“Ahora sí me expongo”. Agustina Macri será una de las directoras de la serie que contará la vida de la reina Máxima
La realizadora, hija mayor del ex presidente, celebra el éxito de Limbo, producción de Star+, recuerda sus días al lado de Oliver Stone en busca de Snowden y Putin, en la mismísima Rusia.
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“Dejar de ser hija para desafiarme. Lanzarme al vacío”, dice Clara Lago en la piel de Sofía, el personaje de Limbo, la serie producida por Star+ que tiene como una de sus directoras a Agustina Macri y que ya confirmó su segunda temporada. En una mesita apartada del coqueto café que funciona en el jardín del Museo Nacional de Arte Decorativo, Agustina reconoce que siempre le pareció “un poquito ridículo tener que hablar simplemente por ser la hija de… ¿Cuál es el valor? Ninguno”, plantea la hija mayor de Mauricio Macri. Como sus hermanos Gimena y Francisco, fruto del primer matrimonio del expresidente con Yvonne Bordeu, prefirió estar lejos de la escena pública, incluso lo hizo en la jura de su padre el 10 de diciembre de 2015. La única foto protocolar en la que se la puede ver es la que compartió en el Vaticano, junto al Papa Francisco. “Cuando mi trabajo empezó a salir a luz, dije: es hora, ahora sí me expongo, porque tengo cosas que decir. Hablar de lo que hago me da mucho placer. Qué valor tiene decir soy la hija de…”.
Entusiasmada por los proyectos que tiene dando vueltas, Agustina anticipa que trabajará en dos nuevas series, una de ellas se rodará en México; la otra, la que le genera más expectativa por el desafío que implica, es una coproducción que contará la vida de Máxima Zorreguieta, la reina de los Países Bajos. Los 50 años de la reina estuvieron acompañados por programas especiales, extensos perfiles en las más diversas revistas y libros, entre ellos Máxima Zorreguieta Moederland, de Marcia Luyten, que es la base para la serie que narrará, en la primera temporada, los primeros años de Zorreguieta y se filmará en la Argentina, Estados Unidos, España y los Países Bajos. Según información que ya circula, se trata de la producción más cara de ese país y abarcará el período de juventud de la vida de Máxima, en el que ella dejó su Argentina natal, comenzó a hacer carrera en Wall Street y conoció al príncipe Guillermo Alejandro.
“Esta primera temporada abarcará bastante su infancia, su adolescencia, ella estuvo acá [Argentina] hasta los 22 años y después se fue a vivir a Nueva York, así que la idea es ir y venir un poco en el tiempo”, cuenta Agustina, que será una de las directoras junto a Anne de Clercq y Joosje Duk.
–¿Conocías bien la historia de Máxima?
–No tanto como ahora. Leí los tres libros publicados, son muy diferentes entre sí. En este último mes hice un curso intensivo. Había muchas cosas de ella que no tenía ni idea.
–Compartieron el mismo colegio, Northlands, en Olivos.
–Sí, fuimos al mismo colegio. Yo entré el año que ella terminaba, en 1988. Ella vivió la dictadura, algo que yo no, pero por lo que me cuenta la gente con la que estoy hablando, en la época en que estudió ella y la mía las cosas eran bastante parecidas. Hoy, cambió.
Cuando leyó Amor y anarquía, la biografía escrita por Martín Caparrós, Agustina quiso darle voz a María Soledad Rosas, la argentina de 23 años cuyo suicidio, en 1998, la convirtió en ícono del movimiento anarquista.
Aquella historia, a la que llamó Soledad, se convirtió en su opera prima y su estreno en el país, en septiembre de 2018, generó cierto revuelo. Un grupo de personas ingresó en una de las funciones en el Village Recoleta y provocó algunos disturbios para que se detuviera la proyección. “En el video que alguien del público tomó con el celular y difundió en las redes sociales –informó LA NACION–. A oscuras, arrojaron una bomba de olor, lo que provocó que el film fuera interrumpido y que se produjeran cruces verbales entre quienes querían ver la función y los militantes. ‘No queremos que vean la peli; ¿la hija de [Mauricio] Macri estrena una película y vos te creés que no va a pasar nada? Habla de nuestra compañera [María Soledad Rosas] como se le canta el orto y encima la película la pagamos todos nosotros’. Seguridad escoltó a este grupo afuera. Antes de retirarse, tomaron una piedra y la arrojaron contra la vidriera del McCafé”.
Caparrós no dudó en apoyar el film protagonizado por Vera Spinetta con un tuit contundente: “Acabo de ver Soledad, la película de Agustina Macri sobre la vida de Soledad Rosas. Lo consigue: cuenta bien la historia, arma un lenguaje, emociona. Gran trabajo”.
“Por suerte siento que hoy el prejuicio es mucho menor. Hay comentarios, sí… Es cierto, siempre tuve un perfil súper bajo –dice la mujer que escapa del foco de atención y cuya vida se hizo más pública cuando se dio la noticia, en abril 2021, de su casamiento con Bernardita Barreiro–. El estreno de la película fue un salto vertiginoso. Sé que también es parte del oficio, el de darle visibilidad al trabajo. Yo sigo haciendo lo que me gusta y en el camino me encuentro con gente muy talentosa, con la que nos potenciamos. Aprendo mucho con cada experiencia y por suerte están saliendo un montón de proyectos. Creo que es un gran momento para las directoras mujeres”.
Tanto en Soledad como en Limbo, las protagonistas son mujeres capaces de romper con lo establecido, con lo que se esperaba de ellas. En la serie –creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, que Agustina codirigió con Fabiana Tiscornia–, el foco está puesto en Sofía (Clara Lago), quien deambula entre fiestas e historias de Instagram en Madrid hasta que la muerte de su padre (Enrique Piñeyro) en Buenos Aires la hace regresar a la tierra de su infancia, al reencuentro con sus hermanos (Mike Amigorena, Esteban Pérez), al limbo.
–En la UBA estudiaste sociología hasta que en un momento dijiste por acá no es
–Era chica, bueno bastante joven, cuando estudié sociología, una carrera tan potente a la que siento además como infinita. Recuerdo estar haciendo unas investigaciones larguísimas y bastantes aburridas en las que me preguntaba a mí misma: ¿quién va a leer esto? Me sentía frustrada, no terminaba de encontrar la salida a todo ese trabajo. Siempre me gustó sacar fotos, así que me anoté en una de esas materias optativas de una cátedra súper interesante, que me marcó mucho, de Susana Sel [doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires], sobre cine documental y fotografía como sistemas de comunicación. Entonces pensé: con una cámara voy a poder contar muchas más historias que con estas investigaciones. En ese momento encontré en el cine, sobre todo en el documental, la posibilidad de contar cosas. Quería hacerlo de esa manera. Me fui a Barcelona a estudiar y al toqué empecé a trabajar. Y eso es súper importante, se lo digo a muchas amigas que tienen hijos grandes o a amigos de mis padres, que es importante que sus hijos quieran estudiar, pero trabajar en lo que quieren, en lo que estudian es lo mejor que te puede pasar. Empezar de abajo, hacer el camino y tener la suerte de cruzarte con alguien que termine siendo un poco tu maestro, tu maestra y aprender de esa persona. Básicamente curtirte. En el caso del cine, en los rodajes, donde te empapas de todo, ahí se aprende mucho más, de mirar a los directores, actores, fotógrafos. Podés hacer un montón de cursos, pero ver trabajar a otras, otros es lo mejor.
–En este sentido, hay que destacar tu experiencia de trabajo al lado de Oliver Stone.
–Sí, fue espectacular. Se dio la oportunidad de irme del país, ya había hecho un poco de todo, en Telefe una tira como asistente de producción, algunas cosas en posproducción, y busqué hacer algo afuera. A través de un productor en común me llamaron y me propusieron sumarme al equipo de Stone. Arranqué bastante abajo y después terminé en la segunda unidad para el rodaje de Snowden [biopic de Edward Snowden, consultor informático estadounidense que reveló secretos de la CIA, dirigida por Stone]. Fue una experiencia dura, Hollywood tiene equipos gigantes y hay cierta frialdad. Una está acostumbrada a trabajar de otra manera.
–Pero no solo participaste del típico rodaje, sino que fuiste parte del grupo que viajó para los encuentros con Edward Snowden...
–Estaba escondido, refugiado en una casa, nunca había visto tanta seguridad en mi vida. Parecía un fuerte. El tipo llevaba un año ahí, encerrado, y tenía ganas de hablar. Tuvo que escapar de los Estados Unidos, era una persona buscada, con orden de captura. En ese entonces, 2015, todo era muy reciente. Fue muy fuerte, éramos dos grupos de trabajo reducidos, en el que estaba el director de fotografía Anthony Dod Mantle (¿Quién quiere ser millonario?). ¡Los almuerzos eran increíbles! Quedé en un equipo más reducido que viajó cuatro veces a Rusia para entrevistar a Snowden y a [Vladimir] Putin.
–Nada menos que al presidente ruso para la docuserie The Putin Interviews, que reúne alrededor de 30 horas de grabaciones...
–Una locura, esa experiencia de entrar en el Kremlin, de esperar un montón, de estar atentos porque se trataba de un documental. Ahí conocí a Rodrigo Prieto [director de fotografía mexicano nominado dos veces al Oscar que trabajó con Alejandro González Iñarritú y con Martin Scorsese]. A veces teníamos que esperar tres, cuatro horas para ingresar y ver a Putin. Un día tuvimos que esperar seis horas. No podíamos entrar con el celular, lo guardaban en una caja fuerte. Así que llevaba un libro para la espera. Me acuerdo que Oliver me preguntaba: ¿por qué página vas? Al tiempo volvía a preguntar… Fue un gran aprendizaje, fue muy interesante verlo trabajar, tan enfocado en el guion, él es un tipo muy amante del guion. Me gustaba verlo sentarse con la lapicera, con el texto en papel, bien de la vieja escuela. Lo miraba un montón, sobre todo prestaba atención a cómo les hablaba a los actores, eso me encantó, es una manera de ir entendiendo todo lo que uno leyó en los cursos. Generar un vínculo con tu actriz, tu actor, saber leerlos, escucharlos, ayudarlos, potenciarlos… A mí la parte técnica, la visual, es algo que me sale muy natural y me encanta; el trabajo con los actores requiere un montón de energía, en el buen sentido. Necesitan tu aprobación, que vos seas un norte. Por eso digo que tenés que tener tanta energía, para mantener el vínculo con el otro, diferente a la parte técnica.
–Con Vera Spinetta lograste generar este vínculo
–Sí, fue muy fuerte todo lo que nos pasó con Vera. La volví a ver en la presentación de Limbo y nos dimos un gran abrazo. Ya nos entendemos sin la necesidad de hablar. Lo que nos pasó, lo que vivimos en el rodaje de Soledad no sé cuántas veces te puede pasar en la vida. Era mi primera película y creo que era también su primer protagónico. Una historia basada en un hecho real, un drama que nos atravesó. Me costó volver después de esa adrenalina. Quería hacer una serie, algo totalmente diferente. Uno no puede hacer todas las películas con ese nivel de sensibilidad, de identidad. Ella estaba totalmente metida en el personaje, por momentos se asustó de poner tanto el cuerpo. Eran escenas muy duras. Recuerdo que estábamos filmando en Génova cuando le dije que mirara el documental en el que Jim Carrey cuenta cómo quedó atrapado en el personaje de Andy Kaufman [Jim y Andy], cuando hizo la biopic. De Clara [Lago, protagonista de Limbo] aprendí muchísimo. Es una bestia de actriz. Ella necesita entenderlo todo, tiene un método muy racional. Le dije muchas veces a Clarita, que fue un placer, un aprendizaje, la verdad es que nos llevamos muy bien, incluso ahora, que estoy editando la segunda temporada, veo cosas que no vi en el momento. Ella hizo que Limbo sea lo que es, me cuesta pensar en otra actriz para este protagónico tan exigente, sobre todo en la primera temporada que pasa por todos los estados de ánimo. ¡Hace apnea y actúa! Apnea a 4 metros de profundidad.
–En Limbo tu búsqueda fue mucho más visual.
–Hay un tratamiento visual que da con esa sensibilidad femenina, esa conexión con la transformación del personaje de Clara. Le puse mucha energía a que así sea, porque el limbo tiene tantas metáforas, tantas capas, aparecen cuestiones familiares, dolores, vínculos. Cuando la presentamos en Francia [en la cuarta edición de Canneseries] nos hablaban de las mujeres que, como Clara, tienen una familia tan patriarcal, tan machista que consiguen hacer su camino. También nos metimos en el mundo de los sordos, el lenguaje de señas, y hay una búsqueda más inclusiva con la actuación de Genna Román (actriz española transgénero) en la piel de Perla.
–¿Cuándo volvés al cine?
–Estoy leyendo mucho. Lo que más me tienta es seguir por el lado de las historias reales. Algo más liviano que Soledad, no lo sé. Pero creo que ese es el camino.