Alejandro Melamed: “La revolución del empleo será para los que puedan adaptarse una y otra vez”
La pandemia “fue un reseteo total”. El especialista considera que las personas van a tener que estudiar varias veces a lo largo de la vida. “Hoy se dice que, cuando estás llegando al quinto año de una carrera, lo que aprendiste en el primero probablemente ya está obsoleto”, asegura
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La mayoría de los niños que hoy están en la escuela tendrán trabajos que todavía no se inventaron, según consigna el Foro Económico Mundial. La frase da bastante vértigo, pero sobran los ejemplos para validarla: sin ir más lejos, la red social que más monetiza hoy es TikTok y hasta 2018 ni siquiera existía en el mundo occidental. En apenas dos años, la pandemia aceleró cambios que el mundo del trabajo esperaba en la siguiente década, desde el fin de la oficina hasta marcar tarjeta en pantuflas, por Zoom, con la carita del jefe congelada en la pantalla. “Muchos piensan que la pandemia fue una pausa y volver a lo anterior. Para mí fue un reseteo total”, afirma Alejandro Melamed, autor de El futuro del trabajo ya llegó. Y el trabajo del futuro también (Paidós). Lo que sigue es un manual para entender cómo será la nueva revolución del empleo y quiénes estarán mejor posicionados para encontrar el trabajo que sueñan (aunque todavía no se haya inventado).
Melamed es doctor en Ciencias Económicas de la UBA y también es muy hincha de Independiente. El dato no es menor, porque, además de trabajar durante casi dos décadas en Recursos Humanos de Coca-Cola (y llegar a vicepresidente de RR.HH. para la región), soñaba con asesorar al Rojo. “Ni me interesaba que me paguen, de hecho, no cobré ni un peso; yo quería estar en los entrenamientos, en el vestuario, en el micro con los jugadores”, se emociona. Y estuvo ahí en 2019, aplicando nociones de liderazgo en un equipo que tuvo varias luces, con Ariel Holan como DT.
Melamed tiene 56 años y un par de certezas adquiridas. Lo apasiona dar conferencias, que ocupan el 75% de su tiempo; hacer team building (meterse en la arquitectura de un equipo de trabajo) y ofrecer un servicio que se llama Confidential Advisory. “Consiste básicamente en que los gerentes generales me contraten para que les diga todo lo que sus colaboradores obsecuentes jamás les van a decir”, describe.
Además de tener ocho libros escritos y ser profesor en la UBA, en la Universidad de San Andrés y en la Universidad de Salamanca, dio cientos de conferencias en más de 15 países. Un dato curioso es que asesoró durante más de 10 años al equipo radial de Andy Kusnetzoff (sigue siendo columnista de su programa, Perros de la calle), domesticando egos.
Casi como un psicoanalista frente a un diván gastado, el autor lo escuchó todo (trabajó con varios CEO, famosos, jugadores de fútbol…), como la vez que el gerente general de un banco le ofreció un dineral si podía lograr que sus empleados lo adoraran; en verdad, le pedía a Melamed que les hiciera una especie de “lavado de cabeza”, según recuerda el autor, y todavía se alegra de haberlo rechazado. “No asesoro a compañías que no sean acordes con mis valores –avisa–. Nunca fue el dinero mi impulsor; de hecho, siempre que cambié de empleo me fui a puestos de menor pago inicialmente, pero con proyectos que me apasionaban”.
Con todo ese backround, el autor había escrito en 2017 el libro El trabajo del futuro y el futuro del trabajo, pero todos sus vaticinios se quedaron cortos cuando empezó la pandemia. “Muchas tendencias que advertíamos en ese momento para los siguientes 10 o 15 años, como los liderazgos más colaborativos o el fin de la oficina, se hicieron realidad a una velocidad increíble –sostiene–. Lo que se preveía ya está entre nosotros; ahora hay que proyectar un nuevo futuro”, advierte.
Un dato para comprender la magnitud de los cambios –y lo rápido que se asumieron como normales–: antes de la pandemia, solo un 3% de la gente trabajaba, algún día de la semana, en modo home office. Actualmente, la mayoría de las empresas de primera línea siguen utilizando plataformas como Teams, Meet y Zoom para las reuniones virtuales con integrantes de los equipos.
- ¿Qué tipo de revolución del trabajo se inició con la pandemia?
- Hay una idea muy fuerte y es que la próxima revolución no va a ser tecnológica, sino de la forma en cómo vamos a colaborar entre nosotros.
- ¿Se puede prever a dónde nos llevará esa revolución?
- Lo primero es que nadie tiene certeza de que esta sea la última revolución. Tampoco sabemos qué características tendrá lo que nos toque atravesar en el futuro. Decimos que estamos en la revolución X.0: habrá tanta cantidad de cambios que ni siquiera hoy tenemos la capacidad de imaginarnos cuáles podrían ser. Pero una cosa es cierta: el trabajo del futuro será para aquellos que puedan adaptarse una y otra vez.
No falta mucho para que un robot pueda manejar un auto en la autopista. Pero, en caso de un choque inminente, ¿puede ese robot distinguir si va a colisionar contra un vehículo en el que viajan dos ancianos o contra un micro escolar con 20 pibes arriba? ¿Puede un software dimensionar la gravedad de un accidente que asoma en el horizonte inmediato? Este es un ejemplo –citado en el libro– de cuán importante será la cobotización, definida como la coexistencia entre el robot y el ser humano, uno de los fenómenos que se enuncian en este futuro (¿utópico o distópico?) del mundo del trabajo.
Otro ejemplo antes de ir al grano de la cobotización: según un estudio del Beth Israel Medical Center –también mencionado por Melamed–, los médicos que examinan imágenes de los ganglios linfáticos para diagnosticar el cáncer de mama se equivocan aproximadamente en una de cada 25 veces, pero la inteligencia artificial puede contribuir a reducir esa tasa de error a una en 200.
Según se destaca en la investigación, la IA tiene por sí sola una tasa de precisión del 92%, mientras que la tasa de los médicos sin asistencia tecnológica es del 96%. Pero los dos métodos utilizados en forma conjunta aumentan la precisión del diagnóstico de cáncer de mama al 99,5%. “Todos sabemos que el primer paso para iniciar la sanación en cualquier tratamiento es que el médico nos mire a los ojos, nos ponga su mano en el hombro y nos diga ‘estoy de tu lado, te voy a ayudar a curarte’”, asume Melamed.
Esto mismo vendría a ser la cobotización: robots y mirada humana sobre la tecnología. “Aquellos trabajos que sean repetitivos y de bajo valor agregado van a ser sustituidos por un robot –entiende el autor del libro–. Mucha gente piensa que todo lo que es tecnológico va a tender a deshumanizar los trabajos y yo voy exactamente por el contrario: a mayor tecnología, mayor necesidad de humanización”, destaca. Y cita una frase del ajedrecista ruso Garry Kasparov: la inteligencia artificial más la inteligencia humana generan una “inteligencia aumentada”.
- Entonces, ¿más robots no implican menos creación de empleo?
- No. Lo que ocurrió en todas las revoluciones industriales –ahora estamos en la X.0– es que siempre se generó más trabajo del que se eliminó. Las proyecciones dicen que la generación de empleo que se proyecta es muy superior a la que se destruye, pero para acceder a esas posiciones vamos a tener que capacitarnos. Los robots y todo lo que es tecnología nos va a servir sobre todo para tareas pesadas, poco higiénicas, que requieran de gran precisión o tareas repetitivas, de poco valor agregado. Pero ningún robot tiene pasión ni conciencia ni sentido común ni ética. El trabajo tiene que ser cada vez más humano, no menos humano. Por eso hablamos de la humanización.
Si todas esas tareas repetitivas y de poco valor agregado serán eventualmente reemplazadas por un robot (el cajero del supermercado, el que cobra en el peaje…), ¿qué pasará con todos esos empleos? ¿Qué papel jugarán esas personas en el futuro del trabajo? Según Melamed, aquí entra en juego la importancia de la capacitación, desde un enfoque muy particular.
“En la Argentina en este momento hay un déficit de 10.000 a 15.000 puestos tecnológicos que las empresas no logran cubrir”, precisa. El detalle es que muchos jóvenes con expertise en tecnología prefieren trabajar para el exterior y ganar en dólares. Por ende, se da una tendencia bastante cruel: los que tienen los mejores trabajos cada vez tienen mejores trabajos (valga la redundancia); y los que tienen los trabajos más precarios cada vez se precarizan más.
- ¿Y cómo se corta ese círculo? Porque no todos tienen acceso a la capacitación…
- Ahí toco un concepto que es de Bernardo Kliksberg, que habla del triángulo de oro: yo creo que el Estado, las empresas, los sindicatos y la sociedad civil tienen que pensar en conjunto las soluciones de largo plazo y sostenibles para quienes tienen los trabajos más precarios y necesitan capacitación. Pensar en las personas, no en los puestos de trabajo, en las sillas vacías.
-¿En qué áreas se espera mayor creación de empleo en el país y el mundo?
- Las empresas están buscando gente especialista en inteligencia artificial y datos. En ese sector hay un montón de oportunidades. El segundo es lo que se denomina la economía del cuidado: nos hemos dado cuenta, con la pandemia, de que todo el mundo requiere cuidado (por ejemplo, hay un déficit de enfermeras). Todo lo que está vinculado a la salud va a avanzar muchísimo y hay muchos empleos que van a crearse en torno a ese sector. En tercer lugar: lo que en inglés se llama STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). En cuarto lugar: personas y cultura; en la pandemia comprendimos que la gente que trabaja con los recursos humanos y el desarrollo organizacional es clave, entre ellos los psicólogos y todo un grupo de profesionales relacionados a la salud mental. En sexto lugar: desarrollo de nuevos productos y servicios; y séptimo: contenido, marketing y ventas.
En una de las columnas de Melamed en Perros de la calle, un oyente dejó el siguiente mensaje: “Tengo hijos preadolescentes que van a empezar la universidad de acá a cinco años. ¿qué carreras considera que pueden llegar a ser ventajosas para ellos de 10 años para adelante?”. Su primera respuesta fue clara: “De qué van a trabajar, no lo sabemos, todavía no fue inventado”. La segunda respuesta, más terrenal: “mi sugerencia es que estudien lo que los apasiona, que armen su propia historia”.
- Vos hablás mucho de la idea de “aprender a aprender”. ¿Cómo la podés explicar?
- Se relaciona con la respuesta que le di a ese padre. Para que te hagas una idea, el primer año de la universidad es el de mayor cantidad de deserciones. ¿Y dónde se dan esas deserciones? En aquellos alumnos que cumplen un mandato familiar de estudiar tal o cual carrera. Hacen el primer año y después abandonan. La clave es que aprendan a estudiar, que aprendan a comprometerse, que aprendan a aprender. Pero, estudien lo que estudien, que además pongan el foco en la cuestión tecnológica y en los datos, porque en cualquier carrera que estén haciendo van a necesitar datos, van a necesitar tecnología y van a tener que programar. Y el resto: que disfruten el momento de estudio.
- ¿En qué consiste la diferencia que hacés entre empleo y empleabilidad?
- Empleo es tener laburo. Empleabilidad es la habilidad de tener trabajo hoy, mañana, en tres o en diez años. Esa es la clave. Que todos podamos incrementar esa capacidad de tener trabajo. Para que la empleabilidad pueda materializarse, lo que necesitamos es el compromiso de cada uno y aprender rápido nuevas cosas. Los talentos más deseados no son los que tienen un curriculum más extenso, sino los que cumplen con dos condiciones; primero: sus valores están alineados con los de la empresa; segundo: tienen una rápida capacidad de aprendizaje.
Si todos estos conceptos resultan demasiado complejos (cobotización, para empezar a hablar), uno siempre podrá agarrarse de la frase más instintiva de Melamed, que abreva del sentido común. Y dice así: “Si no laburamos de lo que nos apasiona, estamos en el horno”.