Boom en China. El deporte y la moda en el gran mercado asiático
Ni pensar la conmoción planetaria que se produciría si la población entera de la República Popular de China, más de mil cuatrocientos millones de seres, se pusiera a saltar, unánimes todas y todos. Quizá en un futuro próximo estén en plena forma para hacerlo dado que la manía del deporte no cesa de propagarse por todo el país, impulsada por el modelo consumista que la dirigencia comunista alienta. La reforzaron los confinamientos estrictos que impuso la Covid: el tai chi, la antigua disciplina corporal china del fluir en la lentitud, y el yoga, de aura prestigiosa, fueron las dos escapatorias caseras más inmediatas, mientras que los programas de fitness occidentales difundidos en redes y seguidos hasta allí por un público limitado, se popularizaron de manera exponencial. La inmensidad china albergaba en 2019 cerca de cien mil gimnasios. Imaginemos ahora.
Si la tendencia a la disciplina física y la vida sana se extiende a toda Asia, es en China, con su creciente clase media, donde el entusiasmo se enciende más intenso. Al tenis de mesa, ya tradicional en el país para la práctica personal y profesional, se suman hoy los deportes de invierno, el boxeo, el básquet y el fútbol, del que es fan notorio el Presidente Jin Xinping. La explosión de la industria del bienestar físico, con sus clubs, sus aparatos, sus cursos y sus extensiones tecnológicas, incorpora, claro está, a la industria textil. Las y los inevitables influencers promocionan la fusión, allá novedosa, de actividad deportiva y diseño de moda. Se suman las nuevas jóvenes figuras del patinaje, los deportes de invierno y el fútbol femenino.
Yu Siming es un auténtico pibe de 18 años y de ojos que sonríen con chispas de infancia cuando recibe medallas de oro olímpicas o alza las copas que lo consagran campeón mundial o cuando posa, precoz modelo, con prendas deportivas o cuando aterriza en la nieve con su tabla tras haber saltado, volado y dibujado en el aire las acrobacias más osadas. Fue un niño actor antes de entregarse cuerpo y alma al snowboard, el deporte coreográfico de invierno, colmo de gracia visual y de suspenso auténtico, que nos cautiva por su despliegue vertiginoso en tiempo real y la trama elaborada de sus figuras cuando las vemos en ralentí.
Ídolo natural en su República Popular de China natal, las dos medallas de oro obtenidas por Yu Siming en los recientes Juegos Olímpicos de Beijing lo han elevado al nivel de la ya muy mediatizada Ailing Gu –Eileen Gu en Occidente– su compatriota, colega, coetánea y amiga, súper estrella del esquí quien por su belleza mixta, china de madre. estadounidense de padre, estilizada, suelta y fresca y jamás artificial ya ha sido protagonista de numerosas portadas y notas de revistas internacionales de moda. Ases precoces del deporte, encarnan, en tiempos desaforados, con un encanto atemporal el boom chino de la fusión de moda y deporte.
En una nota reciente, el Global Times, cotidiano del Partido Comunista chino, ensalzaba este nuevo boom nacional en cuanto vehículo de un cambio imprescindible, en tiempos de pandemia, hacia la buena salud física y mental. Treinta años después de haberse impuesto en Occidente como el signo indumentario de la época, la moda atlética parece volver a pegar un salto espectacular en el contexto de un mercado líder y en pleno crecimiento. Habrá cambio y nos tocará observar y estudiar los efectos económicos, estéticos y ecológicos del nuevo fenómeno –y pelear contra, en el peor de los casos.