Actos de guerra. El peligroso juego geopolítico de la Rusia de Putin
Detrás de la invasión de las fuerzas rusas a Ucrania hay un líder nostálgico del poder de la vieja Unión Soviética decidido a detener la expansión de la OTAN hacia el este a un alto costo
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El sonido de las sirenas de emergencia aturde en el silencio de la noche de Kiev. Los bombardeos y misiles irrumpen en la oscuridad del cielo para transformarlo en humo y fuego. Las tropas rusas avanzan por tierra. Ya hay 50 muertos. “Tomé la decisión de una operación militar”. Serio y adusto, el presidente ruso Vladimir Putin comunicó el jueves desde el Kremlin que la guerra ya era un hecho.
¿Cuál es el juego geopolítico de la Rusia de Putin? ¿Por qué la conflictividad en Ucrania escaló al punto de transformarse en una guerra? ¿Cómo se están reconfigurando las relaciones entre Estados Unidos, Occidente y Rusia? ¿Se trata de una nueva “Guerra Fría” reeditada o de un resabio del período histórico que dividió al mundo en dos bloques antagónicos durante más de cuatro décadas? ¿Qué injerencia tiene la alianza estratégica que China tejió con el presidente ruso? ¿A qué responde la intención rusa de fortalecer su vínculo con la región latinoamericana?
Rusia aspira a recrear el peso geopolítico que perdió tras la caída de la URSS
Según los analistas, lo que está en juego es la redefinición del actual esquema de seguridad de Europa. La expansión hacia el este de la OTAN es uno de los factores que Rusia cuestiona dentro de su relación con Occidente y Estados Unidos. Y, aunque el mundo hoy está atravesado por la diversidad y la multipolaridad, aún permanecen intactos resabios de la lógica de Guerra Fría. Rusia aspira a recrear el peso geopolítico que perdió. En su papel de mediador y apaciguador, China actúa de acuerdo a sus intereses. Focalizado en sus asuntos internos como prioridad, Estados Unidos tendrá un papel más pasivo, mientras Rusia desafía su liderazgo al estrechar lazos con América Latina.
El conflicto que protagoniza Rusia en territorio ucraniano no es nuevo. Sus antecedentes se remontan a la crisis de Crimea en 2014, a la enorme importancia que tuvo Ucrania para la política exterior rusa tras la desintegración de la Unión Soviética y, más atrás, hasta mediados del siglo XIX, cuando un bloque de países de Europa occidental derrotó al Imperio Ruso en la Guerra de Crimea.
En lo inmediato, Rusia busca redefinir la arquitectura de seguridad europea ante la expansión de la OTAN hacia el este. “Rusia y Estados Unidos atraviesan en este momento el punto más bajo en su relación desde el fin de la Guerra Fría. El punto de partida es un malentendido a partir de la expansión de la OTAN. Esta ampliación no pudo hacerse sino a expensas de los intereses de seguridad de Moscú”, explicó Mariano Caucino, exembajador argentino en Israel y Costa Rica, autor de dos libros sobre la política exterior de Rusia.
En una línea similar, Ricardo Lagorio, exembajador argentino en Rusia y secretario general del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), consideró: “Después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991, se armó una nueva arquitectura de seguridad europea sin Rusia, porque había sido derrotada. Empezó un esquema de fuerte expansión de la OTAN a pesar de las promesas verbales de no expansión. Rusia se quejó de esas promesas incumplidas. Este conflicto no es algo nuevo, hay resabios de la Guerra Fría en el sentido de un conflicto entre grandes potencias con poder militar duro, donde vemos competencia y rivalidad entre grandes poderes. Rusia es Europa y no debería estar al margen de ella, aunque no sea occidental ni parte de la OTAN. Armar una estructura de seguridad sin ellos o contra ellos no es funcional”.
"Hablamos de una nueva Guerra Fría a falta de una analogía mejor"
La lógica de enfrentamiento entre grandes poderes explica por qué la constante amenaza disuasoria llegó a transformarse en guerra. “Va a haber ejercicios de disuasión y van a jugar en el límite todo el tiempo. Es una lógica de pulseada de poder. Desde 2014 quedó claro que el recurso militar no está muerto y se sigue utilizando. En este mundo globalizado, tecnológico, de inversiones en Bitcoin, todavía hay geopolítica, poderes militares, fronteras y territorios”, observó Lourdes Puente, directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica Argentina (UCA).
La diplomacia, sobre todo en el marco del Grupo de Normandía, compuesto por Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, no logró evitar la guerra. Tampoco las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos. Para Lagorio, el conflicto armado es “un enorme error” de Rusia. Una decisión que perjudica su imagen y su economía.
El conflicto ucraniano es complejo. Hay en Ucrania un desacuerdo interno respecto de Rusia. “Dentro de Ucrania hay un clivaje y una fractura en torno al papel de Rusia en su propio país. Hay sectores pro-rusos y movimientos secesionistas que simpatizan con Rusia. A Ucrania no le conviene tener malas relaciones con Rusia. Incorporarse a la OTAN sería un problema”, puntualizó Juan Negri, director de las carreras de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella (UTDT).
Política agresiva
“La política exterior rusa es bastante agresiva y asertiva. Rusia busca recrear la importancia geopolítica que tuvo la Unión Soviética. Putin tiene opiniones importantes sobre la URSS y considera que su disolución trajo consecuencias negativas para la posición de Rusia en el mundo. Esto no quiere decir que busque un regreso a la URSS. Pero sí quiere recrear ese espíritu, un país con mucho ascendiente sobre su esfera de influencia. Putin se siente cómodo con la visibilidad y el protagonismo”, señaló Negri.
¿Este intento de recrear la vieja geopolítica de la Unión Soviética representa una nueva Guerra Fría? La persistencia de una Guerra Fría se observa en los actores involucrados: Rusia, Estados Unidos y Europa occidental. Pero, aunque los ecos de aquel conflicto que enfrentó a las dos superpotencias aún reverberen, el contexto presente es muy diferente al de aquel entonces. Hoy estamos ante un mundo multipolar, más diverso y heterogéneo.
“Hablamos de una nueva Guerra Fría a falta de una analogía mejor. No es una comparación correcta porque se ha producido una alteración fundamental en el orden de poder entre Rusia y China. A la vez, existe una interrelación económica gigantesca entre Estados Unidos y China, como nunca existió entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Por otro lado, China es hoy un rival mucho más consistente en materia económica que el que en su día fue la URSS”, afirmó Caucino.
Otra diferencia importante es la ausencia de una lucha ideológica que aliente las tensiones entre bloques. “La Guerra Fría tuvo un condimento ideológico que este conflicto no tiene. El enfrentamiento capitalismo-comunismo era lo que inflamaba la discusión y permitía la participación de todo el cordón periférico. Este es un conflicto de poder e influencia. Hoy hay poderes regionales, un mundo más multipolar y con un poder más difuso”, observó Puente.
Según Lagorio, aún vemos algunos resabios psicológicos de la mentalidad de Guerra Fría en la clase dirigente europea. “Persisten esquemas psicológicos y mentales de la Guerra Fría en muchos de los actores de Rusia y Europa. Estamos entrando en la era de la inteligencia artificial, el ciberespacio, el medioambiente, el cambio climático. Pero, al mismo tiempo hay resabio lógicos, válidos y reales de competencia geopolítica. Estamos en una etapa de transición, donde todavía hay inercias de Guerra Fría. Este es un mundo poswestfaliano, que ya no podemos mirar en términos solo temporales y geográficos-territoriales”, sostuvo.
Otra diferencia, además de la presencia de nuevas potencias en ascenso como China, es el papel de Estados Unidos en el conflicto. “En la Guerra Fría, Estados Unidos estaba más dispuesto a la intervención militar que ahora. Rusia hoy ya no es el principal motivo de preocupación geopolítica de Washington, sino China. El papel más pasivo que va a jugar Estados Unidos y el papel de China son dos diferencias importantes”, analizó Negri.
En el caso de China, estrechó lazos con Rusia, algo que responde a sus intereses estratégicos. En principio, su involucramiento en el conflicto no debería ser un factor desestabilizador. “China no quiere la guerra, pero saca partido de los dos lados. Puede sacar ventaja en el sentido de apaciguar y jugar el papel de mediador. Rusia está haciendo negocios muy importantes con China por el gas. China lo necesita y por eso está cerca, esos intereses fortalecen su vinculación con Rusia. No está insuflando la guerra, sino lo contrario. China necesita la paz para poder reeditar la ruta de la seda y alentar el comercio y la inversión”, observó Puente.
El desgaste de Estados Unidos por su participación en el conflicto en suelo ucraniano es un factor favorable para China. “A China le convendría que Estados Unidos gaste energía y esté enfrascado en un conflicto en Europa oriental. Así, sufriría un debilitamiento estratégico. China tiene una política exterior prudente, no va al choque. Su apoyo a Rusia es sutil”, consideró Negri.
El vínculo Moscú-Pekín continúa profundizándose desde la crisis de 2014. “Moscú buscó compensar el efecto de las sanciones impuestas por los países occidentales a través de un acercamiento a Pekín. Esto se ha profundizado desde 2014. Se ha consolidado en los últimos tiempos una alianza de intereses entre Rusia y China que es contraria a los intereses de largo plazo de Occidente. China es la potencia en ascenso y su elevación a la categoría de superpotencia económica está llamada a generar inquietud en la potencia establecida, que es Estados Unidos”, analizó Caucino.
Mientras se da un acercamiento chino-ruso, Estados Unidos permanece enfocado en sus asuntos domésticos, a pesar de su intervención en el conflicto ucraniano. El presidente Joe Biden intenta consolidar su liderazgo en medio de una inflación récord en 40 años, dato que sugiere un resquebrajamiento y pérdida de solidez de la economía norteamericana. “Estados Unidos está demasiado complicado hacia adentro como para estar demasiado involucrado en una pelea externa”, resumió Puente.
En tanto, Rusia busca estrechar lazos con América Latina, en desafío al liderazgo norteamericano en la región. “Hay señales de mayor involucramiento en la región. De ahí a lograr hacer base acá, hay una gran distancia. Acá en América Latina hay un uso de ciertos países que no quieren quedar subsumidos a la hegemonía estadounidense. Es más parte de una retórica que de una amenaza real”, expresó Puente al respecto.
En este sentido, Negri afirmó que “la decisión de Rusia de jugar un papel más importante apoyando y poniendo el dedo en lugares críticos de la región busca desafiar a Estados Unidos. Pero, excepto Cuba y Venezuela, la relación de Rusia con otros países latinoamericanos no llega a ser determinante. A Estados Unidos le preocupa mucho más el papel de China en la región que la influencia de Rusia”, sostuvo.
Todos estos cambios se traducen en una reconfiguración global, mientras el mundo enfrenta desafíos cada vez más complejos y globales. “No hemos podido definir aún la forma del mundo poscaída del Muro de Berlín y posderrumbe soviético. Necesitamos nuevos paradigmas. Los problemas de hoy exigen soluciones globales y complejas, más sofisticadas, que no tienen que ver con el poder duro ni estatal. Exigen multilateralismo, cooperación y colaboración. Estamos en el limbo, en la transición. Viviendo en un mundo híbrido y desterritorializado, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”, concluyó Lagorio.