Cristina Pérez. Apasionada por Shakespeare, sin vocación para ser mamá y de novia con un diputado: la vida de la periodista más escuchada
Firme y punzante en la TV, reflexiva y aguda en la radio, escribió una novela sobre la amante del autor inglés. En esta entrevista, revela: “Hoy estoy viviendo mi gran historia de amor”
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Quince debería ser el número de la suerte de Cristina Pérez. Hace quince años que vive en un séptimo piso de paredes blancas que mira hacia uno de los edificios más emblemáticos de Alan Faena, en Puerto Madero. Quince también son los años transcurridos desde que conduce, con Rodolfo Barili, el noticiero más visto de la TV argentina, por Telefe.
Y es la misma cantidad de tiempo en que pergeñó, sin darse cuenta, su último libro, pero que escribió en tan solo seis meses.
Cristina Alejandra Pérez, tucumana, 48 años, que, además, conduce todas las noches el programa Confesiones, el más escuchado de Radio Mitre, está con dolores de parto –aunque mantiene invariable su determinación de no ser madre– porque está pariendo La dama oscura, una novela histórica con destino inevitable de superproducción en pantalla grande, o de miniserie, en Netflix o en algún otro streaming, por ser una novela de época, con una trama romántica y transgresora, y que está llegando a las librerías en estas horas.
“Esta biblioteca es verdad. Es el mapa de mi pensamiento”, dice, mientras señala la estantería que atraviesa buena parte de su living. En la repisa central apila la bibliografía que ha reunido sobre William Shakespeare y su época. Libros subrayados y marcados.
Frente a uno de ellos, precisamente, tuvo una suerte de epifanía que le erizó la piel. Se trata de una nota al pie de la página 48 del libro The Shakespearean Stage, de Andrew Gurr, referente a una mujer que amó al creador de Hamlet, Rey Lear, Macbeth y tantas otras obras cumbre del teatro universal.
A partir de ese momento, Pérez se dispuso a reconstruir con fundamentos e imaginación esa relación oculta y apasionada que pudieron tener nada menos que William Shakespeare y Emilia Bassano, una cortesana, que fue la primera mujer en publicar a fines del Renacimiento inglés.
¿De dónde saca tiempo Cristina Pérez para escribir no una, sino dos novelas? (hay otra más inédita, de la que nada puede adelantarse, que escribió durante los peores momentos de la pandemia). Y aun así, con un noticiero y un programa de radio sobre su espaldas cada día, más las dos novelas escritas, esta mujer también se hace de un espacio aún más vital para enamorarse de una cara muy familiar del Congreso.
“Tomé el nombre de esa mujer adelantada a su tiempo y que hablaba para nuestro tiempo –apunta Cristina sobre la heroína de su novela–, ella es quien influye en las historias italianas de Shakespeare. Esa es la hipótesis que yo persigo y la época en la que ellos habrían tenido su historia de amor coincide con la previa al estreno de Romeo y Julieta, que es en 1594″.
-La dama oscura es una novela histórica, en donde te permitís cubrir con tu imaginación aquello que no se comprobó fehacientemente.
-Es la brecha que cubre la ficción con el ejercicio de la empatía que nos permite la literatura. Cuando descubrí la historia, pensé que tenía la biblioteca completa y todo lo que necesitaba para escribir esto.
-Tu llegada a Shakespeare podría haber sido casual, pero que lo hayas hecho objeto de estudio durante tantos años y nunca más lo hayas soltado sería algo más causal, ¿por qué?
-Llegué a Shakespeare por Borges y ya no me pude ir. Le voy a agradecer toda la vida al profesor de una escuela de Boston que, cuando le conté que yo no sabía leer inglés isabelino, me dijo: “Empezá a leerlo y seguí; primero no vas a entender, después vas a descubrir que escuchás una música y te vas a dar cuenta de que el idioma te va llevando”. Cuando eso sucedió, entré en una especie de romance de escuchar esa melodía que a uno lo envuelve.
-Shakespeare es muy filosófico y hasta, se diría, psicoanalítico, ya que sondea en los sentimientos más profundos. ¿Qué tipo de eco provoca dentro de vos?
-A mí lo que siempre me pegó en el alma es que Shakespeare hace que el hombre se busque a sí mismo, porque inventa el monólogo interior y la conciencia. También, el momento en que nos hacemos las preguntas más íntimas.
-¿Te “modeló”, de alguna manera, para que te encontraras a vos misma?
-Creo que es el camino del interrogante donde se busca la verdad, no lo que uno quiere encontrar. En esa búsqueda hay un abrazo a la vida con sus claroscuros. De ahí surge la revelación: en él, la capacidad de encarnar a sus personajes, y en mí, la pasión por lo verdadero que somos en lo profundo.
-¿Es Shakespeare tu cable a tierra para desconectarte de la vorágine continua de noticias que no permiten esas profundidades?
-Shakespeare es un gran periodista. Incluso utilizando historias alejadas de Inglaterra, porque en ese momento le hubiese costado una censura si él hablaba de los problemas de su presente.
-Además, era muy popular…
-Absolutamente. El teatro, en ese momento, combinaba Netflix con la cancha de fútbol y los noticieros. En ese punto se encontraban las clases más populares y las más aristocráticas.
-¿Por qué siendo tan popular en su época, con el paso de los siglos termina siendo de consumo elitista?
-A veces cometemos el error de enmarcar lo que llamamos “alta cultura” en el contexto de una clase social. Vengo de una clase media baja pero me enamoré de Shakespeare desde lo universal, porque él habla de amor, dolor, sufrimiento, poder y honor. A veces hace mejores reflexiones políticas que cualquier analista actual. En Shakespeare uno encuentra el presente de todos los días de las luchas de poder.
-¿O sea que al final también te resulta útil para tu trabajo periodístico?
-Totalmente. Shakespeare me enseña cosas sobre el poder que no encontrás en ningún libro de ciencia política. Son obras que necesitan de un trabajo de decodificación para acercarlo al público presente. Pero Shakespeare era popular: él mismo venía del campo, no había estudiado en universidades importantes, como la mayoría de sus contemporáneos dramaturgos.
-La protagonista de tu libro es Emilia Bassano, un personaje que existió en la realidad. ¿Quién era?
-Emilia era la amante del hombre más poderoso de Inglaterra, que es quien impulsa el gran despliegue del teatro. Shakespeare y ella se conocen en ese contexto. Él, como Emilia, compartían haber llegado a ese mundo siendo outsiders, personas que no pertenecían a la nobleza y que, en todo caso, podían aspirar a un título, que era la forma entonces de lograr algún tipo de movilidad social. Era un escenario plagado de dificultades y al haber sido personas que en ese momento estaban transgrediéndolo todo, nos hablan mucho del presente porque, aun hoy, para ser quienes somos, tenemos que romper barreras y miradas que nos rodean, prejuicios que se imponen casi como una sentencia porque hoy el dedo acusador se potencia desde las redes sociales. Entonces creo que el libro ofrece esa tensión de lo moderno.
-Shakespeare habla de amores contrariados. ¿A vos como te ha ido en esa materia?
-He amado mucho y he sido amada. El amor se reinventa y nos reinventa, nos hace trascender. Soy una persona que siempre lo anhela y que se ha permitido experimentar en el amor. Soy una mujer romántica. Enamorada, celebro al hombre. Para poder amar hay que estar dispuesto a sufrir por amor. Susan Sontag dice que la libertad empieza en el cuerpo. Tengo una excelente relación con mi cuerpo. Lo disfruto. Soy geisha y samurái, al mismo tiempo.
-Sos coqueta, también, y se ve que disfrutás mostrando tu vestuario televisivo en tus redes sociales.
-Me crie viendo coser guantes y tapados a mi abuela Amparo. Crecí entre agujas y tejidos. La presencia es parte de lo que ofrecemos de nosotros mismos. En mis peores días trato de estar mejor puesta.
-Estuviste un año y medio sola...
-Cuando no estoy en pareja soy un comando, la 007, pero necesito profundamente amar y ser amada por un hombre. Pensé que lo había vivido todo, pero creo que hoy estoy viviendo mi gran historia de amor.
-¿Te encontraron, o tal como dice algún personaje en tu novela, “quién cazó a quién”?
-El amor tiene ese misterio de cómo fue que se escribió. Pero cuando ocurre, nos hace sentir que las piezas se unen. Con él nos conocimos hablando primero muy formalmente de vinos, porque es de Mendoza; después de fotografía, también hubo un poco de retórica, porque a los dos nos gustan las palabras. En realidad, yo le hice una entrevista y, cuando se la agradecí, hubo un intercambio muy respetuoso hasta que, después de un tiempo largo, quedamos en tomar un vino. Del vino al amor creo que hay un camino sencillo. La sorpresa empezó cuando siendo dos perfectos desconocidos nuestra conversación tomaba una profundidad como si nos hubiésemos conocido de toda la vida. Nos dimos un abrazo sin decirnos una palabra de tres minutos y sin soltarnos. Ahí empezó todo.
-Hace un par de semanas el tema estalló en los medios, así que ya sabemos quién es “él”…
-Estamos hablando de Luis Petri, un diputado nacional por la Unión Cívica Radical, que termina su segundo mandato en diciembre. Los dos venimos de una vida de muchos sacrificios para construirnos. Los dos somos apasionados en lo que hacemos. Tenemos una vocación profunda, yo por el periodismo, él por la política. Compartimos valores, sueños, ideas. Eso a mí me sorprende: es como si nos hubieran escrito el uno para el otro. He tenido otras parejas y hay cosas que llevan un tiempo largo y que con Luis han sido de plena identificación desde el comienzo.
-¿Qué miedos, expectativas o ansiedades te producen “el qué dirán”?
-Creo que no le tengo que explicar a la gente que pienso por mí misma. Eso está claro a lo largo de mi vida y también como periodista. Ese es el contrato con la gente, mi honestidad para ejercer mi vocación. Soy transparente en mi vida y soy una mujer que quiere ser feliz. Esto ocurrió así: el amor llegó de esta manera. Y lo defiendo desde ahí, con honestidad intelectual.
-¿Qué te pasa con las miradas que pueda haber sobre esto? Vos tuviste varias parejas de muy distintas edades, para arriba y para abajo.
-Nunca me importaron. Siempre existen las miradas de los otros, pero uno tiene que ser quien es, vivir su vida lo más honestamente posible. Me parece que tenemos derecho a eso. En temas políticos he recibido muchos ataques y mucho hostigamiento por parte del kirchnerismo. Esas son miradas pesadas porque son muy violentas, y sin embargo, traté de seguir en mi línea, haciendo mi tarea lo mejor posible. No dejé que me perturbara, así que tampoco va a suceder en mi vida personal.
“Vivo adentro de un reloj. Desde que me levanto estoy produciendo. Me gusta ser puntual”, aclara.
Mujer independiente y autosuficiente, Cristina Pérez sigue pesando los mismos 51 kilos que acusaba a los 22. “Me gusta hacer abdominales y tener el cuerpo marcado”, alardea, y muestra con orgullo el dormitorio donde tiene montado un minigimnasio. En un rincón de ese mismo espacio también hay un cómodo sillón blanco desde el que transmite Confesiones, su programa “solista”, que conduce cada noche por Radio Mitre. “En ese momento soy una mujer con una copa de vino que se saca los tacos altos”. El trajín del día empieza a quedar atrás y llega el momento de la reflexión más distendida, pero no por eso menos jugada. Cristina Pérez se ha vuelto una voz fuerte y muy crítica del Gobierno.
“El cruce con el Presidente –rememora el tenso intercambio que mantuvo al aire con Alberto Fernández por Telefe cuando amagaba con expropiar la empresa Vicentín, en junio de 2020– marcó un antes y un después. En ese momento solo tuve presente lo que tenía que hacer, que era no dejarme intimidar y expresar argumentos. Cuando tenés la certeza de tu misión sos inquebrantable”.
Esa misma voz subyugó a su coterráneo tucumano Alejandro Romay, tanto como para que el zar de la televisión la contratara de inmediato y ella no dudara, con apenas 19 años, en tomarse un ómnibus y venirse para siempre a Buenos Aires.
Ahora, en su madurez, al acercar su boca al micrófono y ser dueña de infinitos matices, alcanza sus tonos más sugestivos. Su voz se vuelve cautivante, aunque sin pretender sonar sensual. “La radio me construyó para ser más genuinamente quien soy. La radio no te deja mentir”, piensa en voz alta.
Cada noche, Cristina Pérez entabla un romance con el micrófono, por Radio Mitre, de tal intensidad que Confesiones se ha convertido en el programa más escuchado de esa sintonía, en un horario atípico, en el que la radio no suele ser tan sintonizada. “Eso es increíble –comenta eufórica–, estoy muy feliz porque es un programa al filo de la medianoche que marcó el rating más alto en un horario que definitivamente para la radio es una sorpresa. Me generaron un agradecimiento muy grande que Jorge Porta y Guido Valeri confiaran en mí siendo una figura de la televisión. Sin la confianza que desarrollamos en estos años no habríamos llegado a este punto donde en una hora marginal hacemos 46,6 de share, un número que me asusta hasta decirlo”.
-El crecimiento significativo de audiencia que tuviste, ¿puede tener que ver con que tomaste una postura editorial crítica hacia el gobierno mucho más fuerte y jugada?
-Como periodista soy consciente de que en el noticiero tengo el rol de informar y de que en los momentos donde aparece mi impronta es donde pregunto o hago alguna reflexión. Eso queda perfectamente claro y contrastado, pero en la radio soy la periodista con su propia mirada de la realidad y la gente sabe que yo he tenido siempre la misma posición. Me paro desde el lugar de la defensa de la Constitución y la República. Eso no ha cambiado y trato de ofrecer esa mirada con agudeza y sin miedo, que en verdad nunca tuve. Decir las cosas como hay que decirlas es un ejercicio saludable que aporta enormemente a nuestra libertad. Soy una mujer que no pide permiso para ser yo. Soy libre para decir lo que quiera.
-Los periodistas no somos dueños de la verdad, pero…completá lo que corresponda.
-Nosotros no somos dueños de la verdad, pero tenemos el deber de buscarla y de hacer las preguntas más difíciles de la manera más honesta posible. Estoy convencida de que el trabajo que nosotros hacemos como periodistas es un aporte a los ciudadanos para que puedan tener más elementos para mirar la realidad. Respeto profundamente al que tenga una mirada distinta, pero tiene que jugarse por la voz propia porque así ofrece lo mejor de sí para la sociedad en la que vive. No acepto que la palabra se use como instrumento de lapidación. No me meto en el barro. Cuando las palabras se usan para violencia se desnaturalizan.
Disciplina, perseverancia, objetivos, independencia, entrenamiento, Pérez tiene esos mandatos inscriptos en su ADN. Aunque se ve a sí misma como un “comando”, que vive constantemente exigiéndose nuevos logros, eso no parece traducirse en ansiedad ni en impaciencia al relacionarse con los demás. O la disimula. Da la sensación de estar siempre al control pleno de la situación y se muestra agradable en el trato, de una manera que parece auténtica y no impostada. Pero, al mismo tiempo, sabe disfrutar de la soledad. “El 60% de mis viajes los hice sola, de Japón a Emiratos Árabes, pasando por Hong Kong”, revela.
Trabaja mucho con ella misma para compatibilizar tantas exigencias, pero también con nombres muy célebres del diván y de la TV, como el psicólogo Diego Sehinkman (de 2014 a 2020) y, desde este año, con el psiquiatra José Eduardo Abadi.
-Anoté, mientras leía tu nuevo libro, frases al azar con el fin de encontrarle algún eco en esta entrevista. Por ejemplo: “Es fugaz el placer hasta que no se deja el alma”. Como has tenido una vida muy libre, con varias parejas, te pregunto si cuando aparece un nuevo amor seguís pensando que es para siempre o no.
-Son distintos momentos de la vida. Uno nunca ve al amor como algo que va a terminar. Lo que sí sé es que el amor tiene sus propios ciclos y que uno no lo puede controlar de antemano. En esta relación siento proyección a futuro. En otras relaciones eso no me pasó; eran más un devenir de cómo iba evolucionando el sentimiento. En este caso me siento proyectada al futuro por las identificaciones compartidas. Pero eso es un azar: uno no elige de quién se enamora. Por suerte hay una mezcla de circunstancias, y algunas demasiado trascendentales, como para que uno pueda controlarlo.
-Hay un personaje que dice: “Usted no está atada ni a sus ataduras”. ¿Y vos?
-Yo no estoy atada. Prefiero arriesgarme a buscar lo verdadero, porque sin verdad interior no hay una felicidad plena. Y en la búsqueda de lo verdadero también uno se encuentra con dolores y miedos que requieren saltos y riesgos. Yo estoy dispuesta a darlos.
-“Era una mujer de extrañas libertades y exquisitas apetencias intelectuales”, decís en otra parte de tu libro.
-La libertad para muchos es extraña. Para mí es una elección.
-¿Te proyectaste, de alguna manera, en Emilia, la heroína de tu novela?
-En la intelectualidad, sí. Emilia es pragmática, toma decisiones de supervivencia y no tiene los prejuicios de su época. Me identifico en las búsquedas de su formación que es donde ella encuentra sus formas de sostenerse en la vida.
-“Te vas sin ser notado si no engendrás un hijo”, leo en otra parte y lo relaciono, por contraste, con que siempre tuviste una posición muy firme, aun cuando nadie te lo preguntara, de no tener hijos.
-En realidad, parecía que no me lo preguntaban, pero siempre, desde que sos niña, te preguntan si vas a ser mamá y vas a tener chicos. Y yo nunca sentí la vocación de ser mamá y, sin embargo, soy muy maternal con absolutamente todo lo que hago, con mis equipos de trabajo y con mi familia. Entonces, vuelvo a lo mismo: me parece injusto que alguien tenga que hacer algo porque la sociedad, la familia o un hombre se lo pide. Me permití ser verdadera y responder esa pregunta, hoy más comprendida que antes por una generación de chicas mucho más jovencitas que tienen mi misma mirada. Pero cuando yo la tuve hace tanto tiempo generaba polémica. Hoy encuentro comprensión en ellas y en la época. Si hubiera escuchado a los que decían cómo debía ser mi camino, no sería la que soy. Soy la que soy porque hice mi camino.
-¿Y quién sos?
-Soy una mujer que se atreve a ser quien es escuchando sus llamados interiores para elegir cómo es su vida profesional y, como mujer, su forma de amar y su vida sexual. Siempre quise ser eso: una mujer que elige su camino y lo sigo haciendo hoy.
-Siendo tan exitosa en el periodismo, llama la atención que encares exploraciones muy distintas como actuar y hacer literatura. Mi hipótesis es que más que para demostrar nada a los demás es una lucha que entablás con vos misma. ¿Qué es lo que pretendés demostrarte?
-Me gusta vivir al máximo. Sentirlo todo. No dejar camino que me llame el corazón por recorrer. Tengo pasiones que me hacen muy feliz, como la lectura y la escritura. Gozo en lo más profundo de mi alma con el estudio, la investigación y el encuentro con las palabras. Sin ese mundo mío con la literatura yo no podría ser la periodista que soy.
-Otra frase de tu libro: “Ser mujer es ser culpable de antemano”, algo que en la época en que transcurre tu novela no estaba en discusión. ¿Hoy en día sigue teniendo sentido?
-Hoy sigue ocurriendo, porque probablemente vos no le habrías hecho la pregunta a Luis sobre por qué está conmigo. Probablemente hasta lo hubieses felicitado. En cambio, yo tengo que darte explicaciones. Claramente estoy acusada de antemano.
-¿Y de qué estarías acusada?
-En la vida de una mujer, si no es madre, hay una sospecha. Si no se quiere casar, hay otra sospecha. Si tiene muchas parejas, hay una sospecha. Si estás con alguien más grande, hay una sospecha y si es más chico, también. Y si se queda sola, hay una sospecha. O sea, vivimos atosigadas por las sospechas. Yo decidí hace mucho tiempo que no me interesan las sospechas.
-Más textuales de La dama oscura: “Había sido fiel a sí misma. Ahora tampoco iba a perder el tiempo en ser comprendida”.
-Exacto, eso es muy compatible conmigo. Soy fiel a mí misma y si me comprenden, me alegro, pero no voy a perder el tiempo en una inquisición. No.
“Soy agnóstica, abrazo el misterio. No me apego a un dogma, pero soy mística”, confiesa en cuanto a sus creencias. La “chica Bond” (como la rebautizó Jorge Fernández Díaz) es imparable. Siempre está en la búsqueda constante de algo más y no le importa arriesgar. Así, entre 2011 y 2015, la consagrada presentadora de noticias se lanzó a dar un triple salto mortal durante cinco temporadas, desde distintos escenarios, para interpretar los más tremendos papeles femeninos de William Shakespeare, a quien lee con fervor en su idioma original. Por él también tomó cursos de escritura creativa en Oxford y de literatura inglesa en la Universidad de Londres.
-Fuiste Lady Macbeth, en el teatro. ¿Qué pasa cuando Shakespeare te atraviesa el cuerpo y encarnás alguno de sus personajes más complejos?
-Todos somos Hamlet. ¿Quién soy? ¿Qué es la libertad? Es mi derecho ser quien soy en pensamiento y acción. Tengo que animarme a asumir riesgos, tomar decisiones. El teatro es una entrega solo comparable con lo sexual y con la radio porque no hay control en absoluto de lo verdadero. Y en el teatro uno tiene que despojarse de uno para ser otro, pero utilizando toda su verdad. Ser una especie de cuenco vacío que es ese dejar de ser para ser otro, un acto de entrega enorme que indirectamente nos obliga a explorarnos. A mí me gusta entregarme a esos sentimientos universales que están presentes en una construcción teatral como es la tapa de esta revista. Esta tapa también es un salto mortal, porque me impone una confluencia de todo lo que soy. En las confluencias hay síntesis y atrevimientos. Hay pasión y libertad.
-La última cita que extraigo de tu libro: “¿Cómo bloquear el camino de una mujer? Dañando su prestigio, su honor, su credibilidad. Diciendo que ella es una puta”.
-Exacto. Punto.
LOCACIÓN: HOTEL FAENA. ASISTENTES DE PRODUCCIÓN: MALENA GANDOLFI Y CAMILA ALBIAQUE. ASISTENTES DE FOTOGRAFÍA: LUCAS PÉREZ ALONSO Y MANUEL CASCALLAR. MAKE UP: LULI DE LA VEGA PARA @DELAVEGAMAKEUP. PELO: GUILLERMO PARRA PARA MALA PELUQUERÍA. AGRADECIMIENTOS: MÉNAGE, MENAGEBOUTIQUE.COM.AR. GABRIELLA CAPUCCI, GABRIELLACAPUCCI.COM. ADRIÁN BROWN, AV. ALVEAR 1862.