La galería Ruth Benzacar rescata litografías de una talentosa artista que atravesó varias internaciones psiquiátricas y transformó esas experiencias en conmovedoras imágenes
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Fue un escándalo similar al desatado semanas atrás en Florida, cuando un padre se quejó de que los alumnos de sexto grado habían sido expuestos a pornografía: la clase sobre arte renacentista incluía la escultura del David, de Miguel Ángel, y le costó el puesto a la profesora. Sólo que en Buenos Aires la denuncia la hizo una docente, tras visitar con sus alumnos al Museo de Arte Moderno hace casi seis décadas. Se exhibía allí parte de la serie Los amantes (1965), de Aída Carballo, en una muestra que pronto sería censurada.
Así lo recuerda la curadora Gabriela Vicente Irrazábal en el catálogo de otra exposición que le dedicó a la artista la Fundación OSDE, en 2009. Ahora se vuelven a ver en Ruth Benzacar esas litografías que recuerdan a los dibujos más eróticos de Antonio Berni, con los que sorprendió Vasari el año pasado. Ambos recrean escenas de sexo explícito sin pudor, actitud que Carballo ya había demostrado en su primera serie de litografías, también exhibida en la galería de Villa Crespo. Los locos (1963) incluye La luz y la voz: el retrato de una mujer encerrada, con la mirada elevada hacia una ventana como el perro semihundido de Francisco de Goya, mientras se levanta el vestido y se toca la entrepierna.
Cuando hizo esa obra había pasado más de una década desde su primera internación en un hospital psiquiátrico, poco después de la muerte de su padre. Su madre había fallecido cuando era niña. Según Irrazábal, “el diagnóstico habría sido: amnesia nominal, delirio polimorfo y alucinaciones auditivas. Aída no hablaba pero sí escribía y bocetaba incansablemente”.
“No acepto que nadie diga que descendí a los infiernos. Simplemente conocí otra ciudad, la de los locos, que es, apenas, un arrabal del infierno”, dice citada en el libro Arte y locura, de Alberto Perrone (1995). Sus tormentos no le impidieron desarrollarse como una gran dibujante, pintora, ceramista e ilustradora del suplemento cultural de LA NACION, así como del libro Misteriosa Buenos Aires, de su amigo Manuel Mujica Lainez.
Entre los muchos reconocimientos que obtuvo por su obra, incluido el Konex, en 1948 ganó el Primer Premio del Salón de Acuarelistas y Grabadores. Aquel trabajo muestra a una nena parada en medio de la calle bajo la lluvia, ante la mirada de unos niños, sonriente y con su corazón abierto. “Fue la pérdida de un ser querido lo que me hizo acudir a los otros –dice Carballo en el libro de Perrone- y no ir a mi zona más oscura y hermética”.