Ruinas, reliquias y objetos desusados
La curiosidad mata al gato, pero la satisfacción lo resucita. Durante el largo fin de semana pasado, estuve buscando información sobre Francesco Orlando, el discípulo privado al que Giuseppe Tomasi di Lampedusa le pasó los originales de El gatopardo para que los leyera y dactilografiara. El otro discípulo privado era el aristocrático Gioacchino Lanza, al que el novelista adoptaría como hijo.
Orlando se convirtió en la madurez en un gran crítico literario; los italianos incluyen sus trabajos en lo que llaman “crítica de autor”, es decir, una lectura que no se basa en métodos académicos y mucho menos en corrientes de moda. Entre sus muchos libros, me llamó la atención el título Ogetti desueti nelle immagini della letteratura (“Objetos desusados en las imágenes de la literatura”), cuya primera edición es de 1993, en Einaudi; y la segunda, de 2015, también de Einaudi. Por “objetos desusados”, Orlando entiende, como aclara en el subtítulo, ruinas, reliquias, rarezas, basura, lugares deshabitados y tesoros escondidos. Ya el título suscita una serie de asociaciones literarias y que exceden lo literario. Si se piensa en ruinas y paisajes o lugares deshabitados, cómo no mencionar a Hubert Robert, el gran artista, pintor de los restos de la Antigüedad clásica y creador de jardines y lugares deshabitados, o en la vanguardia del siglo XX y XXI a Joseph Beuys y al arte reciclado. Mientras que la razón, la técnica y el despojamiento funcional se imponían en la vida cotidiana y ciertas tendencias de la arquitectura; la literatura y el arte se inclinaban por los objetos, las atmósferas, los espacios y los personajes decadentes, excéntricos, irracionales o no funcionales.
Orlando, que en su juventud se había adentrado en el psicoanálisis de la mano de la esposa de Lampedusa, la psicoanalista germano-letona Alexandra Wolff von Stomersee, señala que la literatura es “la sede imaginaria de lo reprimido”. El crítico Piero Boitani dice en el prólogo de la reedición de Oggeti desueti que. en esa sede imaginaria, lo censurado vuelve encarnado en cosas del pasado cargadas de sentimiento y presentadas en un envoltorio Kitsch: “las buenas cosas de pésimo gusto”, según la cita de L’amica di nonna Speranza, de Guido Gozzano, que hace Orlando. Para este, sin embargo, esas cosas no son de mal gusto, ni tampoco buenas, son cosas queridas y nos ponen delante el tiempo, la historia.
En la revista digital italiana Doppio Zero, del 29 de abril de 2015, la crítica literaria turinesa Claudia Zunino comentó la reedición de Oggeti desueti y terminó su brillante reseña con un poema de autor argentino cuyo nombre, por el momento, me reservo.
Entre los objetos desusados, las reliquias ocupan un lugar especial; una reliquia puede ser una parte del cuerpo de un santo, lo que ha tocado una parte de este, un objeto o prenda con valor sentimental, pero también una persona muy vieja o una cosa antigua como, al final de El gatopardo, lo son Concetta, la hija solterona, envejecida y beata del príncipe de Salinas y su cuarto atiborrado de cosas que se han ido convirtiendo en basura.
La literatura recoge, diferencia, reelabora y archiva, porque el tiempo no solo corroe, también puede ennoblecer. Para Orlando, dice Zunino, lo literario es una transgresión de los mitos de progreso, eficiencia y productividad de la modernidad; se nutre de lo que la sociedad reprime o vuelve descartable, pero las estructuras sociales, a su vez, se alimentan del imaginario literario para proteger y reforzar su ideología por medio de mitos. Con lo que la sociedad descarta de la realidad, la literatura elabora su producción: crea algo imaginario y real.
El poema del poeta argentino citado por Zunino al que me referí más arriba es “Las cosas”, de Jorge Luis Borges. La primera estrofa del soneto, y los dos últimos versos del segundo terceto son una hermosa síntesis de Oggetti desueti.
“El bastón, las monedas, el llavero, / la dócil cerradura, las tardías / notas que no leerán los pocos días / que me quedan, los naipes y el tablero […]
Durarán más allá de nuestro olvido, / no sabrán nunca que nos hemos ido.”