Un periodista que puso la palabra al servicio del progreso y la libertad
Mitre acumuló una vasta experiencia en la prensa antes de fundar LA NACION, que renovó el periodismo con un formato profesional
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“Odio a Rosas no solo porque ha sido el verdugo de los argentinos, sino porque a causa de él he tenido que vestir las armas, correr los campos, hacerme político y lanzarme a la carrera tempestuosa de las revoluciones sin poder seguir mi vocación literaria”, escribía Bartolomé Mitre en 1854, en la introducción a sus Rimas. La frase da una explicación de circunstancia a la polifacética actividad del autor, que seguramente no da cuenta cabal de su vocación. De hecho, la actividad “literaria” de Mitre, en el sentido actual del término, no sería la que más reconocimiento obtuviera en su legado. Es posible que ello se debiera a que, como advirtió Alberdi respecto de una obra juvenil de Mitre, la literatura pierde envergadura cuando se pone de manera muy clara al servicio de una causa. En verdad, cuando se mira aquel legado en su conjunto, lo que se percibe ante todo es una vocación que hoy llamaríamos docente, y que él seguramente denominaría moralizadora. La frase que mejor la resume es la que escogió para definir el propósito de su gran creación periodística: “LA NACION será una tribuna de doctrina”.
Si Mitre fue militar más bien por accidente, porque en ese entonces la guerra fue, más que nunca, una continuación de la política, su acción como político, como escritor, como historiador y periodista siempre tuvo por propósito transmitir su visión del mundo a la realidad con la que le tocaba interactuar. Operar a través de la palabra y la acción para crear la nación republicana y democrática con la que había soñado en su juventud, y más en general, promover las ideas de progreso y libertad.
"Nuevos avatares lo llevaron a Chile, y allí finalmente haría del periodismo su principal ocupación"
Su actividad en la prensa fue quizás el elemento más característico de esta tendencia, y se inició en su temprana juventud en Montevideo. Una polémica con Francisco Acuña de Figueroa, el gran poeta oriental, en la que defendía los valores literarios de la nueva generación, le dio su primera visibilidad en aquel medio. Más tarde colaboró con sus amigos Andrés Lamas, Miguel Cané (padre) y Alberdi en la publicación de El Iniciador, un semanario estandarte del romanticismo literario, luego devenido en diario con el nombre de La República, y con contenido más político. Posteriormente estuvo en la redacción de Nueva Era, instrumento de un sector del partido colorado montevideano. Cuando ese sector fue derrotado, buscó nuevos horizontes en Bolivia, contratado como artillero. Una vez allí, colaborando con su nuevo y duradero amigo Wenceslao Paunero, intervino en el diario que él dirigía, La Época, del que fue editor por un breve lapso.
Nuevos avatares lo llevaron a Chile, y allí finalmente haría del periodismo su principal ocupación. Fue editor del diario El Comercio, de Valparaíso, fundado por Alberdi, y más tarde pasó a El Progreso, de Santiago, creado por Sarmiento. El editorial con que inició su trabajo en este medio da cuenta de los principios de su labor periodística: “Un pueblo pobre no puede ser un pueblo libre; un pueblo sin instrucción no puede tener idea de sus derechos y deberes; un pueblo con malos códigos no puede tener buena constitución; un pueblo con un mal sistema de hacienda no puede tener un buen sistema político; un pueblo que no goza del bienestar en vano está que tenga escritas en papel las libertades...”. Más tarde, Mitre llegó a tener su propio diario gracias a la ayuda de su amigo Jorge Tezanos Pinto, y en ese momento cruzo por su mente la idea de traer su familia a Chile y establecerse definitivamente como periodista: el “odio a Rosas” y su identidad argentina lo llevarían a otros derroteros.
Así, cuando Mitre llegó como militar a Buenos Aires con el Ejército Grande de Urquiza en 1852, ya era un periodista consumado. Y se abría ante él la posibilidad de poner al servicio de sus ideales, en el lugar y el momento que a él más lo atraían, las habilidades que había ido recogiendo en su azarosa vida. No sorprende, entonces, que fundara un diario, Los Debates, que serviría para promover no solo sus objetivos políticos, sino también sus creencias. Como era frecuente en la época, ese medio tuvo una vida corta, hasta que dejó de aparecer definitivamente en 1857. Colaboró también en esos años en El Nacional, editado por Vélez Sarfield y más tarde por Sarmiento, un diario de mayor peso y larga vida. Hacia 1862, con Mitre a punto de asumir la presidencia, El Nacional fue tomando un sendero político distante del de Mitre, y eso dio lugar a la apertura de La Nación Argentina, dirigido por José María Gutiérrez y expresión orgánica del liberalismo nacionalista. Este diario lo acompañó en su presidencia, y desde allí ocasionalmente expresaba sus ideas.
"El periodismo era seguramente la forma de vida que más atraía a Don Bartolo, más que depender de un sueldo de militar o de político"
En 1870, ya fuera del Ejecutivo, con ayuda de amigos, incluyendo al propio Gutiérrez, compró ese diario, y desde unas habitaciones en el fondo de su casa comenzó con la publicación de LA NACION. Varios motivos hubo detrás de esa decisión. Uno elemental es que, al igual que en su etapa chilena, el periodismo era seguramente la forma de vida que más atraía a Don Bartolo, más que depender de un sueldo de militar o de político. Otro consistía en que, si bien el de Gutiérrez fue el diario del partido, no es evidente que Mitre siempre compartiera la línea editorial. En parte, y he aquí un tercer motivo, porque como era habitual en la prensa de la época, con frecuencia era un instrumento de lucha facciosa más que de discusión de ideas y doctrinas.
Sin embargo, pasarían años antes de que LA NACION mereciera la frase con la que alguna vez fue caracterizado, “la política vista desde arriba”. Más allá de que las notas y editoriales del propietario y editor del diario siempre apuntaran a elaborar ideas con mayor profundidad, el tono faccioso, propio de la prensa de época, seguiría presente en la práctica de sus colaboradores por largo tiempo. En otro plano, sin embargo, la transformación de LA NACION fue muy eficaz. El diario renovó el periodismo como una exitosa empresa comercial, en un formato profesional que explica su perdurabilidad. Dato curioso: un diario igualmente moderno y perdurable, creado un año antes, La Prensa, competiría con LA NACION como referencia periodística seria de la ciudad y fue fundado por los familiares de quien ocupara la vicepresidencia en su mandato, Marcos Paz.
Alguna vez Mitre se autodefinió como tipógrafo, oficio que practicó en su largo vínculo con los periódicos. Más allá de la ironía del momento, expresaba de alguna manera una parte central de su vida. La política le permitió intentar llevar a los hechos sus ideas, y la historia y el periodismo comunicarlas y difundirlas, en su visión del pasado y del presente. En el siglo XIX, el periodismo fue, al igual que la guerra, una extensión de la política; un diario era un arma. Mitre, en cambio, buscó dar un sentido constructivo a su actividad como periodista y editor. En la política, muchas veces se vio inevitablemente arrastrado a acciones que comprometían su afán principista. La prensa, en cambio, pudo ser quizá, junto con la historia, la expresión más acabada de su programa de acción social.
El autor es doctor en Historia; miembro de la Academia Nacional de la Historia