Vicente Palermo: “Estamos ante un gobierno muy conservador, con muchas demandas facciosas”
Tenemos una administración que está a la deriva y al borde de un gran atolladero político, afirma el politólogo; y previene contra el riesgo de ir, tras las elecciones, hacia la entropía venezolana
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El politólogo, ensayista y sociólogo Vicente Palermo se define como “ex peronista”. Un añejado brazalete celeste y blanco de la Juventud Peronista que asoma en uno de los estantes de su extensa biblioteca lo confirma. “Los ex peronistas conocemos el peronismo desde adentro”, sostiene, mientras arroja luz sobre el complejo presente del país desde su escritorio. A sus espaldas, lo acompaña un retrato de Winston Churchill, a quien admira. Su libro más reciente, La vida breve de Dardo Cabo (Siglo XXI), mezcla en clave novelística la trayectoria biográfica del joven militante justicialista con la historia del peronismo.
Para Palermo, el gobierno kirchnerista, al que define como “conservador” por su aversión a realizar cambios estructurales, perdió el rumbo y está a la deriva. En descomposición. La autoridad del presidente Alberto Fernández está erosionada. Y la vicepresidenta, Cristina Kirchner, tiene otras prioridades, urgida por su propia situación judicial. “Estamos metidos en un atolladero en serio. Ese atolladero es político. Este es un país que, en lugar de tener dos timones, no tiene ninguno”, afirma Palermo, fundador del Club Político Argentino. “Es una situación de bloqueo similar a la del período 73-76″, continúa, trazando un paralelo histórico para analizar la crisis que atraviesa el peronismo en la actualidad.
Crisis e incertidumbre. Así podemos definir la coyuntura que atraviesa la Argentina en la recta final hacia las elecciones legislativas del domingo 14. En medio de una situación social y económica sensible, el peronismo se encuentra resquebrajado. La oposición, encabezada por Juntos por el Cambio, espera capitalizar sus aprendizajes y consolidar apoyos, en medio de un agotamiento de los recursos y activos políticos del oficialismo.
–¿Puede perder el kirchnerismo centralidad dentro del peronismo si sufre una gran derrota electoral? ¿Se impondrá la moderación o la radicalización?
–Hay una sentencia vulgarmente muy conocida que dice que el peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no entra. Creo que en este caso es de aplicación. El peronismo no kirchnerista está sumamente preocupado y tratando de preservarse. Que el kirchnerismo perdió centralidad es claro. Es una situación muy extraña, porque esto ocurrió mientras ejercía los principales cargos. Entonces, puede haber perdido centralidad política al quedar identificado como el responsable de una eventual derrota electoral. Pero no perdió centralidad institucional. Los peronistas más moderados o no K pueden naturalmente temer que la tendencia de Cristina sea hacia la radicalización. Lo cual es muy probable. De hecho, el kirchnerismo ya se está radicalizando. El accionar de Bielsa en Chile, nombramientos como el de Feletti, las no-negociaciones con el Fondo, la retórica; todo eso indica un posible rumbo hacia la radicalización. Considerando que faltan dos años, si el barco queda sin timón o con un timonel delirado, la hipótesis que puede surgir es la aplicación de la sucesión presidencial. Ahora, eso es extremadamente conflictivo. Estamos metidos en un atolladero en serio.
"A Cristina Kirchner su situación judicial le importa por encima de todo. Es una situación de bloqueo crítica, en la que no hay una salida"
–¿Cómo describiría ese atolladero?
–Los elementos principales de ese atolladero son políticos. Tenemos un gobierno que está a la deriva. Que tiene tentaciones rupturistas, de cargarse alguna institución. Y quedan dos años más. Me preocupa que el Gobierno caiga en la tentación, aunque no le asigno muchas posibilidades, de dar una respuesta brutal y rápida. Lo cual sería ir hacia una entropía venezolana. Uno puede decir que eso en la Argentina no pasa. Pero el hecho de que no parezca delirante pensar en esa hipótesis demuestra la gravedad de la situación. Si el Frente de Todos pierde las elecciones, una alternativa de moderación sería hacer un acuerdo mínimo hasta 2023. Pero eso no ocurrirá. Porque a Cristina su situación judicial le importa mucho y por encima de todo. El atolladero es ese. Es una situación de bloqueo crítica en la que no hay una salida. No conviene que salga Fernández. Entonces lo van a seguir manteniendo en la presidencia. Este no es un país que tenga dos timones. No tiene ninguno. Hay un Estado caótico en el cual tenés 20 o 30 personas diciendo los dislates más increíbles todos los días. Esto es propio de un gobierno en descomposición.
–¿Y qué ocurriría con el rumbo político si el oficialismo logra revertir el mal resultado electoral de las PASO?
–Si revierten el resultado electoral, hay un riesgo grande de que se les suba la victoria a la cabeza. Y que también se radicalicen. El escenario es demasiado loco, porque si pierden se radicalizan y si ganan también. Aunque por razones diferentes. De todas formas, la lógica indicaría que si ganan tendrían más elementos para moderarse. En 2019 ganaron porque hicieron un enroque para que el candidato a presidente fuera un moderado. Y ahora pierden, entre otras razones, porque el presidente se corrió hacia el kirchnerismo duro y es obsecuente de Cristina. Si tuviese que apostar a que ganan, hay sectores fuertes que van a tender a la moderación. No sé si lo van a conseguir. Porque las resistencias que enfrentarán son muchas.
–¿Cristina se juega un posible fin de ciclo en esta elección?
–No veo por qué no. El peronismo tuvo muchos fines de ciclo y este puede ser tranquilamente uno más. El problema es que el kirchnerismo se cree eterno. Que va a estar para siempre en la política y en el poder. Son una tribu que se quiere quedar en el peronismo para siempre. Eso es muy grave y los peronistas tendrían que explicarlo. Nunca tienen nada que ver. Con el menemismo tampoco. El peronismo no se hace responsable respecto a lo que se arma dentro de su propio espacio.
Si Alberto Fernández tuviera talento político podría jugar con la fuerza del otro, hacer un salto de judo. Negociar. Pero tendría que enfrentar mínimamente a Cristina
–¿Qué diferencias existen entre el peronismo clásico y el kirchnerismo?
–Hay dos discontinuidades fuertes. Una tiene que ver con el pobrismo. Y otra con la corrupción. La identidad principal del peronismo clásico era el trabajador. Perón era el primer trabajador. El pobrismo de ahora, es decir, la administración organizada y con recursos fiscales de los pobres, para que no jodan y se los pueda manejar (como si fuera posible, porque después igual te votan en contra), eso es kirchnerista. Es algo nuevo. Es una regresión en el propio peronismo. Y la otra es la corrupción. No es que en el peronismo no había corrupción, por supuesto que la había. Pero con Kirchner empieza una identificación entre política y corrupción como la misma cosa: la política precisa a la corrupción, y la corrupción precisa de la política y se hacen juntas. Eso nunca fue algo histórico del peronismo.
–¿Y qué continuidades hay entre kirchnerismo y peronismo clásico?
–Tienen aspectos comunes en lo que se refiere a una determinada concepción del poder. Eso nace del propio Perón. El verticalismo peronista más importante es el verticalismo social. La voluntad política del líder era la que marcaba los límites, la que ponía los objetivos, la que definía qué es lo justo e injusto. En los textos de Perón, la comunidad organizada no se organiza sola. Para organizarla hace falta una política vertical. Me parece que eso no cambió. Eso no es republicano, tiene un potencial de corrupción muy fuerte. Y creo que los peronistas deberían discutirlo. Les vendría bien una concepción más liberal y pluralista de la democracia. Los tics del kirchnerismo son peronistas. Pero el kirchnerismo es la última caricatura del peronismo. Cuando la etapa K se cierre, para el peronismo habrá llegado la hora de la verdad, de introspección e interlocución.
"En Juntos por el Cambio aprendieron que con ganar una elección no basta. Y que tampoco alcanza con tener una visión tecnocrática"
–¿Hay similitud con algún otro momento de fuerte crisis dentro del peronismo?
–La similitud salta a la vista con el período 73-76. Es un buen ejemplo de una situación de bloqueo. Donde nadie podía salir de ahí. Hoy no va a ocurrir un golpe de Estado. Pero sí vamos hacia una crisis institucional muy fuerte, que se puede resolver a través del mecanismo de sucesión presidencial. La diferencia es que en el 73-76 existía una bomba de tiempo que iba a explotar, que era la muerte de Perón. Fue también un período con muchísima deriva. Ahí tenés no solamente el golpe del 76, sino además el golpe de la memoria económica argentina con el Rodrigazo. Porque ahí la gente aprendió que si tenés un peso, sos un boludo. La oposición en el período 73-76 cooperó mucho y no sirvió. Hoy también la oposición está viendo cómo cooperar. El tema es que Fernández no tiene ningún tipo de talento ni energía política. Si tuviese talento político podría hacer un salto de judo, jugar con la fuerza del otro. Negociar. Pero tendría que enfrentarla mínimamente a Cristina.
–¿Qué aprendizajes hizo la oposición de Juntos por el Cambio, si los hubo?
–Hay un aprendizaje. Aprendieron que con ganar una elección no basta. Una elección la gana cualquiera y en sí misma no te garantiza absolutamente nada. Y que con tener una visión tecnocrática tampoco alcanza. Se dieron cuenta que el problema de la economía en la Argentina es el gobierno de la economía, que es una cuestión política. Aprendieron sobre el gobierno de la política. Es necesario transformar un triunfo en una estructura de gobierno eficiente. También, hay un valor en haber sido derrotados y mantener la coalición. Se dieron cuenta de que hay un votante Cambiemos. Que no es ni radical ni del Pro.
–¿Cómo impacta en Juntos el surgimiento de algunos sectores liberales encabezados por Espert o Milei?
–Hay un cansancio, un hartazgo en relación a la clase política. Y todavía eso no lo capitalizó nadie. Pero no veo que Milei lo pueda capitalizar. Un fachito como Milei le hace bien a Juntos. Es muy discutible que los votos de Milei puedan ir a Cambiemos. Son votos antisistema que buscan reventar todo. De liberal esa postura no tiene absolutamente una gota. La retórica antisistema y anticasta política es una actitud y un comportamiento bien populista. Espert es otra cosa. Es un liberal más económico que político. Pero es un tipo potable. No creo que los liberales o los pseudoliberales puedan erosionar por derecha a Juntos por el Cambio. Entre otras cosas, porque el liberalismo político es una orientación importante en la Argentina, pero no está en los partidos. No hay un partido y me parece que no lo va a haber nunca. El liberalismo está en todas partes, como el nacionalismo, que también está en todas partes.
–¿Cómo puede hacer Juntos, si repite el triunfo de septiembre, para transformar esos votos “en contra” del kirchnerismo en apoyo político propio?
–La gente va a votar en contra del Gobierno. No va a votar a favor de Juntos. Entonces, sería importante reconocerlo y decirlo. El otro tema es la coalición. Hay que conseguir que la gente se enamore de un gobierno de coalición. Y lo otro es cómo procesar el eventual ingreso de un sector del peronismo dentro de la coalición. Para generar una identificación, tiene que haber ideas positivas como modernidad, eficiencia, integración al mundo, la democracia, el Estado de derecho, la república. Es cierto que existe un electorado totalmente volátil, que no se siente representado, que hace lo que quiere. Pero no es impenetrable.
–¿Qué se tiene que dar para que no ocurra lo mismo que en 2009, 2013 o 2015, años en los que el kirchnerismo sufrió derrotas electorales y luego se recompuso?
–Si el Gobierno es derrotado ahora y no lo revierte, será porque se le acabaron los activos políticos. No tiene activos políticos. Y no veo de dónde los puede sacar. Cuando Cristina sacó el 54%, usó un activo político con el que contó: la muerte de Néstor. Ahora, ¿de dónde va sacar nuevos activos? ¿De la economía, de lo social? ¿De la reputación personal de quién? En realidad, este gobierno está siendo bastante parecido a lo que se podía prever. Un gobierno muy conservador, con muchas demandas facciosas y en el medio de una crisis fiscal atronadora.
–¿En qué sentido el Gobierno es conservador?
–En el sentido de no querer cambiar las cosas. ¿Qué es lo que quiere cambiar el kirchnerismo? ¿O qué quieren cambiar los sectores peronistas no kirchneristas? No quieren cambiar nada. La ley laboral, no. La estructura del Estado, tampoco. La forma de integración de la Argentina en el mundo, menos.
–¿Se puede hablar de un agotamiento del modelo kirchnerista?
–No sé hasta qué punto se puede hablar de “modelo” kirchnerista. No tuvieron ningún modelo. Lo que tuvieron es una idea muy simplista que ellos creen que es keynesiana. Por supuesto que no les funcionó. Las políticas keynesianas son buenas y se pueden hacer, pero no en cualquier circunstancia. Hecha esa salvedad, sí hubo un agotamiento de los activos que todavía quedaban en el Estado y fuera del Estado. Agotaron la capacidad tributaria de la sociedad. Agotaron a las AFJP. Fueron agotando todos los recursos.
–¿Hay un aprendizaje social que cuestiona la idea de “poner plata en el bolsillo de la gente”? ¿Este aprendizaje puede limitar las prácticas clientelares?
–Hay un aprendizaje social que es bastante complejo y variado. Creo que ese sentido común está presente, claro. ¿Qué plata en el bolsillo de la gente? ¿Y de dónde sacan la plata? Mucha gente se da cuenta de que ahí hay una trampa. Ahí se le escapó la tortuga al Gobierno. En teoría, este sentido común de la gente establece límites. Pero hay que ver a qué gobierno limitan. A este parece que no.
ENSAYISTA Y NARRADOR
PERFIL: Vicente Palermo
■ Vicente Palermo nació en febrero de 1951. Licenciado en Sociología, es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Es fundador del Club Político Argentino.
■ Investigador principal del Conicet, ha dictado cursos de grado y posgrado en universidades de Argentina, Brasil, España y Uruguay. Se dedica a temas de política latinoamericana comparada y de historia política argentina reciente.
■ Entre sus últimas publicaciones se cuentan Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea (Sudamericana, 2007); Del otro lado del río (compilación, editorial Edhasa, 2007), La dictadura militar (1976-1983) (Paidós, 2003, con Marcos Novaro).
■ En 2017 publicó los cuentos de Los ojos cerraré en ensueño lerdo y más recientemente la novela La vida breve de Dardo Cabo. Pasión y tragedia del peronismo plebeyo.
■ Recibió la beca Guggenheim en 2006, el premio al mejor libro del año de Latin American Studies Association en 2009 y el Premio Konex de Platino 2016 en Humanidades, en la disciplina Ciencias Políticas. Escribe artículos para distintos medios gráficos.