Un gran mural por donde desfila, a través del cine, la historia de un siglo
El libro es deslumbrante. Quizá porque Caligrafía de la imagen, de David Oubiña, es muchísimo más que un libro sobre cine. O mejor, porque abordando la materia del cine de manera exhaustiva y documentada despliega una escritura que no cesa de cuestionarse, acicatearse, ir a lo más inseguro y vulnerable de sí misma, enfrentando al lector no solo a un estudio especializado, sino también a algo muchísimo más rico.
El ensayo literario, se ha dicho, es la expresión de un temperamento. Avanza a tientas, prendado a lo conjetural, desoyendo advertencias, atento solo a su razonamiento, a los sobresaltos que podrían confirmar sus intuiciones.
No es que no le interese discernir entre verdad y error; es que acepta el error como premisa y se concentra en extraer de esa insolencia las máximas consecuencias filosóficas, metafísicas y estéticas.
Ese temperamento está presente en este libro.
Se nota en la respiración, el ritmo de la prosa, la forma de enhebrar el fraseo para que podamos oír lo que el texto (y su autor) están pensando. Porque el texto (y el autor) están pensando aquí, y su preocupación fundamental es, nada más y nada menos, que saber qué es un artista, cómo se hace para que lo escrito (o lo filmado) dejen una marca en el gran friso de la literatura o el cine.
Quizá por eso el libro teje su trama, del comienzo al fin, alrededor de la figura de los “jóvenes turcos”, esos jóvenes disidentes entre los que se contaban Rivette, Godard, Truffaut o Rohmer, que ya en los años 50 lanzaban sus dardos furibundos, desde las páginas de Cahiers du Cinéma, contra el “cinéma-qualité”. Los ataques no eran desinteresados, claro. Tampoco lo eran las estrategias con que esos jóvenes, acicateados por la ambición de convertirse ellos mismos en “autores”, buscaban en la idealización de los cineastas clásicos norteamericanos, un espacio para hacer lugar a sus propios films por venir.
Caligrafía de la imagen es, de este modo, mucho más que un estudio enciclopédico sobre la más nueva de las artes. Como ocurre en los libros de los grandes ensayistas (Roland Barthes o Susan Sontag, por ejemplo), la textura del texto prevalece sobre el tema tratado, lo que más importa es lo que está ocurriendo a nivel de la propia escritura.
Es también un tratado de estética, una reflexión obstinada sobre el lenguaje (cinematográfico y literario) para medir sus posibilidades y sus insuficiencias, sus hallazgos y sus puntos débiles. Se diría que estamos ante un gran mural por donde desfila, a través del cine, la historia de un siglo desgarrado por las guerras y las utopías, los fracasos de la voluntad y la revolución, los diálogos sordos entre el arte y la política, lo individual y lo colectivo, el Norte y el Sur, la industria y la posibilidad (?) del disenso en tiempos dominados por un aparato de mercado que incluye producciones multimillonarias, sistemas de de estrellas y festivales consagratorios.
Que el libro esté estructurado en siete capítulos, que empiece con los influyentes Cahiers du Cinéma, que desarme las internas nerviosas de las distintas revistas de la época, que después deje entrar el estrépito de las barricadas del Mayo francés (y lo que esas barricadas y sus consignas trajeron consigo), y hasta se explaye sobre el dispositivo técnico de la cámara como “visión (burguesa) del mundo” y sobre las distintas vertientes del cine del Tercer Mundo, da una idea de la amplitud del proyecto.
El libro dialoga, por fin, con los ensayos anteriores de David Oubiña: Filmología. Ensayos sobre cine (2000); El cine de Hugo Santiago (2002), Jean-Luc Godard: el pensamiento del cine (2003); Estudio crítico sobre La ciénaga de Lucrecia Martel; Una juguetería filosófica: Cine, cronofotografía y arte digital (2009) y El silencio y sus bordes. Modos de lo extremo en la literatura y el cine (2011).
A mí me gusta pensarlo como una especie de panorama, del tipo de los que existían en el siglo XIX donde el espectador, sin moverse de su sitio, veía pasar las más variadas imágenes del mundo con fascinación y azoro.
Escritora, poeta, traductora; directora de la maestría en Escritura Creativa de la Untref