Roca, entre la crítica kirchnerista y la reivindicación de Milei
En su nuevo libro, el historiador Miguel Ángel De Marco traza la biografía del político y militar que fue dos veces presidente de la Nación y cuya figura, en los últimos años, ganó protagonismo
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El historiador rosarino Miguel Ángel De Marco, autor de numerosos libros sobre historia argentina, acaba de editar Roca (Emecé), una biografía sobre el dos veces presidente de la Nación (1880-1886 y 1898-1904) y miembro destacado de la Generación del 80, quien por su obra como estadista es considerado constructor de la Argentina moderna.
Sin embargo, la figura del militar tucumano se vio cuestionada durante los gobiernos kirchneristas por la llamada Conquista del Desierto, la campaña militar que permitió al país lograr el control efectivo de una amplia zona de la región pampeana y de la Patagonia, con el consecuente desplazamiento de pueblos indígenas.
La llegada de Javier Milei trajo un giro de 180 grados. El Presidente elogió a Roca y puso su cuadro en el Salón de los Próceres de Casa Rosada, que reemplazó el kirchnerista Salón de las Mujeres.
De Marco intenta dejar de lado las pasiones y cuenta con detalle sus campañas militares, su hábil actuación política (que le permitió con los años conservar el apodo de “Zorro”, ganado por liderar el robo de gallinas con su grupo de amigos del Colegio del Uruguay, en Entre Ríos) y su vida personal.
“Hace mucho tiempo que tenía la idea de escribir un libro sobre Roca –dice De Marco, que dedicó biografías a San Martín, Belgrano, Sarmiento, Pellegrini, Güemes, entre otras figuras de la historia–. Pero, por diversas cuestiones de tipo editorial, el proyecto no se concretaba. Hasta que en un momento dado pensé que ya no podía postergarse más. He sido profesor toda mi vida de ese periodo histórico y sentía que era necesario escribir una biografía sobre Roca, porque no son tantas las que hay. Esto coincidió con un revival de su figura, con un cambio de situación política y el hecho de que las nuevas autoridades exaltan su figura. Mucha gente en este país valoriza las cosas positivas que han hecho de Roca el verdadero organizador del Estado argentino. Es un personaje de múltiples facetas, que reúne las características del gobernante y del militar. Además es alguien que se formó solo, prácticamente”.
–Milei reivindica a Roca y a la generación del 80. Sin embargo, en su discurso denosta al Estado. ¿No es una contradicción?
–Yo creo que hay una contradicción, porque justamente lo que caracterizó a Roca fue su condición de ordenador del Estado en un momento de la historia argentina en el que el país daba sus últimas batallas por la organización nacional. Y si uno va leyendo todos sus discursos, en sus dos presidencias insiste en la importancia de organizar el Estado en todos los aspectos: la Justicia, la educación, la administración pública, el servicio exterior. Otro aspecto que destacaría, aparte de la concepción diversa del Estado que evidentemente tienen Roca y el actual presidente, es el modo en que Roca enfatizó los vínculos exteriores del país durante sus presidencias. Para él era sacrosanto mantener la paz, la concordia, la estabilidad, las buenas relaciones con los países limítrofes, primero, y después con el resto del mundo. Tanto, que lo vemos estableciendo relaciones con Japón en una época en que recién empezaba a constituirse en un país moderno. Era un hombre de una gran visión armónica del Estado.
–Por otro lado, durante los gobiernos kirchneristas se quisieron sacar las estatuas de Roca en Buenos Aires y Bariloche. ¿Qué opina de estas críticas con foco en la Conquista del Desierto, que hablan genocidio indígena?
–Señalo en el prólogo el anacronismo de estos ataques. Y menciono algunos concretos. Por ejemplo, en Río Gallegos sacaron la estatua de Roca que estaba en la avenida Roca y la mandaron a las afueras de la ciudad. Un anacronismo total. Un desconocimiento también de la realidad histórica argentina y de la realidad mundial, porque cuando se pone énfasis en el tema de los aborígenes y en la Conquista del Desierto, es ignorar la actitud que adoptaban todos los gobiernos que querían expandir sus fronteras en esa época. Querían ocupar el territorio yermo, vacío. El accionar de Roca fue el propio del siglo XIX. La Campaña del Desierto se realizó cuando los malones llegaban a las puertas de Luján. El hombre, la mujer, el habitante de aquella época, fuera argentino o extranjero, se encontraba frente a la realidad de un país ocupado por tribus nómades que iban y venían y que hacían malones, robaban ganado y cometían una serie de barbaridades. Frente a eso, la actitud no solo de Roca, sino de la mayoría de la gente, era eliminar el problema. Es duro decirlo, a nosotros nos parece absurdo eso tal vez, pero en aquella época era perfectamente comprensible.
–Antes de que Roca fuera ministro de Guerra de Avellaneda, su antecesor en el cargo, Adolfo Alsina, hizo una zanja de 374 kilómetros entre el sur de Córdoba y Bahía Blanca para evitar los malones. El objetivo era defensivo y Roca se burlaba de eso.
–En algunas partes de la provincia de Buenos Aires, por la zona de Carhué y Guaminí, esa zanja todavía se puede advertir. Ahí trabajaron miles de personas, sobre todo extranjeros, pero era un proyecto irrealizable. Era una zanja de dimensiones tales que no pudieran pasar a caballo ni volver con el ganado, pero los indios acumulaban unas cuantas vacas en el fondo de la zanja y pasaban con toda tranquilidad. La idea de Alsina era cubrir una zona fértil y amplia en la provincia de Buenos Aires, cerrar, evitar que los indios vinieran y atacaran y de esa manera ir generando población e ir resolviendo el problema de los malones. Roca se va con caballos desde Río Cuarto a recorrer toda la zona y cuando ve eso anota en su libretita: “¡Qué disparate la zanja de Alsina!”. Creía que poner una zanja era postergar el problema. Pensaba que había que avanzar para ocupar el terreno y permitir que se generasen colonias, que se estableciese un ferrocarril. Para que la Argentina se convirtiese en un país moderno en una circunstancia muy particular, el momento de debilidad de Chile, porque la cuestión era quién se quedaba con la Patagonia. Chile reivindicaba la soberanía de esos territorios. Roca vio que estaba en guerra con Perú y Bolivia: era el momento de ocupar la Patagonia. Chile no podía tener dos frentes abiertos al mismo tiempo. En otras circunstancias, seguramente, hubiera habido una guerra con Chile. Mientras Roca libraba la Campaña del Desierto, Chile también tenía problemas similares con los mapuches. El corolario inmediato de la Conquista del Desierto fue la candidatura de Roca para presidente de la República. Ya como presidente, dedica sus esfuerzos a firmar convenios con los países limítrofes para evitar guerras.
–¿Cuáles fueron sus logros más importantes como presidente?
–En la faz interna, la completa integración territorial. La fijación de los límites actuales del país, inclusive con la ocupación del Chaco y la creación de territorios nacionales. Así, el país queda conformado administrativamente de una manera similar a la actual, porque después los territorios nacionales se convertirán en provincias. Por otro lado, la política exterior de Roca fue muy notable, de apertura, no solo desde un punto de vista diplomático, sino también para atraer la inmigración, que llega de todo el mundo. Y la educación: impulsó la ley 1420, que estableció la educación primaria laica, gratuita y obligatoria en 1884. En la ciudad de Buenos Aires se inauguraron una cantidad de escuelas en un solo día, verdaderos palacios escolares. Puso mucho énfasis en la faz educativa. Y siendo un hombre tan conservador, sin embargo mandó a estudiar la condición del trabajador en la Argentina para modificar la legislación vigente. Ya en su primera presidencia genera las instituciones fundamentales y suprime las guerras intestinas. Luego estuvieron las revoluciones radicales, pero antes de Roca había permanentes conflictos internos. Esto se acaba de modo drástico y el país se ordena. Además, impuso el servicio militar obligatorio y obtuvo la federalización de Buenos Aires.