Una mirada distinta sobre la Conquista
En su primera novela, la premiada La pez, Gabriela Larralde teje una historia alrededor de una sirena indígena del río Paraná
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Abierta, fascinante por la alta rotación de hechos, paisajes y sentidos, y con insólitas derivas narrativas, la primera novela de Gabriela Larralde (Buenos Aires, 1985), La pez (Emecé), sorprende por trama y lenguaje. No es el primer libro de la escritora, que ha publicado poemarios, ensayos y literatura para chicos. El proyecto, que recibió en 2022 el Premio Estímulo a la Escritura “Todos los tiempos el tiempo” (organizado por Fundación Proa, Fundación Bunge y Born y LA NACION), y becas para la creación y finalización de obra del Fondo Nacional de las Artes (FNA), se convirtió en una de las novelas más originales del año. Cuenta la historia de la integrante de un clan de seres anfibios, sirenas indígenas del río Paraná, a la altura de las islas de Apipé, durante los años de la conquista española. Es, además, el relato de un viaje por agua (y hacia el agua), forzado e intercontinental.
La autora revela que el plan original tuvo una metamorfosis. “Hace ocho años hice una muestra de acuarelas de mujeres anfibias en el Centro Cultural Sábato –dice–. Para esa exposición escribí un texto sobre el hallazgo de estas criaturas a orillas del Paraná en época de la Conquista. La historia creció y la presenté a una beca del FNA. Me la otorgaron y estuve investigando durante dos años el tema: diarios de navegantes, avistamientos de sirenas en distintas épocas, los bestiarios de Cambridge y Oxford. Después pasé a investigar qué pasaba con esos mitos en Oriente y por último en América Latina. Me la pasé leyendo y cuando terminó la beca casi no había escrito nada”. Tras concursar por la beca de finalización escribió la primera versión de la novela. “Y después vino el Premio Estímulo y viajé a las islas de Apipé, seguí investigando, reescribí muchas veces, se lo di a leer a otros, y con el apoyo de la editorial llegué a la versión final”.
La novela contiene apuntes de un almirante, observaciones de un científico sobre la cautiva, el diario de una intrépida Isabel de Castilla y la descripción de los efectos, a veces mortíferos, del canto de la pez gestante. “El registro que existe de las mujeres anfibias era muy pobre, muy occidental, colonizador y colonizante –dice Larralde–. Siempre eran sirenas blancas, vírgenes, sin sexo y con una particularidad: su seducción era fatal para los hombres. Sentí que faltaba una sirena de acá, marrón, salvaje, de río turbio, del sur. Utilicé la lengua de los conquistadores. Primero la del almirante, a la que sumé modismos correntinos o incluso más de campo de distintas épocas. Necesitaba que sonara más cerca. Y para Isabel también busqué una voz que construyera un verosímil sin caricaturizarla, sin lo acartonado”.
Es posible leer La pez como un “contrarrelato” de la Conquista. “Puedo decir que para mí es una historia subrayada de la Conquista –precisa Larralde–. Intenté contar desde muy cerca el punto de vista de los conquistadores y de esa manera tener una historia más desnuda, menos filtrada. Busqué narrarlo de forma tal que la bestialidad, la matanza, el robo quedaran subrayados en distintos niveles para que sea el lector o la lectora quien pesque lo que quiera, pueda, busque. Más allá de la trama, es una invitación a pensar la Conquista desde hoy”.
En la novela, caracterizada de “fluvial” por Gabriela Cabezón Cámara, sedimentan universos de otros autores. “Tomé más conciencia de esto con la publicación –señala la autora–. Zama, de Antonio Di Benedetto, fue una de las referencias que el jurado del Premio Estímulo mencionó al darme el premio; El entenado, de Juan José Saer, es otro libro que por supuesto fue referencia; Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos, otro. Pero si tuviera que decir qué libro fue para mí una guía al escribir fue Eisejuaz, de Sara Gallardo. Lectura y relectura casi a diario, diría. Y después libros como el Islario Fantástico Argentino o Para un bestiario de Indias, de Alberto Salas. También mucha poesía: Las sanadoras, de Marisa Negri, y las obras completas de Héctor Viel Temperley estuvieron muy cerca. Y la filosofía de pueblos originarios sobre el agua, los ríos, el mar, las plantas, su forma de estar en el mundo”.