Advertencia. Anticipó la invasión rusa y dice “Hay un peligro concreto para América Latina de convertirse en parte del imperio chino”
El célebre historiador británico Niall Ferguson cuestiona la “inocencia” de Washington hacia Putin y define a esta era como la Segunda Guerra Fría
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“Ha sido un tiempo muy frustrante para mí porque me la pasé alertando que esto venía y nadie lo creía en Washington”, dice a LA NACION revista Niall Ferguson, el célebre historiador británico, autor de 16 libros sobre historia, política y economía que han marcado una época y que han sido un éxito de crítica y público. Senior Fellow de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, senior faculty fellow del centro Belfer para las Relaciones Internacionales de Harvard, él estuvo viajando a Ucrania regularmente para dar seminarios y conferencias, y para tener encuentros con los principales políticos.
“O bien –agrega– en Washington simplemente creían con inocencia que las sanciones económicas iban a disuadir a Putin, o creían que revelar que teníamos información de los servicios de inteligencia de que la invasión era inminente iba a disuadir a Putín. Estos no son errores de alto nivel de geopolítica sofisticada, son errores de clase de Introducción a las relaciones internacionales en primer año de la facultad”, concluye el autor de títulos famosos como La plaza y la torre: Redes, jerarquías y la lucha para Poder Global, que estuvo en la lista de best sellers de The New York Times, y del flamante Doom: The Politics of Catastrophe.
El diálogo con Ferguson es por Zoom. Él está en su oficina en la universidad en California y esta redactora está en José Ignacio, el balneario de la costa uruguaya donde, años atrás, lo conoció a Ferguson, y a su mujer, la célebre activista y escritora Ayaan Hirsi Ali, en un asado familiar. A pesar de ser Ferguson y Hirsi Ali figuras intelectuales de renombre –y, para ciertos sectores, totalmente de culto–, no podían haber sido más afables y abiertos y muy genuinamente interesados en la Argentina (“lo único que creo que nunca voy a lograr procesar son los horarios nocturnos de los argentinos en vacaciones”, suspira al recordar su estadía).
De lo que sí está seguro es de haber comprendido cómo es nuestro sistema financiero y sus fallas. No solo ganó en 2009 un Emmy por su documental para televisión El triunfo del dinero: Cómo las finanzas mueven el mundo, donde la Argentina es uno de los ejemplos que aborda, sino que, con el objetivo de dar “un gran ejemplo de cómo se puede aprender de la historia financiera y aplicarla a los problemas contemporáneos”, Ferguson se asoció con Pierpaolo Barbieri, porteño que fuera su alumno de grado en Harvard, para crear el unicornio Ualá, una aplicación móvil que permite realizar operaciones sin necesidad de tener una cuenta bancaria. “El proyecto de mayor éxito del que yo haya jamás participado está basado en la Argentina”, se enorgullece antes de realizar un panorama en profundidad sobre la situación actual del mundo y las implicancias para el Sur del continente.
-¿Cómo afecta la guerra a la Argentina?
-Los mercados de commodities están que arden por la disrupción, lo cual obviamente beneficia a la Argentina, y si hubiera un riesgo de escalada, sea química o nuclear, ustedes están geográficamente muy lejos. En síntesis, la pandemia fue muy mala para América Latina, la guerra puede ser relativamente buena. El futuro se ve un poquito más brillante para la región siempre y cuando no cometan errores políticos garrafales que signifiquen un daño colosal autoinfligido. Aun cuando el resto del mundo se esté yendo al infierno, y eso comparativamente le convenga, América Latina puede arruinar todas sus posibilidades sin necesidad de ningún factor exterior. El gobierno argentino negoció con el FMI, y aunque no está claro que esté fuera de la zona de peligro, sí que va a pasar mucho tiempo hasta que haya un gobierno económicamente estable y racional.
-Yo en este momento estoy en Uruguay, cuyo gobierno inmediatamente se alineó con Estados Unidos y Europa. Otros gobiernos reaccionaron distinto. ¿Qué había que hacer, qué hay que hacer?
-Nadie va a estar colgando su foto de un encuentro reciente con Putin en un lugar de honor en el futuro próximo, y debería haber una lista de vergüenza internacional para colocar a quienes se encontraron con Putin justo antes de la guerra (si no era para prevenir la guerra). América Latina debería querer ser parte de Occidente, en el sentido de un grupo de países que son democráticos, donde funcionan las leyes e instituciones y donde se cree y protege la libertad individual. Es un error profundo pensar que se va a ganar algo a cambio de coquetear con Rusia y China. Aunque China económicamente sea tan importante, la realidad es que en las condiciones de una Segunda Guerra Fría –que creo que es lo que estamos atravesando–, hay un peligro concreto para América Latina de convertirse en parte del imperio chino. A medida que las cosas se deterioren entre China y Occidente, será fácil encontrarse que, casi sin darse cuenta, terminaron del lado equivocado con efectos desastrosos. Si se quiere ver a dónde lleva la opción no occidental, solo hay que mirar a Venezuela, un país que está sufriendo tanta crisis de refugiados como Ucrania sin necesidad de que lo invadan. Esta crisis está siendo infligida a los venezolanos por los venezolanos porque su sistema político se volvió profundamente antioccidental con Chávez y solo empeoró con Maduro. ¿Y adivina quien apoya a ese régimen? Sí, China y Rusia.
-Sin embargo, EE.UU. está acercándose a Venezuela…
-Yo considero esto un error de la administración Biden. Por alguna razón prefieren hablar con Venezuela e Irán para que incrementen su producción de petróleo a incrementar la producción propia. Lo mismo respecto al gas natural. Esto es un error estratégico totalmente elemental, pero están tan comprometidos con sus fantasías verdes para el país (y no para el planeta) que terminan rogándole a los regímenes autoritarios que incrementen su producción en vez de hacerlo en casa, lo cual se lograría con solo eliminar impedimentos regulatorios. Es deplorable.
-Los últimos años ha estado viajando frecuentemente a Ucrania. ¿Cómo siente el haber estado alertando de lo que luego ocurrió?
-Ya por un tiempo mi punto de vista era que el acceso a la OTAN no iba a ocurrir y se debería, entonces, sacar esto de la mesa de negociaciones, pero hacerlo a cambio de alguna concesión del lado de los rusos. Kissinger en 2014 advirtió que si Occidente no era serio respecto a incluir a Ucrania en la OTAN, y los rusos consideran al coqueteo con la OTAN una provocación, había que encaminar el diálogo hacia una Ucrania neutral con el apoyo de ambos lados. La política de decir “vamos a incluir a Ucrania en la OTAN y la fecha para hacerlo es nunca” era poner al país en una situación de extrema vulnerabilidad, entonces se les debería haber provisto de armas para defenderse solos. Lo que hizo Biden, en vez de eso, fue demorar la entrega de armas, lo mismo que Trump había hecho antes. De un pico en 2018, la ayuda militar a Ucrania fue disminuyendo consistentemente. Como resultado, los ucranianos no pudieron desalentar a Putin de invadirlos, aunque sí hay que reconocer que la combinación del arsenal que ya tenían con su ejército efectivo y la voluntad de defender a su país causó bajas que sorprendieron a Putín, a quien no le había llegado esta parte del mensaje.
-Usted también fue muy crítico a que el gobierno norteamericano retirara las sanciones al gasoducto Nord Stream 2, un proyecto energético diseñado para que el gigante ruso Gazprom pueda duplicar sus envíos de gas directamente a Alemania por el mar Báltico, ahorrándose el habitual paso obligado por Ucrania.
-Nunca pude entender por qué hicieron eso, semejante señal de debilidad. Yo estaba en Kiev en septiembre y alerté al gobierno ucraniano que estaba quedando muy vulnerable y aislado y que yo creía que, a partir de ese momento, Rusia iba a invadir Ucrania. Era la implicación obvia del artículo que publicó Putín sobre la unión histórica de los pueblos de Ucrania y Rusia.
-¿Qué pasa con Europa? ¿Que no haya tenido el poder de disuadir prueba que los que estaban a favor del Brexit, porque no le veían el punto a Europa, estaban en lo correcto?
-Creo casi lo contrario. Desde un punto de vista europeo, Estados Unidos se ha convertido en un proveedor poco confiable de seguridad. Bajo Trump estaba este cuestionamiento constante sobre el valor de la OTAN para Estados Unidos, al punto que Macron describió a la OTAN como en un estado de “muerte cerebral”, por lo que veía un compromiso menguante con la alianza transatlántica por parte de su principal garante, Estados Unidos. Después, llegó Biden y empeoró la situación con sus aliados aún más, al sacar las tropas de Afganistán no solo sin consultarles antes, sino diciéndoles como al pasar, “ah, y nos vamos de Afganistán”, cuando ya de hecho se habían ido. Hay un catálogo de razones por las cuales yo desconfiaría de Estados Unidos si fuera Europa, con lo cual el argumento a favor de una autonomía estratégica para el continente se vuelve más atractivo. Pero autonomía estratégica de Europa sin el Reino Unido es como Hamlet sin el príncipe, falta el protagonista principal. Si ahora todo es sobre defensa y menos sobre economía, el Brexit luce como un giro equivocado: vas a tener que integrar tu estrategia de seguridad al mismo tiempo que demantelás tus conexiones económicas.
-¿Usted estaba a favor o en contra originariamente?
-Yo estaba en contra del Brexit porque no pensaba que los beneficios excederían los costos, que sería un divorcio más caro y difícil que lo que pensaban los británicos. La realidad es que cuando uno se divorcia es para casarse de nuevo, no vale la pena pretender que alguien pide un divorcio para poder estar solo. ¿Pero con quién exactamente Gran Bretaña se iba a volver a casar? Y aquí es donde las fantasías de los pro Brexit se volvían más bizarras. Decían que iba a haber un arreglo de intercambio económico con Australia, con Nueva Zelanda, con Estados Unidos, que Gran Bretaña iba a ser el nuevo Singapur, que iba a ponerse un poquito de novia con todos. Esto no tiene sentido en una era en la que la globalización está retrocediendo. Y no hace falta saber demasiado sobre EE.UU. para intuir que un tratado de comercio con el Reino Unido no iba a estar entre sus prioridades. No es que el Reino Unido vaya a volver con la Unión Europea una y otra vez, no van a ser los Richard Burton y Elizabeth Taylor de las relaciones internacionales. Pero creo que Gran Bretaña, en otra gran tradición, va a volver a acostarse con su ex en términos de defensa, y va a tener ese tipo de relación con Europa.
-¿Puede haber un cambio de régimen en Rusia?
-La administración Biden piensa que con la guerra que se alarga más de lo que Putin esperaba y las sanciones económicas se puede traer un cambio de régimen en Rusia. Es un escenario de muy poca probabilidad. Las sanciones en Cuba no tuvieron ese efecto, tampoco en Irán, tampoco en Corea del Norte y demás. Creer que los regímenes malos milagrosamente se transforman en buenos es esperar que 1989 siga pasando una y otra vez. La realidad, como muestra Venezuela, es que aunque el dictador muera de cáncer, alguien aún peor lo puede reemplazar y el sistema continúa, porque si le estás vendiendo petróleo al mundo, podés estar al mando de una organización criminal por un muy largo tiempo. Siempre y cuando le pagues lo suficiente a tu policía secreta, la oposición no va a tener éxito.
-Oligarcas, oposición... ¿alguien puede hacer algo en Rusia desde adentro entonces?
-La oposición en Rusia, que es Alexei Navalny, está en este momento en un campo de concentración. Los oligarcas no tienen ningún poder. Están, de hecho, desesperadamente viendo cómo pierden su fortuna que estacionaron mayormente en el exterior. Los únicos que podrían realmente destronar a Putin son quienes él puso en las posiciones de fuerzas de seguridad interna y externas. Golpes desde dentro del palacio han ocurrido en la historia rusa, pero quienes piensan que porque se perdieron muchas más tropas de lo esperado y porque los bancos rusos fueron sancionados va a haber un golpe interno, no tienen un conocimiento firme de la historia. Occidente, o al menos la administración de Biden, parece subestimar la posibilidad de que Putin termine victorioso en el Sur y en el Este, controle los puertos, Mariupol, Odessa, bombardee hasta el caracú múltiples ciudades y luego se siente a dictarle los términos de la paz a Zelensky. Y mientras nosotros estamos sentados esperando que Putin sea derrocado desde adentro, él va a haber ganado la guerra. Por todo esto me parece tan errada la estrategia actual. Es aún más loco llamarlo un criminal de guerra. Si querés que pare la guerra, eso garantiza que va a seguir peleando.
-¿Tendremos una escalada química o nuclear?
-No creo que haya una escalada militar porque Putin no la necesita. Tiene una clara superioridad en cuanto a misiles y bombardeos de gran altitud, tiene tanques y reservas. No necesita usar armas químicas o nucleares, solo necesita amenazar con usarlas para lograr su objetivo, que es evitar que la OTAN envíe aviones para ayudar a los ucranianos. Si usara armas nucleares entonces los europeos tendrían que poner en pie las acciones energéticas y entonces lo rusos realmente estarían en problemas. Dejaría de ganar mil millones de dólares diarios por venderles petróleo. Muy poco probable que arriesgue eso cuando no lo necesita.
-¿Las criptomonedas son los buenos o los malos en esta película?
-Mucha gente al principio decía que los rusos usarían criptomonedas para evitar las sanciones. Esto es un argumento estúpido. La escala actual de intercambios en criptomonedas es demasiado pequeña para hacerse cargo de la evasión de sanciones. Estamos hablando de mucha plata acá, los bienes del Banco Central Ruso, potencialmente las ganancias de la venta de petróleo. No hay forma de hacer esto con criptomonedas, y, de hacerse, sería muy fácil ponerse en evidencia. Criptomonedas es un mal nombre. No hay nada de secreto, se pueden ver las transacciones. La verdad es que muchas más criptomonedas han entrado en Ucrania que las que se han usado para evadir sanciones en Rusia. Es una forma importante en la que la comunidad tecnológica aquí en California ha ayudado a Ucrania. Todo lo que ocurrió resultó una gran propaganda para que las instituciones internacionales compren bitcoin porque se dieron cuenta de que si tenés bitcoin en tu reserva estás mejor protegido de las sanciones que si tenés dólares o euros. Creo lo que está ocurriendo es una situación de ganancia neta para las criptomonedas y las finanzas descentralizadas.
-Putín justifica su agresión diciendo que es parte de un proceso de desnazificación de Ucrania. ¿Qué opina de eso?
-La historia de Europa del Este de los últimos 200 años es muy oscura y de violencia, muchas veces dirigida hacia los judíos. Ucrania fue un lugar donde cosas particularmente espantosas ocurrieron. Pero creo que hoy hay algo especialmente doloroso en el hecho de que Rusia invada un país democrático con un presidente judío y un primer ministro judío. El único otro país donde eso ocurre se llama Israel. ¿Y hacerlo en nombre de un proceso de desnazificación? No hay palabras. Ni que hablar del bombardeo ruso del memorial a Babi Yar menos de un año después de que fuera abierto y dedicado por el presidente Zelensky. Esto es muy preocupante, encima, en un momento en el que el antisemitismo está en alza en muchas partes del mundo. Yo miro a Rusia y veo un régimen fascista. Los rally que mantuvo en el estadio de fútbol de Moscú son fascistas. El discurso que Putin dio a mediados de marzo era una pataleta digna de un dictador fascista. Esto no tiene nada que ver con revivir la Unión Soviética. No hay vestigios de marxismo o leninismo en lo que hace Putin. Debemos estar muy preocupados por la dirección que el régimen toma a medida que se lo arrincona con sanciones, la guerra, la promesa de juicios por crímenes de guerra. Yo he estudiado historia judía por una buena parte de mi carrera, pero no soy judío. Pienso que, si lo fuera, sentiría una repulsión por lo que está pasando aún mayor de la que siento, si eso es humanamente posible. No puedo compartir la visión de Francis Fukuyama [politólogo estadounidense] en sus entrevistas recientes de que todo va a terminar con una repetición feliz de 1989. Pero espero que él tenga razón.
-¿Qué tiene que hacer uno como individuo en la Argentina? ¿Donar lo que se pueda a Ucrania? ¿Mudarse al medio del campo en la Patagonia y pedirle a familiares en el exterior que se vuelvan?
-Parecen todas opciones bastante lógicas y bien me gustaría a mí tener un lugarcito en la Patagonia… Primero de todo hay que ayudar a Ucrania. En lo personal yo fui parte de un grupo que recientemente juntó cinco mil millones de dólares para enviar material tecnológico Starlink para mantener internet en Ucrania. Todos en una democracia tienen interés en ayudar a Ucrania. Si Rusia puede cantar victoria, todos los otros regímenes autoritarios van a decir “ey, ahora se viene nuestro turno, se puede hacer, los costos no son tan grandes”. No todos pueden ayudar con plata, pero compartir mensajes e información en los medios sociales y apoyar simbólicamente es importante también. Pero lo fundamental es castigar a los políticos que no condenan a Putín y que no apoyan públicamente a Zelensky. Una parte crítica del poder que cada uno tiene en una democracia es usar nuestra influencia para decir que estamos del lado de la libertad. Después está el tema de la seguridad física, y a veces creo que esto se está exagerando. Cualquier familiar puede tranquilamente quedarse en la mayor parte de Europa, Asia o Estados Unidos. Putín quiere que hablemos de una Tercera Guerra porque nos asusta, pero esto es más como Saddam Hussein invadiendo Kuwait, como Putín cuando mandó tropas a Georgia y a Ucrania la otra vuelta. Creo que hay que guardar un cierto sentido de la proporción para no estar intimidado por su agresión. Finalmente, dada la historia económica argentina, debe haber algún tipo de reacción muy propia, muy de haberlo visto todo, al escuchar cómo se está devaluando la moneda en Rusia. Las implicaciones económicas de la guerra son inflacionarias, el mundo será más inflacionario, así que lo que cada individuo pueda hacer para proteger sus ingresos del riesgo de inflación es una buena idea.
-¿Tiene planes de volver a la Argentina?
-Como director de Ualá, el exitoso banco de Pierpaolo Barbieri, voy a estar yendo para las reuniones de directorio y para ver el desarrollo de este negocio en el cual ambos creemos apasionadamente. Desde que él era mi alumno, nuestro tema de discusión permanente es la inclusión financiera. Cuando yo estaba filmando mi documental The Ascent of Money estuve bastante en las villas porteñas, y lo que sentía era que más que un problema financiero, el gran tema era la exclusión de todo sistema financiero para la gente que vivía allí. Creo que proporcionar herramientas a quienes tradicionalmente no podían acceder a cuentas de ahorro, tarjetas de crédito y demás es cambiar las reglas de juego, Aunque este modelo ya lo estamos expandiendo a México, Perú y Colombia, tengo ahora muy buenas razones para ir seguido a la Argentina y espero con muchas ganas hacerlo pronto.