Sara Gallardo, justamente recuperada
Una buena noticia literaria. El pasado jueves 18 de febrero, hace poco más de quince días, el Corriere della Sera dedicó su entera página de la sección Cultura al elogioso comentario de la traducción al italiano de la novela Enero (Gennaio), de Sara Gallardo, en la editorial Solferino. El interés por la obra de la escritora argentina ha crecido en los últimos años ya sea en su patria como en varios países europeos y también en Estados Unidos; por ejemplo, en 2018 se editó en Inglaterra la colección de relatos The Land of Smoke (El país del humo).
Entre 2001 y 2016 se reeditó en la Argentina toda su obra, incluida su novela más ambiciosa, Los galgos, los galgos y se publicaron en Macaneos las estupendas recopilaciones de las columnas de Gallardo en las revistas Primera Plana y Confirmado, y en Los oficios, una serie de artículos publicados en La Nación.
La reseña del Corriere della Sera es del periodista y escritor Giancarlo Desiderio, autor, entre otros libros, de Vita intellettuale e affettiva di Benedetto Croce. El título de la nota es Sogni infranti nella Pampa (“Sueños destrozados en la pampa”) y la bajada dice: “La Argentina rural, aristocrática y plebeya nos habla en las páginas de Sara Gallardo”.
Desiderio narra con mucho detalle la historia y los conflictos que debe afrontar Nefer, una adolescente campesina violada y embarazada por un hombre que no es el que ella ama. El crítico destaca, más allá de la geografía y la diferencia de época, la semejanza entre los lugares en que se despliegan las peripecias, “los sentimientos, las esperanzas y las injusticias de Enero, con Grassano y Gagliano de Cristo se detuvo en Éboli, de Carlo Levi, o con la aldea imaginaria, y sin embargo tan real, de los Abruzos de Fontamara, de Ignazio Silone”. Para terminar, Desiderio anticipa los efectos de la lectura de Gallardo: “Quien lea Enero recibirá el impacto y será físicamente perturbado por la escritura, que no se pierde en laberintos de palabras y va derecho al corazón de las cosas con una superposición de escenas en las que las “reglas” del tiempo y del espacio no son respetadas deliberadamente para dar al lector la neta impresión que los sentimientos descritos y las situaciones narradas son el fruto de la alterada vida misma de la protagonista”.
Conmueve pensar que la primera novela de Sara Gallardo esté ahora en las librerías de Roma, la última ciudad donde residió junto a Sebastián, su hijo menor. Él era un adolescente cuando su madre, circunstancialmente en Buenos Aires, murió.
Vi a Sara Gallardo muy pocas veces: en la calle, en alguna presentación de libro, siempre me impresionó por su belleza, su elegancia y la gracia natural de sus movimientos. Apenas una semana después de la muerte de su esposo, Héctor A. Murena, estaba en un concierto del Mozarteum Argentino. Durante el intervalo, me sorprendió la entereza y la soltura con que recibió los pésames de algunos conocidos.
Solo una vez hablé con Sara. Fue en 1977, cuando publicó El país del humo. Fue la primera entrevista que hice para este diario, todavía como colaborador de la Revista del domingo. En esa época, los artículos no se firmaban. Como entrevistada, Sara era encantadora; su conversación fluía, llena de humor, inteligencia y guiños cómplices. Me recibió en un departamento sobre la avenida 9 de Julio, a media cuadra de la avenida Santa Fe. Las fotos se tomaron en el balcón. Era tan fotogénica como una estrella. La luz y la cámara amaban sus pómulos perfectos. Era una cara imbatible.
Le conté, cuando me despedía, que esa era mi primera entrevista para el diario y ella, con una sonrisa que me acompaña hasta hoy, me dijo: “¡Ojalá te traiga suerte!”. Me trajo suerte desde el primer momento, porque tratarla, aunque fuera una vez, hacía imposible el olvido. Ese buen augurio tuvo consecuencias imprevistas. A ella le debo la amistad con sus adorables hijos, Paula y Agustín Pico Estrada; y Sebastián Álvarez Murena, “el romano”, y su esposa, Marina, con los que convivo por WhatsApp. ¿El azar, el destino o Sara
Temas
Otras noticias de Literatura
Más leídas de Ideas
Byung-Chul Han y Slavoj Žižek le abren una puerta a la esperanza
La IA y el fin del empleo. Riesgos y oportunidades de una revolución en marcha
José Eduardo Abadi. “Necesitamos ejercer la reparación y no repetir las frustraciones de siempre”
El elegido de Trump para el Pentágono le pagó a una mujer que lo había acusado de agresión sexual