Reseñas: Sin fallos, de Lee Child
“Un buen abrigo es como un buen abogado: te cubre el trasero”, piensa Jack Reacher. Y aunque el español híbrido de la traducción le resta fuerza a la frase, esta es la primera gran lección de vida de Reacher en Sin fallos, la sexta novela de la saga protagonizada por el célebre policía militar escrita por el inglés Lee Child (Coventry, 1954).
Publicada en su idioma original en 2002 –la serie de libros con Reacher ya superó las dos docenas de títulos–, Sin fallos tiene la virtud de mostrar, ahora en retrospectiva, algunas de las virtudes literarias que Child desarrollaría durante las próximas décadas. Pero estas virtudes no tienen que ver con el estilo, tan conciso y directo como cuando el hoy best seller internacional hizo su debut como novelista con Zona peligrosa, la primera historia de Jack Reacher publicada en 1997, sino con el tono.
Capaz de elastizarse desde el ritmo frenético del thriller de acción hasta la cuidadosa paciencia exigida por el enigma policial clásico, en esta ocasión Reacher responde al pedido de ayuda de una joven agente del Servicio Secreto. ¿El motivo? Alguien decidido a concretar “un atentado digno, un atentado que no fallaría”, amenaza al vicepresidente electo de Estados Unidos, Brook Armstrong. Pero hay algo más: la agente que necesita su ayuda también fue la novia de Joe Reacher, el hermano mayor de Jack, cuyo asesinato (y venganza) son narrados en Zona peligrosa.
A partir de ahí, Sin fallos muestra a un Reacher menos proclive a abrirse paso por el mundo aprovechando sus ciento quince kilos de habilidad y experiencia para perseguir y matar, y muestra en cambio el frío trabajo racional de un detective que analiza pruebas e interroga testigos con paciencia y método.
De esta manera, a lo largo de unas trescientas páginas en las que Child desenvuelve y les saca brillo a las piezas típicas de una investigación criminal (cámaras de seguridad, huellas dactilares parciales, registros balísticos) y un inevitable conato de romance entre Reacher y la antigua novia de su hermano (“Te amo, Joe”, le dice ella, a veces incapaz de escapar de la melancolía), el cerco alrededor de los escurridizos amenazadores se reduce hasta su expresión más pura. Y entonces el tono de Sin fallos, como si despertara otra vez a su elemento, vuelve a saltar del enigma a la acción.
“El que juega con fuego se quema”, le dice Reacher al vicepresidente electo después de explicarle cómo pretende neutralizar a los culpables, tarea para la que resultará de especial utilidad su cuchillo de cerámica. “Esa es la ley de la selva”, le reprocha el político. “¿Y usted dónde se cree que vive?”, concluye la conversación Reacher.
Sin fallos
Por Lee Child
Blatt&Ríos. Trad.: A. Giacometti
467 páginas, $ 4990
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