Rosa Montero: “Debemos aprender a vivir con nuestra maleta de oscuridad”
Las redes ofrecen una realidad ficticia donde se escenifica la felicidad, afirma la escritora española; tras publicar El peligro de estar cuerda, dice que estamos forzados a adaptarnos a una “normalidad” que no existe
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SEGOVIA
Rosa Montero arrulla a Petra en sus brazos. La perra cierra los ojos e improvisa una almohada en el pecho de la autora, como si así pudiera prestar más atención a aquello que esta calificada pluma y voz de la literatura y el periodismo tiene para decir. Montero (Madrid, 1951) admite que su último libro, El peligro de estar cuerda (Seix Barral), le ha merecido la mayor repercusión de toda su extensa carrera. No se trata solo de los premios que ha cosechado, entre ellos, el Ojo Crítico y el galardón al mejor libro de no ficción de 2022 otorgado por el Gremio de Libreros de España. La ebullición en torno a esta publicación no cesa y en los dos eventos en los que se presentó la escritora en el Hay Festival Segovia , hace unas semanas, no entraba un alfiler. Los lectores se han acercado a este ensayo de prosa literaria exquisita y trazos autobiográficos para explorar el vínculo entre la locura y la creación.
“Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza”, lanza en la primera línea del libro, que provocó una natural identificación entre lectores que de un modo u otro se han sentido aislados en su soledad, su dolor o su excentricidad. Montero ha escrito una especie de oda a las criaturas que no encajan en un grupo, en su propia familia o en la sociedad: “Una de las cosas buenas que fui descubriendo con los años es que ser raro no es nada raro, contra lo que la palabra parece indicar. De hecho, lo verdaderamente raro es ser normal”.
Montero estudió Periodismo y Psicología (“en la Universidad Complutense de Madrid me enteré de que sufría crisis de pánico, y de que era un trastorno neurótico de lo más común, algo así como la gripe de los desequilibrios mentales”). Comenzó muy joven a trabajar como periodista y antes de ser una destacada columnista del diario El País entrevistó a Margaret Thatcher, Indira Gandhi, Yasser Arafat, Julio Cortázar, Harrison Ford y Lou Reed, entre otros. La escritora ha incursionado en la literatura juvenil (El nido de los sueños) y ha creado una saga de novelas de ciencia ficción protagonizada por una detective replicante llamada Bruna Husky (Lágrimas de lluvia, El peso del corazón y En tiempos del odio) y actualmente trabaja en la cuarta entrega de la serie.
Entre otros títulos de gran repercusión, Rosa Montero escribió La loca de la casa, La hija del caníbal, Historia del rey transparente (ambientada en la Edad Media) y La ridícula idea de no volver a verte, donde recorre su duelo personal tras la perdida de su marido y se sumerge en la biografía de Marie Curie.
"Es esencial que el ser humano aprenda a vivir en soledad. Si no, tendrás parejas y amigos horribles porque no puedes estar solo”"
En 2017, la escritora obtuvo el Premio Nacional de las Letras Españolas que otorga el Ministerio de Educación y Cultura, donde un jurado se refirió a su carrera “brillante”, en la que ha desarrollado una “ética de la esperanza”, y en 2022 obtuvo la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes.
–¿Cómo podemos mantener la cordura en este mundo de ritmos vertiginosos, crisis recurrentes e incertidumbre?
–Primero, reconociendo que la cordura no existe. La normalidad no existe y no es más que un invento. En 2018, el departamento de Psicología de la Universidad de Yale publicó un estudio que demostraba que la normalidad no existe, que no es más que la media estadística de una amplísima gama de posiciones del ser humano frente a diversos tópicos. No hay un solo ser humano en el mundo que atine con esa medida estadística en todos sus parámetros: todos somos divergentes en algo, todos somos heterodoxos en algo. Entonces, lo que existe en verdad es la rareza en una enorme diversidad.
–”Somos todos raros. Hay que normalizar la rareza”, dijo recientemente en una entrevista. ¿De qué modo sería posible hacerlo?
–Lo que tenemos que hacer es intentar encontrar nuestra manada de raros con la que sentirnos protegidos. Las redes sociales y la publicidad brindan la imagen de una realidad completamente ficticia. Es increíble, es una imagen de una felicidad constante. Familias, parejitas felices con hijos felices, con perros felices, jardines… Hace años escribí un artículo llamado “Elogio del malestar”. Hay que reconocer que de vez en cuando uno se siente mal y eso forma parte de la vida. Primero, hay que admitir tu propia fragilidad: eso te hace más fuerte. La gente más frágil es aquella que intenta por todos los medios adaptarse a esa normalidad. Y son estos quienes tienen más posibilidades de romperse mal. Debemos aprender a convivir con nuestra maleta de oscuridad.
–Muchas personas padecen de “dolor psíquico”, escribe en su libro. ¿Por qué avergüenza tanto hablar de nuestra salud mental o por qué lo ocultamos?
–Porque nos fuerzan a adaptarnos a esa normalidad que es inexistente, que no es más que una horma normativa que depende de las culturas. Se trata de una construcción social que depende y cambia con las épocas.
"La enfermedad mental te engaña, porque te hace creer que eres único, pero hay un montón de personas que se sienten así"
–¿Quién o quiénes nos obliga a esa adaptación?
–En la escuela, por ejemplo, desde muy pequeños desarrollamos unas estrategias defensivas para que no se nos note la diferencia. Todos somos diferentes de esa norma, todos somos divergentes en algo. Pero intentamos horrorizados que no se nos note esa diferencia, que no es patológica. El niño que va a la escuela y cuando los otros niños notan la diferencia normalmente lo maltratan. La presión social para cumplir esa estupidez, para adaptarse a una cosa inexistente es tremenda. Se ha forzado tanto esa represión que llega incluso a la represión clínica: aquella de quien no sabe ni siquiera que está reprimido. Hay veces que me dicen: “Gracias por tu libro porque he reconocido cosas que yo no sabía que tenía, porque las tenía enterradas, negadas, aplastadas por el miedo”.
–En El peligro de estar cuerda desarrolla la idea de que la locura es la forma más atroz de soledad.
–Esa es la soledad psíquica, que es la de la enfermedad mental, sobre todo lo que llamamos locura. La gente que no lo ha vivido no sabe de qué estoy hablando. La enfermedad mental te engaña, porque te hace creer que eres único, pero hay un montón de personas que se sienten así. Es como si te sacara de la especie humana, como si fueras un marciano. Es una sensación de agudísima soledad.
–Vuelvo con el tema de la soledad. En su libro destaca la idea de que hay personas que son incapaces de vivir o estar solas.
–Hay que distinguir entre la soledad existencial (porque naces y mueres solo y las cosas te duelen a ti solo, y con ellas apechugas), y la soledad social. Es absolutamente esencial que el ser humano aprenda a vivir solo y a ser autosuficiente en esa soledad. Si no aprendes a vivir en soledad, entonces tendrás parejas horribles, porque no puedes estar solo, y amigos horribles. Es catastrófico. Y además no te escucharás nunca, porque para escucharse uno de verdad tienes que pasar tiempo solo. La Universidad de Harvard lleva 80 años haciendo un estudio sobre la felicidad y lo que más feliz hace a la gente, una vez que tiene cubiertas unas necesidades económicas básicas, es tener amigos, tener gente que te quiere. Te lo tienes que trabajar. Hay que invertir mucho tiempo y tiempo de calidad para tener amigos, no nacen debajo de las piedras.
–¿Atenta la lógica del mundo actual contra nuestra salud mental o siempre ha sido así? ¿Son las redes sociales una trampa?
–Las redes han servido para que la gente pueda exponer preocupaciones, necesidades, visibilizar cosas y unirse a otra con las mismas sensibilidades. Todo esto está bien. Luego, claro, por supuesto, está el aturdimiento de las redes y la capacidad que tienen para difundir mentiras, para hacer de eso una herramienta de enloquecimiento. Además, se están utilizando como instrumento de manipulación. Se piensa, por ejemplo, que se las ha utilizado de esta forma en elecciones, como la que ganó Donald Trump en Estados Unidos. Y las redes tienen otra parte terrorífica que es la del teléfono móvil. Antes, cuando un niño era maltratado en la escuela, llegaba al fin de semana, se iba a su casa, llegaba el verano, se iba al pueblo, tenía los amigos del pueblo y disfrutaba. Ahora el niño está perseguido y no tiene sitio dónde esconderse. La capacidad de linchamiento que tienen las redes es verdaderamente bestial, tanto para los niños como para los adultos.
–Hay una idea muy trillada y un consejo que escuchamos a menudo: “Lo que no te mata te fortalece”. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
–¡Eso es mentira! El sufrimiento te enseña, claro, te enseña si no te mata, efectivamente. Pero mejor aprendamos de otra manera, sin sufrir. Cuanto menos suframos, mejor. Sufrir te puede dejar, efectivamente, muy destruida. Te puede matar físicamente. Hay muchos casos, por ejemplo, después de la muerte de tu pareja, si hubo una larga agonía con mucho sufrimiento, en el que la otra pareja suele tener luego una enfermedad grave.
"Los hombres están no solo más atemorizados, sino más violentos, y tienen miedo porque saben que deben ceder."
–Creó un famoso personaje, Bruna Husky, una detective alienígena o replicante. Ha estado escribiendo ciencia ficción desde hace décadas. ¿Teme al avance de la inteligencia artificial?
–Es muy preocupante cuando con inteligencia artificial se utilizan las caras de personas para luego incluirlas en videos porno. Ha habido un montón de casos recientes y eso me preocupa. En esa serie, yo quería crear un mundo propio para poder visitarlo cuando me diera la gana. No tenía una idea tan grande como para necesitar cuatro novelas en su desarrollo. De hecho, mis novelas de Bruna, cada una de ellas, empieza y termina. Quería tener unos personajes estables que fueran creciendo, que les fueran pasando cosas y que yo pudiera visitar en esa Madrid del futuro. A mí me gusta mucho la ciencia ficción desde siempre. Entonces acudí a un mito contemporáneo. Yo quise visitar el del replicante de Philip K. Dick [en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?], un mito muy poderoso: primero, es un personaje que sabe cuándo va a morir y no puede olvidarse de que es mortal; segundo, tiene una memoria artificial.
–No me refiero a la sociedad argentina en su conjunto, pero un número significativo de porteños y bonaerenses, al menos, se psicoanalizan o acuden a terapia con un analista. ¿Qué dice este hecho de una sociedad? Aun así, atravesamos por un momento de gran crisis social y política.
–Sí, es un tópico, un chiste que se hace sobre los argentinos. A mí me parece muy bueno que acudáis. Precisamente, es un reconocimiento de ese malestar y eso es muy saludable, es reconocer el problema. La Organización Mundial de la Salud dijo antes de la pandemia, y yo creo que era conservadora en el dato y que la situación ha empeorado mucho con el Covid, que el 25% de la población mundial iba a tener en su vida un trastorno mental, que lo sufriríamos en nuestras carnes o que lo sufriría alguien cercano. Hay una gran gama, algunos trastornos más graves, y otros no tanto, pero reconocerlo primero y ayudarse con terapia es muy bueno, así que ¡viva esta costumbre!
–En La ridícula idea de no volver a verte escribe sobre los espacios equivocados en los que se han movido las mujeres. La mujer ha conquistado territorio profesional y derechos, pero ¿de verdad cree que el hombre está atemorizado o amenazado ante el avance de las mujeres?
–Sí. Y de hecho ahora los hombres están más atemorizados que nunca. Gandhi decía que al principio te ignoran cuando quieres cambiar algo, luego se burlan de ti y luego te enfrentan, y ese es el momento que te indica que estás cerca de ganar. Este es el momento de la lucha. Los hombres están no solo más atemorizados, sino más violentos, y tienen miedo porque saben que deben ceder. Está subiendo la violencia verbalizada contra las mujeres, contra las feministas. Claro, esto no incluye a todos los hombres, los hombres han cambiado muchísimo.
–Vivió la época del franquismo cuando era joven y también épocas oscuras y peligrosas de la Transición. ¿Teme que se repitan esos escenarios de censura y represión en España?
–Siempre pueden regresar. A España y al mundo entero. El progreso no es obligatorio y los logros obtenidos con tanto sudor, sangre y lágrimas durante siglos en materia de feminismo y de derechos humanos se pueden ir todos en un segundo. La historia lo ha demostrado. Las sociedades a veces se suicidan. Podemos volver atrás en cualquier segundo, por eso tenemos que defender esos derechos todos los días.
–¿Cómo podemos defender desde la ciudadanía civil esos derechos conquistados?
–En mi caso, escribo. Pero la novela no debe ser utilitaria. Tú no escribes una novela para enseñar nada, sino para aprender. Eso es lo que he estado intentando hacer con la locura y la soledad. Como periodista, en cambio, puedes luchar por tus ideas. Y como ciudadana común, en todas partes, puedes luchar con tu voto, en la calle, incluso en tu casa, puedes resistir no cediendo. Los logros se olvidan, porque nuestra memoria es muy frágil y las sociedades se equivocan una y otra vez. Pero callar es peligroso: debes expresarte, alzar tu voz. Pero también, por momentos, debes callarte para escuchar a lo lejos el fragor de civilizaciones que se creyeron inmortales, pero sin embargo se derrumban.
ENTRE EL PERIODISMO Y LA LITERATURA
PERFIL: Rosa Montero
■ Rosa Montero nació en Madrid en 1951. Estudió Periodismo y Psicología. En 1976 comenzó trabajar para el diario español El País.
■ En 1978 ganó el Premio Mundo de Entrevistas, en 1980 el Premio Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios y en 2005 el Premio de la Asociación de la Prensa de Madrid a toda una vida profesional.
■ Entre sus últimos libros se cuentan La hija del caníbal (1997, Premio Primavera), El corazón del Tártaro (2001), La loca de la casa (2003, Premio Qué Leer y Premio Grinzane Cavour), Los tiempos del odio (2018) y La buena suerte (2021). Su libro más reciente es El peligro de estar cuerda
■ Recibió el Premio Nacional de las Letras. Su obra está traducida a más de veinte idiomas.