesanas fue natural. El boca a boca fue automático y todas quisieron ser parte. Es la primera vez que se las invita a participar de un proyecto privado donde ellas son las protagonistas de la historia.
El proyecto Andina sumó innovación gracias al aporte de la tecnología y su presencia en la blockchain, y tiene como diferencial en la industria del poncho tradicional de Catamarca, el poder de trazar la historia de esas mujeres. “Detrás de cada poncho se abre una ventana que es un viaje directo a esa cuna de la tradición escondida en un rancho de la puna de Catamarca -poetiza Bovo-. Una pieza textil única, sumada a una pieza de arte digital y una cápsula audiovisual que revela la maravillosa historia de una mujer que tiene nombre apellido y que es la autora de esa creación. El cliente puede tener una relación inmediata con ella. Conocer su voz, su sentir”.
El proyecto trasciende el objeto y se vuelve social y antropológico. Sin embargo, enfrentan desafíos: “Tenemos dificultad en la tecnología, por ejemplo -señala Sosa-. Para hablar con ellas tenemos una persona encargada de comunicarse cuando puede acercarse a la antena más cerca (50km) y nos pasamos las novedades. Hay limitantes de todo tipo”.
-¿Cómo fue el proceso de llegar a París?
-FB: La vicuña es uno de los tejidos más valorados en el mundo. Grandes marcas como Louis Vuitton o Loro Piana ya poseen colecciones enteras. Países vecinos como Perú han hecho un gran trabajo con el animal y han penetrado en mercados fuertes. La importancia del turismo en Perú ha sido un canal motorizador. Provincias como Catamarca todavía no son de las más tentadoras para el turismo, por lo tanto muchas veces las creaciones de los artesanos quedan en el mercado local o en el olvido. Si bien ya la provincia está resonando mucho en la Argentina, e inclusive en el mundo debido a sus maravillas internacionales, la falta de infraestructura es condicionante y los números de crecimiento del sector todavía son marginales. El turismo sería un gran motor de la cultura artesanal del poncho, pero este es otro terreno que nos excede.
-FS: Nuestra meta era que el proyecto se escuchara, que tenga voz, y darle visibilidad desde diferentes áreas que nuclean a Andina: la tecnología, pues nació como un proyecto de NFTs y arte digital, nos permite trascender mercados. Por otro lado, las mujeres como variable. Es un proyecto de mujeres para empoderar mujeres. No sabríamos hacerlo de otra manera. Tenemos metas de proyectos con perspectiva de género, de ahí también que sea de triple impacto. La sustentabilidad: un producto 100% sustentable sin agregados de pigmentos ni colores. Cada pieza de Andina representa el cuidado de la comunidad y el respeto por la naturaleza. Conocemos la calidad del producto y el valor agregado que le damos con la tecnología aplicada en cada prenda. Es un producto que no puede quedar solo en Argentina, debe darse a conocer en el mundo. Ese es nuestro objetivo.
FB: Comercio justo y economía circular. Todas las ganancias de la comercialización quedan en manos de la comunidad. Por eso Andina es un proyecto de economía circular y comercio justo por eso buscamos generar impacto social positivo en Laguna Blanca, la comunidad a donde pertenecen las tejedoras.
Eiffel y Catamarca
Acheval, la marca con impronta argentina de lujo accesible, realizó su clásica comida seguida de una fiesta en el marco de la temporada de Paris Fashion Week y presentó en esa ocasión su alianza estratégica junto con Andina. Así se permitió la llegada de estas piezas surgidas de una iniciativa única que une la práctica milenaria del tejido de lana de vicuña con las tecnologías más disruptivas del mercado. El proyecto cree en el valor de la tecnología para la conservación y preservación de saberes ancestrales, permitiendo un diálogo intergeneracional y conectando a mujeres argentinas de zonas inhóspitas con el mercado global y el futuro.
-¿Cuáles creen que son los mayores desafíos de producción cuando se trabaja en un proyecto artesanal de este tipo?
-FB: El tiempo de producción es un limitante. No es un producto masivo, las tejedoras demoran entre 6 y 8 meses en realizar cada prenda. Es un producto único y de calidad internacional. Es 100% artesanal y sustentable, no tiene agregados de colorantes ni aditivos. Es el color del animal. Además, dependemos del “chaku”, la esquila que se le realiza al animal. Como es el caso de las ovejas, la vicuña necesita ser esquilada y su esquila es parte del proceso natural del animal, no muere ni se lo lastima. Se conservan las tradiciones ancestrales para realizar esta actividad, es muy interesante ver a los lugareños, su arte y la rapidez que poseen en el oficio con técnicas prehispánicas, eso es lo que llaman “chaku”. Lo que antes usaban lo indios para abrigarse ahora es un objeto de arte y de lujo en Europa.
-FS: A veces también es una dificultad llevar al artesano rural a la formalidad que requiere un negocio. Nos encontramos estableciendo procesos de producción y una cadena de trabajo que tiene las debilidades propias de un artesano o artesana al que le falta capacitación. En el camino estamos siempre capacitando. Algo que también les queda como herramienta, todo lo que se han pulido desde que las conocimos hasta este momento es un saber, un nuevo capital que les queda para siempre y que cambiará a las generaciones por venir.
-¿Qué desafíos impone el mercado?
-FB: Este es un proyecto de economía circular, de slow fashion en donde todo vuelve a la comunidad. Es una marca por y para las tejedoras. Nuestro objetivo es poder lograr una producción constante en el mes para que ellas puedan tener previsibilidad en su economía familiar. Hoy solo venden si una persona se acerca a Laguna Blanca, a más de 4000 metros sobre el nivel del mar, con efectivo para que pueda comprar un poncho. Queremos ser ese puente entre las tejedoras y el mundo.
-FS: El precio compite con un tejido de lujo en el mundo, que requiere y debe ser bien posicionado para poder venderse. Por eso la importancia de llegar a mercados como Europa o los países árabes porque en la Argentina no hay mercado para bienes de tan alta gama, lamentablemente. El precio es un limitante local, en Europa es un producto de lujo accesible, de ahí la alianza con Acheval.
-¿De qué modo creen que se cambia la percepción del valor?
-FB: Mucha gente puede suponer un producto caro sin evaluar su real valor. La lana de vicuña es la más apreciada en el mundo por su calidad y cualidades. El que compra una prenda de Andina adquiere algo para toda la vida que además es bella, orgánica. En la Argentina la gran barrera es el precio. Todo el mundo se enamora del proyecto, de la historia de las tejedoras y de las prendas, pero pocos lo pueden pagar. En Europa se quedan con la boca abierta y desembarcar allí es una meta que nos ha llenado de satisfacción y por la que hemos trabajado mucho. Empezamos por Francia porque París es la cuna de la moda y creemos en la potencialidad de su mercado para expandirlo . A partir de la alianza con Acheval los ponchos y las piezas de arte digital pueden ser adquiridos en su web https://www.achevalpampa.com. El agregado de valor de tecnología, el NFT y el NFC. La historia de cada una de ellas. La certificación. Todo suma para crear una experiencia. Es una obra de arte.
-Han avanzado en el Metaverso con NFT, ¿cómo surgió la idea?
-FS: El proyecto es muy joven, nació en noviembre pasado. Estamos sorprendidas con los resultados. Sobre todo en mundos donde no nos imaginamos tanta repercusión, como es el tecnológico o el del arte.
-FB: Andina nació con una base 100% tecnológica. Nuestro primer acercamiento fue junto a Carnaval.art, un marketplace especializado en arte. Desde ahí empezamos a evaluar a nuestros consumidores y a pivotar sobre nuestro posible mercado. Junto a ellos lanzamos la primera colección de NFT de prendas de vicuña. En el camino nos fuimos dando cuenta que el mundo cripto está todavía atravesando un proceso de adaptación y no queríamos perder nuestra oportunidad. La inversión era grande y estamos comprometidas. Es por eso que decidimos también abrir la puerta a posibles alianzas para presentar Andina en otros ambientes.
-FS: Nuestros aliados estratégicos fueron clave en esto. La cápsula que acabamos de presentar junto a Acheval en París, en el contexto de Fashion Week, nos permite abrir la puerta del mundo internacional de la moda. Este universo está cambiando. Las experiencias predominan y el mercado se adapta. Andina es un NFT con un producto físico, o también puede ser un producto con un NFT.
-La sustentabilidad en la moda se ha convertido en una tendencia, ¿cuánto creen que hay de genuino y cuánto de aprovechamiento de la ola?
-FS: Las marcas que van a perdurar son las que tengan un norte claro y un mensaje consistente. Sobre todo con el medio ambiente y con sus consumidores. Transparencia y trazabilidad es lo que se viene.
-FB: En nuestro caso, todo estaba dado. Nada fue forzado. El producto es 100% sustentable y natural. Un producto que entra perfecto en la tendencia slow fashion y no tiene vueltas ni trucos para “pertenecer” a una ola. Es orgánico, pre colombino, natural por donde lo mires. No es tendencia de un spring o un winter time.
-FB: Aprovechamos para unir todos los factores. La tecnología fue nuestro mejor aliado para contar esta historia, que es tan antigua como los gauchos, y nosotras tan jóvenes quisimos trascender con un relato que sea escuchado por nuevas generaciones. Que vos, que estás en algún lugar del mundo, puedas conectar con tu tejedora y conocer su historia ¡es maravilloso! Que sepas su nombre, “entres a su casa”, ver sus manos curtidas en la hilada, y luego aprovechar el valor de lo audiovisual. Hicimos cápsulas de video que tienen un alto valor cinematográfico. Fueron filmadas con una alta dirección de arte por un equipo muy profesional con quienes nos internamos varios días en las casas de las artesanas en la puna. El guion de cada corto-documental está escrito por las artesanas: es la narrativa de su propia vida. Y eso le da una sensibilidad artística especial.
-Han avanzado sobre grandes retos, ¿qué viene ahora?
-FS: Queremos desembarcar en más países del mundo. Nos gustaría pensar en mercados nuevos como Japón y Emiratos Árabes. Nosotras como mujeres creemos mucho en el poder de la intuición. En el camino vamos tejiendo contactos que nos hacen ver potencialidades del proyecto y otros que nos abren nuevos horizontes. No hay límites para una idea que tiene tanto corazón y que nace con capitales privados sin ayuda de nadie, sin metas de crecimiento imposibles, sino que busca crear un efecto positivo en este grupo de mujeres y dejar una huella que potencie su maravilloso hacer.