Cristián Mohaded. El diseñador industrial que nació en Catamarca, es reconocido en Milán y París, y trabaja con maestros artesanos
Sus piezas integran colecciones permanentes en galerías y museos de Europa y es elegido por marcas internacionales; expone en el Museo Nacional de Arte Decorativo,
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Si bien gran parte del año vive en Milán y otro tanto en Buenos Aires, y es reconocido en Londres y París, los caminos del diseñador industrial Cristián Mohaded lo llevan a viajar tierra adentro. En especial, a Catamarca, su provincia natal, donde vuelve una y otra vez para conectarse con maestros artesanos.
Algunas de sus piezas hoy integran las colecciones permanentes de galerías de diseño y de museos de Europa, mientras su creatividad es elegida por grandes marcas internacionales, que buscan su impronta para diseñar productos y hasta líneas íntegras.
Pero su mirada es chispeante cuando habla de los artesanos, y de Monte Abierto el trabajo que presentó en la Bienal de Londres 2021 junto al artesano Lorenzo Reyes. Transformaron la cestería creada con Simbol, una fibra natural de los Valles Calchaquíes de Catamarca, en una impactante instalación.
Y esa misma mirada refleja su entusiasmo con Territorio Híbrido, la exhibición que inauguro en el Museo Nacional de Arte Decorativo, en Buenos Aires, con curaduría del diseñador industrial, gestor cultural e investigador en diseño Wustavo Quiroga. Son más de 20 piezas creadas para la ocasión con maestros artesanos y en el que se rescatando materiales de diferentes regiones del país.
Una muestra que emociona al diseñador que nació hace 41 años en Recreo, un pueblo catamarqueño de poco más de 11 mil habitantes, a casi mil kilómetros de Buenos Aires y más de 12 mil de Milán. “Para mí esta muestra es muy importante, es un lugar al que jamás pensé que llegaría, no me imaginaba estar en un museo nacional. Diseño mucho para afuera y sé que mi trabajo está bien visto y lo que represento, y la Bienal de Londres también me lo había confirmado. Pero esta oportunidad en el museo me permite mostrar a mucha gente de nuestro país, dónde viven, cómo trabajan. Contar otra historia”.
En el hall de entrada de estilo neoclásico francés del Palacio Errázuriz y rodeado de esculturas, pinturas, tapices europeos y orientales, se realzan las figuras del Campo de Torres, una instalación de columnas tejidas en cestería tradicional. En el recorrido por el Salón Comedor se refleja la inspiración en el mobiliario del hotel Llao Llao, un gran trabajo de investigación histórica, que concluyó con la creación objetos, muebles y textiles que entre curador y artista definieron de art deco criollo y brutalismo natural”.
Como los tronos Toribio & Alcira, un homenaje a sus abuelos maternos (“que mi parte criolla, mi descendencia sirio libanes es por parte de mi papá”), en los que trabajó con un artesano del monte santiagueño; un biombo con marcos de madera y escamas de mica; el sillón Federal, con madera de Misiones, patas en piedra de granito boreal y textil damero con técnica de telar criollo, propio de Catamarca.
En el jardín del museo, los bancos integran su Jardín de Estrellas, con objetos de concretos mezclados con unos chips de mica; y el nombre hace referencia a su abuela paterna, Estrella, que fue su figura artística en su infancia, y a la que admiraba mientras pintaba cuadros pero con pintura látex. Y muchas más piezas para observar, comprender y admirar (en ese orden).
¿Cuál es la pieza favorita de Mohaded? La estantería Kavanagh. “Tiene todos los elementos, artístico e industrial, con esta modularidad y piezas que se desarman. Es casi un tótem, que se levanta y se realza. Este tipo de muebles, que funcionan mucho en Europa y en Estados Unidos como diseño coleccionable, son piezas de edición limitada, muy cuidadas. Además, por esas mismas condiciones, también termina siendo hasta un producto exportable”, dice.
En el Salón de Baile se levantan cinco pedestales en el sector El Encuentro: cada uno con un mate realizado en calabaza y platería criolla por sus invitados especiales: los hermanos Fernando y Humberto Campana, de Brasil; Roberto Sironi, de Italia, y los argentinos Pablo Reinoso -que reside en París-, y Celina Saubidet y Maria Molinelli, creadoras de Cabinet Óseo. Y, claro, uno lleva su firma.
El corazón de la muestra queda al descubierto en el Salón Madame, donde se exhibe el trabajo profundo de los artesanos, con sus materias primas, objetos y videos mostrando sus procesos. Además de una selección de bocetos de Mohaded, de los más de 500 que hizo durante la pandemia.
La exhibición, que permanecerá hasta el 6 de marzo en el Museo Nacional de Arte Decorativo (Av del Libertador 1902), comenzó a gestarse justamente antes de la pandemia. A fines de 2019 se lo propuso Martín Marcos, director del museo, y los primeros tiempos de cuarentena en Milán le permitieron proyectarla e idearla.
Luego, cuando puedo regresar a la Argentina, los bocetos comenzaron a tomar forma mientras recorría más de 30 mil kilómetros entre Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy.
Volver a las raíces. Ese es el leit motiv de las obras de Mohaded, que se evidencia, por ejemplo, en el proyecto Entrevero, que presentó en 2018 en Miami, en el que fusionaba diferentes provincias y lugares, materiales y técnicas propias de Argentina. “Le dije a Wustavo que quería reforzar esa historia que había tenido muy buena repercusión”, dice Cristián. Sin duda tuvo eco: inmediatamente, en 2019, dos de las piezas de Entrevero –el sillón Aro y el jarrón Raza–, habían pasado a integrar la colección permanente del Museo de Arte de Filadelfia. Además, la silla Twist 2, realizada en 2012 con Ricardo Blanco, también forma parte permanente del Museo de las Artes Decorativas de París.
“Entendí que el camino era reforzar la idea de un diseño más federal y amplio. Desde 2017 viajo mucho a Europa –me quedo casi 9 o 10 meses en Milán–, y nadie sabe nada de diseño argentino. Y tampoco lo conocen en la Argentina, donde termina siendo algo de nicho. Profesionalmente trabajo en la industria, me desenvuelvo en eso, pero en mi mirada como individuo, como diseñador y como artista hay una cuestión que va más allá de la industria. En la conexión con las personas, en empezar a entender cómo son, qué hacen, cómo se hace. Esa es la parte que más me apasiona, y ahí empecé a poner el foco. De ahí nació Entrevero, ya venía con procesos de artesanías en Catamarca”.
Por eso, la curaduría de la exposición propone actualizarla la idea pionera de Ignacio Pirovano (París, 1909 - Buenos Aires, 1980), precursor del diseño nacional y primer director del Museo Nacional de Arte Decorativo, de trazar un estilo argentino que destaque la cultura, técnicas y materiales de las distintas regiones del país.
Desde las raíces
Diseñador industrial es una forma singular de llamarlo. En especial porque el término “industrial” lo hizo dudar ya hace casi 20, mientras estudiaba en la Universidad Nacional de Córdoba (antes había cursado un año de ingeniera química).
“No terminaba de entender la carrera, dónde me iba a meter, porque tampoco entendía que el diseño tenía esa capacidad justamente de abrirte un panorama muy grande de posibilidades. Hasta que, cuando cursaba cuarto año, un profesor, José María Aguirre pudo leer justamente mi capacidad de entender cuál era mi lugar de confort en el trabajo de diseño. Siento mucho respeto y aprecio por él, también por mi profesora de historia Lidia Samar, que me dio muchos consejos”, dice agradecido.
Antes de recibirse participó en todos los concursos de diseño a su alcance, que le abrían puertas y también le permitían aprender de los errores. Cuando finalizó la carrera ya tenía una propuesta laboral en Buenos Aires, y en cada nuevo desafío aprendía nuevas técnicas. Hasta que en 2012 abrió su propio camino y se presentó en una galería de diseño en París donde en 2013 presentó una exposición.
Por ese entonces comenzó a diseñar objetos para Roche Bobois: el primero fue una lámpara. Este año, le pidieron una colección completa. “Soy el único latinoamericano que trabaja con ellos, y sigo trabajando porque tiene que ver con una mirada que les parece interesante. Tienen casi 40 productos míos, que diseñé pensando para la empresa, en qué funciona para ellos, pero con mi impronta”. Lo mismo, en los múltiples proyectos en los que trabaja para empresas nacionales e internacionales.
Siempre con la misma curiosidad, como la que lo llevó a crear el proyecto Ninho, con bordes de alfombras que forman distintos volúmenes y superficies, y que se transformaron en mesas de centro, lámparas y bols. ¿Cómo surgió? “Un día, diseñando alfombras para El Espartano, vi en la fábrica bolsones con recortes de desecho, y pedí llevarme uno. Empecé a accionar sobre el material, y cuando probé todas las posibilidades encontré que la mejor manera era enrollarlo: le di forma circular y armé los bols”.
Esa curiosidad también surgió cuando vio unas escobas en un supermercado chino. “Empecé con una pregunta, ¿cómo se hacen las escobas? Casi todo sale de ahí, desde esa mirada despreocupada de buscar un elemento de diseño. Está relacionada con una mirada más ingenua de las cosas que nos rodean. Al otro día empecé a investigar dónde se hacían las escobas, encontré muchos procesos, pero muy industriales hasta que di con uno que las hacía con los flecos, pero las cosía a la madera. Dije ¡esta es la mía!, porque era un proceso que no era masivo, no era industrial y me permitía más flexibilidad”, recuerda. Así nació el proyecto Cosa, donde escobas y cepillos tomaron forma de objetos de diseño.
En su casa casi no tiene productos propios, prefiere la decoración austera (“trato de no invadirme”, explica), y solo acumula las artesanías que compra en las ferias de los pueblos, luego las desarma y analiza cómo se realizaron. Pero la mejor forma de conocer esos procesos artesanales fue acercándose a los mismos especialistas de cada uno de los oficios. Como a Lorenzo Reyes, el artesano con quien trabajó para la Bienal de Londres y que conoce desde hace más de 10 años.
“Una de las primeras cosas que trabajé con Lorenzo fue entender dónde vivía, su vida, su forma, qué hacía. Monte abierto, la instalación que presentamos en Londres, habla de eso, de la vida del artesano que va al monte de Catamarca. En Londres la gente se emocionaba cuando contábamos su historia. El hacía cestos y lo convertimos en luminarias, lo hicimos juntos. El decía que había momentos en los que yo le estaba enseñando cómo generar cosas nuevas. ‘Yo he trabajado casi 40 años en esto y no lo veía’, me decía”.
Lo mismo le sucede con Norma, que hace platería. Una salteña que vive en Córdoba y que conoció en el Festival del Poncho, en 2017. “Cuando más la conozco y más nos entendemos, se genera esa compatibilidad, es más interesante porque todo fluye desde otro lugar. También tiene que haber respeto, diálogo y saber cuál es el límite entre el diseño y la artesanía, no forzar las cosas, saber hasta dónde uno llega”, analiza. El vínculo con los artesanos le permitió encontrar la mirada que buscó desde sus comienzos. “Siento que estoy haciendo las cosas bien, estoy tranquilo con mi camino profesional, con lo que soy y lo que seguiré haciendo. Y quiero contagiar esa mirada”, revela.
Mientras, agradece que el mundo del diseño esté cambiando. “Por suerte, se están mirando y reforzando los procesos productivos, que tengan que ver con el cuidado ambiental, con el trabajo a mano, con el cómo se hizo, dónde se hizo, qué materiales se usaron, cuánta energía se gastó, las condiciones de trabajo”, enumera.
En cada oportunidad, invita a conocer su provincia natal y, como un improvisado guía turístico, propone recorrer la fábrica artesanal de alfombras, el campo de Piedra Pómez “es uno de los lugares más únicos del planeta, parece la luna”, los lagos rojos… Es posible que en algunos de esos paisajes también se encuentre Cristián, dialogando con artesanos, buscando nuevas formas más artísticas e inspirando futuros proyectos.