Según la leyenda, un padre italiano detuvo un malón en el siglo XIX tras hablar con el cacique mapuche Calfucurá; el artista Luis F. Benedit la rescató en una obra que ahora ilustra la tapa de un libro
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Cuenta la leyenda que un malón amenazaba la naciente población de 25 de Mayo en octubre de 1859. Apenas un mes después de que naciera allí Carmen Fernández Serantes, prima hermana del célebre Macedonio. El padre Francisco Bibolini, de origen italiano, decidió entonces salir al encuentro del temido cacique mapuche Calfucurá, abuelo de Ceferino Namuncurá.
“No sabemos de qué hablaron, ni en qué lengua lo hicieron, pero el resultado fue que los indígenas entraron al pueblo en paz, fueron recibidos con notable generosidad, pernoctaron y salieron tan en paz como habían entrado”, escribe Alejandro Manara en Benedit a contrapelo, libro publicado por El Ateneo. Y agrega que “es difícil establecer” si, de no haber sido por aquel diálogo, la pequeña Carmen hubiera sobrevivido para casarse casi tres décadas después con el abuelo paterno de Luis Fernando Benedit.
En el siglo siguiente, este último recrearía esa escena en El pacto Bibolini-Calfucurá (1994), acuarela que ilustra ahora la tapa del libro de Manara. Una publicación dedicada a la vida y obra de “Tatato”, artista polifacético que indagó “el lugar que puede tener el arte en la identidad de un país”.
Difícil tarea, a la que Benedit se abocó con pasión desde niño. Así lo demuestran los dibujos y acuarelas que realizó desde los nueve años, registrando paisajes y costumbres durante los veranos en el campo. En esos cuadernos, según Manara, “se comienza a entender el sentido” de lo que vendrá.
No será poco. A las obras inspiradas en los pueblos originarios y los gauchos, con referencias a los primeros pintores viajeros y a artistas como Florencio Molina Campos, se sumaría una carrera internacional iniciada en los años 60 en Europa. Si bien trabajó como arquitecto, profesión que lo llevó a colaborar con Jacques Bedel y Clorindo Testa en la remodelación que dio origen al Centro Cultural Recoleta, el autor recuerda que “lo que más le interesaba era encerrarse en el estudio a pintar”.
Claro que no era lo único que hacía. Exploró además el cruce entre arte y ciencia en hábitats para organismos vivos como Microzoo, Biotrón -que alojó abejas en la Bienal de Venecia- y Fitotrón -exhibido en el MoMA y presente en la colección del Malba-, y otras obras conceptuales con las que participó del célebre Grupo de los 13, premiado en la Bienal de San Pablo. Cuando murió, en 2011, se disponía a mostrar su legado como diseñador. Otra faceta de un artista formado en una cultura compleja, con múltiples caras, cuyo origen indagó.