De Borges con Susan Sontag a Fontanarrosa con Serrat: momentos mágicos de la Feria del Libro
La vuelta a la presencialidad, el próximo jueves, del clásico encuentro literario es una excusa perfecta para revivir grandes anécdotas
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“Quisiera contar algo… Me quedaré una semana en Buenos Aires y, naturalmente, estoy muy feliz por haber sido invitada a participar en la Feria del Libro y poder, de esta forma, conocer Argentina –dijo Susan Sontag a modo de introducción a la charla que compartió con Jorge Luis Borges, en 1985–. Pocos días antes de viajar, recibí una llamada de un periodista a quien el Departamento de Estado de los Estados Unidos le había solicitado que me entrevistase. Él me preguntó: «¿Cómo se siente respecto de su viaje a Argentina?». Le dije que estaba extremadamente feliz, siempre había esperado con ansiedad la posibilidad de conocer Argentina; entonces, para mi sorpresa e intranquilidad, me dice: «¿Por qué precisamente Argentina?», a lo que respondí: «Porque siempre he querido conocer la tierra de Borges»”.
El encuentro entre estos dos máximos referente literarios se convirtió en un hito de la Feria del Libro de Buenos Aires. Ocurrió en abril de 1985 y fue presentado como “la reunión de dos de las mentes más brillantes del siglo XX”. Tres años antes, señala Christian Kupchik en Todos estos años de gente. Encuentros con escritores notables (Editorial Modesto Rimba), Sontag, considerada una de las intelectuales más influyentes en la cultura estadounidense, y el genial autor de El Aleph habían tenido un encuentro en Nueva York, por lo que el argentino dijo en el escenario porteño: “Aquí estamos otra vez como Laurel y Hardy, representando nuestro número” (hay quienes cuentan la anécdota al revés y señalan que fue Sontag la que pronunció estas líneas).
La novelista, ensayista, autora de La enfermedad y sus metáforas, cedió la palabra al escritor argentino con una confesa admiración: “Borges no solamente es un escritor conocido por todos, sino también muy admirado por otros escritores. Nos ha enseñado muchos nuevos trucos, cosa que apreciamos mucho, ya que esos nuevos juegos que aprendimos luego los podemos aprovechar. Quizá no sea tan fácil para Borges estar en esta posición. En una entrevista, una vez dijo algo que quisiera citar: «Me he cansado mucho de laberintos, tigres, espejos, especialmente cuando son otros los que los usan». Y luego agregó (y esta es la parte que me encantó, porque Borges sabe sacar ventaja de la desventaja): «Esa es la ventaja de tener imitadores: tanta gente está haciendo lo que yo hacía, que ya no es necesario que yo lo haga». Quisiera, pues, cederle la palabra a Borges, para que explique qué ha significado para usted esa influencia que ha ejercido sobre tantos escritores, aunque no sé si realmente la imagina, ya que cuando habla siempre es tan modesto respecto a su propia obra”. A lo que el autor, con su particular sentido del humor, respondió: “No, no soy modesto, soy lúcido simplemente. Me asombra ser conocido, jamás pensé en eso. Y me llegó después de bien cumplidos los cincuenta años, la gente me notó y dejé de ser el hombre invisible que había sido hasta entonces. Ahora estoy acostumbrado a ser visible, pero siempre me cuesta un esfuerzo terrible. En realidad, estoy muy asombrado de la generosidad de todos; a veces pienso que soy una especie de superstición, aunque bastante difundida ahora. Pero en cualquier momento pueden descubrir que soy un impostor; en todo caso, soy un impostor involuntario. Está bien, vamos a mantener esta ficción en la cual yo soy un buen escritor, pero ya que es un juego, juguémoslo entre todos, siempre que no lo tomemos demasiado en serio”.
La primera edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires del autor al lector tuvo lugar en el Centro Municipal de Exposiciones, del 1° al 17 de marzo de 1975. De acuerdo con los datos ofrecidos por la Fundación El Libro, concurrieron 140 mil visitantes. De aquella primera edición que La Nación celebró el 9 de marzo de 1975 como “un ejemplo de la jerarquía de la industria del libro en nuestro país”, al último encuentro presencial que se realizó del 25 de abril al 14 de mayo de 2019, en La Rural, que reunió a 1.180.000 concurrentes, la feria se convirtió en un fiel reflejo de cada época. El próximo jueves, tras dos años de desarrollarse en la virtualidad, abrirá sus puertas la 46ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. El escritor argentino Guillermo Saccomanno será el encargado de dar el discurso inaugural del encuentro cultural que, como Borges y Sontag recibió a cientos de personajes que dejaron su sello.
Otra charla convocante que quedó en la historia fue la que compartieron, en 2014, el sudafricano John Maxwell Coetzee y su buen amigo Paul Auster. Más de mil personas la presenciaron en la sala Jorge Luis Borges y otras cientos la siguieron a través de una pantalla gigante colocada afuera. Ante un público fascinado, leyeron las cartas que habían intercambiado durante 2008 y 2011 y que publicaron con el título Aquí y ahora. En esas dos horas que comenzaron con un “Querido John” y siguieron con un “Querido Paul”, ellos exploraron sus pensamientos más íntimos. “Cada lector lee una novela distinta”, reflexionó Auster, a lo que Coetzee agregó: “Sé que dicen muchas cosas románticas de la vida del escritor, de sus fantasmas, de sus noches febriles, de sus angustias, pero ser escritor es una cuestión de dar y dar sin parar y no esperar nada a cambio”.
De traje y sin corbata, ambos se presentaron en el escenario, y luego de algunos inconvenientes técnicos de sonido que interrumpieron la lectura del autor de El país de las últimas cosas, Auster bromeó con la mirada puesta en el público: “Esto parece una película de ciencia ficción de la década del 50, vienen los platos voladores”. Solucionado el problema, Paul le contó a John sus infortunados y demasiado casuales encuentros con el actor Charlton Heston, al frente de la Asociación Nacional del Rifle. Como lo hicieron en Aquí y ahora, recrearon en escena aquel diálogo epistolar en el que hablaron de arte, la infancia, el amor, el incesto, las malas críticas, la identidad… “Me he pasado la vida explorando mi propio nombre, mi gran esperanza es nacer de nuevo en la piel de indio americano. Paul: en latín, pequeño, humilde. Auster: en latín, viento del Sur; un viejo eufemismo norteamericano que designa un bocinazo rectal. Volveré a éste llevando el orgulloso y enteramente apropiado nombre de Pequeña Ventosidad”.
Dos grandes protagonistas de 2002 fueron Roberto Fontanarrosa y Joan Manuel Serrat, quienes estuvieron al frente de la apertura. “Trato de transmitirle a mi hijo el hábito de leer, no porque quiera que sea un intelectual, sino para que se divierta, se informe y se sienta acompañado en cualquier lugar donde se encuentre, como me pasa a mí”, confesó el rosarino. Por su parte, el catalán aseguró que “con el libro uno viaja, acumula conocimientos y ejercita el cerebro, porque tiene que poner colores y matizar gestos en la imaginación”.
Resulta imposible no recordar a Ray Bradbury, del que este año, el 5 de junio, se conmemorarán diez años de su muerte. Bradbury fue el autor que ofreció la primera videoconferencia en la Feria del Libro de Buenos Aires. Fue en 2006. Desde Los Ángeles, recordó una visita anterior, de 1997, cuando había convocado a miles de personas: “Fue una de las experiencias más maravillosas de mi vida”. En la sala María Esther de Miguel, Marcial Souto, director de la mítica revista El Péndulo, traductor y amigo del creador de Crónicas marcianas, repasó, ante la escucha atenta del escritor, aquella visita a la Feria: “Fue tal la calidez y el entusiasmo del público de entonces que en un momento el autor sintió pánico. Sin embargo, no se fue de la Feria hasta que el último de los asistentes a la charla tuvo su ejemplar autografiado”.
Maestro indiscutido de la ciencia ficción, Bradbury destacó, con una sentida emoción, la importancia del género, sobre todo cuando se trata de alimentar la imaginación de los niños: “Lo bueno de ella es que trabaja con metáforas y mitos, como los griegos, y a todos nos encantan esas historias. Gracias a un libro de Edgar Rice Burroughs y su serie de John Carter, yo conocí Marte a los 10 años y jamás regresé”.
A lo largo de su historia, la Feria acogió a disímiles autores ganadores del Premio Nobel, como el ya nombrado Coetzee. En esa lista, que incluye al también polémico Camilo José Cela, se encuentra Jean-Marie Gustave Le Clézio, que visitó por primera vez el país en 1983 y volvió en 2007, para presentar El africano y Urania. “Buenos Aires era entonces una ciudad triste y gris, como ocurre después de las guerras –describió el autor francés aquella visita en la década del 80 en una entrevista publicada en La Nación–. Hoy la veo joven, alegre y muy moderna”. Un año después, en 2008, fue distinguido por la Academia Sueca: “Un explorador de la humanidad, dentro y fuera de la civilización dominante”. Su nombre no figuraba entre los principales favoritos de ese año. Lo mismo ocurrió en 2007 con la británica Doris Lessing que, para sorpresa de muchos, había tenido su paso por la Feria de Buenos Aires, en 1996.
Entre los hitos que destacó quien fuera directora de la Feria, la ya fallecida Marta Díaz, en diálogo con la nacion, fue la edición dedicada, en 1986, a la ciencia y la técnica. “Tres premios Nobel llegaron al país: el argentino Luis Federico Leloir, galardonado en Química en 1970; el italiano Carlo Rubbia, premiado en Física en 1984, y el norteamericano James Watson, ganador del Nobel de Medicina en 1962″. En lo que se refiere al Nobel de Literatura, un lugar de preponderancia ocupa el portugués José Saramago, quien será homenajeado en la nueva edición al celebrarse el centenario de su nacimiento (ver aparte). “A Buenos Aires, para la Feria del Libro. Viaje agotador, horas que parecen no tener fin –detalla Saramago en Cuadernos de Lanzarote I, haciendo referencia al año 1994–. (…) Entrevistas, entrevistas, entrevistas. Pablo Avelluto, el encargado de las relaciones con la prensa, casi no me dejó una hora de descanso. Mi comportamiento es absurdo: no sé defenderme, me entrego a cada entrevista como si me fuese la vida en juego. A veces me parece sorprender en la cara de los periodistas una expresión de asombro. Imagino que estarán pensando: ¿Por qué se lo tomará tan a pecho?”.
El próximo 11 de diciembre se cumplirán 40 años desde que Gabriel García Márquez recibiera el Premio Nobel de Literatura, “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente”. El escritor colombiano fue celebrado en la Argentina en varias ocasiones, a pesar de que solo pisó el país en agosto de 1967 tras la publicación de Cien años de soledad, cuando se quedó en la ciudad durante doce días.
En 2015, a un año de su muerte, se llevó adelante Gabo vuelve a Buenos Aires, una serie de actividades y lecturas en la Feria, en bibliotecas y centros culturales de la ciudad y como bien señaló Silvina Premat en el suplemento Cultura de La Nación, se “intentó deshacer el hechizo por el cual ese gran escritor nunca regresó a la Argentina en el mismo momento en que se jugaba el clásico del fútbol argentino –Boca v. River– y en el que en otras salas, abarrotadas de público como también lo estuvieron los pabellones de stands, el ex presidente uruguayo Pepe Mujica presentaba un libro sobre su vida y el irlandés John Banville contaba anécdotas propias y de su álter ego, Benjamin Black”.
La Feria volverá a convocar a miles de lectores, esos que Sontag y Borges celebraron como la esperanza de un mundo mejor.
–Borges: Los lectores son un género que está desapareciendo. Escritores hay muchos, pero lectores...
–Sontag: Creo que precisamente por eso es que son tan importantes estas ferias de libros.
–Borges: Claro, para fomentar las sectas de los lectores, las sociedades secretas de los lectores...
–Sontag: Entonces... ¡qué vivan por mucho tiempo las ferias de libros!