Willa Cather, una sutil conocedora del alma humana
A 75 años de su muerte, los libros de esta escritora celebrada por grandes de la literatura norteamericana llegan al lector argentino
- 3 minutos de lectura'
Venerada en su país por William Faulkner, Eudora Welty, Truman Capote, Toni Morrison y Vivian Gornick, la narradora estadounidense Willa Cather aún sigue siendo poco conocida en la Argentina. Hay, no obstante, proyectos editoriales que acercan la voz equilibrada, inteligente y profunda de esta autora que nació en 1873 en Black Creek Valley en el seno de una familia católica de origen irlandés. A los 9 años, se mudó con sus padres y hermanos a Nebraska, donde vivió rodeada de campesinos, aventureros y colonos europeos. Escenario y personajes quedarían inmortalizados en Trilogía de la pradera, compuesta por Pioneros, El canto de la alondra y la magistral Mi Ántonia. Abjuró de su primera novela, El puente de Alexander, escrita bajo el influjo de Henry James (¿quién podría culparla?), que narra el drama moral de un hombre que ama a dos mujeres. Pero a partir de 1913, con Pioneros, y hasta el final de su vida se travistió (como les gusta hacer a sus personajes femeninos) de escritora regionalista, esta vez con la impronta de la casi olvidada Sarah Orne Jewett, con quien Cather compartió la predilección por la compañía de mujeres. Con Uno de los nuestros, ganó el premio Pulitzer en 1923.
Para la escritora María Martoccia, Cather es “sublime y a la vez concreta, con magníficas descripciones de la naturaleza que producen el mismo efecto que las de W. H. Hudson, y con personajes que demuestran un detallado conocimiento del alma humana; podría decirse que son pequeños estudios capaces de transmitir las contradicciones del comportamiento, algo nada sencillo”. Así presenta Cather a la villana de Sapphira y la joven esclava, su última novela: “La señora Colbert sonrió. Siempre le divertía que la gente obrara de forma tan previsible. En vez de molestar a una negra enferma, Rachel había venido a molestarla a ella a la hora de su aseo personal, momento en el que era bien sabido por todos que no aceptaba visitas de nadie”. La solícita Rachel es hija de la señora Colbert y ambas representan dos fuerzas opuestas en una historia que puede ser leída en clave antirracista.
“Llegué a Willa Cather cuando compré de saldo en una librería de Avenida de Mayo la única novela editada de ella en la Argentina, por el Centro Editor, en 1977, Una dama perdida –dice el crítico y traductor Maximiliano Tomas–. Me fascinó y con el tiempo conseguí sus libros en inglés y en español. Así fue que le propuse a Damián Tabarovsky, editor de Mardulce, publicar a Cather en la Argentina pero traducida por primera vez al castellano rioplatense. En 2021 editamos los siete cuentos de La belleza de aquellos años y lo próximo que se viene será mi traducción de aquel libro genial con que la descubrí”. El sello Monte Hermoso publicó en 2018 El arte de la ficción, ensayos de Cather traducidos por Vanesa Frejtman.
El 24 de abril de 1947, Cather falleció a los 73 años en Nueva York, donde se había establecido con Edith Lewis, su compañera y albacea literaria. “Sin su gran capacidad, tan natural, de amar a sus pocos elegidos, profunda, estrecha, enteramente y hasta el final, y sin su poder de atraer y conservar el amor de quienes estaban cerca de ella, fácilmente podría imaginársela encaminada hacia el más amargo de los finales”, escribió Katherine Anne Porter, otra escritora que admiró la obra de la “primera dama” de las letras norteamericanas.