Belén Succi. La arquera de las Leonas y ganadora de la medalla plateada en los Juegos Olímpicos es modelo por un día
Una historia en la que convivieron los deseos de maternidad y su trabajo como docente con su carrera deportiva; ahora muestra las tendencias de primavera-verano
- 13 minutos de lectura'
Estilismo: Alejandro García
“En mi familia están todos intrigados. Todavía no pueden creer que me haya puesto vestidos, trajecitos apretados, que hice una producción así, de este estilo. Yo, que no tengo ni peine; mi hijo se peina más que yo”, dice entre risas Belén Succi (35), la arquera y figura de las Leonas, la mujer que en los Juegos de Olímpicos de Tokio 2020 emocionó al país y reconoció que esa, la de plata, no es una más: “Es la medalla de la vida”, la que Goofy, como la llaman todos, le dedicó a Bautista, su hijo de 8 años. “Él no quería que viajara. Todo fue muy duro. Así que le dije: ‘Si mamá logra la medalla, va a ser la medalla la vida, porque nosotros, como familia, sabemos todo lo que pasamos. Y si no la traigo, mamá igual va a estar orgullosa de todo lo que hicimos y vivimos, pero por, sobre todo, cómo nos ayudamos’. Llegar a los Juegos de esta manera… Todo lo que había hecho con el apoyo de Bauti, de mi familia… Para mí ya había ganado y mucho”.
El esfuerzo tuvo su recompensa.
Esta medalla no se compara con nada, lo digo en serio, es una medalla de la vida. Tengo otras, la de los Champions, el bronce de Beijing (Juegos Olímpicos de 2008), pero esta medalla… (hace una pausa en su rápida forma de hablar). Las medallas van quedando ahí como recuerdo, pero esta lo traspasa todo. No me canso de decir que fue el torneo más difícil en cuanto a preparación, fue muy duro, pero le dejo una enseñanza a Bauti: lo importante que es no bajar los brazos. Con las Leonas nos estábamos entrenando cuando en marzo se decretó la cuarentena, estábamos metidas a full, quedaban pocos meses para los Juegos y de repente, la cuarentena, la pandemia, la noticia de que los Juegos se suspendían. Fue un golpe. Pasé esos meses de encierro en casa sola con Bauti, mi ex nos traía comida. No sabía qué hacer, pensaba que iba a estar grande para los próximos Juegos, cómo iba a entrenar sola y en casa. Estuve una semana sin poder levantarme del sillón. Hablaba con mi ex, no sabía qué hacer, las chicas se entrenaban y yo no ni siquiera me podía levantar. La verdad es que atravesé todos los estados de ánimo. Bauti me vio llorar ahí en el sillón, me vio sin ganas. Hasta que un día dije vamos a arrancar. Lo tenía que hacer al ciento por ciento. Poco a poco me activé. Armé una rutina para entrenarme, para estar con Bauti, para hacer las cosas de la casa. A él también le costó. Hubo un momento en que no quería hacer la tarea y a mí me costaba explicarles las sumas, las restas, hacerlo leer...
¿En ese momento cómo era la conexión con el resto de las Leonas?
Nos conectábamos para entrenarnos juntas, pero hubo un momento en que les dije que no podía más, que estaba muy cansada. Recuerdo que salí del Zoom, no podía ni hablar. Hasta que pudimos ir a prepararnos al Cenard (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). Nosotras éramos privilegiadas, poder ir dos horas al deportivo, donde tomaba contacto con mis compañeras. Eso me volvió a dar aire, me volvió a dar vida y se lo transmití a Bauti. Por eso te digo que pasamos por muchas, porque no solo fue esa situación. Después llegaron las concentraciones. Me iba por 15 días y volvía, y otra vez me iba a entrenarme a Cariló. Bauti se quedaba en la casa del papá e iba a lo de la abuela como si fuera el colegio. Esa era su rutina. Él nació con esa realidad.
¿A qué te referís?
A que tiene una madre que viaja. Él no sabe lo que es tener una mamá 24/7. Jugábamos por Facetime, hacíamos diferentes juegos virtuales, siempre interactuando. Ahora que es más grande jugamos Roblox. Siempre encontramos la manera de conectarnos, la tecnología me ayudó mucho [durante los juegos de Tokio fuimos testigos de como acompañaba virtualmente a Bautista al colegio]. La ausencia nos costó mucho, a los dos. Él está mamando toda esta educación. Lo que no quiero que mame es toda mi autoexigencia. Con el papá buscamos que haga deportes, que se divierta, que lo disfrute, que lo entienda, que lo vea como un juego.
¿No lo ve así?
Me pasó que después de Río [la derrota en los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de 2016 cortó una racha de 20 años en los cuales las Leonas siempre habían obtenido un lugar en el podio) estuve tirada en el sillón sin poder levantarme y fue Bauti, con 4 años, que me dijo: ‘Mamá, es un juego’. Él fue testigo de ese momento tan difícil.
¿Sos tan dura con vos misma?
Es mucha la presión que siente una arquera. Es una posición muy difícil, muy solitaria, donde necesitás contenerte mucho, formar una amistad muy grande con la segunda, tercera y cuarta arquera. Tiene que ser un grupo de unión, de contención. Hay mucha soledad. Hay mucha presión, si termina en gol y mis compañeras no lo pueden revertir, de ese margen de error cuesta mucho levantarse. Es necesario el sostén psicológico, y más en un puesto como el de arquera de hockey, que es muy diferente del de fútbol. Acá no agarras la pelota, no hacés salidas, simplemente sos una atajadora, la que toma decisiones en milésimas de segundos.
Maternidad de alto rendimiento
“Fue un trago difícil de pasar. Le deseo lo mejor como futura madre, pero para nosotras, como equipo fue duro. Goofy como arquera es una bestia y la verdad es que nos dejó en un brete complicado. Entiendo que todas queremos ser madres, pero esto se planea. Los deportistas se van cuidando para jugar los torneos más importantes –dijo Luciana Aymar, una de las referentes de las Leonas, cuando Succi dio la noticia de que no iba a estar en los Juegos de Londres 2012–. Podría haber esperado tres meses más”.
“Hoy se habla con mucha más normalidad de la maternidad en el deporte de alto rendimiento. Hace ocho años, no tanto –reconoce–, no fue fácil quedar embarazada a cuatro meses de un Juego Olímpico. No era común, menos aún cuando tomé la decisión de volver a jugar con un nene de seis meses. ¡Cómo va a volver! Sí, volví, el nene se quedó con el padre. Es hijo de ambos. A mí me tocaba viajar y a él trabajar hasta tarde. Cuando volvía de esos viajes tenía la posibilidad de pasar mucho más tiempo con mi hijo. Se trata optimizar el tiempo, de aprovecharlo al 100 por ciento, la clave está ahí, no en la cantidad sino en el momento, en lo que uno comparte. En estos ocho años, esa mirada de cómo va a volver cambió en muchos aspectos. Hoy, hay trabajos, empresas que flexibilizaron horarios, incorporaron espacios para amamantar, se evolucionó en este y otros temas. Una deportista que es madre, que compite es algo normal, hoy lo ves a nivel mundial. No es fácil, porque jugamos con nuestro cuerpo. Nosotras, las que somos madres, no descansamos de la misma manera que un jugador soltero, por decirlo de alguna manera. Un varón sigue jugando, haciendo la vida normal. En cambio, en la maternidad todo cambia, empieza la etapa de amamantar, hay que darle tiempo al cuerpo para recuperarse y adaptarte a la nueva vida. Yo laburo desde los 16 años, siempre puse mucho por lo que quiero y esto que hago es una pasión. Así que hice todo lo posible para adaptarme, trabajar, ser jugadora de selección y madre. Nunca usé el cansancio como justificativo. Me entreno, trabajo, estoy cansada, estoy para Bauti, cocino, estoy atenta a que haga la tarea y a las 8 de la mañana soy toda una profesional, porque compito por un puesto. Nunca lleve la mochila de una madre que no durmió en toda la noche. Creo que hay muchas deportistas que postergan el deseo de ser madres para poder seguir jugando. Son decisiones… No te digo que está súper aceptado, pero creo que se habla con más normalidad, que los clubes lo aceptan. No es fácil. ¡Qué madre desalmada!, llegaron a decir.
La maternidad en una mujer que trabaja siempre está puesta en jaque.
Empecé a viajar por los torneos cuando Bauti tenía ocho meses y no era fácil. Recuerdo que cuando fui a Mendoza (allí las Leonas ganaron el Champions Trophy) yo estaba en un hotel y Bauti en otro. Bajaba, le daba la mamadera y se lo llevaban. Lo veía poquito, es cierto, pero estaba, porque siempre voy a estar por él, pero también quería jugar en el seleccionado, seguir mi carrera, mi pasión. Ser madre no es dejar de tener sueños. Dentro de una familia cada uno tiene su propia vida, sus sueños, sus pasiones. Lo importante es acompañarse para lograrlo. Mi ex tiene sus sueños, mi hijo los suyos y allí estaremos en su momento para apoyarlo y acompañarlo. En este aspecto las mujeres crecimos. La cuestión es entender los deseos de cada uno y aceptarlos como familia.
La pasión por el deporte la heredó de su madre. Junto con su hermana, Belén compartía el gusto por diferentes actividades: natación, handball, hockey. “En mi familia somos todos deportistas, profesoras de educación física –cuenta–, menos mi papá, que es remisero. Mi hermana siempre fue la más fanática, la más responsable, yo era un poco más vaga –se ríe–, pero se me daba, tenía condiciones naturales”. Fue en una gira con el Club Atlético de San Isidro (CASI) que a Belén le tocó estar en el arco. Tenía 12 años. “En esa gira salimos campeonas, atajé los penales y me insistieron para que me quedara en ese puesto. Mi mamá no quería”.
¿Por qué?
Es lo que me pasa a mí con Bauti. Es un puesto, como te decía, en el que necesitás tener mucho sostén. El trabajo del arquero es mucho más mental que físico. Pura cabeza.
A pesar de todo te quedaste con el puesto y elegiste el hockey por encima de los otros deportes.
Sí, y la verdad es que me gustaba mucho el handball y era federada en natación. Pero tuve que tomar una decisión y fue en el momento en que se dio el boom de las Leonas. En el colegio veíamos los partidos, fue una locura. Vivir todo lo que pasó con las Leonas fue muy importante para mí, hizo que me decidiera. Yo tuve la suerte de poder elegir.
¿Por qué decís suerte?
Para nuestra economía no era fácil. Estaba en el CASI por herencia familiar, por mi mamá. El club me ayudó con los materiales, con los viajes. Era muy difícil solventar los gastos. Con el tiempo me puse a trabajar…
Y también a estudiar.
Sí, mamá es la deportista, la que marcaba más este tema, para papá siempre fue muy importante que siguiéramos una carrera: “Todo muy lindo con el seleccionado, pero hay que tener un título, hay que estudiar”, decía. Así que comencé a hacer el profesorado de Educación Física, a la vez que trabajaba y me entrenaba. Así que pude darles a los dos, a mi mamá y a mi papá, lo que querían. Gracias a Dios las cosas se dieron, fue con mucho esfuerzo. Mi hermana se sentaba conmigo hasta las 3 de la mañana para estudiar, ella hizo el profesorado antes que yo. Todos hicieron el esfuerzo para que Belén pudiera cumplir el sueño de representar al país.
¿Recordás cuándo te pusiste por primera vez la camiseta de la selección?
Fue para el Panamericano Junior, volví a mi casa con la remera amarilla que decía Succi atrás, la miraba y no lo podía creer. En ese momento fue tocar el cielo con las manos. Todavía la tengo. Y cuando llegó la remera con las Leonas fue soñado, ésa la tiene mi mamá, la de Tokio también.
¿Ya la tiene enmarcada?
[Ríe] Sí, obvio.
¿Te vamos a volver a ver en el arco de las Leonas?
Creo que este fue mi último Juego Olímpico. Estamos a un año del Mundial, lo estoy analizando, pero la decisión la tiene el entrenador, que es el que te convoca. Lo que te puedo decir es que mi cabeza hoy va muy de a poco. Fue mucha la presión. Hoy estoy enfocada en el cuidado de mi hijo, en pasar tiempo con mi familia. La prioridad es mi salud mental.
En estos últimos Juegos Olímpicos se habló y mucho de la salud mental a partir del caso de la gimnasta estadounidense Simone Biles.
Hay que cuidar mucho la cabeza, es fundamental. Podés estar físicamente al ciento por ciento, pero si no conectás, si tu cabeza no conecta, tu cuerpo no responde de la misma manera. El de arquera es un puesto que sí o sí necesita sentir la adrenalina, la conexión, la cabeza tiene que estar intacta. Voy poco a poco, retomando los partidos con el club (es jugadora de las Vikingas, la primera división de River Plate), iremos viendo qué pasa. Para estar en la selección debés estar al máximo, porque las Leonas tienen que ir a ganar siempre, y si una no está al cien, tiene que dejar el lugar para quien sí lo esté.
Belén da clases en el colegio Niño Jesús de Praga, la misma institución que la tuvo como alumna, donde también dio clases su mamá –a quien conocen como la “abuela del Prado”–, su ex y su hermana. “El colegio está tomado”, bromea la arquera, que también trabaja en los campos municipales de deportes de San Isidro y tiene una escuela de arqueros. “Me apasiona dar clases, lo llevo en la sangre. Educar a través del deporte es algo hermoso. En un simple juego como la mancha o el quemado enseñás, transmitís un montón de valores: respeto, solidaridad, trabajar en equipo, paciencia. Es importante transmitirles a los chicos el disfrute en todo lo que hagan”.
A cara lavada, con los pelos acomodados por el pasar constante de los dedos, Belén vuelve a hablar de esta producción fotográfica que hizo para LA NACION revista. “Me divirtió mucho, porque yo me visto muy sencilla, así, deportivo [muestra lo que lleva puesto], me gusta la onda skate. Podría decirse que lo mío es estilo de profe de educación física”, bromea.
¿Siempre fue así?
Me acostumbré a vestirme de esta manera desde que soy chica.
¿Por comodidad?
Sí, pero también porque no me quedó otra, no conseguía talles para mí. Era muy grandota. Quizás daba con un vestido, pero zapatos, olvidate, calzo 42 y medio, los tengo que mandar a hacer. Eso fue marcando mi manera de vestir. Elegía la ropa grande, cosas de varones y siempre con zapatillas. No quería ir a fiestas, para mí era un problema que me invitaran a un casamiento. No solo por conseguir la ropa, sino por la economía, todo es más caro si lo tenés que mandar a hacer. Y así empecé a salir menos, no ir a fiestas, a eventos…
¿Hoy te sentís condicionada por esta situación?
No, cambié muchísimo, ya no soy tan introvertida, ahora voy a un casamiento con un vestido sencillo y en zapatillas. Ya no tengo vergüenza. Hoy consigo más ropa, no zapatos [ríe]. Voy así, si te gusta bien y si no, también. Lo importante es compartir el momento. Así soy yo.
- Asistentes de producción: Mauricio Cabrera
- Make up: Bárbara Rex para Estudio Olivera
- Pelo: Juan Olivera para Estudio Olivera con productos @scharzkopfpro