Anton Corbijn. El hombre que definió la estética de Depeche Mode
Es uno de los fotógrafos más respetados de la música y quien ayudó, con sus videoclips, a definir la identidad de la banda de culto electrónica a la que lo unen 40 años y que retrata en un libro
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Van 40 años desde que Anton Corbijn (66), famoso por sus retratos del mundo de la música y aclamado realizador de videoclips, tomó la primera foto de Depeche Mode. Entonces, la banda británica teloneaba a otros artistas de la escena londinense y el fotógrafo holandés, que hacía retratos para la revista New Musical Express (NME), los encontraba muy “poperos”. Poco después les hizo unas tomas, en dos partes: en los estudios que estaban dentro de una iglesia y en una barca sobre un lago, para una portada.
Nada presagiaba que él le daría identidad al sonido electrónico y vanguardista del conjunto, al punto que, más tarde, se produciría una simbiosis entre imágenes y melodías. Y que su trabajo se extendería al diseño de carátulas y de escenografía.
Taschen acaba de lanzar una edición comercial de Depeche Mode by Anton Corbijn, cuya versión para coleccionistas se agotó, en pocas horas, en octubre pasado. El libro contiene más de 500 fotos, muchas de ellas inéditas, con notas y bocetos del autor. “Estoy muy contento de que este libro exista. Espero que encuentre un hogar en muchas personas”, le dice Corbijn por Zoom a LA NACION revista, desde su estudio, en Ámsterdam. “Ha sido encantador trabajar con esta gente por tanto tiempo”, agrega.
Anton, que era fan de música más oscura, “como la que hacían Joy Division o Echo & the Bunnymen”, dice que, al principio, los Depeche no le importaban, “pero luego se convirtieron en algo que sí, y eso es lo interesante y bello que tiene, porque no fue planeado”, subraya. Fue un inicio “diferente que creció. Antes de Depeche Mode tomaba fotos de bandas y músicos, pero de golpe estuve a cargo de la comunicación visual, si se quiere. Estoy orgulloso de ello, como puede verse en mis páginas. Podría haber hecho un libro más grande, nunca más pequeño”, comenta.
La historia de Corbijn, un hombre de mente reflexiva y 1,95 de estatura, con la música es larga. Y se remonta a Hoeksche Waard, su pueblo natal, cuando era el hijo de un pastor protestante. “Fue un infierno. Vivíamos en un pueblo en una isla, entonces todo el mundo se conocía y sabía que yo era el hijo del pastor, así que había una obligación de ser el ejemplo, de portarse bien. Como yo era el mayor de cuatro, fue más duro. En mi cabeza huía de la isla hacia donde estaba la música. Asociaba escuchar música en los 60 con un sentido de libertad”.
Todo comenzó con los Beatles, a los que escuchó a los 9 años. Luego, como a los 15, tomó la cámara de su papá, para camuflar su timidez, y asistió a un concierto local, donde tomó sus primeras fotos. Y en 1979, obsesionado con la intensidad de Joy Division, decidió mudarse a Londres.
La imaginería religiosa de su infancia lo acompañaría a lo largo de su carrera, como puede observarse en su trabajo, algo que empalmó bien con Depeche Mode (sobre todo, a medida que las letras de Martin Gore se llenaban de dramatismo, dudas existenciales y melancolía). “Estaba esto de que cada cosa tenía que tener su razón de ser, su función. Yo evitaba hacer fotos livianas, por ejemplo, de gente riendo, porque pensaba que sonreír era superficial. Hacía fotos muy oscuras, como si la oscuridad igualara al significado, aunque no necesariamente sea así. Importaba que el trabajo contara, que tuviera sentido. Creo que eso viene de ahí. Me di cuenta mucho después... Tiene que ver con la idea de que uno no debería desperdiciar su talento”.
Placeres desconocidos
Uno de sus primeros trabajos como fotógrafo de la revista NME, fue precisamente un puñado de fotos de Joy Division, en 1979, tras la salida de su primer álbum Unknown Pleasures. Esa sesión tomó valor tras el suicidio de Ian Curtis, el influyente vocalista de la banda, en mayo del año siguiente. Corbijn fotografió al grupo de espaldas, antes de bajar por las escaleras mecánicas de una estación de subte; el único que volteó a mirar fue Curtis. También lo capturó pensativo, sentado sobre una valija (Ian era muy joven para ser padre, se debatía entre su mujer y la periodista belga Annik Honoré, además de sufrir epilepsia y depresión). Ocurrió que ni NME ni otras revistas quisieron publicar las fotos de Corbijn, porque, en la primera imagen, no se veían las caras de tres de los cuatros integrantes de Joy Division, algo que rompía los cánones de la época. Pero la muerte de Curtis lo cambió todo.
Entonces, Anton, quien posteriormente colaboraría con otras publicaciones, como Rolling Stone y Vogue, quería ser parte del mundo de la música. Sus referencias eran las portadas de discos y las fotos de las revistas de música. Así conoció la obra de Michael Cooper, David Gahr, Elliott Landly y Jim Marshall. Entre sus fotógrafos favoritos se contarían igualmente: Diane Arbus, Dorothea Lange, Richard Avedon, Robert Frank y Eugene Smith.
En 1986, Anton volvió a cruzarse con Depeche Mode, que entonces conformaban Andrew Fletcher, David Gahan, Martin Gore y Alan Wilder. De ahí saldría el primer video que hizo para ellos, “A Question of Time”. “La única razón por la cual acepté dirigir fue mi deseo de filmar en los Estados Unidos... No importaba para quién....”, cuenta Corbijn en su libro. “Era el primer clip rodado por mí... Resultó ser un comienzo genuino para nuestra colaboración, que dura hasta hoy”.
A ese video le siguió “Strangelove”, en París, el año siguiente. En 1990, Violator, el séptimo álbum de “la banda de culto más grande del mundo”, según Corbjn, y el mejor vendido de su carrera, dejó canciones señeras como “Enjoy The Silence”, “Personal Jesus” y “Policy of Truth”, todas con imágenes asociadas a la dirección de Corbijn. En “Enjoy The Silence”, Gahan, disfrazado de rey, deambula solo con una silla playera por paisajes de Escocia, Portugal y los Alpes suizos. “La canción ‘Viva la vida’, de Coldplay, está basada en los visuales de ‘Enjoy...’ Ese es el impacto que tuvo”, apunta Corbijn.
¿Y qué es lo que más te gusta o te gustaba de Depeche Mode? “Que me dejaran hacer mi cosas. Mi libertad. Libertad para crear, crear videos como ‘Enjoy The Silence’ y ‘Never Let Me Down Again”, responde. “Creo que los 80 y 90 fueron los más fructíferos, en cuanto a contenido y calidad. Mi trabajo con la banda fue más variado y personal, porque ellos tenían más tiempo”.
Cuarenta años de colaboración es mucho tiempo. En los 90, hubo momentos malos, como cuando Gahan estuvo enganchado a la heroína, o Wilder dejó el grupo. ¿Alguna vez pensaste en renunciar? “Algunas veces eran tres personas; otras, cuatro. Pero siempre ha habido una buena conexión con alguien. Ellos han sido geniales, aunque son un poco vagos... Yo también, a veces, si bien suelo trabajar mucho. A ellos les interesa hacer un álbum, un tour y ya. Eso me ha dado independencia. Gracias a su música, mis videos estuvieron en MTV. Y el estar con ellos también me permitió desarrollar mi diseño gráfico. Ha sido maravilloso. No soy uno de la banda: si me voy, no creo que importe tanto...”. Los chicos no piensan igual. De hecho, lo llaman afectuosamente el quinto Depeche.
Ahora que la era MTV es casi una reliquia ¿ya no es tan divertido filmar videos? Anton asegura que no. “Cuando era más joven y hacía videos, me sentaba delante de la tele y esperaba que pasaran mi clip. Extraño el entusiasmo. No tiene que ver con filmar, sino con lo que pasa con el video. Hoy se trata de que sale por YouTube. Es el momento de gente más chica... Ahora, ‘nunca digas nunca’, a veces hago algo para mis amigos”.
Aparte de Depeche Mode, Corbijn ha trabajado frecuentemente con U2. “Ambas son grandes bandas ahora y vienen de la misma época. U2 se involucra más. Ellos se reúnen y tienen un sentido de dirección, y Bono siempre está encima de todo. En Depeche Mode normalmente no hay muchas ideas. Para mí implica mayor libertad. U2 tiene una audiencia enorme, entonces si uno hace algo con ellos, lo ve muchísima gente. Un plato fuerte, por ejemplo, fue hacer la filmación de The Joshua Tree, el tour 2017, por el aniversario número 30 del disco. Fue muy divertido”.
Estrellas de la música... y el cine
Hay quienes consideran a Corbijn “el fotógrafo de rock más grande del mundo”. Él se define como un “fotógrafo de retratos”. Su estilo es distintivo: fotos en blanco y negro, granuladas, de gran contraste, normalmente al aire libre, con luz natural y sin trípode. “Comencé con cámaras baratas, después pase por diferentes formatos, y ahora volví a tener dos o tres: Leica y Hasselblad”. ¿Cómo sintetizás tu trabajo? “Es muy difícil, estoy muy involucrado, pero creo que está ligeramente influenciado por la fotografía documental. Tiene ese tipo de look. Y por eso espero que ojalá se sienta real. Es importante, por eso no soy bueno con la fotografía de estudio”.
Desde siempre quiso que sus fotografías fueran de gente más que de músicos, si bien ha retratado a una galería de gigantes: entre otros, Nick Cave, David Bowie, Miles Davis, Bob Dylan, Paul McCartney, Patti Smith, The Rolling Stones, Nirvana. “Aún fotografío a todos quienes conozco, porque son geniales: Bruce Springsteen, Tom Waits, Depeche o Bono. Siempre me ha gustado, pero necesito ser más aventurero y por eso hago películas. Las películas te llevan un año de vida. Las fotos toman media hora. Lo loco es que uno puede hacer una foto en media hora y la gente siempre va a recordarla, mientras que con una película es más difícil”.
En 2007, Corbijn debutó en el cine con Control, la aplaudida cinta sobre el enigmático vocalista de Joy Division, protagonizada por Sam Riley. Al año siguiente, como si se cerrara una especie de círculo, dejó Londres y regresó a Holanda. “Nunca pensé que iba a dirigir películas”, afirma. “Mis amigos me decían que tenía que hacerlo, por mi forma visual de contar historias. Yo no me veía haciendo películas, porque soy muy tímido. Aunque leía muchos guiones, pensaba que había gente que podría rodarlos mejor que yo. Solo cuando tuve el guion sobre Ian Curtis en las manos, cambié de idea: hubo una conexión emocional. Yo lo había conocido, entonces tenía una ventaja, y me dije: ‘Si tengo que hacer una película, quizá sea esta’”.
Luego trabajó con George Clooney (El ocaso de un asesino, 2010), Philip Seymour Hoffman, Willem Dafoe, Rachel McAdams (El hombre más buscado, 2014) y Robert Pattinson (Life, 2015). Según cuenta, el rodaje de Life, sobre la amistad entre James Dean (Dane DeHaan) y el fotógrafo de la revista Life Dennis Stock (Pattinson) fue un desafío. “Tuvimos que filmar muy rápido, en 28 días y con un frío que congelaba, en Canadá. Pero las actuaciones de DeHaan y Pattinson estuvieron fantásticas”.
Más problemático fue El ocaso de un asesino, en que Clooney hace de un sicario taciturno que se refugia en un pueblo de los Abruzos y cuya debilidad es el amor. “Era una producción de Hollywood y yo venía de producir films independientes. No sabía nada de cine y George, por supuesto, es una estrella con experiencia. Además, era el productor, entonces fue jodido pelear por ciertas decisiones. Y creo que George disfruta de ser George Clooney, y es muy bueno en eso. En mi film, él no podía ser ese tipo de George Clooney y creo que eso le resultaba incómodo. Pero fue interesante para mí dirigirle en otro estilo”, señala Anton.
Con Seymour Hoffman, quien encabezaba una red de espionaje alemana en la adaptación de la novela A most wanted man, de John Le Carré, tuvo una buena experiencia. “Aprendí que realmente te tiene que importar lo que hacés. Él era un actor increíble, una rareza, uno de esos actores sin vanidad: solo era vanidoso con el personaje, que para él tenía que ser muy creíble. Él no aceptaba ninguna tontería. Eso me encantó”.
La noticia de su muerte (debido a una sobredosis accidental) le produjo un gran impacto. Lo había visto, por última vez, un par de domingos antes. “Fue un shock y no lo vi venir. Él escondió lo que le pasaba. No sabía que estaba metido en las drogas. Pensaba que no consumía coca. En el rodaje no bebía”.
En 2022, Corbijn espera filmar una película en Europa, aunque prefiere omitir los detalles, como cábala. Recientemente, una productora vetó un guion en que abordaba el racismo.
Cinematográficamente hablando, ¿te sentís cercano a alguien, John Huston o Wim Wenders, por ejemplo? “A Huston, seguro, amo sus películas y sus planos. De Wenders no me gusta todo. Es interesante, porque hace películas y fotos, y ese es un punto de unión. En realidad, me impresionan más los pintores, como Anselm Kiefer y Cy Twombly [fallecido en 2011]. Hay un sentido de humanidad que transmiten, y de imperfección y belleza. Tiene que ver con una conexión personal, no profesional. Les conocí a ambos y he fotografiado a un montón de pintores en mi vida. Me encantaría ser bueno con el pincel...”
Michael Stipe, el vocalista de R.E.M., dice que como Anton Corbijn es tan alto tiene una perspectiva diferente de lo que lo rodea, y eso se refleja en sus fotos. ¿Hay algo de cierto? “Seguro, es diferente a ser bajito. Para mucha gente es mejor ser un poco más alto que los demás... Eso sí, no me gusta disparar para abajo, prefiero sacar fotos más hacia arriba que hacia abajo”.