Arte en Uruguay. Cómo es el museo de obras contemporáneas bendecido por Christo y que se inauguró para el verano esteño
El flamante Maca, de Pablo Atchugarry, en Manantiales, fortalece la oferta cultural y expone una retrospectiva inédita del búlgaro Christo Vladimirov Javacheff
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El Maca, Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry en Manantiales, Uruguay, se inauguró con una gala por todo lo alto, que corona el sueño del escultor y el proyecto del arquitecto Carlos Ott, premiado con el Luxury Life Style Award 2021.
Es la pica en Flandes para Atchugarry, que triunfa en el mundo con sus cotizadas esculturas. Tiene un taller descomunal en Lecco, Lago di Como, Italia, donde trabaja sin parar, como lo hace en la Fundación esteña sobre la ruta 104, que en breve será museo.
Pocas semanas atrás el reloj se detuvo para la inauguración de su retrospectiva en el Palazzo Reale de Milán, vecino del Duomo y de las galerías Vittorio Emmanuelle. Un destino consagratorio, donde exhibió con un montaje extraordinario una selección de sus esculturas, casi al mismo tiempo que en las subastas neoyorquinas de Sotheby’s alcanzaban récord de cotización.
Atchugarry es un uruguayo universal que vuelve al pago para inaugurar un museo con su colección personal y con una muestra inédita de Christo, el campeón del land art que deslumbró al mundo en el otoño parisino con su obra póstuma: empaquetar con 25.000 metros de lienzo y 5 kilómetros de cordón el Arco del Triunfo.
Ese proyecto, como todos sus “embalajes”, salió del tablero en el que trabajó por años, siempre en compañía de Jeanne Claude, su socia en la vida y en el arte.
Uruguay recibirá un conjunto de 50 trabajos seleccionados por Jorge Helft, el coleccionista argentino radicado en Francia, que ahora vive en Trouville, esa playa amada por Eugene Boudin, donde pintó varias de sus escenas más deliciosas. Se trata de una muestra inédita, con obras de colecciones privadas y de la fundación que custodia su legado. La primera retrospectiva desde la muerte del artista.
La inauguración del Maca convierte a Punta de Este en un destino cultural, un imán inesperado para los amantes del arte. De hecho, ya está confirmada la presencia de coleccionistas europeos, argentinos y norteamericanos, que siguen al escultor uruguayo desde que representó a su país en la Bienal de Venecia de 2003.
Como siempre que lo entrevisté, Pablo está cubierto de polvo y con las manos en el mármol. Estamos en Lecco rodeados de las piezas que irán al Palazzo Reale. Es verano, hace calor y el sol se cuela entre los recovecos de un tronco de olivo. Madera centenaria que parece hablar y forma parte de su última producción. Los olivos son un misterio, tienen una secreta belleza que la mano del artista subraya y vuelve única.
Integrante de una familia de gravitación política y profesional en el Uruguay, la historia de Atchugarry es la de un hombre de dos mundos. Un charrúa ciudadano del mundo. Vive y trabaja entre Italia y Manantiales, tiene clientes en todas partes, aunque de hecho, y doy fe, los más conspicuos visitantes de su taller son belgas.
Antes de hablar del museo, que es sueño, proyecto y meta, me regala una sonrisa generosa. No se la cree. Es un triunfador que sigue siendo él mismo. El museo es el sueño cumplido y la continuación de la Fundación de Manantiales, del Parque de Esculturas, del auditorio y de su taller monumental sobre la ruta 104, kilómetro 4,5, en una loma de 45 hectáreas con vista al poniente.
El edificio es una nave de madera de gran porte, diseñada por el arquitecto Carlos Ott, que nació en una servilleta de La Coupole frente a un plato de ostras. Las mejores de París; “de la mer a l’assiette”, dicen los que saben.
Uruguay es un país chico de artistas grandes: Torres, Figari, Barradas, Cúneo, Iturria y Atchugarry, entre muchos. Es también la residencia permanente de cientos de argentinos. La otra orilla.
El idilio del Este con el arte no es nuevo. Antecedente obligado es Carlos Paez Vilaró con su CasaPueblo, ese paisaje reconocido y reconocible, de casas blancas encaladas que miran y conversan con el mar.
El Maca abre sus puertas meses después de la inauguración de FAAR, la fundación de Amalia Amoedo en José Ignacio. Un gesto de la reconocida mecenas para promover y difundir las obras y la formación de nuestros artistas. Neptuna, base de operaciones, es una increíble casa escultura proyectada por Edgardo Giménez color verde follaje. Alli, seleccionados por curadores internacionales, artistas contemporáneos harán su residencia.
Acostumbrado a domar mármoles gigantes salidos de las canteras de Carrara, para crear esculturas que dejan entrever el alma de la materia que más ama, Atchugarry fijó una meta que parecía imposible: inaugurar al inicio de este verano.
Con el perfil de un barco, sobre la ladera balconea una quilla profunda en voladizo con la proa de acero que apunta al infinito. La proa llegó de China, las maderas de eucaliptus rojo fueron acondicionadas en Francia y las carpinterías vienen de Alemania. Nadie habla de presupuesto. Pero la apuesta es a la excelencia
El Maca, imaginado por Atchugarry y diseñado por Ott, es el primer y único museo en Uruguay que promueve el arte contemporáneo global, será un centro creativo para la comunidad y un espacio de exhibición para artistas del mundo entero.
Tendrá cinco salas de exposición y un Parque de Esculturas circundante, compuesto por 70 obras monumentales de artistas internacionales. El proyecto incluye una tienda-librería, cafetería, sala de teatro, auditorio y una gran terraza al aire libre, en una superficie cubierta de 5000 metros cuadrados.
La Fundación Atchugarry es una institución privada sin fines de lucro, inaugurada en 2007. Fue creada con el espíritu de promover las artes en todas sus expresiones y el deseo de ser un espacio de unión entre el arte y la naturaleza.
En la capilla diseñada por el arquitecto Leonardo Noguez, a su vez director del Maca, está La Piedad, una obra temprana esculpida en un bloque de doce toneladas de mármol de Carrara. Fue realizada en Lecco, Italia, entre 1982 y 1983. Desde entonces, Pablo Atchugarry, con el apoyo incondicional de Silvana, su mujer, y de Piero, su hijo, ha caminado con prisa y sin pausa hacia un destino que parecía escrito.