TikTok, China y el virus de la aparente contradicción
Una noticia pasó inadvertida esta semana entre olas de contagios y de calor. TikTok, la adictiva aplicación de microvideos entre los que destacan coreografías, humoradas y tutoriales de cocina y maquillaje, se convirtió durante 2021 en el sitio más visitado de la web. La curiosidad, sin embargo, es profunda: el ranking muestra el poderío de la empresa china ByteDance, que logró destronar al omnipresente Google.com, que ostentó ese primer lugar durante quince años. El último sitio en ese trono había sido… Yahoo!, en 2003. Aunque es un liderazgo meramente estadístico (emitido por Cloudflare, se centra en las visitas a un sitio y no en cantidad de usuarios activos), muestra el poder de expansión de la red social. Insistimos: una app china que el propio presidente Trump instó públicamente a vender y sufrió embates por sus flojas políticas de protección de datos, entre otros vinculados a sus algoritmos y sus contenidos, es el sitio más popular de internet de estos días. Y esta semana, además, se conocieron las cifras millonarias que cobraron las principales creadoras de contenido para esa red, los célebres TikTokers: las hermanas Charlie y Dixie Damelio ocupan los dos primeros lugares y juntas cosecharon más de 25 millones de dólares por las reproducciones de sus clips solo en esta red, más allá de otros acuerdos comerciales. Incesante onomatopeya del pasatiempo, TikTok, musicalizada por fragmentos de melodías y ritmos autoadhesivos, ofrece su vidriera a jóvenes influencers o adultos dispuestos a algún modismo ridículo pero es, como sospechaban analistas y confirman las cifras, una nueva puerta a la información. Desde la soledad de una habitación a ser visto azarosamente en el mundo entero, no todo es story.
China viene proponiendo su poder blando como un desafío comercial a Europa y los Estados Unidos con la llamada “Nueva Ruta de la Seda”: intenta delinear el modelo de sus relaciones con el mundo, con las directivas de su actual líder Xi Jinping. Un catedrático definió la iniciativa geopolítica: “China nunca ha dejado de concebirse a sí misma en el centro de la historia del mundo”. Este miércoles The Economist título con claridad su columna de negocios globales: “TikTok no es una pavada. Es algo serio”.
Símbolo del progreso medieval, la original Ruta de la Seda hilvanaba Oriente con el corazón del resto del mundo conocido, hasta las entrañas de Europa, cruzando el norte de la India y el mundo árabe. Fue cancelada en 1453, cuando los otomanos vencieron a Roma y decidieron suspender ese flujo comunicacional. En paralelo, China, más un continente diverso que un Estado-Nación tal como los conoce Occidente, planteó sus murallas: grandes paredones fueron fronteras artificiales para controlar a mongoles, a sus propios “bárbaros” y conflictos dinásticos durante centenas de años. Hoy el asunto luce más complicado: de la Gran Muralla al Great Firewall, con el que el régimen buscó controlar la navegación por Internet. La tecnología, con todas sus paradojas, juega ese rol híbrido entre rutas y muros, conexión y aislamiento. Las y los adolescentes de Connecticut o cualquier otra urbe son atraídos al componente secreto de la app China tal como Roma se fascinaba con los hilados de seda únicos. Pero, a la hora de amurallar su seguridad interior, el régimen chino no duda en establecer rígidos controles informativos, tanto en Taiwan como en las redes made in Silicon Valley.
Como registra el artista Ai Weiwei en sus recientes memorias 1000 años de alegrías y penas (Debate, 2021), el presente de China está atravesado por despotismos, resistencias, revoluciones culturales y dogmas varios montados sobre una cultura tan heterogénea y diversa que admite tanto visiones nacionalistas como universalistas. Es la visión de un disidente consagrado y su linaje: lo agridulce es exótico solo para paladares no entrenados.
Tuve la oportunidad de conocer China en 2001. Corrijo: tuve la suerte de pasear por Beijing, sus suburbios y la Muralla en un año significativo. Si para Occidente el cambio de milenio trajo el shock de la caída de las Torres Gemelas, en la República Popular China ese fue el año de quiebre: el edificio del World Trade Center era imponente y flamante tras la incorporación oficial de China a la Organización Mundial de Comercio, un hito, y la consagración de ese país en su postulación como organizador de los Juegos Olímpicos de 2008.
Dentro de unos días, veremos la versión acelerada de ese fenómeno que TikTok también representa: la carrera geopolítica por el entorno digital convertida en cuestión de Estado y soft-power por el gobierno de Xi Jinping. Quienes visiten las sedes de los Juegos de Invierno, que empiezan en febrero, podrán utilizar el yuan digital como medio de pago. “El Banco de China siempre entendió los Juegos como un modo de probar la validez de su moneda digital de cara al mundo”, explicó Richar Turrin (autor de Cashless. La revolución digital en China) en la revista Fortune. Híbrido entre las monedas digitales y la centralidad del banco oficial, expresa justamente esas aparentes contradicciones entre futuro y pasado, control férreo y apertura al mundo, concentración y descentralización, nacionalismo y globalidad, vigilancia y libertades que dominan hoy a China y que se difunden en la cultura actual con la velocidad de adictivo ritmo pop. O de un virus.