Cómo la literatura argentina se convirtió en la gran usina para series y películas en streaming
La literatura argentina contemporánea es la gran usina de historias para el nuevo auge de series y películas impulsadas por el streaming. Cómo se trabaja en la trasposición de las obras, qué piensan los autores, por qué es una oportunidad única y cuáles son las polémicas respecto de los cánones actuales de producción
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“Es cierto, podemos decir que hay un nuevo auge de adaptaciones de cuentos y novelas, aunque también tenemos en la Argentina y otros países una tradición importante de adaptación de textos literarios, basta pensar en Leopoldo Torre Nilson, Manuel Antín, Carlos Hugo Christiansen, la adaptación reciente de Zama, de Lucrecia Martel, María Luisa Bemberg (De eso no se habla), las películas de Lucía Puenzo o de Martín Rejtman sobre sus propias novelas, Daniel Rosenfeld (Cornelia frente al espejo), el propio Sebastián Schindel, que antes de adaptar mis novelas (Una madre protectora y La muerte lenta de Luciana B.) había hecho El patrón (sobre la historia homónima de Elías Neuman) –detalla el escritor Guillermo Martínez–. Se me ocurren tres motivos principales: la necesidad de las plataformas de generar contenidos, que se corresponde con una ampliación del mercado audiovisual; la posibilidad tentadora de poder llegar con esos contenidos a todo el mundo, a través de las redes; la facilidad contemporánea para coproducir parcialmente con otros países; y finalmente, pero creo no menos importante, el abaratamiento de equipos de filmación, que permiten prescindir de la estructura absorbente y de pocos jugadores que eran los estudios y los grandes sets habituales”.
El crecimiento exponencial de las plataformas de streaming generó, en palabras del productor Diego Dubcovsky, “una necesidad de proyectos a los que no estábamos acostumbrados. Hay que entender que por cada serie o película que las plataformas producen, se desarrollan otros diez proyectos que no se concretan –apunta–. Es por eso que los productores y creadores recurren a la literatura. No hay tiempo para encarar tantos proyectos originales”. En este sentido la escritora y también guionista Claudia Piñeiro se detiene en el funcionamiento, o como ella dice, en la “mecánica de funcionamiento de un productor. A la hora de vender una idea, hay que trazar un camino, un tratamiento, un guion y un libro, muchas veces, es una especie de atajo, presentás la sinopsis de la novela, del cuento, del relato y si les interesa, recién ahí empezás a trabajar en el guion, a definir el proyecto. También ocurre que son las mismas plataformas las que salen a la búsqueda y compran los derechos de los libros. De hecho, tengo varios títulos vendidos, pero no sé si todos verán la luz (por lo pronto ya están confirmadas la realización de Catedrales en manos del equipo de Sebastián Ortega y Pablo Cullel con guion de Silvina Fredjkes y la producción para Netflix de Elena sabe y Las maldiciones). Una novela es mucho más fácil de vender que una idea original y esta me parece que es una nueva manera de concretar proyectos”.
La productora Vanessa Ragone, de Haddock Films, que trabajó en las adaptaciones de El secreto de sus ojos (sobre la novela de Eduardo Sacheri), Las viudas de los jueves y Betibú, de Piñeiro, entre otras, reconoce “que hay quienes compran los derechos por las dudas, como un seguro; incluso títulos que no se editaron, pero que tienen un nombre conocido detrás. También es cierto que esto no es algo nuevo, que los grandes estudios solían hacerlo, lo que ocurre es que hoy el streaming tiene otro nivel de producción, de realización y en este sentido es más fácil que acepten la idea de trabajar en la adaptación de un libro que sobre un guion original, por lo menos, es más fácil en cuanto a negociación se refiere. Porque ahí ya tienen varios puntos a favor si es un texto muy vendido, si el autor es conocido, si la obra ganó premios, en cuántos idiomas se tradujo... Es una manera distinta de encarar un proyecto que el de un guion original”, reflexiona Ragone y anticipa que está trabajando en Las extranjeras, de Sergio Olguín, con Warner y HBO, producción que se encuentra en etapa de desarrollo de guion.
Un punto a destacar es el gran momento que está atravesando la literatura argentina contemporánea y en esto se detiene el director y guionista Fernando Salem: “Hay una efervescencia de librerías independientes con curadurías excepcionales, de nuevos autores y autoras, de proyectos que acercan a nuevos lectores y lectoras, podcasts, suscripciones literarias mensuales con novedades, editoriales independientes fantásticas. A quienes nos dedicamos a narrar o a escribir en formato audiovisual nos nutre mucho ese universo. No solo por las historias, sino también por la riqueza de tonos, las voces, la estructura, el tempo, los temas y la impronta que las autoras y autores le imprimen a sus obras”.
En los últimos años muchas obras argentinas fueron reconocidas con diversos premios internacionales y llegaron a instancias decisivas a galardones de prestigio como el Booker Prize Internacional que en 2017 tuvo entre sus finalistas a la escritora Samanta Schweblin, por su obra Distancia de rescate; en 2020, Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, figuró en la lista corta, y en 2021 fue el turno de Mariana Enriquez por el libro de cuentos Los peligros de fumar en la cama. Traducciones que llamaron la atención en medios como The New York Times o The Guardian y aseguraron un recorrido por diversos países y, como era de esperar, un paso asegurado a la producción audiovisual. Distancia de rescate ya tuvo su estreno en Netflix, dirigida por Claudia Llosa y con guion que coescribió la propia Schweblin. Mariana Enriquez, por su parte, dio la noticia en un tuit que el cuento que da nombre al libro Los peligros de fumar en la cama será dirigida por la inglesa Prano Bailey-Bond. Para la cineasta, el relato de Enriquez es “una increíble, provocadora y relevante historia con una energía feroz en su corazón”, dijo a Variety.
Fue también por la red del pajarito que Cabezón Cámara anunció la llegada de la china al cine de la mano del director mendocino Alejandro Fadel. “Estamos trabajando a cuatro manos con Agustina Llambi Campbell, mi amiga y productora –cuenta Fadel–, y se trata de una experiencia enriquecedora. Es un gran desafío partir de ese texto lleno de potencia, de lírica, de desparpajo y de política y tratar de llevarlo a imágenes. Supongo que el mayor desafío es estar a la altura para hacer rimar el lenguaje cinematográfico con el universo y las palabras milagrosas de Gabriela”. Aún sin fecha de rodaje, fueron a la búsqueda de lo que esconde el libro en su centro. “Con una noción de género y especismo alucinada y alucinante, la novela logra disolver, y por momentos dinamitar todos las convenciones y legados de ese país que construimos. Y así entonces nos podemos permitir poder pensar nuevas maneras de relacionarnos entre los hombres como sociedad y entre los hombres y la naturaleza como ecosistema político. ¿En qué momento Argentina decidió ser la Argentina que nos atraviesa hoy? Todo esto que Gabriela se pregunta sin nombrarlo, recurriendo al artificio, la aventura y el erotismo, es lo que mueve nuestra carreta hacia una futura película”.
Las dos últimas películas seleccionadas para representar al país en la carrera de los Oscar y los Goya tuvieron como fuente de inspiración obras literarias: El prófugo, de Natalia Meta, protagonizada por Erica Rivas tomó como punto de partida El mal menor, la novela de C. E. Feiling, y Las siamesas, de Paula Hernández, se inspiró en un cuento de Guillermo Saccomanno para narrar esa simbiosis entre madre e hija, en la piel de Rita Cortese y Valeria Lois. “Me gusta que la obra sirva de disparador para explorar los universos que ofrece el relato –subraya Hernández, cuya película compitió como mejor film iberoamericano en los Goya–. Ahora estoy sumergida con Leonel D’Agostino en la adaptación de El viento que arrasa, la novela de Selva Almada. Como espectadora me interesan mucho más esos films que no buscan ser absolutamente fieles, sino que se permiten proponer esa mirada que uno tuvo en la intimidad de la lectura”.
A diferencia de Las siamesas y de Un amor (basada en un cuento de Sergio Bizzio) que adaptó junto a D’agostino, la realizadora confiesa que El viento que arrasa llegó a sus manos por uno de los productores. “Construimos la historia a partir de la mirada de Leni, la hija adolescente del reverendo Pearson. Toda esa vivencia, ese viaje que Selva cuenta en flashback lo llevamos al presente. Allí está Leni en pleno viaje cuando el automóvil se descompone y se topa con el Gringo Brauer y su hijo. Me gusta la idea de contar la historia desde la mirada femenina, de una adolescente que intenta romper con esa forma de ver el mundo. Apenas inicié el proyecto, le escribí a Selva para contarle que estaba trabajando en la historia. Siempre fue muy amorosa y generosa con las dudas que surgieron en el camino. Desde el vamos, aclaró que no quería estar en el proceso de trabajo, lo que me pareció muy bueno, porque uno en cierta forma traiciona a la obra”.
Sensaciones mezcladas de curiosidad, extrañamiento “y por qué no decirlo, temores –resalta Guillermo Martínez–. Me pregunto cómo se verá aquello que imaginé con tantos detalles, que parecían todos necesarios, a través de la mirada de otro, que forzosamente elimina, amputa, transforma, toma algunos pasajes para enfatizarlos y deja de lado tantos otros. Creo que con lo que un escritor sufre más son con los diálogos, que en el cine en general deben reducirse, con razón casi siempre. También el casting es una caja de Pandora”, comenta el autor de Crímenes imperceptibles, cuya adaptación llegó a los cines dirigida por Alex de la Iglesia, con Elijah Wood y John Hurt.
Este año, se conocerá La ira de Dios, dirigida por Sebastián Schindel, basada en La muerte lenta de Luciana B. “Con Sebastián nos hicimos amigos a partir de la adaptación de mi nouvelle Una madre protectora (la película se llama El hijo). A mí me había impresionado mucho El patrón y sugerí su nombre para la adaptación; él había leído también algunos de mis libros y se sentía muy afín a los mundos de mis novelas. Trabajamos juntos con Leonel D’Agostino (quien había adaptado para la TV Pública Los siete locos, de Roberto Arlt) y los productores Hori y Esteban Mentasti. Fue una experiencia muy interesante y quedé muy feliz con la película. Para La muerte lenta... Sebastián tenía una idea formada para el tratamiento y escribió el guion. yo solo di algunas opiniones al leerlo”.
Fue Las viudas de los jueves, en 2009, la primera novela de Claudia Piñeiro que llegó a los cines. “Me encanta ver mis obras adaptadas –reconoce la autora– verlas representadas, revisitadas, es una manera de encontrar la lectura del otro. El texto crece con la mirada del director, con la interpretación de los actores, con el aporte de cada uno de los que están en el equipo de producción de una película, de una serie de una obra de teatro. Pensemos que esto no deja de ser una lectura más, una de las tantas otras lecturas que se producen en las cabezas de los lectores. La diferencia es que acá la conocés, ves lo que les pasó con el texto. Siempre leo los guiones –aclara–, pero no para aprobarlos, salvo que tengan un cambio radical desde el punto de vista ideológico, sino para hacer sugerencias, alguna que otra observación”.
El productor Diego Dubcovsky no duda: “Cuando el vínculo entre el autor y los cineastas es de colaboración y los egos están acomodados, el proceso de creación es inigualable. Todas las experiencias de adaptación de obras literarias de las que participé fueron exitosas y placenteras. Recuerdo Tesis sobre un homicidio (2013), dirigida por Hernán Goldfrid y basada en la novela de Diego Paszkowski; Un año sin amor (2005), que tomó la novela homónima de Pablo Pérez, dirigida por Anahí Berneri; Dos hermanos (2010), de Daniel Burman, basada en la novela de mi hermano Sergio Dubcovsky, publicada originalmente con el título Villa Laura...”. Actualmente, Dubcovsky está trabajando en la adaptación de la novela de Camila Fabbri El día que apagaron la luz. “Se trata de una versión muy libre que va a dirigir y protagonizar Camila. Pensamos rodar el segundo semestre de este año”.
En esta nueva era de producción, de voracidad por encontrar historias, es necesario hacer hincapié en cómo la pandemia modificó la manera de producir en el mundo, la formar de acercarse a los más diversos materiales que hoy más que nunca no conoce fronteras. “Me atrevo a decir que, en principio, la pandemia cambió la forma de distribución –puntualiza Dubcovsky–. Cuando las salas del país estuvieron cerradas, comenzamos a estrenar directamente en plataformas. Cine.Ar fue la gran protagonista de casi todos los estrenos argentinos 2020/2021. Por otra parte, la nueva gestión del Incaa no modificó el plan de fomento ni actualizó los subsidios en los últimos dos años. Esto generó una crisis muy grande del sector y muchos productores comenzaron a producir a demanda de las plataformas. Este escenario pareciera que no va a cambiar en el corto plazo. El aspecto negativo es que son solo cinco o seis personas, los gerentes de las plataformas, las que deciden qué películas se van a producir; además de que los derechos de propiedad intelectual quedan en cabeza de las plataformas. Considero que hay una pérdida de patrimonio cultural irreparable”.
Día tras día hay novedades referidas a proyectos que alientan a lectores y autores. En su cuenta de Instagram Federico Jeanmaire contó muy entusiasmado: “Amores enanos no va a ser serie, va a ser película”. Dolores Reyes aun no sale de su asombro respecto de todo lo que ocurre con su novela Cometierra, que sigue cosechando premios en diversos puntos del planeta e incontables traducciones y que ya tiene asegurada una serie de ocho capítulos para una plataforma. “No puedo adelantar demasiado –aclara–. Hay un equipo de escritura con argentinos y de otros países. Superviso el material, me mandan los guiones, los tratamientos, participo a veces de los zoom del equipo. Sugiero cosas, pero después lo que hagan ellos con las devoluciones que les hago es otra cosa. Es un proceso raro. Sinceramente con Cometierra pasé por todos los estadíos, jamás hubiera imaginado que lo que comenzó como un ejercicio en un taller literario se transformara en una novela, se leyera en otras lenguas y ahora se transformen en una serie”. La lista pareciera no tener fin: a la ya nombrada El viento que arrasa de la autora entrerriana se suman Chicas muertas y Ladrilleros; de Gabriela Cabezón Cámara se conocerá también La virgen cabeza; de la cordobesa Camila Sosa Villada se adaptará su exitazo Las malas, y de Pedro Mairal se estrenará La uruguaya, que se filmó con un particular modo de financiamiento a través de la flamante Orsai Cine.
“Creo que la aspiración de cualquier escritor es tener sobre todo lectores de su obra y, mejor todavía, si son buenos lectores. La adaptación es siempre de algún modo obra de otros”, reconoce Guillermo Martínez y a modo de cierre confirma que dos productoras con mucha trayectoria, una británica y la otra canadiense, están trabajando en la transposición a serie de Crímenes imperceptibles y Los crímenes de Alicia y que Jorge Caterbona dirigirá Un gato muerto. “Quedé muy contento porque es un guion muy cercano al cuento original, pero con buenas ideas añadidas en torno a imágenes y giros para acentuar el clima de horror”.