Reseña: Gilliam por Gilliam
Un director cinematográfico de proezas visuales
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Como anota Ian Christie, el compilador de este completo tomo dedicado al director de películas inclasificables como Brazil o Las aventuras del Barón de Munchhausen, Terry Gilliam divide aguas. A más de un cinéfilo (de la vieja, pero también de la nueva escuela), le asombrará encontrarlo codeándose en la misma colección con volúmenes dedicados a Robert Bresson, Werner Herzog, Pasolini o Truffaut (pero también de los más díscolos David Lynch o Tim Burton).
¿Es el Ex-Monty Python, se pregunta Christie. un cineasta de verdad “que juega en las grandes ligas” o “un mero humorista que ideó un espectáculo ciertamente superior”? El estadounidense Gilliam, en todo caso, es un director que se desentiende de la narración al uso, ajeno al realismo, que entiende el cine en su dimensión más dinámicamente visual, casi como un heredero natural (otra vez Christie) de aquel padre fundador de lo fantástico que fue Georges Meliès.
El volumen consiste –como otros de la colección– en minuciosas conversaciones que van visitando la infancia, las influencias, las obsesiones y la carrera de Gilliam. No sorprende que sea un enamorado de Alicia en el país de las maravillas, pero sí que Munchausen fuera concebido “como un dibujo animado de Disney con actores”. Los interesados en ese extraño prodigio cinematográfico que es Brazil encontrarán múltiples pistas sobre él, al igual que sobre 12 monos o Pánico y locura en Las Vegas, entre otros de los frenéticos films del director.
Gilliam por Gilliam
Por Terry Gilliam
El Cuenco de Plata. Trad.: Javier Mattio
320 páginas, $ 4700