Coleccionista argentino. Su obsesión por las zapatillas de las tres tiras lo llevó a conocer a Noel Gallagher
Cristian Damiani es uno de los coleccionistas más reconocidos en el universo Adidas internacional. Como buen hincha del Rojo, con el músico de Oasis compartió charlas sobre el Kun Agüero
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Nacido y criado en Avellaneda, a pasos del estadio de Independiente, Cristian Damiani desbloqueó su propio nivel de coleccionista serial. Lo suyo siempre fue el fútbol y el deporte. Desde chiquito iba con su papá y su abuelo a ver al Rojo. Pero no miraba solo el partido, sus ojos hacían foco en la indumentaria. Camisetas, botines, el conjunto que usaban los suplentes y el cuerpo técnico. La fascinación por Adidas nació en la cancha y lo acompaña desde que tiene memoria. Hoy, a los 47 años, el diseñador gráfico, papá de dos varones y familiero hasta la médula es uno de los coleccionistas de zapatillas argentinos más reconocidos en el universo Adidas internacional.
Fanático de los modelos vintage de los años 80 atesora pares originales, piezas únicas, discontinuadas o muy difíciles de conseguir. Esta suerte de obsesión serial por las Nueva York, Micropacer, Japón, Rekord o Silver Wind lo llevó a conocer a Noel Gallagher y formar parte del documental que el equipo de Adidas Spezial realizó en Buenos Aires, en 2014, en la icónica tienda de Mataderos que resiste el paso del tiempo. En el santuario de reliquias que custodia Carlos Ruiz desde tiempos inmemoriales Cristian dio su testimonio para la línea creada en el Reino Unido con el objetivo de reeditar viejos modelos. Como amigo de la casa y sobre todo, como experto en aquellos modelos que hoy ya son de culto. “Tan solo pasar la puerta del local (en Emilio Castro al 7300) te transportaba a 1980. Un viaje tremendo en el que conocí a Gary Aspden, diseñador y curador de la firma y a Ian Brown, de Stone Roses, un tipo espectacular. Después del rodaje del documental comimos empanadas en un boliche de Mataderos. Me queda la humildad de toda esa gente, las charlas con Gallagher sobre el Kun Agüero”, dice con cierta melancolía.
“Ahí estaban todas las zapatillas que siempre quise tener de chico, pero no me podía comprar. Con Carlos ahora somos amigos, está grande y lo cuido mucho. Y cada vez que llegan productores del extranjero asumo el rol de manager, hasta abro la tienda”, apunta Cristian, que siente que esta tienda es uno de sus mejores lugares en el mundo. Allí ordena las cajas con la precisión de un cirujano y la delicadeza que merecen las joyas de colección.
Su casa también adquirió el formato de un museo, un auténtico búnker donde las cajas de zapatillas están perfectamente apiladas de piso a techo, rotuladas, y en perfecto estado. Son más de 150, aunque Cristian perdió la cuenta. “No se trata de la cantidad sino de la calidad, de lo que representa cada una en mi vida”, revela. Como el coleccionismo no tiene límites, Cristian diseñó su propio mobiliario para contener esos tesoros de tres tiras y cordones rectos, parejos. “Soy un tanto obsesivo con los cordones, si se enroscan o se doblan no aguanto verlos ni un segundo así. ¿Será un TOC?”, se pregunta.
El año pasado Cristian cumplió uno de sus sueños. Lo invitaron al evento de inauguración de la tienda Adidas en México, la más grande e importante de la región. Llegó en calidad de experto y volvió con la agenda recargada de contactos y nuevos amigos, coleccionistas como él de todo el mundo, que formaron una comunidad donde cruzan datos, consejos y comparten descubrimientos. En la valija también se sumaron unas Adidas Orinoco, una colección diseñada en colaboración con la Taquería Orinoco, de Monterrey. El diseño exclusivo que se agotó en el día integra la campaña “Adilicious” que pone en valor los restaurantes típicos de distintos países. El detalle: los cordones llevan estampados los tacos y salsas que ofrece el menú: Chicharrón, trompo y res, entre otras. Las recibió de primera mano de Allan Castro, uno de sus ídolos –además de Burruchaga y Bochini, cracks de Independiente--. Castro es brand manager de la firma en México y participó de la cocina de la colección inspirada en Game of Thrones.
En el corazón de Polanco, Ciudad de México, Cristian dispuso de un espacio en la flamante tienda Adidas Masaryk donde explicó el arte de reconstruir piezas sueltas, todas originales. Porque el universo de la compilación de calzado es híper detallista: los coleccionistas distinguen a la perfección una suela o lengüeta originales, y conocen las técnicas para ensamblarlas a la perfección.
“Fue inolvidable el viaje, hasta me reconocían por la calle”, dice orgulloso Cristian, que por primera vez se subió a un avión. La ocasión ameritó soñar en grande: Ahora su meta es conocer el museo de Herzogenaurach, al sur de Alemania, donde la firma tiene sus oficinas centrales. “Por ahora tengo los guantes que me enviaron otros fanáticos para que palpite esa emoción. Son los que usan para desenvolver modelos únicos”, dice orgulloso. En Instagram es @frain, la cuenta seguida por más de 10 mil fans que acompañaron paso a paso las alternativas de la travesía que lo posicionó en el lugar soñado.
El primer par que su mamá y su papá le compraron con esfuerzo en el emblemático local de deportes Galván fueron unas Adidas Rom, de cuero blanco. Tenía 10 años, pero aún recuerda cómo se las probó y saboreó cada instante en el local de deportes Galván, un clásico de la Avenida Mitre, en Avellaneda. “Ese día lo tengo grabado. El cartel del negocio tenía el formato del escudo de Independiente porque Rubén Galván fue un histórico jugador del club. Y después nos hicimos amigos, me pasaba horas mirando esa vidriera. Las jugueterías no me llamaban la atención”, apunta el coleccionista, cuya información en el perfil digital reza: “Adidas Collector UK 9 / Conocedor/ Info de nuevos lanzamientos/ Vintage/ Contenido diferente”. UK 9 no es un código secreto, sino simplemente su número de calzado y un guiño a la comunidad. “Cuando me robaron un par muy querido un coleccionista se enteró y me envió la caja a casa. Hay mucha solidaridad”, reconoce Damiani.
Lejos de promover el afán por acumular zapatillas, Cristian le baja línea a sus hijos, Lucio (11) y Andrés (6). “Me preguntan si pueden elegir otras marcas y por supuesto que les digo que sí, en la medida de las posibilidades. Que tengan la libertad de usar lo que ellos quieran”, aclara. Además de zapatillas, Cristian colecciona objetos, publicidades que recortaba de la revista El Gráfico, cordones especiales y todo tipo de “chiches”. Y se viste, obviamente, con remeras y ropa deportiva de la firma alemana. Solo hizo una concesión, la única de su vida. El día del casamiento, en 2005, su esposa Gilda le pidió que acompañara con zapatos de vestir el traje de novio.
“Ahora está de moda usar zapatillas en todo tipo de ocasiones. Pero en la época que estudiaba diseño en la FADU UBA no era para nada común. En una de mis mejores entregas respondí la consigna de representar un momento de felicidad con zapatillas. Y los profesores me preguntaron si estaba bien…”. Pero Cristian estaba bien. Alineado con una pasión de tres tiras que forma parte de su adn y de la que ya no puede separarse. “Es una forma de vida”, remata.