La curadora puertorriqueña Mari Carmen Ramírez reveló detalles en una conferencia en el Malba, en el marco de la muestra Tercer ojo; continúa también hasta abril la inmersiva en el Centro de Convenciones
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“Vejete cucaracha”. Así llamaba Frida Kahlo a André Breton, escritor y poeta considerado el “padre” del surrealismo, según reveló meses atrás la curadora puertorriqueña Mari Carmen Ramírez en una conferencia en el Malba. Fue en el marco de la muestra Tercer ojo, que incluye dos autorretratos de la artista mexicana; uno de ellos marcó el récord actual para el arte latinoamericano en subastas.
“Su malestar se cimentaba sobre un suceso humillante”, explicó la experta, en referencia a otra muestra realizada en 1939 que atrajo el interés de artistas como Joan Miró, Pablo Picasso y Wassily Kandinsky, y que llevó al Pompidou a comprarle una obra. “Breton no solo no se ocupó de los detalles logísticos de la exposición parisina -se lo dejó a Marcel Duchamp, nada menos-, sino que insistió en mostrarla al lado de artesanías turísticas que él había traído de México. Enfática, Frida además rechazaba el cuño surrealista que le endilgaban desde un principio, por considerarlo burgués, señalando la postura excesivamente intelectual de un grupo con el que no compartía nada”.
Otra pista da el escritor Carlos Fuentes en su introducción a El diario de Frida Kahlo (La vaca independiente, 1995), testimonio íntimo que da letra a la muestra inmersiva exhibida en el Centro de Convenciones de Buenos Aires. “Para el surrealismo –escribe-, la revolución interior, psíquica, onírica, era inseparable de la revolución externa, política, material, libertadora. El matrimonio de Marx y Freud. Pero en el espíritu auténticamente subversivo de Kahlo, quizá asistiríamos al matrimonio de Groucho Marx y Woody Allen”.
Frida no estaba familiarizada con el surrealismo cuando llegaron a México en 1938 Breton y su mujer, la pintora Jacqueline Lamba, de quien se hizo muy amiga. “Breton se vio cautivado por la personalidad carismática de Frida y su pintura”, aseguró Ramírez. Recordó además que describió su obra como “la cinta que adorna una bomba” en el catálogo de su primera muestra individual, impulsada por él ese mismo año en la galería Julien Levy de Nueva York.
“Pese a su entusiasmo inicial, y a la participación de Kahlo en muestras surrealistas de México, su relación con este grupo de artistas fue bastante tensa”, observó la curadora. Destacó sin embargo que “el hecho de ser identificada como surrealista por el influyente teórico de esa tendencia no sólo puso a la artista en el escaparate internacional, sino que selló su destino a modo de celebridad en el canon del arte moderno”.