Cien años de Fervor de Buenos Aires, el libro de poemas de Jorge Luis Borges que abrió todos los caminos del gran autor argentino
Pulsiones juveniles, aprendizajes literarios y una oda a la ciudad en la madre de toda su obra
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“Acabo de desembarcar en Dársena Norte y ahí está Macedonio Fernández esperándonos”, recuerda Jorge Luis Borges su regreso al país, en 1921, tras su paso por Europa. Se lo cuenta a Antonio Carrizo, en una de las míticas entrevistas para Radio Rivadavia.
–”Norah dice: ‘Qué bajita es Buenos Aires’”, agrega Carrizo.
–”Norah dice eso y ahí yo plagio toda mi literatura, que desde luego está en sus grabados de madera y en sus cuadros antes que en los poemas. Esa visión significada de Buenos Aires con una serie interminable de casas bajas, con azoteas, patio, la puerta de calle, la puerta cancel, el aljibe… todo eso simplificado lo recibo como una revelación…”.
La ilustración de una esquina de casas bajas, ornadas de columnas, balaustradas, rejas y baldosas ajedrezadas; arriba y al fondo, un sol bajo, que no parece producir sombra alguna, si se exceptúa un pequeño rincón en el margen derecho, ocupa tres cuartos de la tapa de la primera edición de Fervor de Buenos Aires (1923). “El trabajo de Norah (el grabado carece de firma) constituye no sólo un hito en su ya entonces larga trayectoria vanguardista, sino que denota la mutua comprensión e influencia entre los hermanos –describe el investigador Carlos García en el estudio La edición princeps de Fervor de Buenos Aires–, y funciona como compulsivo paratexto, definiendo ya desde antes de la lectura del nombre del autor y del título, constreñidos al cuarto inferior, a qué parte de ‘Buenos Aires’ se dedica el ‘Fervor’”.
En el catálogo de la muestra que el Museo de Bellas Artes le dedicó a la artista y hermana del célebre escritor, en 2019, en un fragmento del texto Hora y media con Norah Borges, de Juan Manuel Bonet, puede leerse: “Fue entonces cuando mi hermano y yo descubrimos Buenos Aires, sus casitas antiguas, sus zaguanes, sus patios. Vivimos un proceso paralelo. Nos gustaban las mismas cosas. Las mismas, excepto los compadritos, que a mí nunca me han gustado. Además de la cubierta de Fervor de Buenos Aires, hice un grabado en madera para la revista mural Prisma, que mi hermano y otros ultraístas pegaron una noche por las paredes de toda la ciudad”.
A 100 años de su publicación, Fervor de Buenos Aires ocupará un lugar central en la nueva edición de la Feria Internacional del Libro [del jueves 27 de abril al lunes 15 de mayo], con invitados nacionales e internacionales, algunos de ellos consultados para esta nota, analizarán y resignificarán el primer libro publicado por el joven Jorge Luis Borges, de 23 años.
Con un ejemplar en sus manos, Alejandro Vaccaro, biógrafo y coleccionista de Borges, actual presidente de la Fundación El Libro, celebra el fervor que se vivirá en las próximas semanas. “Cuando murió su madre, doña Leonor Acevedo [en julio de 1975, a los 99 años] una mujer comentó que era una pena que a doña Leonor le faltara poco para llegar viva a los 100. Borges la miró extrañado y le contestó: ‘Me parece que exagera usted el prestigio del sistema decimal. Qué fijación’. Y aquí estamos nosotros como fieles devotos del sistema decimal, los 100 de Fervor... –dice con humor Vaccaro, quien acaba de lanzar por Planeta una biografía dedicada a Borges–. Habrá charlas, encuentros, homenajes, una muestra donde se exhibirá la poesía de aquellos años de Borges, incluso algunos poemas inéditos, precursores de Fervor, como el que publicó en la revista Grecia, de España, el 31 de diciembre de 1919, ‘Himno del mar’ y que se podrá ver en el stand de la Sociedad Argentina de Escritores [entidad que también preside Vaccaro]”.
En una gran mesa, el hombre que es uno de los mayores coleccionistas del mundo de la obra del autor de Ficciones, saca cuidadosamente un ejemplar de Grecia, aquel de 1919,que está guardado junto a manuscritos y otras revistas que publicaron a Borges en esos primeros años.
La Autobiografía de Borges es “la fuente de donde proceden casi todas las leyendas surgidas alrededor de la primera edición de Fervor de Buenos Aires –destaca el investigador Carlos García desde Hamburgo, Alemania–. Puede mostrarse que mucho de lo que Borges afirma allí es un error de memoria, cuando no una impostura. En un pasaje, afirma, por ejemplo: ‘Escribí los poemas en 1921 y 1922, y el volumen salió a principios de 1923′. No fue así. Por el contrario, algunos surgieron en fecha tan temprana como 1914, otros en 1919 y 1920. Fervor se publicó en julio de 1923. Igualmente, incorrecto es que Borges hubiera planeado sólo dos libros antes de Fervor, fueron al menos tres (Ritmos rojos, Los naipes del tahúr, Crucifixión del sol), probablemente cuatro (Montañas de gloria), y quizás seis (dos innominados, uno de crítica y otro de versos), según se interpreten los testimonios subsistentes”.
En la entrevista mencionada con Antonio Carrizo, Borges dijo refiriéndose a su primer libro: “Realmente fue el cuarto, porque yo destruí tres libros anteriores, que eran aún peores. Mi padre me dijo que no me apresurara a publicar, pero cuando tuve los manuscritos de Fervor de Buenos Aires se los mostré y él me dijo: ‘Sin duda yo podría corregirlos porque están llenos de errores, pero no creo que nadie pueda ayudar a nadie, creo que vos tenés que salvarte personalmente’. Él no quiso corregir el libro, yo lo publiqué y después de su muerte descubrimos que tenía un ejemplar que yo le di, en el cual había composiciones enteras tachadas, adjetivos tachados. Luego, yo usé esa edición corregida por él para la reedición que hizo la editorial Emecé. Los poemas que él había tachado, los omití. Creo que en ese libro hay un solo poema bueno que, ya es mucho que haya en un libro, un buen poema y ese poema está dedicado a Haydée Lange, que era la mujer más linda de Buenos Aires. Claro que nadie conoce a todas las mujeres de Buenos Aires, pero tenía esa fama. El poema se titula ‘Llaneza’ y creo que es el primer poema de veras que yo escribí. Los demás son meros juegos verbales, lejanos reflejos de Lugones”.
Annick Louis, doctora de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París y la Universidad de Reims, una de las invitadas a la Feria del Libro, analiza que el trabajo de selección de sus textos es más significativo en Borges que la reescritura o recorrección. “Todos los poetas y escritores corrigen sus obras cuando las vuelven a publicar. Lo que es específico de Borges es que su carrera está marcada por momentos de construcción y reconstrucción de su obra, mediante los cuales crea un marco para la lectura de sus poemas, ensayos y cuentos que les otorgan un nuevo significado. El caso de Fervor es particular dentro de este vasto proceso de selección, que se vuelve visible en varios momentos, en especial cuando publica sus primeras Obras completas en Emecé, en 10 volúmenes, entre 1953 y 1960; Fervor es particular porque, paradójicamente, es el punto de culminación de una etapa y el momento en que comienza una nueva: Borges descarta una importante producción poética, vinculada en su mayoría con los movimientos de vanguardia histórica, retomando solamente unos pocos poemas publicados en revistas como Cosmópolis (‘Arrabal’) o Ultra (‘Sala vacía’), de Madrid, y otros de la primera Proa (‘La noche de San Juan’, ‘Forjadura’); los poemas que figuran pueden, efectivamente, relacionarse con lo que seguirá, es decir los reunidos en Luna de enfrente y Cuaderno San Martín. Este movimiento de selección puede verse como una ruptura con las vanguardias poéticas, que en Borges es, y esto también es paradójico, simultáneo a su participación en las vanguardias, como lo vemos en una serie de ensayos en que cuestiona el procedimiento básico del ultraísmo, la metáfora. Sin embargo, en la historia de Borges como escritor y en la historia de la literatura argentina hoy se considera que este primer poemario marca el comienzo de su carrera”.
Asimismo, Valerie Miles, editora, escritora, profesora, investigadora y cofundadora de la revista Granta en español, que también estará presente en la feria, destaca que en Fervor “vemos detalles de la vida del poeta joven, sus años de formación, tan fundamentales y que persisten a lo largo de su vida artística. Me encanta leer cómo intenta parecerse lo máximo posible a su admirado Walt Whitman en ‘Himno del mar’: ‘Yo he ansiado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas que gritan...’. Pero luego deviene ‘del Mar cuando el sol en sus aguas cual bandera escarlata flamea’. Aquí se ve la influencia ultraísta que tanta vergüenza le dará años después. Pero ahí vemos el aprendizaje, la búsqueda de su poética esencial. Está el poeta enamoradizo, que describe su corazón como una cuerda de guitarra que vibra. Qué acertado escribir esa línea estando en Sevilla. Como diría [Ralph Waldo] Emerson, Fervor es una bellota de donde nacen los mil bosques de Borges. Aunque Borges mismo lo dice en el prólogo de la edición de 1969: ‘(...) Aquel muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente el señor que ahora resigna o corrige’. Es un ciclo inicial y fractal. Aquí está el joven siendo joven y que de mayor se avergüenza, pero no reniega esta exploración juvenil, la pulsión que sentía y que le guiaba ya desde entonces hacia la magia del lenguaje”.
“Agregaría que las correcciones y rearmado del volumen en sus diferentes versiones posteriores a 1923 (Poemas de 1943, en particular), apuntan, precisamente, a despegar a Fervor de la categoría poesía de juventud –comenta Annick Louis–, una categoría que correspondería a lo que Borges identifica ya en los años 20 como un modo de perdurar como un ejemplo en la historia literaria, mientras que él aspiraba a perdurar por el valor estético y fundacional de su obra. Hay que tener en cuenta que la suya es una carrera muy larga. Ya en la época encontramos una oposición muy tajante entre un Borges poeta, reconocido por haber logrado una poetización de la ciudad de Buenos Aires, un Borges que es muy argentino, y su narrativa, que aparece inmediatamente como desarraigado de su contexto nacional, y que propone una narrativa universal. Se aclama al Borges poeta, pero se critica o se ignora al narrador, percibido como extranjero al país”.
El traductor bengalí Razu Alauddin, que será también parte de la celebración en la Feria, considera que “el Borges joven de Fervor es también un Borges del futuro escondido en el gesto. Y ese joven Borges predijo lo que hará. Su primer libro está pintado con nacionalismo, criollismo y color local. Pero debajo de todo esto hay un susurro de eternidad, de universalidad. En este sentido, este primer libro es la madre de todos los libros que escribió. Fervor fue un presagio del futuro Borges. Por lo que tiene la misma importancia que la obra futura de Borges. ‘Las Calles’, ‘Un patio’, ‘La rosa’, ‘Final de año’, ‘Arrabal’, ‘Amanecer’, ' Benarés’, son los poemas donde menciona ideas que se encontrarán en sus obras posteriores. Su obsesión por Buenos Aires, el tiempo y el espacio, la filosofía, Shopenhauer, Berkeley, los sueños y Oriente, está presente en el libro que vio nacer a uno de los escritores más importantes”.
De las revistas al libro
“El invierno de 1919-1920 lo pasamos en Sevilla, donde vi la primera publicación de un poema mío. Se llamaba ‘Himno del Mar’ y apareció en la revista Grecia en el número del 31 de diciembre de 1919. Hoy, difícilmente pienso en el mar. Años después, cuando tropecé con la frase de Arnold Bennett ‘grandioso de tercera categoría’ , comprendí inmediatamente lo que quería significar. Y, sin embargo, cuando llegué a Madrid pocos meses después, como éste era mi único poema impreso, la gente me consideraba un cantor del mar”, escribió Borges en sus memorias. La revista Grecia se editaba en Sevilla y su director era el poeta Isaac del Vando-Villar.
“Esta etapa de su vida fue crucial, ya que comenzó a ver su producción reflejada en las páginas de las revistas más representativas de entonces, sus contemporáneos lo consideraban como uno más entre ellos”, señala Vaccaro, con varias de esas revistas sobre su mesa. En el número 39 de Grecia, que apareció el 31 de enero, el joven autor escribió sobre aspectos de estética de la literatura. “Es el primer texto donde Borges realiza una encendida defensa del ultraísmo –resalta Vaccaro–y donde demuestra ya una sólida honestidad intelectual, en sus palabras da muestras del convencimiento que tenía sobre las virtudes de la estética que en ese entonces profesaba”.
Su padre, Jorge Guillermo Borges, financió la publicación de los 300 ejemplares de Fervor de Buenos Aires. La edición princeps de 1923, sin editor, no contó con páginas numeradas ni prólogo ni índice, y se deslizaron algunas erratas. Imprenta Serantes fue la elegida. Por aquellas mismas máquinas pasaron varias revistas, entre ellas, la pornográfica Mimí.
La anécdota más conocida relacionada con la publicación de Fervor es, quizás, “la que relata el mismo Borges –señala Carlos García, el investigador que en las próximas semanas publicará Borges, Sureda, Ramón. Mallorca, 1920-1931 (Renacimiento) y Borges, del Ultraísmo al arrabal. La edición princeps de Fervor de Buenos Aires, 1923 (Alción Editora) –. Para hacer propaganda a su libro, pidió permiso a uno de los fundadores de la revista Nosotros para introducir ejemplares en los bolsillos de los sobretodos de quienes visitaran la redacción. Ignoro si es verídica o no; sólo hago constar que no ha sido confirmada por nadie, ni en los años 20, ni de allí en adelante. Pero, de un modo u otro, sería injusto reducir el papel de Nosotros a ese truco. Borges tuvo no uno, sino cuatro aliados en la redacción de la revista. El primero y más importante fue Roberto A. Ortelli, administrador de Nosotros. Ortelli ya era, desde 1922, uno de los colaboradores de la revista Proa, que Borges dirigía. Con Ortelli y otros, Borges planeó antes de su partida a Europa una revista, que no se concretó, pero que terminaría siendo Inicial, a la que Borges sería fiel del primer al último número. Inicial tuvo, además, los derechos exclusivos de venta de Fervor (precio: 1 peso). Borges seguía con gran interés las evoluciones del reconocimiento público a su trabajo. En una misiva a Roberto Giusti, dice: ‘Con algún impudor intelectual le envío esta reseña de mis versos publicada por Díez-Canedo en España, solicitándole la incluya en Nosotros, en la sección de Escritores argentinos juzgados [en el extranjero]’. Nosotros reprodujo en el número de abril de 1924 el artículo de Díez-Canedo, en la columna requerida. Ya en noviembre de 1923, había reproducido, también a instancias de Borges, el breve texto de Julio J. Casal aparecido en la coruñense Alfar. Como se ve, y en contra de las afirmaciones de Borges en su Autobiografía, sí envió ejemplares de sus libros a críticos y se ocupó de difundir sus comentarios. En esa campaña Nosotros jugó un papel decisivo, hasta ahora no suficientemente valorado”.
Annick Louis, por su parte, considera que el impacto de Fervor va más allá de las reseñas. “Escritores e intelectuales de la época, de varias generaciones, se reconocen en la poetización de la ciudad de Buenos Aires que propone Borges, y la identifican como expresión de una identidad nacional urbana, aunque este proceso es progresivo, y en él juega un papel esencial también la publicación de Luna de enfrente y Cuaderno San Martín. Muchos de esos contactos eran anteriores a la publicación de Fervor, son relaciones que establece ya en su primer regreso a Buenos Aires, en 1921. Fue su participación en grupos y aventuras vanguardistas lo que le abre las puertas de un mundo editorial que está en plena mutación, constituyéndose y desarrollándose, y que Borges participa de este movimiento. El lugar que Borges conquista muy rápidamente en Buenos Aires al volver (en sus varios retornos) no se debe únicamente a su poesía, sino también a su erudición, que podemos ver en sus ensayos”.
Bioy: “Hablaron de lugares en donde uno viviría; yo menciono Inglaterra, Francia, Italia, Suiza, España; Borges está de acuerdo: Inglaterra, Suiza, España le gustan para vivir, pero «¿quién puede vivir fuera de Buenos Aires?», agrega. La frase fechada el jueves 15 de diciembre de 1955 en los diarios de Bioy Casares es traída por la neoyorquina Valerie Miles, investigadora de la obra del escritor Roberto Bolaño y especialista en Jorge Luis Borges, para enfatizar que en Fervor “nace y se encarna el poeta. Ha querido dejar esta constancia de su primera brotación estética porque demuestra la esencialidad misma de su poética. A lo largo de los años, como él mismo dice, ha mitigado sus excesos, y tachado sensiblerías, pero aquí está el resultado de su primera encarnación. Cuando pregunta ‘¡qué significa esencialmente!’ en su prólogo de 1969, creo que hace alusión a que toda su obra responde a eso. Y aquí está lo más esencial, porque es lo primero. ‘Las calles de Buenos Aires ya son mi entraña’, reza la primera línea. El poema es él, Buenos Aires es él. Y cierra el último poema: ‘¿soy yo esas cosas y las otras / o son llaves secretas y arduas álgebras / de lo que no sabremos nunca?’ Y ha dedicado su vida a intentar saber, en convertirse él mismo en poema”.
“En Fervor, sin duda –continúa Annick Louis–,Borges intenta deshistoricizar, acronizar la ciudad, a pesar de lo cual la historia y la narración se infiltran permanentemente, crean y acentúan las tensiones del volumen, como lo vemos en el poema ‘Ciudad’. Justamente, la ciudad de Buenos Aires es uno de los elementos centrales; Borges se interroga acerca de la poetización de la ciudad en sus ensayos, mientras la incorpora en su poesía; luego estará presente como un eje central en su narrativa y, en el final de su vida, como podemos verlo en la prensa, Borges mismo se convierte en un personaje constitutivo de la ciudad. En numeras entrevistas y artículos afirma la intensidad de su vínculo con la ciudad de Buenos Aires, a veces como homenaje, otras de forma crítica e irónica, otras manifestando la nostalgia de la ciudad del pasado. En Fervor podemos leer también esta inquietud por entender qué es lo que hace perdurar a un escritor. La respuesta es, en este volumen, la asociación a un espacio, la ciudad de Buenos Aires. Pero si en Fervor parece comenzar a pensarse como el poeta de la ciudad, es después de analizar otros intentos, y diferenciarse de ellos. Como señala Horacio M. Guglielmini en la ‘Discusión sobre Jorge Luis Borges’ de la revista Megáfono (1933), Borges ha construido un territorio que le está asociado de manera automática. Sin embargo, en los años 30, al desplazarse hacia el relato, Borges va a releer su poesía de los años 20 como un fracaso: porque considera que no logró crear ningún personaje transcendente y lo intenta hacer en Hombre de la esquina rosada (1933). Pensar su poesía de los años 20 como un fracaso porque produjo la imagen de una ciudad congelada es en parte lo que le permite pasar al relato. Pero es una lectura estratégica, porque cuando releemos hoy los poemas de Fervor, nos llama la atención la impronta narrativa que tienen, y el modo en que el ‘yo lírico’ habita la ciudad”.
Este año, en el Día del lector y la lectora, el Ministerio de Cultura de la Nación reabrirá al público y presentará la recuperación patrimonial del antiguo edificio de la Biblioteca Nacional [México 564]. “Allí, en el sur de la ciudad, también se aloja el Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno –comenta Ezequiel Grimson, director del Centro Cultural Borges –. En la sede del Centro Cultural se realizarán las Jornadas Borges 2023, juntamente con la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. En tanto, en el segundo piso puede visitarse la muestra Confabulaciones. Amistad y creación en Borges 1923-1945, en la que puede apreciarse la obra del joven Borges enmarcada en la red de colaboraciones y proyectos colectivos”.
El escritor, crítico y editor argentino Luis Chitarroni considera que Borges es siempre una invitación al descubrimiento de la literatura. “Cada tanto reaparecen muchos de los usos geniales de Borges: las citas, las falsas atribuciones, las verdaderas, a veces más desconcertantes. Incluso, a veces, provocaba ‘embelecos’, palabra que gustaba al primer Borges, a quienes eran su séquito de Bustos Domecq, como cuando uno menciona a Odín Barón Supervelle, numen y estrépito de entrecasa. El caso es que Borges era un gran y prematuro montajista y editor, y por eso no es raro que uno de sus primeros exégetas cinematográficos fuera Godard, que deja a su maquinaria/computadora repitiendo la ‘nueva refutación del tiempo’ en Alphaville. La gravitación entre los escritores latinoamericanos fue grande, y también entre los del oficio locales, que a veces practicaban un ostentoso o soterrado desdén. Pero, desde luego, estaba el Borges caminador y flâneur, que se aventuraba a cualquier barrio, su poema sobre ‘Villa Ortúzar’ no es excepción ni su recepción de Carlos de la Púa, poeta de Once, y que creaba ese ambiente de estribación constante, y ese federalismo arracimado de la amistad con el primer Jauretche, el que decía que Borges era siempre un ‘enemigo de frente’. En fin, Fervor, que fluye con el rumor de las cartas del fervor, y que trazan y trabajan, como sus especialistas en la Biblioteca Nacional, como Balderston y como Michel Lafon lo hizo, en ese manuscrito que se hace y se rehace, con magia de palimpsesto, porque con un pie abotinado cerca de la polaina inexacta, Borges se prepara para la historia universal de su propio autorretrato. A Borges no le molestaba, como iba a establecer luego en un ensayo fundamental (‘La supersticiosa ética del lector’), un estilo rápido, cierta rudeza evangelista o balbuciente, a lo Santa Teresa. Porque esa llamativa transparencia de la transmisión se abastece de una especie de inspiración iluminada a la que no conviene, en aras de la expresión, renunciar. Jorge Luis, Georgie, recibía así la instrucción beatífica de su hermana menor, Norah”.