Reseñas: Quebrada, de Mariana Travacio
La voz de un personaje que sigue el ritmo del paisaje
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Una voz puede ser un personaje, una historia, un lugar, o todo al mismo tiempo como ocurre en Quebrada, segunda novela de Mariana Travacio (Rosario, 1967) que narra la historia de Lina, una mujer que deja su tierra seca para conocer el mar, y en ese avanzar incierto, descubre otra vida posible.
Casi desde el principio, el viaje se vuelve doble: la historia se quiebra. Ya no es solo Lina quien avanza, también su esposo Relicario, que no había querido acompañarla por no dejar a sus muertos, pero se arrepiente, los desentierra y consigue una carreta para alcanzarla. Así el relato se desdobla en dos voces, una siempre detrás de la otra, como si se fuera en busca de un destino con el eco de un pasado, que siempre viene detrás.
Como sea, Lina camina sola hacia su deseo, y lo hace al ritmo que le impone el paisaje. Quiere conocer el mar en un viaje que recupera esa idea tan latinoamericana de la tierra nueva. Así es como la mujer que protagoniza Quebrada abandona un lugar que recuerda el Comala de Pedro Páramo, para descubrir la luz de la llanura de Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara. Solo que en lugar de encontrar un pueblo de fantasmas o de conformar un espacio nuevo, ella es la única que parece refundarse.
El contraste entre el movimiento de los personajes y la sensación de quietud del espacio le da un aire atemporal a toda la trama y la acerca a lo mítico. No solo porque es difícil situarla en una época, sino sobre todo porque el tiempo descubre otro devenir, ya no marcado por los minutos y las horas de un reloj, sino por el compás de los pasos, por las estaciones, por los temporales, por la lluvia incesante o la sequía.
Incluso las frases parecen seguir ese fluir del tiempo en un pulso demorado, por momentos poético, por momentos áspero como el camino desde la quebrada, en una bajada riesgosa y llena de piedras. Hay, por supuesto, poco diálogo y mucho silencio en el que se intuye la avidez enternecedora de Lina por alcanzar eso que no se conoce, y sin embargo, es pura potencia vital.
La segunda parte de la novela adopta, en cambio, un giro más amplio, a partir de un narrador nuevo, hasta ese punto desconocido, que asume la posta del relato. Es un hombre dos veces huérfano, que vive en el pueblo desde que nació y observa los sucesos con la distancia necesaria para dar una perspectiva más familiar de la protagonista y la comunidad que la rodea.
En ese movimiento sutil, Quebrada encuentra un modo de mostrar la vida que habita esos territorios donde no parece haber nada. De ahí que el agua, el rocío de la mañana, la llanura irrumpan en la historia con la sorpresa de lo que siempre estuvo presente, y de golpe, revela su cara desconocida.
Quebrada
Por Mariana Travacio
Tusquets
178 páginas, $1600