Creadoras de estilos. Descubrieron a modelos top, dieron vuelo a diseñadores y hacen magia detrás de los desfiles
Las productoras de moda Lucía Uriburu y Josefina Laurent, temporada tras temporada, diseñan las imágenes de las marcas entre desfiles, campañas y editoriales fotográficas
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Diana Vreeland fue mucho más que una icónica editora de revistas de moda. Hipnótica y tremendamente original, transformó la presencia y las funciones de su cargo, poniendo el acento en lo visual, coronando la moda como absoluta protagonista. Lejos de conformarse con columnas y más columnas repletas de consejos, ella decidió mostrar y difundir, porque, se sabe, cada temporada la moda necesita ser contada. De manera creativa, a través de imágenes, desfiles y demás. ¿El objetivo? Producir deseo. Y que el mundo entero lo compre.
Si bien Mrs. Vreeland –norteamericana criada en Europa– fue editora de las mejores revistas de moda del mundo, es considerada la madre de las productoras. Por esto que mencionábamos de las imágenes (hizo historia con fotógrafos de la talla de Richard Avedon), por descubrir celebridades como Lauren Hutton, Veruschka o Marisa Berenson; por llevar a Oscar de la Renta a la cima del éxito y couchear a los Kennedy.
Decíamos que la moda debe ser mostrada y de manera creativa, original, seductora. Para eso están las productoras, quienes se encargan de diseñar la imagen de las marcas por medio de producciones fotográficas, campañas, catálogos e infinitos etcéteras que incluyen redes y mundos virtuales que jamás hubiera imaginado Coco. Ni Balenciaga. Absolutamente nadie.
Es un trabajo emparentado con la escultura, que requiere ojo afilado y buen gusto incorporado. Que abarca mucho más que el estilismo y el vestuario. Porque la responsabilidad del productor de moda consiste en plasmar la imagen de una marca, lo que los transforma en auténticos directores de orquestas integrados por diseñadores, maquilladores, peinadores y fotógrafos.
En la Argentina hay muchos profesionales reconocidos, pero son dos mujeres maduras y cancherísimas quienes llevan la corona. Lucía Uriburu y Josefina Laurent. Josefina Laurent y Lucía Uriburu. Pioneras absolutas; diferentes en estilo, pero idénticas en cuanto a pasión, con un trabajo imparable de décadas y un chic natural que pasean en su ADN, condimento esencial para poder construir belleza.
Tal vez homenajeando la frase de su antecesora (“los jeans son la cosa más bonita desde que se creó la góndola”, acota la Uriburu), ambas llegan a la entrevista a puro denim. Una con camisa, la otra con suéter básico. Melenas brillantes, maquillaje cero y accesorios mínimos. Ambas hablan y se sorprenden, porque las historias que acumulan son tan apasionantes como infinitas. De Giordanos y Pampitas, los veranos explosivos, la Schiffer argentina, musas, amigos, descubrimientos, viajes exprés al hemisferio norte, codazos y secretos que no son de Estado, pero casi.
“La moda es una pasión, y de eso me di cuenta trabajando. Yo estudié Filosofía y Letras en la universidad, al tiempo entré a una redacción (revista Vosotras) como redactora. Enseguida me di cuenta de que era mediocre. Iba, hacía la crónica, traía la nota. Pero no tenía vuelo, a pesar de haber estudiado para eso. Lo que sí me atraía muchísimo era aquello de construir imagen. Entonces pedí ser asistente de producción, empecé a meterme en el tema y me fascinó. El background cultural que una tiene es importante porque ahí está el imaginario. Ayudan el cine y el teatro que ves, las exposiciones, los viajes, la gastronomía, la música que escuchás. Todo influye en la sensibilidad de una productora”, analiza Josefina Laurent, quien admite que con Uriburu siempre se han “mirado” e incluso compartido trabajos. “Fuimos productoras paralelas hasta que nos juntaron para algunos trabajos. El respeto es muy grande y nos valoramos mucho porque somos pioneras en esta actividad. Y lo bueno es que permanecemos, seguimos vigentes. ¿La clave? Tal vez, más allá de la experiencia, es que siempre nos rodeamos de gente joven. Ellos son el combustible, la forma de reciclarse. En eso somos iguales”.
Lucía Uriburu empezó un poco por casualidad y también esclava de su buen gusto. Acompañaba a su amiga Elena Goñi (periodista de Editorial Atlántida) a hacer tapas para la revista Gente, y era su ojo afilado el que terminaba desempatando situaciones estéticas. Claro está, siempre lo que sugería quedaba. Y también quedó ella, primero como chica de redacción (llegó a ser editora de Para Ti) y después como productora de los icónicos desfiles de Roberto Giordano. Treinta años en aquella movida que terminó siendo internacional, que le abrió mil puertas y anécdotas a rolete.
“La locura de los desfiles de Giordano, que empezaron en Punta del Este, iba in crescendo año a año. Si no estabas ahí no existías. Y eso iba para las marcas y, por supuesto, las modelos. Mi rol fue darle forma a la manera de armar las pasadas. Y creo que lo diferente fue incluir modelos no tan altas, aquellas monísimas que jamás iban a pisar una pasarela. Yo las ponía todas juntas. Armaba los famosos grupos que tanto recuerdan. Por estatura, las dividía en XS, S, M y L, que eran las de un metro ochenta. Después logré que todas tengan una pasada final de diseñador, ya que no era fácil dar con modelos de alta costura para talles mínimos. Eso no existía. Lo fui consiguiendo porque Roberto me daba alas para todo. Hasta la audacia de llevar PNT a la pasarela. Se me ocurrió mandar a bordar logos de las marcas en prendas. Eran años acelerados. Yo iba y venía todo el tiempo porque viajaba para comprar telas, invitar diseñadores brasileños, colombianos, bolivianos. También modelos. Un día terminé en San Pablo seleccionando chicas. Me encantó una que se llamaba Gisele Bündchen (risas). En ese entonces no era conocida. La tuvimos desfilando, pero no nos quedó una sola toma; es que nadie la registraba todavía”, cuenta divertida la productora del desfile en la Tour Eiffel que organizó para Giordano, con invitados de lujo, entre ellos Mercedes Sosa, que quedó encantada con el show.
Cuando aparece el tema de las modelos, ambas reaccionan maternales. Las vieron crecer, las acompañaron en sus bodas y asumen que son su debilidad.
-¿Pero quiénes hicieron historia?
-(JL) Antes que nada me interesa explicar que amo a las modelos y que, cuando hago un casting, no me da lo mismo una que otra. Cada trabajo tiene su requerimiento, su perfil. Las quiero muchísimo porque en general son vulnerables y muy chicas. Se largan al ruedo a los 15 o 16 años, algunas con soporte familiar, otras no. Y la mayoría viene de lejos. Creo que nuestra gran modelo fue Valeria Mazza, porque representó la imagen de la rubia linda, de rasgos perfectos, en una época que se buscaba eso. Llegó con ganas de trabajar y mucha humildad. No fallaba la foto. De un rollo, todas las tomas servían. Era una garantía. Últimamente me gusta mucho Mica Argañaraz. Triunfa en el mundo, viene del interior y es un camaleón. Creo que hay modelos que son bisagra de códigos estéticos y generan una tendencia. Es el caso de Mica. Antes de ella nadie quería una morocha con el pelo enrulado y flequillo. No pensaban que podía transmitir o comunicar moda. Y bueno, hoy tiene éxito mundial.
-(LU) Coincido. Creo que Inés Rivero fue espectacular y Valeria una indiscutida que nos puso en el mapa. No solo como modelo súper profesional y espléndida, sino como alguien que se transformó en una especie de embajadora. Cayó justo en el momento exacto. Mica recientemente fue furor en las pasarelas internacionales; es impresionante lo que trabajó. Es un tema de derribar paradigmas, modas. Carolina Peleritti y Mariana Arias también fueron diferentes e inolvidables. Hicieron historia. Mariana pudo quedarse en Europa, pero nunca quiso; extrañaba mucho.
-¿Y qué pasa con Pampita? ¿Qué tiene esa chica?
-(JL) Es una maravilla, una genia. Y lo que tiene, más allá de la belleza, es su cabeza. Su cara irradia vitalidad, simpatía, buena onda y comunicación. Ese es el éxito. Y es trabajadora. Pampita tiene un motor interno que no se lo vi a nadie. Además, es humilde, le gusta aprender. Yo la admiro mucho. Cuando entró a la agencia de Pancho Dotto había sido modelo de John Cook. Era baja, pero se comía la cámara. Y empezó a funcionar muy bien para campañas, avisos. Cuando salía a la pasarela la amaban. A veces se nace con una estrella, y ella la tiene. Hoy es una celebrity, los diseñadores la quieren vestir. Me contó Fabián Zitta que cuando se pone un vestido suyo lo vende siete veces.
-(LU) ¡Pampita me encanta! Es una número uno porque siempre tuvo voluntad, ganas y una meta. Ella se lo había puesto en la cabeza y lo logró desde todo punto de vista. Es bellísima y una profesional como pocas. La primera vez que Pancho Dotto me la trajo para un desfile de Roberto, yo tenía una pasada que llamábamos RG, que era la más top. Ella tenía muchas de ganas de estar ahí pero no era el momento. Recuerdo que se probó y me mostró cómo le quedaba un vestido L, de las más altas. Después de eso fue primera siempre. Si había que levantarse al alba para filmar, ella estaba ahí puntualísima. Hasta se ha arreglado vestidos. No se le caía un anillo por agarrar aguja e hilo, arreglar su propio outfit.
-¿Qué postales increíbles les dejó la profesión?
-(JL) Recuerdo la época en la que trabajaba haciendo comerciales de televisión. Había unos horarios ridículos, muchas veces nos encontrábamos filmando a las tres de la mañana. Sin embargo, aprendí muchísimo. No queda otra que probar para comprobar que la cosa va por ahí. Yo, más que ir al pasado, me emociono con un presente que también fue impensado. Junto con Lucía Lamelza fundé una escuela de producción de moda. Fue hace seis años y, la verdad, nos va muy bien. Pensé que la docencia no me iba a gustar, y descubrí que me encanta. Sentimos que no había una escuela seria para transmitir nuestra actividad y armamos un programa que es teórico y práctico. Hay gente de varios países, muchos jóvenes que quieren dedicarse a esto y también alumnos que trabajan en otra cosa pero quieren nutrirse con algo creativo. Por supuesto, se trata de personas consumidoras de moda.
-(LU) Hace más de 20 años, cuando estaba Etro en Argentina, teníamos todo listo para hacer el desfile en el hotel Alvear. Recuerdo que era un martes. Estaban las invitaciones, todo, pero a la dueña no le llegaban las muestras; había un problema con la zona franca, no sé. Nos faltaban como 15 equipos. Ante la desesperación, me propuso que vaya a buscarlos a Milán. Me tomé un avión el viernes, aterricé en Malpensa, fui con un remis hasta la fábrica que quedaba a unos 30 kilómetros. Ahí me recibió uno de los socios directores. Me puse a buscar prendas de la colección vieja de ellos. ¡El lío de talles y lo que fue armar semejante cantidad de equipos! A las dos de la tarde, agotada, terminé. Entonces me invitó a almorzar un carpaccio inolvidable. Cuando terminamos me preguntó a qué hotel debía llevarme. Cuando le dije que volvía al aeropuerto porque mi avión salía a las siete casi se muere. Su mujer me invitó a su casa, me duché, y luego derechito al aeropuerto.
-¡Más que una profesión es una religión!
-(LU) Y bueno... siempre hay que sacar las papas del fuego. Pero las satisfacciones son grandes. ¿Quién me quita poder contarle a mis nietos que estuve en lo de Diego Maradona en Nápoles? ¿O la emoción de asesorar a Valeria Mazza en su boda, ir a Milano, elegir el vestido con Giorgio Armani?
-(JL) Más que religión es una pasión. Con Lucía fuimos haciendo camino sobre la marcha. Amar la moda, nutrirse, inspirarse con diseñadores de afuera y los nuestros es maravilloso. Yo no cambiaría por nada del mundo mi carrera. ¿Si se aprende? Claro que sí. Pero también hay un tema de temperamento. A veces me preguntan si existe mucha competencia en este ambiente, especialmente en el universo de las modelos. Y sí, como pasa entre los médicos o los abogados. Pudo haber cositas, pero yo, si una modelo es valiosa, siempre le perdono todo. Nunca me puse muy exigente porque el buen clima para trabajar es una condición. Me ha pasado que lleguen una hora tarde y, por supuesto, no es agradable. Pero si la modelo era la ideal, la que iba a sacar el trabajo adelante rápidamente, no le decía nada. Mi carácter es de crear armonía en el grupo.
-¿Cuál es la estética de hoy?
-(LU) Hace tiempo que se busca salir del molde, del estereotipo de la Barbie. Hay chicas con rasgos fuertes, se ven muchas caras diferentes a las que reinaban en los 90. Y la llegada de las curvy; todo eso es un avance. Hay una mirada más relajada, moderna, inclusiva. Eso sucede en el mundo. Acá siempre vamos más lento, pero la tendencia es esa. Pero si hablamos de la calle... La situación económica no permite lujos así que no podemos deleitarnos viendo moda ni mucha inspiración. Son tiempos difíciles donde no sobra nada. Las chicas no pueden comprar equipazos, apenas unos básicos. Estamos ante un hacemos lo que podemos. No me gusta criticar porque creo que algunas cosas no tienen remedio. Y hay otras prioridades. Con respecto a la estética de transformar caras, de inyectarse sin parar, sí puedo pronunciarme en contra. Se estropean.
-(JL) Es eso que dice Lucía. Hoy se buscan morochas, orientales, pelirrojas, albinas, africanas, chicas del sudeste asiático, y también modelos curvy. Hay mucha gente que se resiste, pero creo que darle cabida a los prototipos de cuerpos diferentes habla de una evolución. Con respecto a lo que se ve en la calle, la verdad es que sí, me deprime bastante. Igual hay barrios. Tiene que ver con el estatus económico. La que sabe de moda y tiene sensibilidad, anda con un lindo pantalón, camisa, mocasín o zapatillas cancheras. No hace falta mucho más ni gastar fortunas. Pero existe un tema de pelos también. Mujeres grandes con rulos largos y pelos amarillos lacios, infinitos. Creo que tiene que ver con la decadencia económica. Las uñas largas puntudas con colores ridículos me parecen de terror: estoy en contra. ¿Que las usa Lali? Sí, pero Lali inventó un personaje. Puedo entenderlo. Supongo que es la invasión de lo latino. Todo esto hace unos años no se soñaba en Buenos Aires.
-¿Cómo?
-(JL) Sé de buena fuente que la gente de C&A Argentina, que estuvo hace unos años en el país, no la pegó con el gusto. La gerente de compras se inclinó por el colorinche, flúo, turquesas, mucha calza, animal print, musculosas. Había comprado para un público latinoamericano. Y acá en ese momento no prendió. Hoy despacharía muy bien.
-Hay todo un debate sobre el estilo de las chicas de los noticieros...
-(LU) Es gente que no tiene por qué representar a la moda, lo que se usa, qué se yo... Una no se pone un traje de baño para ir a una fiesta. Por eso pienso que para decir las noticias tampoco hay que ponerse tan desnudo. Pero no me enoja ni mucho menos. Creo que Josefina lo puede explicar mejor que yo. ¡Ella es buena titulando!
-(JL) Yo solo me pregunto quién los viste, ¡por Dios! Veo todo muy berreta. Hay chicas que hablan del tiempo que están fatales. No s
e dan cuenta que lo que tienen que hacer es comunicar y que el vestuario debe acompañar la confiabilidad que una le otorga. No te digo que vayan corporativos. ¿Pero vieron cómo están las mujeres en la CNN? O en la BBC, la RAI. El corte de pelo de las francesas. Son impecables.
-¿Qué es el estilo?
-(JL) Creo que va más allá de la moda. Es el sello personal que le imprimís a tu manera de vestir. Lo que te distingue del resto y que no está sometido únicamente a las tendencias. Tu plus.
-(LU) Yo no soy de las que te dicen qué básico debés tener en el placard. Ni te voy a taladrar con el vestidito negro, la pollera, la camisa. Creo que es llevar lo que te gusta sin que te pese. Saber mostrarlo. Hay maneras, formas. Pero también existe la libertad. Hay muchas mujeres intuitivas sin receta. A mí no me importa si el pelo es largo o corto. Tampoco creo que la mujer grande debe correr a las tijeras. Con todos esos clichés, yo nada que ver. Si hay estilo y te la bancás, está todo bien. No soy de las reglas.
-¿Y el espanto? ¿El colmo del mal gusto?
-(LU) Hasta en esto conservo cierto humor y tolerancia. Un brillo, un lurex, una plataforma y demás cosas border no me dan miedo, hasta me divierten. En muchos casos, si lo llevan con alegría y determinación, les doy la bendición. Además, en general, me gusta que la mujer sea femenina, sexy. Siempre tiré para el lado más sensual. Cuando hago fotos trato de encontrar la vueltita femenina. No abandono mis gustos, no me doy por vencida. Respeto todo y no le temo a nada. Es más, me llevo muy bien con los bordados, las plumas, el barroco. No esquivo los excesos.
-(JL) Yo soy muy amplia pero no me vengan con esos jeans rotos, a pedazos, en los que aparecen partes de pierna y rodillas. Es increíble porque la gente los paga. Pagan por ropa rota. Es una picardía porque hay un sector de la moda que está buscando cosas nuevas, interesantes, como la tendencia de lo reciclable, lo circular. Me fascina Osklen, Oysho. Hay una tendencia de ir hacia esos lugares. Pero en la búsqueda del impacto, se están cometiendo excesos.
-¿Cuál es la prenda reina?
-(JL) Para mí un vestidito negro. De Pablo Ramírez, Max Mara, Fabián Zitta, Adrián Brown. Me encanta siempre.
-(LU) No tengo el uniforme ideal. Pero supongo que un blazer. Arremangado, canchero. Va con todo. Igual no me ato a nada.
-¿La moda incomoda? ¿La moda hace feliz? ¿La moda es tirana? ¿La moda qué es?
-(JL) La moda es sanadora; doy fe. Por eso hago lo que hago. Hace unos meses tuve un accidente delicado y en la convalecencia, en mi casa, me vestía con la ropa más nueva para verme bien. Soy adicta al shopping. Cuando viajo a Estados Unidos corro al Ross, o al Marshalls (tiendas económicas multimarca) y me vuelvo loca. Todo lo casual que encuentro me lo compro. Con 300 dólares hacés estragos. Después llego al hotel con las bolsas, y ahí me cambio. Me transformo en otra persona. Me produce un humor, una alegría de vivir... Incluso me cambia la silueta, porque compro cosas nuevas. Siempre digo que la moda no es algo exterior sino algo más profundo, porque te reconecta con tu ser. Y su otra función es la de expresar lo que sos vos. La interioridad. La moda no es frívola sino sanadora. Lástima que lo descubrí a los 70. Cuando salí del tema de mi accidente lo primero que hice fue ir a Zara. Tenía que comprarme algo nuevo, mimarme de alguna manera.
-(LU) Estoy de acuerdo con que la moda explica a la persona, habla de uno. A mí también me encanta viajar, comprar, entrar a los H&M y todas las tiendas por departamentos que acá no existen, pero no soy esclava. Me encanta la moda pero no me obsesiona. Además, soy muy baja; vestirme es un tema porque la ropa está pensada para las más altas. Y esto pasa acá y en todo el mundo.
-¿De quiénes se consideran hadas madrinas?
-(LU) Regina Kuligovsky cuenta que todavía se acuerda de cuando la recibí en la editorial. Ella era punk y dice que yo la miré de arriba a abajo, que le hice unas preguntas medio fatales y después la tomé. Otro ahijado es Sergio Lamensa... y hay muchos más.
-(JL) Me acuerdo de las primeras colecciones de Fabián Zitta; yo le hice el desfile y lo orienté un poco, pero después su talento anduvo solo. Hay muchos ejemplos. Pero es gente que ya tenía estrella. Una puede señalar, acompañar, pero los talentosos son ellos.
-¿Arrugas sí o no? ?¿Se vienen las chicas silver?
-(JL) Para mí, cuanto más natural, mejor. Y me gustan las mujeres con canas cuando les queda bien. Las arrugas lógicas en gente cuidada, que demuestra simplemente vida transcurrida, también me gusta. Caras reales, normales. Entiendo que para afianzar la autoestima algunas mujeres necesiten hacerse una cosita. Pero me cuentan los cirujanos que después se hacen adictas. Todo en su justa medida. Y sin obsesionarse por el rictus marcado. Hace un tiempo, Gap sacó mujeres grandes en jeans. Tenían más de 60 y se veían regias. Eso también es agradable y habla de inclusión.
-(LU) Aceptar la edad no significa abandonarse. Hoy hay de todo para estar planchada, pero se logran miradas que parecen sin alma. No me gusta, pero seguro esto seguirá avanzando. Creo que la juventud pasa por otro lado. Personalmente, me siento joven porque no paro. Me hago el brushing yo misma, vivo a las corridas, pateo la calle a pura percha. Mientras haya entusiasmo y ganas una no envejece. La vida y cómo una se ve es cuestión de actitud. Y esto no es un slogan. Lo pienso en serio.
- Producción: Malena Ganfoldi
- Asistentes de producción: Camila Albiaque y Nina Capece.
- Modelos: Victoria Albornoz (Agencia Look1), Pia Exner (LO Managment), Agustina Riadigos (Look1).
- Make-up: Regina Cosmetics, @regina_cosmetics. Asistente: @aldanazanazi.
- Pelo: Florencia Nitto, @flornittomakeup