Reseña: Zigzag, de Dante De Luca
“¿El amor es acompañar a una bestia en la locura? Nadie lo sabe. Solo lo sabrás tú y tu pareja con deseo de ser mutilada”, afirma el anónimo narrador de Zigzag, primera novela de Dante De Luca (Buenos Aires, 1992).
Esta declaración proviene de un chileno de veinte años que vino a la Argentina a estudiar artes visuales en la UBA porque quiere dedicarse al arte conceptual. El muchacho inicia una relación amorosa con su amigo Dante y le cuenta que su madre quedó embarazada de él de adolescente y nunca supo quién era el padre. Excepto por el cariño incondicional de ella, desde chico sufrió el repudio del resto de su familia (“Mis tatas, mis primos […] ¡Me odian! […] andan con vergüenza de mí. ¡Como si tuviera lepra!”). Este maltrato se intensificó por su homosexualidad y se trasladó al colegio donde sus compañeros se comportaban como si no existiera y después, a escondidas, buscaban sus servicios como “felador”.
De Luca deja en segundo plano la elaboración de una trama prolija y se concentra en el protagonista. Para otorgarle mayor credibilidad a su voz la provee de un minucioso repertorio de coloquialismos (weón, costó caleta, ¡Qué lata! Po, pololo, chamba, ¿Cachái?) que muchos lectores sabrán apreciar, pero que para otros puede resultar excesivo.
Zigzag construye un relato descarnado a través de una apasionada verbosidad que, en sus pasajes más logrados, configura un retrato social en el cual se desnudan hipocresías y crueles discriminaciones, al mismo tiempo que manifiesta el ansia desesperada de querer y ser querido de su narrador.
Zigzag
Por Dante De Luca
Mardulce
141 páginas, $ 19.000