Sopa de ciruela, de Katherine Mansfield
Si la vigencia de una obra y la actualidad de un escritor se miden (aunque sin rendirse a ellos) en cómo siguen dialogando con gustos e imaginarios del presente, este libro lo tiene todo. Sopa de ciruela, con textos inéditos de Katherine Mansfield (1888-1923), incluye crítica, género epistolar, jardinería, viajes, diario personal, recetas y hasta autoficción.
Temas que hoy pertenecen tanto a una serie por streaming como a la sección “Estilo” de un diario. A más de cien años de haber sido escritos demuestran (nuevamente) por qué Mansfield fue una de las grandes modernistas de la lengua inglesa.
En Sopa de ciruela como en los mejores cuentos largos de la escritora neozelandesa –”Fiesta en el jardín” o “Éxtasis”, favorito de Julio Cortázar–, los comienzos son inolvidables. En este caso lo es también el prólogo inicial de Eleonora González Capria, que investigó y recopiló casi 4000 páginas de la autora que murió a los 34 y vio muy poco de su obra publicada en vida.
También González Capria explica que gran parte de la obra, “el mito de Mansfield” posmortem, obedece a los caprichos de edición de su marido, el crítico John Middleton Murry, que convirtió sus cuadernos (manuscritos anárquicos que incluían desde poesía hasta listas de compra) en prolijos y ensamblados diarios personales… adelgazados y casi apócrifos.
En Sopa de ciruelas, Mansfield está, en cambio, en estado puro. Cuadernos insumisos, como cuerpos “que se resisten a alojarnos, que se perciben porque duelen”, escribe la compiladora. Así, en el universo que propone el libro (y bienvenido en este mundo fitness de hoy), el apetito está presente como estilo literario. Los títulos de cada sección aluden a eso: “El hambre”, “En un café” o “Recetas y retazos”.
Como Bioy Casares (“nada me gusta como el pan y como el agua, aunque en orden inverso: el agua, algo sobrenatural; el pan, la más natural de las obras del hombre”) Mansfield abre el hambre por la creatividad y por lo terrenal. Así, por ejemplo, reseña en un párrafo – haciéndole creer al lector que no le gustó para luego desengañarlo– una novela de D. H. Lawrence: una lección de crítica literaria. O puede expresarse con glotonería erótica sobre “un omelette, un café caliente, una rebanada de pan”. El plato hondo de Sopa de ciruelas incluye un menú que debería fascinar al seguidor de Clarice Lispector, al amante de la cocina gourmet o al que lee de a ratos.
Como cuando escribe “ojalá se pudiera distinguir el amor verdadero del falso, como se distinguen los champignones de los hongos venenosos”, para luego rematar, desilusionada pero aún paciente: “Hace falta cruzarse con una enorme cantidad de hongos venenosos para comprender que la vida no es un champiñón interminable”.
Sopa de ciruela
Por Katherine Mansfield
Eterna Cadencia. Trad.: Eleonora González Capria
464 páginas, $ 3100