Vacunas que son votos: el fracaso que inquieta a Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Las demoras en el plan de vacunación trastocaron el plan electoral del Gobierno, que ahora enfrenta un confinamiento impopular, una crisis sanitaria y el riesgo de nuevos desequilibrios económicos
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Son días de desengaño en el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Los calores del verano habían convencido a la cúpula del poder de que la segunda ola del coronavirus era un drama que les pasaba a otros.
Parece que pasó una vida. Se celebraban con fervor militante los fletes de lujo de Aerolíneas que llegaban con vacunas, con la fantasía de asistir a lo que sería un puente aéreo de salvación. Bien nacional, bien popular. Los jóvenes con el brazo desnudo, la aguja clavada y los dedos en V. Los carteles de “gracias, Alberto”. Y encima con dólar barato y soja por las nubes.
El shock se vio venir a distancia, pero el Gobierno reaccionó como en un sueño, en cámara lenta, incapaz de actuar ante una avalancha. Los proveedores de vacunas cerraron el grifo ante un ejército de negociadores sibilinos y descoordinados. Y la vida seguía su ficción de normalidad de la puerta para afuera de hospitales que volvían a llenarse de enfermos. Un poquito más, a ver si zafamos. La Semana Santa no se toca. Después vemos.
El baño de realidad dejó al Presidente que reniega de los planes en el peor de los mundos. Se quemó la rudimentaria hoja de ruta que había trazado para el año electoral: vacunar a todo vapor en verano, pasar el otoño con restricciones mínimas, llegar al invierno con gran parte de la población inmunizada y con la economía en pleno rebote después de la destrucción del año pasado. Condiciones óptimas para ir a votar al amparo de un confortable discurso paternalista. “Hemos cuidado a los argentinos”, como prólogo de un nuevo rosario de promesas primaverales. La pandemia exculpa de incumplimientos anteriores.
La falta de vacunas trastocó todo. La desesperación por postergar aunque fuera un mes las elecciones es una vela prendida a la esperanza de reacomodar los plazos. La reveladora encuesta de Poliarquía de esta semana puso en evidencia el peso que tiene en la aprobación o rechazo de la gestión del gobierno que a una persona la hayan vacunado o no. Entre los que recibieron la inyección, el 54% lo apoya; entre los que no, apenas el 36%.
Las vacunas son votos. No solo por ese vínculo lineal que une a quien se siente salvado con el proveedor del antídoto. El fiasco del operativo empujó a otro confinamiento -una fase 1 con permitidos- que afectará la actividad económica de un modo no previsto en el presupuesto nacional. Un país con 42% de pobreza y siempre al borde del incendio inflacionario se dirime entre la necesidad de socorrer a aquellos a quienes impide trabajar y el riesgo de que descarrilen las variables macroeconómicas. Los laboratorios triunfales ya no atienden el teléfono. Rusia y China tienen problemas. Ahora Fernández le ruega a la revolución cubana que le reserve cajas de su Soberana.
IFE y después
Martín Guzmán se resistió a pagar el IFE, aquel remedio que permitió encerrar sin tensión social a la población más necesitada durante ocho meses. Ahora, con los hospitales en serio riesgo de desborde, sube la presión para que le dé a la maquinita otra vez. Por ahora será un refuerzo de los planes sociales en el área metropolitana. Por 15 días. ¿Alcanzará? Fernández baila con los platillos chinos. Inflación, devaluación, pobreza, descontento social, saturación del sistema sanitario, contagios fuera de control. Lo que no pudo hacer cuando tenía margen para encarar los problemas de a uno, le toca atenderlo todo a la vez.
Las vacunas, que eran la llave de todo, no bajan en Ezeiza. Las de marzo pasaron a abril; las de abril a mayo. Ahora el Gobierno prohibió prometer. Solo anuncia nuevas dosis cuando la carga está en camino a la bodega. Si hasta acepta que lleguen en aviones foráneos, como el KLM que llega el domingo con 864.000 dosis de AstraZeneca. Qué alivio que al menos la reina Máxima sea argentina.
En la oposición se cristaliza la sospecha de que la propuesta de cambios electorales es una trampa. Que si aceptan mover el calendario un mes, el siguiente capítulo será sea eliminar las PASO, en busca de las condiciones más favorables para que el Frente de Todos gane.
Falta una eternidad para votar. Lo que viene es otro período de confinamiento indefinido, con una población escéptica, agotada y mal predispuesta a quedarse en casa a la fuerza después de la eterna cuarentena 2020.
Es toda una prueba de autoridad para Fernández, un capitán que malgastó salvavidas en la orilla y le toca ahora atravesar la amenaza de un naufragio cruento.