Cristina Kirchner y Alberto Fernández: la apuesta por una interna abierta que puede ser cruel
El kirchnerismo tomó la decisión del enfrentar al Presidente si apuesta a ir por la reelección; la fractura puede trasladarse al plano judicial
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A pesar de expresar dos polos opuestos de la política argentina, Mauricio Macri y Cristina Kirchner comparten un diagnóstico similar sobre el futuro: vislumbran que el gobierno de Alberto Fernández terminará por agudizar la crisis. El diagnóstico lleva a ambos a acelerar las conjeturas sobre el porvenir. Y así en la proximidad de la vicepresidenta se resolvió enfrentar a Alberto Fernández si se aventura a ir por la reelección. El kirchnerismo apuesta a presentarse en una interna abierta del Frente de Todos con un candidato propio y el desafiar al Presidente si fuera necesario. Al frente de la lista puede figurar la propia vicepresidenta o un artista invitado, al estilo de Sergio Massa o Daniel Scioli; dos de los nombres que se escuchan en los conciliábulos kirchneristas. La confrontación, por lo tanto, aparece como irremediable, pero multiplica las preguntas.
"¿Resiste Alberto Fernández una confrontación con Cristina Kirchner o, ante la embestida, terminará por cerrar su mandato y partir hacia el retiro?"
¿Puede el sistema político soportar un enfrentamiento abierto entre el Presidente y la Vicepresidenta durante los largos meses de la campaña electoral? ¿Cuál será el efecto sobre la piel lacerada de una economía enclenque? ¿Resiste Alberto Fernández una confrontación con Cristina Kirchner o, ante la embestida, terminará por cerrar su mandato y partir hacia el retiro?
De todas formas, para llegar a la instancia electoral primero es necesario develar la incógnita central: saber si el deterioro de la economía,con las necesidades de cumplir con los requisitos que surjan del acuerdo con el Fondo Monetario, permite llegar a las próximas elecciones en los tiempos previstos.
El Gobierno sigue apretando sin límite el torniquete sobre los dólares, hasta el punto de dañar a los propios sectores de la economía que se mantienen activos, pero no logra suturar la sangría. En La Cámpora ya tomaron nota de que se avecina una crisis energética por la falta de divisas. Y las medidas coercitivas para frenar la inflación se comprueban inútiles.
"El kirchnerismo siente menosprecio por la capacidad electoral de Alberto Fernández. De ahí su certeza de un triunfo ante una eventual confrontación interna"
Sobre ese escenario, el cumplimiento del acuerdo con el FMI podrá necesitar mantener el ajuste silencioso sobre las jubilaciones o aumentar las tarifas. Probablemente ambas cosas. Son todos datos que llegan a manos de Cristina Kirchner para elucubrar el futuro. “No hay plata”, repetía en la semana un dirigente de diálogo frecuente con Máximo Kirchner, como síntesis del final irreparable.
El kirchnerismo siente menosprecio por la capacidad electoral de Alberto Fernández. De ahí su certeza de un triunfo ante una eventual confrontación interna. Consideran al Presidente un poseedor de votos prestados, un conquistador de una corona alquilada, y lo repulsan por ingrato.
Los dirigentes que ascendieron de la mano de Alberto Fernández, en cambio, le susurran al oído presidencial augurios de crecimiento económico, indicadores de recuperación y lo envalentonan para arrinconar a las fuerzas camporistas.
Todos los días se libran microbatallas en el Gobierno a la espera de la confrontación final. Los argentinos presencian el espectáculo oficialista sin conseguir, mientras tanto, soluciones para sus desconsuelos, como el agravamiento de la inseguridad,el galope sin pausa de los precios y el derrumbe de los salarios.
"En la cercanía de la vicepresidenta consideran que la vara está desequilibrada: y que los negocios del albertismo son desatendidos por la Justicia en comparación con la corrupción kirchnerista"
El choque se libró hasta ahora con cartas públicas y reproches privados. Pero puede escalar a planos más escabrosos. “Mirá lo que pasó con Boris Johnson”, sugiere un dirigente kirchnerista sobre los riesgos que enfrenta Alberto Fernández ante una conflagración interna. Se refiere al escándalo de las fiestas privadas que protagonizó el primer ministro del Reino Unido, cuando todavía regía el confinamiento, que provocó una catarata de renuncias de sus colaboradores y puso en jaque a su gobierno.
En el espejo que sugieren sus adversarios internos, Fernández enfrenta todavía una investigación judicial abierta por las fiestas en la quinta presidencial de Olivos, en tiempos en que los argentinos debían aislarse en sus hogares. “Inhabilitación para ocupar cargos públicos”, susurran en La Cámpora en tono admonitorio, una alusión insidiosa al Código Penal. Los competidores pueden quedar fuera antes incluso de comenzar la carrera.
En esos términos, es verdad, el kirchnerismo tiene la piel más curtida que Alberto Fernández para enfrentar el martirio judicial. Cristina Kirchner, mientras tanto, escucha y anota. El juez Julián Ercolini, a quien el Presidente dijo que “quería mucho”, amplió el procesamiento del recaudador Roberto Baratta por las coimas reunidas durante el gobierno de Cristina Kirchner. Y en el escrito se alude a fajos de dólares transportados al departamento de la actual vicepresidenta para ser entregados en manos del fallecido secretario Daniel Muñoz. Ayer lo ratificó el contador Víctor Manzanares.
En la cercanía de la vicepresidenta consideran que la vara está desequilibrada: y que los negocios del albertismo son desatendidos por la Justicia en comparación con la corrupción kirchnerista. Aluden, por caso, a las intermediaciones en la Aduana de un asesor presidencial junto a jerarcas de la SIDE, a la licitación del Censo próximo, a las compras de vacunas sin licitación. ¿Se volverán las denuncias parte de la conflagración final? Nuevos interrogantes de una lucha que puede ser cruel.