Un retrato de la actriz realizado por el rey del arte pop se convirtió días atrás en la obra más cara del siglo XX vendida en subastas; a ambos dedica Netflix documentales que intentan revelar su verdadera historia
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La imagen muestra su rostro camuflado, sobre fondo negro. La boca entreabierta, la mirada perdida, la peluca revuelta. Parece premonitorio el autorretrato realizado por Andy Warhol en 1986, durante el gobierno neoconservador de Ronald Reagan, mientras el artista se sentía ignorado por los principales museos de Manhattan y el sida hacía estragos entre sus amigos. Una de las víctimas de la enfermedad sería Jon Gould, de quien se había separado meses antes. Y faltaba muy poco para su propia muerte, a los 58 años, tras una operación de vesícula.
Esa pintura, ofrecida días atrás en Sotheby’s como parte de la codiciada colección Macklowe, parece el negativo del retrato de Marilyn que fue estrella en el remate de Christie’s la semana anterior, al convertirse en la obra más cara del siglo XX vendida en subastas. Cuando se pintó a sí mismo, habían pasado más de dos décadas desde que rey del arte pop creara con colores brillantes -amarillo, rosa, rojo y turquesa- esa serigrafía inspirada en la actriz, fallecida de manera trágica en 1962. La intervención, más alegre en este caso, funciona también como camuflaje.
A ambos dedica Netflix en estos días documentales que intentan revelar la verdadera historia detrás de esas miradas melancólicas. En el caso de Warhol, la miniserie de seis capítulos está inspirada en sus diarios: más de veinte mil páginas que dictó a su amiga Pat Hackett, quien las editó en un libro después de su muerte. Gracias a la inteligencia artificial, la recreación de su propia voz relata desde su crianza en Pittsburgh, en una familia de inmigrantes, hasta la conquista de Nueva York, con sus romances y fiestas en Studio 54. Algunas pistas de heridas que la fama no pudo curar.
Algo similar sucede con El misterio de Marilyn Monroe: Las cintas inéditas, que vuelve sobre los rumores y teorías conspirativas que rodearon su muerte durante décadas. Mediante grabaciones inéditas de quienes la conocieron mejor se repasan sus últimas semanas de vida, para reconstruir la intimidad de su vida glamorosa y lo que ocurrió realmente en su cuarto esa noche de agosto de 1962.
Justo ese mes, Warhol había comenzado a experimentar con la serigrafía. Y encontró en la fallecida actriz un ícono que reunía sus obsesiones: los medios de comunicación, la celebridad y la muerte. Al terminar ese año, el artista ya había realizado una veintena de pinturas basadas en una fotografía publicitaria de Marilyn de la película Niágara, de 1953. Aunque no llegaron a conocerse en persona, comenzó así un vínculo que no se rompería jamás.