Al rescate. ¿Qué tienen en común las heladeras Siam, las sillas Toledo y BKF, el Magiclick y las radios Noblex?
Los tesoros del diseño argentino que los especialistas de Fundación IDA recuperan para exhibirlos como parte de un legado cultural, y que en julio se verán en el Malba. Mucho más que objetos
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Cada caja contiene una historia. Al abrirlas, se puede descubrir desde la transformación de la heladera Siam en un ícono para las familias argentinas hasta cómo la mudanza de Noblex, de Chaco a Tierra del Fuego, influyó en la fabricación de sus coloridos televisores y radios. En los archivos hasta se guarda el famoso Magiclick (¿quién no tuvo o tiene uno en su casa?), un invento argentino del diseñador industrial Hugo Kogan, que data de 1963.
En las estanterías, en cambio, es más fácil identificar los tesoros, como una silla Mar del Plata, esa misma que vimos hasta el infinito en los balnearios de la costa, y su reedición, un encantador diseño de la nieta de su creador. O una edición de Muebles Armables Prácticos (MAP), un conjunto de comedor y living para armar que entraba en el baúl de un auto, fabricado en los 60 y que hoy sería furor por su practicidad y diseño.
Un sinfín de piezas y conocimientos reúne, recupera y conserva la Fundación IDA, que investiga, difunde y pone en valor el diseño argentino. No es tarea sencilla, pero sí fundamental. “Lo hicimos detectando la carencia de un lugar de guarda especializado y patrimonial, e incluso de un proyecto mayor: un museo de diseño específico de ese tipo de contenidos”, explica el diseñador industrial y gestor cultural Wustavo Quiroga que junto con el asesor en inversión cultural, desarrollo de proyectos y conformación de colecciones Raúl Naón comenzaron a idear la Fundación en 2013 para concretarla en 2015.
No lo hicieron solos. Pronto se sumó un equipo consultor multidisciplinario que abarca los distintos ámbitos, industrial, gráfico, de indumentaria y textil y de teoría y gestión. Son alrededor de 30 especialistas, más los voluntarios que, además de proteger la rica historia del diseño nacional, tienen visión a futuro. “Se vincula con el legado, con preparar estas cosas para que las futuras generaciones de diseñadores tengan una referencia. Si no, esto se olvida, ya no se conoce y lo perdés para siempre”, agrega Naón.
Si bien su gran meta es crear un museo, en vacaciones de invierno una parte representativa de su colección se expondrá en el Malba. “Sacaremos por primera vez gran parte del patrimonio, que es de 1.300.000 piezas y documentos, el más grande en Latinoamérica. Es importante el respaldo de legitimación que le aporta Malba a la fundación y a la historia del diseño. Además, esa muestra estará traccionada por un montón de presentaciones, charlas, performance, y la idea es apuntar a una curaduría colectiva donde casi todos los participantes tengan acción sobre el archivo, sobre los contenidos, y cómo eso se relaciona con la muestra”, dice Quiroga.
Entre esas piezas únicas se destaca el prototipo en lona de la célebre silla BKF, que recorrió el mundo tapizada en todos los colores y materiales imaginados. Un asiento icónico a nivel internacional, que integra colecciones del mundo, y fue creado por argentinos. El prototipo con base de hierro de construcción y lona para camiones llegó desde Barcelona, donado por Victoria Bonet, hija de Antonio Bonet, quien la había diseñado en 1938 junto con Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy. “A Victoria la conocimos en Barcelona, le contamos el proyecto, cómo trabajamos, el esfuerzo que poníamos a nivel colectivo, y al segundo día nos llamó por teléfono y nos dijo: quiero donar el prototipo de la BKF”, cuenta Quiroga. “Para nosotros fue muy importante esa habilitación, de parte de alguien que entiende el proyecto. Eso es increíble y nos ha pasado con muchos archivos internacionales y con gente realmente muy posicionada y muy valiosa que nos donó todo”. Para acompañar la BKF cuentan hasta con fotos familiares que le dan un contexto de época.
No faltará la cartelería de Fototrama, que fue justamente lo que encendió la chispa de la fundación, y un claro ejemplo de cómo una idea local puede trascender en el mundo. El mosaico luminoso creado en los 60, formado por módulos de plásticos para cartelería y gigantografía pública, era elegido por las grandes marcas. Hicieron cientos de carteles para YPF en todo el país (fue el encargo más grande que tuvieron en la Argentina) y hasta auspiciaron la inauguración de los vuelos del Concorde, con un cartel de 27 metros para las oficinas de Air France en los Champs-Elysées.
El invento de los arquitectos Fanny Fingermann y Eduardo Joselevich fue la base fundacional de IDA. Quiroga y Naón habían empezado a idear, apenas unos meses antes, un archivo de diseño nacional. “Yo tenía una colección de arte concreto y le propuse a Wus que me ayudara a armar una pequeña colección de diseño. Y un día viene y me dice: «Me donaron el archivo de Fototrama». Para mí ese fue el disparador”, recuerda Naón. Se habían conocido en 2007, en una charla magistral del artista y diseñador industrial Tomás Maldonado, en el Bellas Artes. Wustavo había llegado con un proyecto bajo el brazo, y para contarle que había encontrado toda la documentación de la Feria de América, una exposición industrial realizada durante la segunda presidencia de Juan Domingo Perón. Por su parte, Naón participó del armado del archivo más relevante de arte concreto argentino, focalizado en la figura de Tomás Maldonado. Ese día comenzó su amistad.
Con el archivo de Fototrama como primer ingreso patrimonial, repensaron más en una matriz federal e incluyeron otras áreas. Las primeras reuniones eran en una mesa de café, y ahí comenzaron a pensar en el contenido, y que el contenido le diera fuerza al contenedor. El material de Fototrama llegó en un camión de piezas que se limpiaron y restauraron, y que hasta ese momento eran cosas casi perdidas o abandonadas hacía muchos años.
“Un amigo me dice siempre: «Ustedes no limpian las cosas, le dan luz a la historia». Y tiene que ver con restaurar los hilos conceptuales, la historia, la memoria de una pieza. Fue increíble ese proyecto. Ahí nos dimos cuenta de que, si la primera donación tenía esa escala, nos iba a superar, y empezamos a trabajar en institucionalizar el proyecto. No queríamos ni podíamos mantenerlo a nivel personal”, dice Quiroga.
Así armaron la fundación, en 2015, sin fines de lucro, y convocaron a gente que para ellos también eran una referencia ética y profesional. “La particularidad del proyecto es que vinculamos tres aspectos muy fuertes: el archivo, que es toda la parte documental; la colección en sí, que es más objetual de piezas, y una tercera, la gestión. Entonces dentro de la misma institución hay un montón de referentes, especialistas en diferentes temas con los que hacemos las investigaciones, pero también producimos contenido. Al mismo tiempo colaboramos con la promoción del Sello del Buen Diseño”, agrega.
En esa búsqueda de acervo patrimonial destacan la matriz de talentos argentinos que colaboraron a nivel internacional. Y en ese racconto aparecen figuras que sitúan a la Argentina en el mapa del diseño, con un peso hasta de exportación. “Y sobre todo cuando se empieza a relacionar con los argentinos que emigraron”, explica Quiroga. Un Juan Gatti en Madrid trabajando con Pedro Almodóvar, en la movida madrileña y diseñando los afiches y separadores de sus películas. También, los que emigraron a Barcelona, desde un Jorge Pensi, que hizo la silla Toledo, típica de todos los bares de España. O, por ejemplo, al arquitecto Emilio Ambasz, de Chaco, una figura de importancia en la arquitectura sustentable, y curador clave en el armado del cuerpo conceptual y la fortaleza de la colección de diseño MoMA. Es más, el Museo de Arte Moderno de Nueva York creó el Instituto Emilio Ambasz para el estudio conjunto del ambiente edificado y natural, dedicado a la investigación de la interacción entre arquitectura y ecología.
Aun con casos tan pujantes (y hay muchísimos más en la lista) de diseñadores de otros tiempos y muchísimos actuales exitosos, requeridos por primeras marcas y con piezas en la colección permanente de museos internacionales, valorar el talento nacional es desde siempre un eje de la fundación. Ambos recuerdan una anécdota que les relató el mismo protagonista, Reinaldo Leiro, fabricante de los muebles Buró, quien había decidido durante el décimo aniversario de la marca presentar una edición especial, donde destacaba... el diseño argentino. Las ventas se destruyeron. Hasta ese entonces, la gente pensaba que estaba comprando muebles extranjeros, que la marca era alemana. “Es algo que realmente me impactó cuando lo contó, porque nos pinta de cuerpo entero, esa falta de valoración”, dice Naón. Quiroga agrega: “Eso tiene que ver con nuestra idiosincrasia, que es más aspiracional. A medida que reconozcamos los valores propios y los emblemas, hay casos aquí con productos o íconos culturales que son muy importantes y, sobre todo, con reconocimiento internacional. Desde afuera ponen el ojo y dicen esto es un incunable. Entonces, tal vez ahí si lo notan. No sabemos mirar lo propio y tienen que venir de afuera a señalarlo”.
La Fundación IDA recibió recientemente un reconocimiento internacional: la revista londinense Monocle los acaba de nombrar el mejor archivo de diseño del mundo.
Con guantes de silicona negros, Wustavo abre el cajón de una planera al azar y aparece una sucesión de ilustraciones, afiches y hasta planos técnicos de cuando trabajaba en porcelana Edgardo Giménez. Están las pruebas de impresión del artista plástico autodidacta, que también es arquitecto, diseñador de muebles, diseñador gráfico, publicista y escenógrafo. “Uno ve la pieza terminada, pero es importante ver el proceso”, dice Naón.
“Fue una donación de Edgardo, nosotros empezamos a trabajar con su archivo particularmente toda la etapa de diseño que no había sido investigada patrimonialmente salvo por él, lo que no quiere decir que no haya publicaciones. Llevamos varios años trabajando con él y, de hecho, se está preparando un libro exclusivo de su biografía, pero sobre la parte proyectual de arquitectura, diseño, publicidad y editorial”, cuentan.
Entre esos planeras y percheros hay piezas textiles, clasificadas y estudiadas por las consultoras en diseño de indumentaria y textil Susana Saulquin y Kika Tarelli que contiene, por ejemplo, el archivo de Varanasi y de Bafweek, prendas de Mary Tapia, Cora Groppo. Mariana Dappiano, Vicki Otero, Trosman-Churba… y la magia continúa. “Uno puede ver, por ejemplo, la historia de un diseñador con sus emprendimientos y autoproducción, pero también cómo colabora con empresas y hasta con organismos del Estado. Por ejemplo, un Pablo Ramírez diseñando los uniformes Aerolíneas Argentinas”, destaca Quiroga.
Cada núcleo de investigación surge de un autor o de los integrantes de un estudio o de los que conformaban la institución. A veces viene de un solo origen, y otras, de diferentes, donde el trabajo se concentra en fusionarlos y armar un núcleo de información. El contexto social, político, económico y cultural es fundamental para terminar de comprender un diseño. “Lo más valioso del proyecto no es en sí la pieza o el objeto físico, es la información que contiene, es como la metáfora intelectual. Provienen de personas que todo el tiempo han estado pensando utopías, mejoras sociales y en un contexto siempre complejo –dice Quiroga–. Si estudiás la historia argentina, es casi una cultura de resistencia, y todas estas personas tienen un espíritu muy colaborativo y de aporte social”.
En las dos sedes de la fundación, los voluntarios (muchos alumnos de las carreras de diseño) pueden encontrarse, por ejemplo, con Carlos Fracchia, el creador de la marca de Siam. La historia del diseño argentino contada en primera persona. “Ahí te das cuenta el nivel cultural que ha tenido el país y cómo se cruzaba mucho la economía, el empresariado con los creativos y los intelectuales. De ahí aparecen fenómenos como el Di Tella, que son explosivos por la conjunción de cosas”, dice Quiroga.
Las principales donaciones que llegaron del Instituto Di Tella son de quienes habían participado en el departamento de Diseño Gráfico, que donaron cosas por separado. Luego, buscaron información del Instituto de Virrey del Pino, relacionada con estudios más analíticos, que casi no estaba documentada.
Otro polo importante es el de IKA, Industrias Kaiser Argentina, en Córdoba. “Casi toda la historia del diseño que entendemos por argentino es en Capital Federal, pero cuando te empezás a desplazar aparecen otras matrices. La de IKA es súper interesante porque se aproxima a los influjos conceptuales del Di Tella, pero en Córdoba y con una visión más latinoamericana. Entonces, nos pasa que empezamos a cruzar la historia de una empresa y no lo miramos solo del diseño: es el diseño, los industriales, los productos, el impacto que tienen en el consumo masivo”, agrega Quiroga.
¿Cómo ven hoy el diseño argentino?
El diseño no es un objeto, es una manera de producir, y uno produce desde piezas físicas hasta estrategias o cuestiones abstractas. En la actualidad, donde lo productivo es más complejo, se ha ido más al servicio y a la estrategia. Se ven casos exitosos más vinculados con los unicornios de Argentina, en proyectos que terminan catapultándose fuerte, desde los radares hasta las plataformas de usuarios en Internet. El diseño no se encierra en la idea de una silla, un electrodoméstico, donde hay momentos en los que la industria está más o menos fortalecida. Las mentes creativas siguen trabajando y cuando la industria o la economía no respalda un modelo productivo, esas mentes se van a otro formato, pero siguen estando.
-Hacia el futuro, ¿cómo imaginan la evolución del diseño?
-Quiroga: Nosotros creemos mucho en esta idea de la crisis-oportunidad. Cuando aparecen estas crisis, más allá de ser complejas socialmente, la misma sociedad se replantea los modelos. De hecho, la crisis de 2001 terminó teniendo un contrapunto de efervescencia cultural de autoproductores, apareció el fenómeno de Palermo, las ferias. Se vuelve otra vez a la identidad argentina. Si un empresario habilita el juego, que se puede incorporar valor agregado en cualquier tipo de producción, también está siendo responsable de esa calidad. Lo vemos como un ecosistema: los industriales, las cámaras de promoción y ni hablar de las políticas de Estado. En la Argentina o en cualquier país, vos podés tener un gran diseño, incluso hasta para salvar vidas.
-Naón: Hay algo que dice el pensador Boris Groys, y que a mí me encanta repetir: “Sin archivo no hay innovación”. Y eso es súper interesante, porque para innovar sobre algo tenés que saber qué se hizo.
-Quiroga: Incluso la manera en que uno lee el pasado te habilita pensar el futuro.