Twitter. Un arma de doble filo para la salud de las democracias
La decisión de la alcaldesa de Barcelona de dejar la red social para hacer “mejor política” abre la polémica sobre una herramienta que se tornó vehículo de la polarización
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Hace dos semanas la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, sorprendió a las redes con una inusual renuncia: “Aunque inicialmente no quieras, en Twitter es muy fácil acabar entrando en discusiones y peleas con adversarios políticos. Hay que alejarse lo máximo posible del ruido y de la confrontación estéril. A la política le sobra ruido, testosterona y proclamas de tuit fácil, y necesita más empatía, complejidad, escucha, pedagogía y matices. Por todo ello creo que Twitter hoy no me ayuda a hacer buena política y lo dejo. Seguiré en otras redes menos polarizadas y menos aceleradas”.
Insultos, lenguajes agresivos y polarizados. Expresiones de odio y de rechazo hacia el que piensa diferente. De todo esto se acusa con frecuencia a la red social. Pero, ¿hasta qué punto tienen las redes sociales un efecto nocivo sobre las democracias? ¿Twitter degrada el debate público y la política democrática por sus características? ¿Alienta la polarización o solo la expone en sociedades donde preexiste? ¿Cómo se puede morigerar el impacto negativo de la red social? ¿Puede también Twitter contribuir a potenciar la democracia, al fomentar la participación ciudadana, el debate y la circulación de información de manera más horizontal?
La dinámica de la propia red puede reforzar la agresividad porque son los mensajes más fuertes e impactantes los que obtienen mayor visibilidad, apuntan los especialistas. Pero también, las redes sociales reflejan en muchos casos las divisiones enormes que atraviesan las sociedades polarizadas. Y aunque Twitter puede reforzar el deterioro de la democracia, lejos está de ser el responsable principal de este fenómeno. De hecho, en muchos casos contribuye a difundir información valiosa y poner en primer plano reclamos ciudadanos que de otra manera serían desoídos.
Twitter es una red social donde predomina la política. Según un estudio de la propia empresa, el 64% de la gente la utiliza para informarse de temas políticos al menos una vez a la semana. Por eso, no es casualidad que entre sus usuarios estén sobrerrepresentados los sectores educados, de clase media y con posiciones políticas fuertes.
Por supuesto, cuenta con una amplia presencia de líderes políticos, dirigentes y jefes de Estado. En concreto, unos 189 tienen cuentas oficiales en la red. Representan al 98% de los 193 países miembros de las Naciones Unidas. Solo cuatro gobiernos en todo el mundo (Laos, Corea del Norte, Santo Tomé y Príncipe, y Turkmenistán) no están en Twitter, según un informe de la agencia de comunicación multinacional Burson, Cohn and Wolfe.
El predominio de la política tiene como consecuencia un reflejo de los conflictos y divisiones que atraviesan a las sociedades democráticas. No es casual que en Twitter a menudo prevalezcan la polarización y los discursos confrontativos.
“La intensidad y las agresiones se vinculan con situaciones de polarización política que preexisten a Twitter. Sin dudas, la red social tiene sus mecanismos de refuerzo. Pero se trata de condiciones previas, que dependen de contextos políticos previos. En América Latina, nuestras sociedades ya estaban polarizadas en peronismo-antiperonismo, kirchnerismo-antikirchnerismo o chavismo-antichavismo. Las redes todavía no eran relevantes cuando surgieron estas divisiones. La digitalización de la comunicación se montó sobre eso y lo reforzó. En países con dinámicas más consensuales y moderadas hay redes menos beligerantes”, afirmó Philip Kitzberger, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) e investigador del Conicet, especializado en comunicación y política.
En ese sentido, la anonimidad también explica por qué Twitter refleja y profundiza la polarización. “Twitter no polariza sociedades. Refleja situaciones preexistentes. Las magnifica y potencia, las hace más palpables. Porque la dinámica de Twitter valora los comentarios mordaces, chicaneros, que generan alto impacto en poco tiempo. En este tipo de interacción, se maximizan las chances de agredir al otro. La anonimidad hace posible canalizar mensajes muy odiosos. Da mucha impunidad, y se aleja de la noción liberal de la esfera pública, donde el ciudadano se involucra como individuo con nombre y apellido. Incluso estando identificado, al no verle la cara al otro, el límite de lo que sería correcto en determinadas circunstancias se corre”, señaló Juan Negri, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y director de las carreras de Ciencia Política y Estudios Internacionales en esa misma universidad.
A través de mensajes breves, emocionales, irritantes y muchas veces irracionales, la red social refuerza la agresividad. Porque premia aquello que genera impacto instantáneo y efecto en el corto plazo.
“La red tiene una intencionalidad de generar discursos agresivos. El objetivo de las redes sociales es mejorar su rentabilidad captando la atención del usuario para que permanezca allí el mayor tiempo posible. Para lograrlo, se estimula el uso de palabras con contenido emocional, de preferencia vinculadas con la indignación. Un tuit que genera indignación circula 15 veces más. Se va leer más, retuitear más y va a tener más importancia. Por eso, la red tiene en su diseño un componente de producción de agresividad”, observó el ensayista y editor Alejandro Katz, profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
¿Cómo afecta esta lógica la democracia y el diálogo? Contribuye a erosionarlos, porque refuerza identidades políticas ya consolidadas.
“Hay una dinámica propia de Twitter que estimula la confrontación política basada en la emocionalidad y la irracionalidad, que refuerza las identidades y la pertenencia a grupos determinados. La democracia funciona como régimen cuando la rigidez de las identidades se disuelve. Porque ninguna persona o grupo puede obtener todo lo que quiere. Hay que reconocer que las expectativas e intereses de los otros son tan legítimas como las propias. Al afirmar a los grupos en sus propias creencias, Twitter vulnera el diálogo. Y la democracia siempre es dialógica”, continuó Katz.
La red del pajarito promueve un sesgo de confirmación, dice el editor, que consiste en buscar elementos que confirmen nuestras creencias y descartar los que las cuestionan. “Se privilegia la pertenencia al grupo para no ser expulsado y quedar aislado, por sobre la búsqueda de la verdad. Por eso, las redes no promueven discursos racionales, sino mensajes irracionales que provocan indignación. Premian a quien más enoja a los demás”.
Como se ha señalado, el predominio del grupo y el sentido de pertenencia a una comunidad virtual construye cámaras de eco. “Nos rodeamos de un montón de gente que piensa como nosotros. De personas afines. En lugar de tener miradas más ecuánimes, se exacerba la propia posición y así se generan cámaras de eco”, observó Negri.
Existen múltiples ejemplos de este fenómeno. En nuestro país, el presidente Alberto Fernández retuiteó el miércoles pasado una caricatura cargada de sarcasmo e ironía en la que un “gorila”, en alusión a la oposición, recibe una vacuna Sputnik-V en manos de él mismo y el presidente ruso Vladimir Putin. La publicación fue rápidamente eliminada por el mandatario argentino.
Pero el caso más emblemático de un uso agresivo y polarizante de la red social es sin dudas el del expresidente estadounidense Donald Trump. Tras una sucesión de mensajes radicalizados y polémicos, luego del asedio al Capitolio del 6 de enero pasado, Twitter suspendió su cuenta oficial, para neutralizar los efectos negativos, violentos en muchos casos, de sus arengas. La decisión fue cuestionada, entre otras razones, por limitar la libertad de expresión. “Dejar afuera a Trump de la red puede ser un remedio peor que la enfermedad, porque él se victimiza, confirma su percepción de ser perseguido y atacado, y encuentra canales alternativos para movilizarse, más alejados de la discusión pública”, sostuvo Kitzberger.
Por esa razón, hoy se discute si deben ser los propios gobiernos o Estados o incluso la misma red social quien se encargue de regular el lenguaje agresivo y polarizante. Hay otras formas de limitar, restringir y neutralizar el impacto negativo de la red. Entre ellas, abandonar la red, la opción de Ada Colau, o apelar a las conductas y actitudes individuales de automoderación.
“La red no es tóxica en sí misma. Depende del uso que le demos. La gente que es agresiva en Twitter, también lo es en la vida en general. Para construir redes más positivas y saludables es importante silenciar a los agresivos y enfocarse en lo positivo. Más importante que el contenido en sí mismo es la forma y la actitud con la que uno usa la red”, explicó Adriana Amado, investigadora en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE).
De hecho, la toxicidad de la red mostró un promedio del 21% durante la crisis desatada por la pandemia el año pasado, según un reporte del Reuters Institute de la Universidad de Oxford. En el pico de toxicidad, ocurrido entre fines de marzo y comienzos de abril del 2020, el 40% de los tuits eran violentas. Aunque alto, ese porcentaje denota que la mayoría no suelen ser agresivos.
Por otra parte, Twitter es un espacio donde la participación ciudadana, el cuestionamiento a las autoridades y líderes políticos, y la ruptura de jerarquías revitalizan la cultura democrática.
“Las redes como Twitter atentan contra la casta política. Twitter no degrada la democracia, sino que la modifica. Cualquiera puede ser protagonista y ubicarse en el centro de la escena política para después pasar al olvido, sin convertirse en un líder político. Es la lógica de la participación ciudadana, de lograr identificación entre la gente común con consignas que nos interpelan. Esto se vio reflejado durante la pandemia en el caso Abigail en Santiago del Estero, por ejemplo. O con el reclamo por las clases presenciales que encabezó Padres Organizados. Twitter está renovando las formas de participación. Es un canal para hablar entre nosotros, y a los políticos eso a veces les molesta. Porque prefieren que nos vinculemos solo con ellos”, concluyó Amado.
“La promesa inicial de las redes e internet era de democratización. Hoy, varios años después, nos hemos visto desencantados de esa promesa. Pero también ocurren cosas positivas en Twitter. La realidad siempre es compleja”, destacó Kitzberger.