Sabato. Un “indignado” que profetizó la alienación de la técnica y legó una obra viva
A diez años de su muerte, los libros del autor de Sobre héroes y tumbas siguen hablando del presente
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Hacia el final del siglo XX, Ernesto Sabato publicó dos libros que hoy pueden ser leídos como proféticos. Tanto en las memorias de Antes del fin como en el breve ensayo La resistencia, el autor nacido en Rojas en 1911 había lanzado una advertencia sobre los cambios que se avizoraban en el filo del tercer milenio. Sabato fue un “indignado” avant la lettre ante el estado de cosas en el mundo. Compuestos como legados testimoniales para las nuevas generaciones, esos escritos anticipaban, en un estilo llano y coloquial, algunas de las circunstancias que la humanidad iría enfrentando a lo largo de las dos primeras décadas del nuevo siglo. Para la cultura argentina, Sabato siempre representó el papel del escritor comprometido con su época y con ese más allá de la época que preocupa a las sociedades: el futuro. “En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche”, escribió en Antes del fin.
A diez años de su muerte (y ciento diez de su nacimiento) el eco de la voz de Sabato resuena en el presente. En los últimos años de su vida, el escritor alertó sobre el colapso ecológico, la deshumanización de la ciencia, las amenazas a la libertad y la violencia alienante que late en las grandes ciudades.
“Sabato fue un insoslayable protagonista de la literatura argentina del siglo XX –afirma el escritor y académico Antonio Requeni–. Libros como El túnel y Sobre héroes y tumbas dan prueba de su talento narrativo, ajeno al regodeo formal y a todo vicio retórico. Su lucidez intelectual se manifestó, asimismo, en notables ensayos como Heterodoxia y Uno y el Universo, entre otros. Fue un hombre preocupado por la desespiritualización de la sociedad, acechada por totalitarismos de uno u otro signo, por lo que sus ensayos mantienen vigencia aún hoy. Comprometido con la ética y la dignidad de los valores humanos era, en realidad, un moralista”.
Algunas declaraciones y actos del escritor al momento del golpe de Estado de 1955, el de 1966 o el “más salvaje” de 1976, como él mismo expresó tiempo después, le valieron críticas por parte de colegas e intelectuales, que recordaron su almuerzo con Jorge Rafael Videla a mediados de mayo de ese año, junto con Jorge Luis Borges, el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, Alberto Ratti, y el sacerdote y escritor Leonardo Castellani (el único que aludió a la desaparición de Haroldo Conti, el 4 de mayo de 1976). Tanto Borges como Sabato –que se habían reconciliado en 1975, luego de años de distanciamiento por cuestiones políticas, y aceptaron posar juntos en un bar de Parque Lezama para la revista Gente– se pronunciaron a favor de Videla. No obstante, por pedido del presidente Raúl Alfonsín, en 1984 Sabato encabezó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas y firmó el prólogo del libro Nunca Más, que fue objeto de enmiendas décadas después, durante la primera presidencia de Cristina Kirchner.
De la lógica al romanticismo
También en 1984 recibiría el prestigioso Premio Cervantes, hito en una larga serie de reconocimientos internacionales. Siempre se destaca que, en 2003, el príncipe Felipe (actual rey de de España) peregrinó a Santos Lugares a conocer la casa del escritor. Allí hoy funciona una casa-museo.
“Mi relación con Sabato se intensificó en los años 1997 a 1999 –recuerda el editor Alberto Díaz–. En esa época casi todos los meses lo iba a ver a Santos Lugares, llegaba a eso de las diez de la mañana con tortitas negras para tomar con el mate y me retiraba a la hora del almuerzo”. Los temas de las charlas, que se desarrollaban siempre en el estudio del escritor, los imponía Sabato y se remontaban a sus experiencias como becario en el Instituto Curie, en París, adonde había viajado con su mujer, Matilde Kusminsky Richter, y con su hijo Jorge. “Es ahí cuando entra en contacto con los surrealistas franceses y se produce lo que él llamó su ‘crisis espiritual’ y abandona la ciencia –dice Díaz–. Por esta decisión, Houssay le quita el saludo. El escepticismo con respecto a la ciencia lo lleva a escribir su primer libro, Uno y el Universo, en el cual describe las razones por las que abandona la ciencia y se va a dedicar por entero a las humanidades. Estas conversaciones iban acompañadas por su amor por la literatura rusa, sobre todo a Fiodor Dostoievski, y los románticos alemanes, que según Sabato dejaron en él la mayor marca en su literatura, junto con los surrealistas”. Díaz señala que lo que persuadió a Sabato a publicar Antes del fin fue la carta de un adolescente que se quería suicidar. “Me hizo leer la respuesta que le estaba enviando. Por el tono del adolescente, que veía en Sabato a una especie de autoridad paterna o abuelo rezongón, pude convencerlo de la importancia que podía tener en la juventud su libro. A partir de ese momento me mostró y me leyó un texto que tenía escrito desde hacía tiempo y que después se conoció como la primera parte de Antes del fin, que tiene como eje los episodios de su vida, sin que puedan considerarse exactamente como memorias o un relato autobiográfico; él prefería llamarlo ‘testamento espiritual’”.
El libro se publicó en 1999 y tuvo un gran éxito de ventas; en el primer año se vendieron casi 400.000 ejemplares. Su éxito comercial, que para algunos escritores es indicio de una dudosa calidad literaria, sumado a las erráticas posiciones políticas del autor, motivó que varios intelectuales locales despreciaran sin más su obra. Un año después, Sabato ofició de compilador en Cuentos que me apasionaron, otra obra “testamentaria” con relatos de autores como Franz Kafka, Katherine Mansfield, Oscar Wilde, Manuel Mujica Lainez y Borges. “Lo importante en la vida de un escritor es su obra, y novelas como El túnel o Sobre héroes y tumbas son consideradas de las más originales e importantes que se escribieron en nuestra lengua –concluye Díaz–. Su legado no puede ser desconocido. Sin duda, su obra debe ser valorizada como un intento de visión del hombre esperanzado, pero signado por espacios de amargura”.
“Nunca estuve en la casa de Santos Lugares –confiesa la escritora Josefina Delgado–. Ni siquiera cuando Ernesto murió, hace ya diez años. Su figura siempre me impactó, y la lectura de El túnel, junto con aquella hermosa película con Laura Hidalgo y Carlos Thompson que había visto cuando era chica, y de la gran novela Sobre héroes y tumbas marcaron no solamente mi vida de lectora sino también mi vida de argentina”. Para la autora de Memorias imperfectas, pocos como Sabato indagaron en lo que él mismo consideraba “lo metafísico argentino, y además a través del amor, de la muerte y del incesto, tres claves metafóricas de nuestra historia”. Luego de la muerte del escritor, como funcionaria del Ministerio de Cultura porteño, entonces a cargo de Hernán Lombardi, Delgado impulsó la instalación en la Avenida 9 de Julio de una gigantografía con el retrato de Sabato hecho por Daniel Mordzinski.
Canon existencialista
Delgado recuerda que fue Albert Camus el que recomendó a la editorial Gallimard la publicación de El túnel en la lengua de Flaubert. “Roger Caillois me la hizo leer y me ha gustado mucho la sequedad y la intensidad –le escribió Camus al escritor argentino–. He aconsejado a Gallimard que la editen, y espero que El túnel encuentre en Francia el éxito que merece. Hubiera deseado poder decirle todo esto de viva voz, pero la prohibición de una de mis piezas en Buenos Aires me impide dar las conferencias previstas. Si, no obstante, llegara a ir a Brasil, trataría de acercarme a título personal a Buenos Aires y me alegraría entonces conocerlo. De aquí a entonces cuente con toda mi simpatía fraternal”. Esa novela hoy integra el canon literario del existencialismo.
La profesora Graciela Maturo reivindicó la literatura sabatiana. “Asimila la herencia del romanticismo, la fenomenología, el existencialismo y el personalismo –escribió en 1981, al prologar una antología de ensayos de Sabato del Centro Editor de América Latina–. Su periplo de vida y de pensamiento lo lleva de la ciencia al arte, del logicismo analítico a la intuición simbólica, de un mundo de objetos aun mundo de valores. También, como lo muestran sus obras en el intenso lenguaje de los símbolos, recorre un camino que lleva del aislamiento a la participación de la soledad a la fe”.
Veinte años después, en La resistencia, el escritor que eligió como interlocutora a la humanidad describió a su modo ese anhelo exploratorio: “El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer”.